¿Todos los caminos?

2 Junio 1999
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¿TODOS LOS CAMINOS...?

Tiene una significación netamente romanista la popular frase que dice: "Todos los caminos llevan a Roma". Esos trayectos son como las autopistas católicas que conducen subliminalmente al encuentro con el Papa erigido en cabeza de la Iglesia, presuntamente autorizado para modificar el texto bíblico, como se comprueba en el catecismo que edita la llamada Santa Sede. En la locución o sentencia a que nos referimos, la Iglesia Católica se deja reconocer conforme a un camino de salvación espiritual. Y, de esa manera, pretende reforzar un engañoso poder divino que enseña a sus fieles. El proverbio en cuestión es toda una difamación religiosa que tergiversa, por decirlo así, las verdaderas palabras de Cristo quien, según veremos después, es la única senda para llegar al Reino de los Cielos.

Jesús acaba de hablar a los discípulos sobre la casa del Padre, adonde iba a prepararles lugar; y uno de ellos –Tomás-, pregunta por la dirección que conduce a ese lugar mencionado por el Señor. El leal y valiente apóstol, que al principio rehusó creer si no recibía pruebas visuales y de tacto, tuvo después que oír de labios de Jesús la sentencia divina afirmando que Él, y no Roma, es el camino. Tomás sabía, pues, la importancia que encerraba el conocimiento del recorrido que lleva al Cielo. ¿Cómo es posible, entonces, que un Papa se adjudique el máximo honor que la Palabra de Dios sólo concede a su Hijo Unigénito Jesucristo?

Sin lugar a dudas, el catolicismo admite y propaga el dicho popular, olvidándose de las Sagradas Escrituras para ganar prosélitos, a los que ofrece un camino ancho y cómodo hasta Roma, de donde provienen las "indulgencias" humanas. Los papas Benedicto IX (1033-1045) y Alejandro II en 1065 ya concedieron algunas indulgencias plenarias, y luego se hizo bastante frecuente. Así el Papa Urbano II, en 1095, prometió que todos los que fueran a Jerusalén en la primera cruzada por pura devoción, "podían tener ese viaje por una indulgencia plenaria".
Mas cuando empezó la práctica de autorizarlas a cambio de pagos en dinero donado por motivos nobles, por ejemplo, a los muertos por medio de sufragio, de inmediato surgió la causa de la Reforma Protestante.

Ante estas caprichosas anomalías se hace preciso preguntar: ¿Dónde se describen tales indulgencias?. En la Biblia, ciertamente, no.
Nuestro evangelismo da a conocer que, para emprender el único camino hacia el Cielo, hemos de reconocer tres cosas:
La primera es que tenemos que reconocernos culpables ante Dios, e incapaces de acercarnos a Él tal como somos por nosotros mismos. Nadie puede decir que es hombre justo, pues San Pablo ya respondió a ello diciendo: "No hay justo, ni aun uno" (Romanos, 3:10). Hasta nuestra conversión hemos obrado sin tener en cuenta a Dios, o como si fuera un Dios acomodado a nuestras exigencias.

En segundo lugar, recordemos que cierto día clamamos al cielo igual que el carcelero de Filipos, que acababa de darse cuenta de la santidad del Señor y dijo a los pies de Silas y Pablo: "¿Qué debo hacer para ser salvo? Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos, 16:31). Y así se convirtió aquel carcelero.
En tercer lugar debemos saber que Dios acude a nosotros para traernos algo más que el esperado perdón: su promesa fiel y llena de misericordia de adoptarnos como sus hijos:.. "a todos los que le recibieron (a Jesús), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan, 1:12).

Si todos los caminos llevan a Roma para estar más cerca de la supuesta salvación dada por el Papa, esa ruta nada tiene que ver en lo tocante a la espiritualidad. El único camino para nuestra justificación hay que iniciarlo por la puerta de la fe en Jesús, una fe basada únicamente Él. Cristo lo destacó de una manera inequívoca: "Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, será salvo" (Juan, 10:9). Y aún lo dejó más claro, afirmando: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí" (Juan, 14:6).

Cualquier camino, pues, que indique la dirección hacia Roma, solo puede aspirar a ser una carretera, más o menos turística, pero jamás será la senda de la salvación por medio de la fe en Jesús.

Antonio Barceló R.
 
Si todos conducen a Roma se deduce que ninguno de ellos a Cristo.
Nihil obstat
 
Originalmente enviado por Tobi:
<STRONG>Si todos conducen a Roma se deduce que ninguno de ellos a Cristo.
Nihil obstat</STRONG>

Exactamente Tobi !!!!!

Hay camino que al hombre le parece derecho;
Pero su fin es camino de muerte.
(Proverbios 14:12)