Testimonio de mi conversión a Cristo
Hace 32 años yo empecé a sentir sed de Dios. Estuve en un encuentro
matrimonial de la iglesia católica, y cada canción me hacía pensar
en Jesús, cuando supuestamente esas canciones eran para pensar en
el esposo y unirnos más como matrimonio. Y no es que yo no quisiera
a mi marido, pero ya en ese entonces mi sed por Cristo era abundante
en mi corazón. En aquel tiempo vino una empleada a trabajar en mi
casa. Y había en su rostro tal alegría y gozo que llamaba mi atención.
Ella empezó a predicarme la palabra de Dios, y aprovechaba en
hablarme a la hora en que nos sentábamos a almorzar o a desayunar.
Al principio yo la rechazaba, pero luego empecé a hacerle muchas
preguntas, pues yo tenía muchas incógnitas en mi alma, ya que tan
sólo un año antes me había apartado de un grupo de meditación
trascendental.
Era un grupo guíado por un falso "maestro". Recuerdo que en
aquellas extrañas prácticas de meditación, yo llegaba a veces a
salirme de mi cuerpo, pero nunca olvidaré que en una ocasión la
voz de Dios en mi corazón, me advirtió diciéndome: "Si sigues en
estas prácticas de meditación, algo espantoso sucederá con tu alma
después de la muerte". Entonces yo quedé asustada en gran manera,
y nunca más volví a meditar, ya que también penaban en mi casa
por culpa de esto. Un año después fue que llegó la citada empleada
a trabajar en mi casa. Recuerdo como si fuera ayer, que por vez
primera empecé a sentir la dulce presencia del Señor Jesús.
Su suavidad es única. Me rodeaba. Empecé a sentirme enamorada
de Él. En varias ocasiones le veía, todo vestido de una túnica de un
blanco resplandeciente, y me miraba con una ternura irresistible, que
me hacía casi desmayar, pues en este cuerpo imperfecto no es fácil
resistir tanto amor. Recuerdo que una tarde le pregunté: Señor, ¿quién
es ese hombre falso, que me hizo creer tantas cosas, y que incluso
curaba con las manos a los enfermos? Y el Señor mi Dios me contestó
inmediatamente en una de las cartas del apóstol Pedro, en la Biblia:
"En los últimos tiempos habrán varones que alzarán sectas destructivas,
no vayáis en pos de ellos, pues estos son lobos disfrazados de ovejas,
que harán prodigios y señales, y engañarán aún si fuere posible a los
escogidos."
En otra ocasión en un sueño le vi a mi adorado Señor Jesucristo, vestido
de blanco también, y levantando su brazo izquierdo hacia las alturas, me
dijo refiriéndose a aquel falso maestrucho: "Él pertenece a otros dioses".
Y esto es una absoluta verdad, ya que este hombre solía hablar mucho
sobre los (baales) falsos dioses de la India.
Recuerdo que mi conversión no fue nada fácil, en realidad fue terrible
y grande, yo diría que fue para la gloria de Dios.
Nunca me olvidaré que yo me sentía como un trapo en medio de dos
fuerzas que tiraban de mí. Y en una ocasión que practicamente me traumó
pude ver a mi adorado Cristo peleando con el enemigo por mi alma.
Pero eso no es como ver pelear a dos hombres, NO...eso es como ver
pelear a dos titanes....ATERRADOR !! Esta visión la tuve una noche
que fue decisiva en mi vida espiritual. Pues al final el Señor nuestro Dios
me dijo en el fondo de mi corazón: ¡YA VENCÍ !! ¡YA ERES MÍA!!
¿Y qué más podría agregar? Que Jesucristo me ha dado el privilegio
inmerecido de verlo muchas veces...¡Ah su hermosura!, que me ha
dejado aspirar su perfume exquisito de santidad. ¡No hay perfume francés
que se le iguale! Y antes de todo esto, sólo era una esposa y madre,
como tantas, que solía fumar. Y el Señor en cuanto llegó a mi vida me
quitó el cigarrillo de la noche a la mañana. No tuve que padecer para
dejarlo. También me quitó la mala costumbre de quitarle a mi esposo
el dinero de su billetera, (a escondidas)....Dios ha hecho grandes cosas
por mi, y aún sigue tratando conmigo en otras áreas. Pues el trabajo
del Espíritu Santo en nuestros corazones, no termina sino hasta el día
de nuestra muerte.
Les dejo este mi testimonio veraz, con mi mejor voluntad.