Testimonio de conocido Ex Sacerdote Español

Malcom

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23 Marzo 1999
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Dado los cargos y fama como orador que tenia este Ex Sacerdote Católico español creo que es diferente a los interesantes testimonios que el hermano Rogelio nos ha brindado, me pareció interesante el dar a conocer el testimonio de conversión de este ex sacerdote y de lo que el Espíritu de Dios puede hacer en un hombre no importando su ideología, abriéndole los ojos a este que tratando de conocer el protestantismo a fondo para combatirlo con el resultado de que la Palabra lo venció a el.
Solo que terminare con los capítulos en unos días pues mi ocr es medio lento, yo otro poco y el tiempo me falta, pero espero en verdad que sea de bendición, lo comparto con gusto.




¿POR QUÉ DEJE EL CATOLICISMO?

Por


LUIS PADROSA

EX SACERDOTE CATOLICO
EX RELIGIOSO DE LA COMPAÑÍA DE JESUS
DIRECTOR FUNDADOR DEL INSTITUTO LOYOLA DE ORINTACION PSICOLOGICA
VICEPRESIDENTE DEL COMITÉ INTERNACIONAL DE PSICOLOGOS Y PSIQUIATRAS CATOLICOS

Editorial TELL


INDICE

Prologo
Testimonios de la prensa Española acerca del Rdo. Luis Padrosa Roca
Introducción
Cap. I Infalibilidad pontificia
Cap. II Necesidad de una Iglesia visible
Cap. IV Tradición
Cap. V María, nuestra Madre
Cap. VI Obligaciones:
El culto en latín
Ayuno eucarístico
Confesión
Celibato eclesiástico
Conclusión
Apendice

P R O L O G O

“Y crecía la palabra del Señor y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalén; también una gran multitud de sacerdotes obedecían a la fe”. Esto leemos en los Hechos de los Apóstoles, a continuación y como corolario de los primeros relatos de persecución del naciente Cristianismo.
La misma historia se repite.
En la misma proporción en que es combatida una creencia religiosa se atrae el interés público y aún de los mismos enemigos hacia ella. La oposición y difamación de una idea invita a estudiarla, a examinarla, a cerciorarse de sus argumentos y de las afirmaciones oponentes y cuando éstas carecen de razón, como ocurrió con la contradicción pagana del Cristianismo en los primeros siglos de nuestra era, los resultados suelen ser del todo contraproducentes para los opositores.
Tal es el caso de España.
Bastó que el actual Gobierno Español proclamara una tolerancia mucho más restringida que la que había gozado desde hace casi un siglos los cristianos evangélicos de ese país, para que el clero pusiera el grito en el cielo. Cartas pastorales y furibundos artículos inundaron la prensa, obligando al Gobierno a limitar muchísimo más la menguada tolerancia concedida por la Ley.
¿Y cuál ha sido el resultado? Desde los días de la conversión del Rdo. Cipriano Tornos, ex confesor de la reina Isabel II, hace tres cuartos de siglo, el Cristianismo Evangélico no había obtenido tan señalados y repetidos triunfos como los conseguidos en los últimos dos años.
A causa de esta injusta y exagerada campaña antiprotestante, no solo son atraídos muchos ateos e indiferentes a los cultos evangélicos, sobre todo en las grandes ciudades donde hay menos temor de represalias clericales, sino que la luz del Evangelio penetra en lugares al parecer inaccesibles, ganando las conciencias de elementos distinguidos del clero católico.
Nada menos que el Secretario General de las Congregaciones Marianas de España y después de todo el mundo, el Rdo. Carrillo de Albornoz, S. J., va de España a Roma y desaparece misteriosamente del escenario católico para reaparecer en Ginebra, donde hace público repudio de su fe Católica Romana en una iglesia evangélica de la ciudad de Calvino. La cosmopolita urbe que obstenta en uno de sus parques el gran monumento a la Reforma con su lema “Post Tenebras Lux” acoge al ilustre eclesiástico español, quien manifiesta haber pasado de las tinieblas de un Cristianismo mediatizado, ensombrecido y anquilosado por enseñanzas y dogmas humanos desconocidos para el Cristianismo Apostólico, a la luz radiante del glorioso Evangelio de Cristo.
Le siguen en el mismo año 1950 varios sacerdotes de diversas diócesis de España (Gerona, Mallorca, etc.)

Y ahora el reputado fundador del Instituto Loyola, el conocidísimo psiquiatra, conferenciante y orador sagrado, Rdo. Luis Padrosa Roca, deja estupefactos a propios y extraños con su conversión al Cristianismo Evangélico.
Solamente el que conoce la idiosincrasia del pueblo español y ha vivido por años en ese país donde católico significa todo y el Protestantismo es objeto de todos los odios y vejámenes, puede tener idea del sacrificio enorme que significa para personas de la talla y posición del Rdo. Luis Padrosa o del Rdo. Carrillo de Albornoz una decisión de tal naturaleza. Cuanto el Cristianismo Evangelico apenas logra algunos millares de adeptos entre las clases obreras de España, mientras que es generalmente despreciado por la aristocracia, ¿cómo puede llegar a ganar la mente y el corazón de estas figuras prominentes del mismo clero católico romano?
La explicación es lógica y comprensiva.
Para el fiel católico es casi imposible un cambio de religión porque el temor de caer en pecado le impide realizar ninguna investigación en asuntos de fe; el católico debe confiar implícitamente en su Iglesia, bajo pecado mortal; por eso su mirada se dirige tímidamente en busca del “Nihil Obstat” cuando algún libro de religión viene a caer en sus manos. De este modo evita las dudas, pero se encierra dentro de in círculo pernicioso, con grandes desventajas para sí mismo cuando tiene que discutir con otros sobre temas religiosos, y se inhabilita totalmente para ver la luz de la verdad acerca de la fe cristiana.
Esta limitación no existe, empero, en la misma medida para los elementos del clero. Ellos están puestos para defender la religión y es natural que procuren saber algo acerca de aquello que tienen de deber de combatir. Aun existe cierto temor en muchos sacerdotes, los cuales no se atrevan a leer un libro herético, ni sostendrían una controversia con un protestante sin permiso del obispo, autorización que raramente se consigue; pero este temor supersticioso no podría existir en personas de la talla intelectual del Secretario General de las Congregaciones Marianas o del Rdo. Luis Pardosa. Nadie temería ni aun ellos mismos lo creyeron al principio, que personas tan bien asesoradas en Teología y Apologética Católica hubieran de apostatar de su fe por el hecho de permitirse investigar un poco las doctrinas y razón de ser del Cristianismo Evangélico. “Pero la Verdad es conocida de todos sus hijos” y Nuestro Salvador afirmaba: “Todo aquel que es de la Verdad oye mi voz”. El hombre sincero y de conciencia delicada que se pone a estudiar el Evangelio queda ganado por la sublimidad y sencillez de su doctrina.
--- He encontrado que no hay base en el Evangelio para los dogmas de la Iglesia Católica Romana --- tales fueron las primeras palabras con que el Rdo. Luis Padrosa, vistiendo aún hábitos talares, dejó asombrado al primer pastor evangélico con quien se puso en contacto en España.
Ese ministro del Evangelio se había preparado concienzudamente para una ayuda polémica desde que la extraordinaria visita le fue anunciada, pues el Padre Padrosa no era en modo alguno un polemista débil. Difícilmente podía vencérsele en dialéctica, ni en conocimientos de historia, ni en teología patrística; seguramente estaría también versado en Sagrada Escritura, aunque no sea este el punto fuerte de los católicos. Pero toda preparación resulto inútil. El Rdo. Padrosa no iba a convertir ni a ser convertido. Iba persuadido por el mismo Espíritu de Dios y la fuerza de la Verdad, ansioso de expresar lo que por sí mismo había descubierto en las páginas de las Sagradas Escrituras, guiando en su investigación por algunas buenas obras de teología protestante que no había reparado en leer, creyéndolas de fácil refutación.
El Rdo. Padrosa se reveló como una persona de conciencia extraordinariamente delicada. Un hombre “en el cual no hay engaño”, como Cristo decía de Natanael. Un sincero y verdadero cristiano catolico, que amaba a Dios con toda su alma, sus fuerzas y su mente, y no podía soportar la idea de que estuviese contradiciendo y contrariando con sus enseñanzas y sus prácticas de sacerdote católico la doctrina del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Y estaba decidido a dar el paso doloroso y peligroso, sobre todo España, de renunciar a sus cargos, su posición y su fama que había ganado con conferenciante y director de los institutos Loyola de Barcelona y Tarrasa, para poder ser fiel a la luz que había recibido.
Desde el primer momento expresó el deseo de hacer partícipes de su glorioso hallazgo a otras almas turbadas por la duda y el temor.
--- ¿No tiene entre su feligresía almas atormentadas por la duda? --- decía el Padre Padrosa en esta primera entrevista.
--- Los cristianos evangélicos sabemos en quien hemos creído y estamos ciertos... como decía el gran Apóstol de los Gentiles, fue la respuesta del ministro del Evangelio.
¡Ah, sí, lo presentía¡ Esta es la diferencia entre apoyarse en enseñanzas de hombres, o en la palabra infalible de Dios.
--- Es verdad.
--- Y lo cierto es que no hay gozo ni paz en el alma hasta que una persona ha recibido a Cristo como su único y suficiente salvador y se halla dispuesta a cumplir su sacratísima voluntad cueste lo que cueste.
El Rdo. Padrosa pasó a explicar cómo esta paz y gozo inundó su corazón, desde el día que se decidió a seguir las enseñanzas del Evangelio.
Hoy se encuentra en América ganando su pan honradamente en trabajos de profesorado y anuncia voluntariamente el Evangelio en muchas iglesias que le invitan.
Peso su corazón esta en España, donde tiene todos sus amores.
En sus compañeros de Orden, por los cueles no cesa en orar.
En sus numerosos discípulos y clientes del Instituto Loyola que más de una vez le han abierto su corazón sin que él pudiera abriles totalmente el suyo.
En sus parientes según la carne, a quienes quisiera ver salvos y seguros por la verdadera fe en Cristo, como otrora deseara para los suyos el Apóstol Pablo.
En sus vilipendiados hermanos evangélicos, a quienes apenas tuvo tiempo de conocer, dada la prematura y sigilo con que tuvieron que realizarse los preparativos de su viaje.
Estamos seguros que los talentos del Rdo. Luis Padrosa, puestos al servicio del Evangelio mediante su palabra y su pluma, reportarán bendición a las iglesias evangélicas de Hispano-America, sobre todo en la República Argentina.
Pensamos que cierto número de sus libros pueden llegar a manos de antiguos conocidos del Director de los Institutos Loyola en España, y fervorosamente pedimos a Dios tenga a bien usar estas páginas para iluminar sus almas.
Es posible que algún ejemplar llegue también a católicos fanáticos e intolerantes de la madre Patria. A los tales nos permitimos decirles como Nuestro Señor al cegado Saulo de Tarso: “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Todos los enemigos de la verdad evangélica han hecho esta dolorosa experiencia a través de veinte siglos y no puede ser menos en el nuestro y en un país como España donde quedan tantas almas sinceramente religiosas y temerosas de Dios.
--- Yo nunca habría pensado en estudiar atentamente el Protestantismo a las luz de la Biblia, y mucho menos en hacerme protestante --- nos ha dicho el Rdo. Luis Padrosa ---si no hubiese sido obligado a combatir el cristianismo Evangélico. Pero cuando el Cardenal Segura desde Sevilla y el Arzobispo monseñor Vizacrra de Zaragoza tocaron a rebato con sus cartas pastorales contra el Protestantismo, poniendo en movimiento todas las fuerzas clericales y aun políticas de España contra la herejía, sentí que no podíamos, allá en Terrasa, donde el Protestantismo estaba arraigado y haciendo progresos, eludir la llamada de la Iglesia. Teníamos que hacer algo especial y notable para diezmar las filas enemigas. Debíamos convencer a los protestantes de su error. Para ello era necesario, ante todo, estudiar el protestantismo y enseñar a los Católicos a combatirlo con el arma predilecta de los mismos protestantes, las Sagradas Escrituras. Mas las Sagradas Escrituras me vencieron.
He aquí el resultado, católicos de España, he aquí la desastrosa consecuencia para la Iglesia que pretendéis servir, de no atender el consejo de Aquel a quien todos llamamos Maestro y Señor, quien dijo a sus discípulos, acerca de uno que invocaba su santo nombre sin hallarse adherido al Colegio Apostólico: “No se lo prohibáis, pues ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará luego mal de mí. El que no está contra nosotros, está con nosotros”
¡Cuánto mejor sería, amados creyentes católicos, que en lugar de combatir la fe evangélica por los métodos innobles de la intolerancia extendierais vuestros esfuerzos a persuadir a tantos incrédulos y escépticos como quedan en la caballerosa España acerca de los principios básicos de la fe cristiana!
Y al considerar la humilde y heroica labor de vuestros conciudadanos evangélicos o protestantes decid como el sabio Gamaliel en los tiempos Apostólicos. “Ahora os digo, dejad a estos hombres; dejadlos, porque si esto es consejo u obra de hombres, se disolverá, pero si viene de Dios no podréis disolverlo y quizá algún día os hallaréis con que habéis hecho guerra contra Dios”.

Los editores
 
Que tremendo testimonio, Malcom.

Dios te bendice, con el compartir de tan maravillosa obra del Salvador Jesús en la vida de quienes buscan la verdad.
 
Hermano Malcom

Magnifico testimonio, he ahí el Poder del Espíritu de la Palabra de Dios y como muestra que está por sobre toda consideración humana, mostrando la exactitud y eternidad de sus sentencias.

Es bueno que las personas que confiesan a Roma, se pregunten a si mismas, por qué en ellas a pesar de conocer con el intelecto El Evangelio, no se da el rechazo natural a la doctrina que enseña y sustenta Roma, sino por el contrario se empeñan hasta lo indecible por justificarla.

¡¡Solo Al Señor sea la Gloria, por los siglos de los siglos¡¡

Hermano Malcom, espero puedas continuar con el libro. Ya sabes que si necesitas ayuda en la transcripción, para ayudarte estoy.

Ya tengo tu nuevo email, que enviaste a mi correo.
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Un abrazo.

En Cristo
Rogelio
 
La Gloria sea para nuestro Senor Jesucristo!!!

Efren Menchu


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"...porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en el cual podamos ser salvos"
(Hechos 4:12)

"Porque hay un solo Dios, y tambien un solo mediador
entre Dios y los hombres, Cristo Jesus hombre,..."
(1 Ti 2:5)
 
Dios nos bendiga a Todos


El Rdo. Luis Padrosa no fue un sacerdote común así lo demuestran los siguientes testimonios de la prensa Española, fue muy querido, el había tenido muchos logros a través de 43 años de vida católica, era un conocedor de su religión y apologista!!, por eso es que es interesante su testimonio conocer sus motivos y como a pesar de su fama pudo decir como Pablo:

“ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Fil. 3:8-9)
E hizo como nuestro Señor decía “Buscad y hallareis”


Prensa Española

(De Villafranca del Panadés)

El que haya podido lograr que el P. Luis Padrosa, S. J. --gran psicólogo a la vez que orador famoso--venga a Villafranca a desarrollar un ciclo de conferencias dedicadas exclusivamente a hombres, es un acontecimiento absolutamente digno de ser subrayado. No cabe, ahora, calibrar sus frutos inmediatos, pero sí podemos avanzar que el interés que ha de despertar es inusitado entre nosotros.
El P. Padrosa tiene una oratoria sólida y profunda. Es de los que, con dialéctica de precisión, va --como decimos-- directamente al grano. A esto añade una dicción precisa, acurada, que sin vanos perifollos retóricos sacude el ánimo y subyuga la atención.
Por lo demás, sépase que, dondequiera que ha ido, los locales se han llenado a rebosar.
Por una y otra cosa, el solo anuncio de este ciclo de conferencias para hombres solos, en el Teatro Principal, bajo unos temas cuya sugestión no puede escapar a nadie, durante una semana de esta apacible época del año, tan propicia a escuchar las pocas cuestiones que constantemente atosigan al hombre, ha producir la más viva expectación.
(De una hoja de propaganda publicada por “Acción Católica”)


(De Calatayud)


La tercera conferencia ofrecida por el P. Padrosa en el Teatro Principal no sólo no decayó en número, sino que ha planteado el problema insoluble: no hay más cabida.
Los obreros cambian los turnos en sus industrias, para alternarse y oír la docta palabra.
Los indiferentes se agolpan en el teatro a coger sitio como si se tratase de una conferencia sólo para ellos.
Como demostraciones convincentes y con galanura inigualables el auditorio ha salido de la conferencia entusiasmado, y se espera que hoy, dos horas antes, no haya sitio disponible.


(De Alicante)

Nuestro espíritu, asfixiado por el materialismo que enrarece el aire de nuestras ciudades, recibió un empuje ascensional hacia regiones más puras, con las conferencias del P. Padrosa. El local donde se han celebrado resultó insuficiente. Altavoces estratégicamente colocados transmitían a las personas estacionadas en las calles la cálida palabra del imponente orador.


(De Palma de Mallorca)

El hermoso templo de Palma de Mallorca es insuficiente para la numerosa concurrencia. La satisfacción espiritual y el fervor religioso se refleja en todos los semblantes. Fuera del templo, en la ciudad y en toda la isla, millares de radioyentes escuchan la fogosa palabra del elocuente orador.


(De Badalona)

El Padre Padrosa, con un verbo cálido, subyugador, durante una hora mantuvo su intensa emoción a una multitud verdaderamente extraordinaria.


(De Barcelona)

Y empleó una gran virtud que no todos los conferenciantes conocen: la brevedad. De esa brevedad, de esa magistral dicción y de esas demostraciones concluyentes, lograba para el día siguiente un lleno impresionante, público para dos teatros; los asistentes salían trocados en fervorosos propagandistas.


(De Sevilla)

Satisfechos pueden estar los organizadores; el éxito ha rebasado sus cálculos más optimistas y de antemano tienen ya garantizada la continuidad asendente de público.
El P. Padrosa ha respondido plenamente a su fama de extraordinario conferenciante.

Ahora hermanos ya que tienen una idea de quien era el Padre católico Español Luis Padrosa, que no fue un sacerdote común sino un conocedor buen orador contundente continuare con la Introducción.

Pd.
Gracias Hermano Rogelio por tu disposición se que contamos contigo, Dios te prospere.
 
DTB. Malcom,

Creo que seria tambien de gran bendicion en que lo incluyeras en el foro catolico de apostoles de la palabra..... De repente y hasta Amatulli entrega su vida a Cristo!!
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Saludos,

Efren


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"...porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en el cual podamos ser salvos"
(Hechos 4:12)

"Porque hay un solo Dios, y tambien un solo mediador
entre Dios y los hombres, Cristo Jesus hombre,..."
(1 Ti 2:5)
 
I N T R O D U C C I O N

“¿PORQUE DEJE EL CATOLICISMO?” Esta pregunta muchísimos la formularán. Unos con amor; otros con desprecio; otros con la duda.
Con amor los menos. ¿por qué los hombres serán así?
San Ignacio, el fundador de la Compañía de Jesús, comienza su célebre libro de los Ejercicios Espirituales con un presupuesto que él considera esencial:
“Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende, y si no basta, busque todos los medios convenientes para que bien entendiéndola, se salve”
Esto quisiera que consideraran los que juzgarán mi decisión. Y que no olviden las palabras de Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados”.
Mis públicas actuaciones como predicador de grandes multitudes han hecho que mis amigos y conocidos se cuenten por millares. He dado público testimonio de una doctrina y he convencido a muchos que vivían alejados de ella.
¿He sido un hipócrita que predica lo que no cree?
¿He desviado a muchos del camino de la Verdad?
Prefiero que lo juzgue el Señor. Pero el hecho me obliga a dar alguna satisfacción a mis familiares, amigos, y no a marcharme como quien huye avergonzado de un delito cometido.
No. Puedo presentarme ante todos con la cabeza bien levantada, y lo haría públicamente si las leyes y las circunstancias de mi Patria lo permitieran.
No pudiendo ser así, lo hago por escrito, con este folleto que desearía leyeran todos los que me conocen, serenamente, sospesando las razones que en él escribo.
No es éste un escrito literario. No miren pues el estilo. Es como una carta que envío a todos los que amo, y deseo que brille en su alma a la luz que brilló en la mía.
No es un libro de teología ni un manual de apologética.
Los protestantes encontrarán que tiene todavía sabor de catolicismo.
Es natural. En él expongo las razones principales que me movieron a dar el paso que di. Cada capítulo será más adelante explanado en obras más profundas y más extensas. Aquí una simple enumeración.
Las respuestas que darán los más a la pregunta “¿por qué dejé el Catolicismo?” la conozco bien. En otros casos parecidos han dicho lo mismo que dirán ahora: Unos que me he vuelto loco. Otro que me enamoré de alguna mujer. El católico convencido no puede creer haya otras razones por la que uno abandone la religión católica: locura o pasión.
Pero yerran los que así juzgan, como yerra casi siempre los que juzga deprisa sin profundizar el caso.
Los motivos que me decidieron no son uno, sino muchos.

Después de 43 años de vida sinceramente católica. 15 de profunda formación eclesiástica. 10 de sacerdote predicador de grandes multitudes y de públicos especializados y 23 de vida religiosa en la Compañía de Jesús, llego al convencimiento de que la Iglesia Católica Romana no es la verdadera Iglesia de Jesucristo. Y no lo es porque está llena de sofismas (pongo la traducción de sofisma: Silogismo vicioso o argumento capcioso con que se pretende hacer pasar lo falso por verdadero). Y no puede ser la Iglesia de Jesucristo la que no está apoyada únicamente y exclusivamente en la Verdad.
La Iglesia Católica está alejada de la verdad cristiana; y lo que es peor, no tiene posibilidad de volver a la pureza de la fe de Jesucristo.
Un corazón sincero y que de veras quiere conseguir su salvación ante el convencimiento de esta verdad, debe dar un nuevo rumbo a su vida.
Así lo hice, y al hacerlo estró en mi corazón una paz desconocida.
Trece años de estudio intenso de la apologética me han llevado a un convencimiento inquebrantable. Conozco los argumentos de ambas partes. Los he analizado y al hacerlo, unos se me han desmenuzado en mis manos como arena movediza, y otros se han robustecido como roca firme, capaz de sostener el formidable edificio de la fe.
Aquellos que mejoraron su vida oyendo mi predicación, que no vuelvan atrás. Fue cierto lo que les dije, recuerden que nunca les prediqué sobre la divinidad de la Iglesia Católica, ni sobre la infalibilidad del Pontífice Romano.
Acepten lo que les dije y den un paso más. Busquen, que el Señor está cerca. Al católico le es esencialmente difícil encontrar la Verdad religiosa, por los límites de la censura eclesiástica. Si no pueden comparar, le será difícil encontrar el Camino. Si hasta la Palabra de Dios, la Biblia, debe leerla con una interpretación impuesta por los hombres, difícil le será saber lo que dijo el Salvador:
“Buscad y encontraréis”
“Pedid y se os dará”
“Llamad y se os abrirá”
Nadie crea que abandono la Compañía de Jesús por disgustos con mis superiores. Desgraciadamente no siempre los superiores de las órdenes religiosas tienen entraña de Caridad y espíritu paternal. Pero quiero dejar claro aquí en este mi primer escrito después de mi conversión al Evangelio, mi más sincera gratitud y admiración al P.Provincial y al P.Superior de la Residencia.
Les he visto proceder siempre con espíritu sinceramente sobrenatural.
Siento en el alma tener que abandonar el Instituto Loyola que con tanta ilusión y tan sangrientos sacrificios fundé y sostuve durante cinco años. Pero como que la dirección de este instituto debe ser Católica, no puedo continuar en él mientras no se modifiquen los Estatutos del mismo. Agradezco la valiosa ayuda que me han presentado los amigos y bienhechores del mismo, y sepan que la labor se ha realizado tal como ellos deseaban.
A mi padre y demás parientes que en estos momentos estarán afligidos pensando que apostaté de la fe, que lean este folleto despacio, y pidan luz al Señor, y se convencerán de que no es apostatar de la religión cristiana el buscar el Evangelio en toda su pureza, libre de las añadiduras y tergiversaciones que con el transcurso de los años han acumulado los hombres.

Luis Padrosa


A continuación el Hermano Padrosa en su Capitulo 1 “Infalibilidad Pontificia”
 
Por

LUIS PADROSA
EX SACERDOTE CATOLICO
EX RELIGIOSO DE LA COMPAÑÍA DE JESUS
DIRECTOR FUNDADOR DEL INSTITUTO LOYOLA DE ORINTACION PSICOLOGICA
VICEPRESIDENTE DEL COMITÉ INTERNACIONAL DE PSICOLOGOS Y PSIQUIATRAS CATOLICOS


INFABILIDAD PONTIFICIA


El dogma Católico, de la infalibilidad del Pontífice Romano lo deduce la Iglesia Católica del hecho de la concesión de las llaves del Reino de los Cielos que hizo Jesucristo a S.Pedro.
“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra, quedará atado en los cielos, y cuando desatares sobre la tierra, quedará desatado en los cielos”. (Mat. 16:18-20).
Esto es lo que dice Jesucristo textualmente.

¿Qué dice la Iglesia Romana?
“Te daré las llaves a ti y a tus sucesores...”
“Sobre esta piedra que eres tú y tus sucesores...”
“Todo lo que tú y tus sucesores desatareis, desatado quedará, y todo lo que tú y tus sucesores desatareis, desatado quedará.”
La Iglesia Católica sabe que Jesucristo no dijo “tus sucesores”, pero asegura, como cosa de fe, que lo quiso decir.
Y claro está que si los sucesores de San Pedro, o sea los Obispos de Roma tienen las llaves del Reino de los Cielos, es evidente que el único medio de entrar en el cielo es hacer lo que la Iglesia Católica Romana ordene.
Por esto afirma decididamente: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.

Analicemos serenamente este hecho evangélico.
Si cuando Pedro y sus sucesores cierran las puertas a alguno, Jesucristo se las abre, y cuando Pedro y sus sucesores abren Jesucristo cierra, no tiene sentido haberle dado las llaves. Hubiera sido un mero juego de palabras. De nada les serviría a Pedro y sus sucesores haber recibido las llaves con esta condición.
Si Pedro y sus sucesores han recibido de Jesucristo las llaves del reino de los cielos, cuando ellos abran abierto ha de quedar, y cuando ellos cierren, cerrado ha de quedar.
¿Y es realidad así?
Así lo afirma la Iglesia Católica. Pero nosotros decimos; si así es, hemos de aceptar como consecuencia lógica, que Jesucristo renunció para siempre y en todos los casos juzgar a los hombres.
Pedro y sus sucesores son los jueces absolutos y los dueños de cielos y tierra por lo que se refiere a la salvación de los hombres.
Estarán los que Pedro y sus sucesores digan, y se quedarán fuera los que Pedro y sus sucesores digan.
Si es así, preguntamos: ¿Cómo dice Jesucristo por san Mateo: “Y serán reunidas delante de El todas las gentes: y los apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondré las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredar el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo: Porque tuve hambre y me disteis de comer...” (25-32-35).
“Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer...” (25:41-46).
Y en el capitulo anterior dice: “Dichoso el siervo aquel a quien su señor a su vuelta hallará obrando así. En verdad os digo que pondrá al frente de su hacienda”. (46-47).
Y hablando del siervo infiel dice: “Y le partirá por la mitad, y le deparará la misma suerte de los hipócritas: allí será el llanto y el rechinar de dientes”. (51).
Y en S.Lucas: “Procurad con empeño entrar por la puerta estrecha, porque muchos, os lo aseguro, tratarán de entrar y no lo lograrán. Una vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, si os quedáis fuera, por más que os pongáis a golpear la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”, El os responderá diciendo: “No sé de donde sois vosotros”. (13:24-10).
En la parábola de la cizaña Jesucristo explica con claridad que los siervos, al saber que en el campo un hombre enemigo sembró cizaña, le dicen: “¿Quieres que vayamos y recojamos?” El les dice: “No, no sea que al recogerla arranquéis juntamente con ella el trigo. Dejadlos crecer juntamente uno y otro hasta la siega, y al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, pero el trigo recogerlo en mi granero”. (Mateo 13:24-30).
Pidieron los discípulos explicación de esta parábola y el Señor les declara el sentido: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena simiente son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del malvado... Enviará el Hijo del Hombre sus ángeles, los cuales recogerán de su reino todo los escándalos y todos los que obran iniquidad y los arrojará en el horno de fuego”.
Notemos en que ningún sitio dice Jesús que recibirá los que los Apóstoles hayan perdonado o juzgado como buenos. Siempre aparece EL juzgando a sirviéndose de sus ángeles. Pero el Juez que dará la sentencia y separará los buenos de los malos es solamente Cristo Jesús.
¿Acaso no decimos en el Credo: “Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”?
Arguyamos pues: ¿Es que acaso en el día del Juicio quitará Jesucristo las llaves a Pedro y a sus sucesores y revisará las causas sentenciadas por ellos?
Si así fuera, volvemos a preguntar: ¿De qué sirve que ahora Pedro y sus sucesores abran si después Jesucristo ha de cerrar, y viceversa?
Para nada les sirven las llaves.
¿O es acaso que en el día del juicio, Jesucristo solamente vendrá a ratificar solamente lo que Pedro y sus sucesores han hecho?
En este caso no dice la verdad Jesucristo cuando afirma que vendrá a juzgar, ni tampoco cuando declara en el Apocalipsis: “Esto dice el Santo, el Verdadero el que tiene la llave de David, que abre y nadie cierra y cierra y nadie abre”. (Apoc. 3:7).
Este dilema, el católico no lo puede resolver, y ningún apologista católico relaciona la concesión de las llaves a Pedro con el Juicio final, por temor a la evidente consecuencia.

Hemos repetido muchas veces: “Pedro y sus sucesores” porque esto es lo que dice la Iglesia Católica. Pero hemos de hacer notar que Jesucristo y sus Apóstoles no lo dijeron ninguna sola vez.
Esto sólo ya hace pensar en la posibilidad de un sofisma a toda persona que juzga serenamente y que busca sinceramente la verdad.
Jesucristo dice explícitamente: “A ti, te doy las llaves. Para que lo que tú abras abierto quede, y lo que tú cierres cerrado quede”.
Ni una sola vez dijo: “Lo que tú y tus sucesores abráis abierto quede”.
Ni una sola vez.
No las entregó tampoco a la Iglesia.
Ni una sola vez dijo: “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y a ella entregaré las llaves del reino de los cielos”.
No las entregó tampoco al Colegio Apostólico.
Las entrego solamente a Pedro: “A ti”.
¿En que consistía, pues, estas llaves que un solo hombre podía tener y usar?
No se referían al poder de ligar y desligar, pues este mismo poder fue dado, en le capítulo 18 del mismo evangelio de San Mateo, a todos los apóstoles: “En verdad os digo que cuando atareis en la tierra, será atado en el cielo, y cuando desatareis en la tierra será desatado en el cielo”.
Aún mas: “Os digo en verdad que si dos de vosotros os conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre que está en los cielos. Porque donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”.
No hay que confundir, pues, el privilegio de las llaves, que es dado a uno, con el de atar y desatar, que es dado a muchos.
Solamente hay una cosa que San Pedro hizo de un modo exclusivo y nadie más ha podido hacer. Inaugurar la Era de la Iglesia, abriendo las puertas del Reino de los cielos, primero a los judíos y prosélitos del judaísmo el día de Pentecostés, después a los gentiles en casa de Cornelio (Hechos 10:44-48).
Evidentemente Jesucristo quiso dar las llaves a San Pedro como se dan al ministro o al gobernador las llaves de un edificio que va a ser inaugurado.
El mismo Apóstol San Pedro se refiere con satisfacción y legítimo orgullo a este privilegio único concedido por su Señor, en el Concilio de Jerusalén: «Después de una larga deliberación se levantó Pedro y les dijo: «Hermanos, vosotros sabéis cómo desde mucho tiempo ha, determinado Dios aquí entro vosotros que por mi boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio y creyesen>. (Hechos 15, 7).
Observemos que San Pedro no dice: «Varones hermanos, vosotros sabéis cómo desde mucho tiempo ha, Dios escogió que yo fuese el jefe infalible de la Iglesia y por, lo tanto yo declaro y defino ex cátedra el asunto que viene debatiéndose en este Concilio>. Sino tan solamente: «Dios determino que por boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio y creyesen».
Así interpretó el propio San Pedro el privilegio de las llaves. ¿Podemos entenderlo nosotros de algún otro modo?
«A ti, Pedro - dice Cristo - daré las llaves». Porque es un caso único su declaración y su privilegio.
No a ti y a los demás Apóstoles», pues basta uno solo para inaugurar.
Pero tú según este texto, y ellos según el capítulo 18, podéis atar y desatar moviendo los poderes del cielo desde la tierra por medio de la oración.
No a ti y a tus sucesores, pues la idea de sucesor apostólico es totalmente desconocida en el Nuevo Testamento.
Los Apóstoles eran un grupo exclusivo de testigos de Cristo, hasta el punto de que se discutía el apostolado de Pablo porque, no había andado con Cristo en los días de su carne, si bien él se defiende declarando que vio al Señor en su gloria y esto le da derecho a llamarse apóstol (2. Cor. 12:1-6 y 1. Cor. 9:1-3)
¿Cuál de los Papas ha tenido alguno de estos dos privilegios?
¿Con qué razón pueden, pues, pretender los Obispos de Roma derechos apostólicos?
¿Dónde está la declaración de Cristo y San Pedro de que tales derechos pudieran ser conferidos a otra persona fuera del grupo de los doce?
Jesucristo habla con exactitud y sabe expresar lo que quiere.
Distingue bien Jesucristo entre tú, vosotros y ella.
Tú, Pedro, serás la piedra fundamental, o sea, dicho sin metáfora, el arquitecto fundador de mi Iglesia. El que puso la primera del edificio con la declaración de mi divinidad y lo inaugurará.
A ti te daré las llaves, confiriéndote este honor especial.
Vosotros, Apóstoles, apoyados en Pedro, junto a él, edificaréis mi iglesia. Lo que vosotros hagáis en esta, edificación, inspirados por el Espíritu Santo que os guiará a toda verdad (Juan 16:13), Yo lo daré por bien hecho.
Vosotros, los doce, juntos y apoyados en Pedro, cuya declaración de fe en mi divinidad es la base, la piedra fundamental de mi iglesia.

* San Cirillo, en su libro IV sobre la Trinidad, dice: “Creo que por la roca debéis entender la te invariable de los Apóstoles.
* San Hilario, obispo de Poitiers, en su II libro sobre la Trinidad, dice: “La roca (piedra) es la bendita y sola roca de la fe confesada por boca de San Pedro".
* San Juan Cristóstomo, en su Homilia 55 del Evangelio de San Mateo, dice: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia. Es decir, sobre la fe de su confesión. Ahora bien: ¿Cuál fue la confesión del Apóstol? Hela aquí: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”.
* San Agustín, en un comentario sobre la 1.a Epístola de San Juan, declara: "¿Qué significan las palabras: “Edificaré mí iglesia sobre esta roca? Sobre esta fe, sobre esto que me dices: Tú eres el Cristo el Hijo de Dios vivo".

Ella, la Iglesia, tendrá, una asistencia, una fuerza sobrenatural, contra la que se estrellarán las potencias infernales.
A ti, Pedro, las llaves para abrir, para inaugurar la Era de Gracia.
A Ella, la Iglesia, la fuerza para resistir hasta la consumación de los siglos.
Por tanto, se ve claramente que Jesucristo sabe distinguir con propiedad y dar a cada uno lo que quiere sin ninguna confusión.
Pero el caso es que, a pesar de la evidencia de lo dicho, hay un texto en el que se apoyan los católicos, como prueba, a su parecer concluyente, de su dogmática afirmación.
Jesucristo dijo: «Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos».
Y es evidente que ni Jesucristo ni los Apóstoles pensaban que vivirían hasta el fin del mundo.
Luego, concluye la Iglesia Católica: Jesucristo se refería a los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles. De lo contrario no tenía sentido esta afirmación.
A esto respondemos que es cierto que Jesucristo hizo esta promesa a los Apóstoles y que ciertamente Jesucristo no creía en una vida temporal de los Apóstoles tan prolongada.
Lo que les Promete Jesucristo lo ha cumplido y lo cumplirá, tal como lo dijo, hasta la consumación de los siglos.
¿ Y que es lo que cumplirá?
Lo que prometió: Estar con Ellos hasta la consumación de los siglos.
En lenguaje evangélico: “Consumación de los siglos”, “Siempre”.
Jesucristo les asegura con esta afirmación la salvación eterna. El y ellos no se separarían nunca más. Tienen asegurada la salvación eterna, en virtud de su genuina fe en El como declaró en San Juan (5:24), «En verdad, en verdad os digo, que el que escucha mi palabra y creo en El que me envió tiene la vida eterna».
Por esto es que les asegura que estará con ellos mientras estén en este mundo y después eternamente.
“Voy a prepararos –les dice-- una mansión para donde yo estoy, también estéis vosotros”. (S. Juan 14:2). Jesucristo preveía la discusión que traería este asunto y quiso insistir y hablar con precisión y claridad excepcionales, puesto que de ello dependía hallar la Verdad o errar para siempre.
Notemos que insiste Jesucristo, como en el caso de las llaves a Pedro: «con vosotros»; no con «vuestros sucesores».
No «con mi Iglesia» como organización o Sociedad jerárquica, sino con vosotros.
Este «vosotros» no admite sino dos interpretaciones:
Una literal: el grupo apostólico como acabamos de referir.
Otra general: pensando en los Apóstoles como representantes de la Iglesia entera.
Pero esta interpretación general, incluye a todo los creyentes grandes y pequeños de todos los tiempos: no hace referencia a ninguna jerarquía.
Es cierto que Cristo también estará con nosotros hasta la consumación de los siglos los que le buscamos, lo amamos y creernos en El y en su Evangelio.
Lo que confirma en otro pasaje al decir: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos”. (San Mateo 18:20).
No nos abandonará jamás. Pero es evidente que esto no nos da infalibilidad.
Y es cierto que las puertas del infierno no podrán destruirla. Mientras haya hombres, habrá quien le ame y observe sus mandamientos, y allí estará la Iglesia fundada por El.
Todo esto es verdad, y es muy consolador. Pero no da pruebas de infalibilidad para nadie.

Dicen los Católicos que si la Iglesia pudiera caer en errores doctrinales habría sido vencida por las potencias del infierno. Habría triunfado sobre ella el demonio que es el padre del error y de la mentira.
Errar la Iglesia en la doctrina es errar en lo principal. No se cumpliría, pues, la promesa de Jesús.
Para que se pueda cumplir la divina promesa: “Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. es menester que en sus afirmaciones doctrinales no pueda haber nunca ningún error
A esto respondemos que cuando Jesucristo decía que las fuerzas infernales no prevalecerían contra ella, re refería a la conservación o duración de la Iglesia.
Jamás quiso indicar que en su Iglesia no habría pecados de todas clases.
Entre los doce Apóstoles, escogidos por El, uno fue traidor, y los demás cometieron faltas a granel y cayeron en errores sin cuento.
Jesucristo tenía que corregirlos continuamente. Y después de la Asunción del Señor, los Apóstoles tenían que luchar siempre contra los errores doctrinales y las desviaciones que brotan entro sus discípulos.
No; Jesucristo no dio ningún privilegio de infalibilidad, o al menos no consta que lo diera a nadie, fuera del Colegio Apostólico, cuando éstos hablaran y escribieran inspirados por el Espíritu Santo, o sea en materias doctrinales.
Y advirtamos bien que la infalibilidad de los Apóstoles es suficiente para que el que quiera encontrar la Verdad pueda conseguirlo con certeza.
Sabiendo que la Verdad está en Cristo y en lo que dijeron o hicieron los Apóstoles después de la venida del Espíritu Santo, ya no es menester dar la infalibilidad a nadie más. Al que quiera conocer la Verdad basta señalarle la Escritura Santa y decirle: “Aquí está; lee y practica lo que aquí se te enseña. Quien esto haga vivirá. Quien de esto se aparte no tendrá vida eterna bienaventurada”.
Y es evidente que para decir esto no es menester ser infalible.
Y como que siempre habrá quien esto diga y esto practique, Jesucristo pudo decir en verdad,. “que las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella”. Es decir: que no la destruirán jamás.

Hay otra verdad en el Evangelio que tiene íntima relación con lo que acabamos de decir.
Jesucristo les ha prometido a los Apóstoles que, en el día del Juicio, Ellos, o sea Pedro y los demás Apóstoles, se sentarán en doce tronos y con El juzgarán, formando parte del tribunal, a las doce tribus de Israel.
Observemos aquí de nuevo que Jesucristo limitó este gran privilegio a sus doce Apóstoles. Ni uno más.
No habla de tronos para los sucesores de San Pedro a través de los siglos.
Todos los demás, o sea los que no sean los doce: Papas, Cardenales, Obispos, Sacerdotes y laico estarán bajo, o delante de los doce presididos por Jesucristo, para ser juzgados.
Los Apóstoles no. Ellos estarán con el Supremo Juez Jesucristo Nuestro Señor.
Luego, consecuencia evidente: Pedro y los demás Apóstoles están separados por un abismo de los Papas y Obispos que les sucedieron.
Esto prueba una vez más que los privilegios que Cristo les concedió a sus Apóstoles fueron personales; intransferibles; concedidos por haber sido compañeros, miembros del Colegio apostólico y fundadores de la Iglesia de Jesucristo, junto con El.
Concluyamos este capítulo claro para nosotros que tomamos las enseñanzas del Evangelio tal como son, y tan oscuro para los católicos romanos que cierran los ojos a la Verdad, con el siguiente dilema:
Para probar la Infalibilidad Pontificia se debería demostrar que:
1. Jesucristo dio las llaves a la Iglesia, o sea a Pedro y a sus sucesores.
2. 0 bien Pedro, que era el único que por sí mismo podía hacer y deshacer, transmitió todos sus privilegios a sus sucesores, o sea a los Obispos de Roma.
Como no se demuestra ni lo 1º. Ni lo 2º. No puede nadie de este mundo adjudicarse el don de infalibilidad.


Sig. Capitulo. “Necesidad de una Iglesia visible”
 
Por
LUIS PADROSA
EX SACERDOTE CATOLICO
EX RELIGIOSO DE LA COMPAÑÍA DE JESUS
DIRECTOR FUNDADOR DEL INSTITUTO LOYOLA DE ORINTACION PSICOLOGICA VICEPRESIDENTE DEL COMITÉ INTERNACIONAL DE PSICOLOGOS Y PSIQUIATRAS CATOLICOS


CAPÍTULO II


NECESIDAD DE UNA IGLESIA VISIBLE


Para demostrar que el Papa y la Iglesia Romana es infalible, usa la Iglesia Católica otro argumento.
"Es menester - dice - una autoridad que sea depositaria de las Escrituras y del tesoro doctrinal de Jesucristo".
Verdad es que no pueden las Escrituras y las enseñanzas de Jesucristo estar abandonadas en manos do todos impunemente, para que las destruyan o modifiquen a capricho de los particulares.
Esto lo admiten incluso todos los Protestantes.
Pero esta necesidad - nosotros llamaríamos conveniencia - no demuestra la existencia de una autoridad infalible.
Siempre fue necesario o conveniente a los hombres para acertar en materia de religión una fuente segura de enseñanzas y no existió jamás.
Bien les habría ido a los israelitas una autoridad infalible para interpretar las Escrituras. De haberla tenido los judíos el tribunal eclesiástico no habría condenado a Jesucristo como reo de muerte por blasfemo e impostor.
Si Dios dejó durante tantos siglos las cuestiones más vitales para el hombre en peligro de discusiones perpetuas, ¿por qué no Puede ahora continuar haciendo lo mismo?
Lo único que se sigue lógicamente del raciocinio antes indicado es que debe haber una autoridad, llamémosla iglesia, Sinagoga, Convención, Comité, etc. que vele por la doctrina cristiana, como se hace en todas las ciencias y demás asuntos humanos.
No se puede mutilar, aunque alguien lo pretendiera, a Homero, a Virgilio, ni a ninguno de los autores clásicos. Existen documentos críticos, especialistas autorizados que salen en defensa del original.
No son infalibles. La gente sabe que no lo son, pero les cree.
No se ve por qué no puede ser igual en lo religioso, aunque no haya infalibilidad pontificio ni eclesiástica. Para conservar un libro o varios, no es menester ser infalible. Los judíos conservaron los libros sagrados durante muchos siglos y no lo eran.
La conveniencia, por tanto, no demuestra la existencia de la infalibilidad.
El error de los católicos está en creer que la Iglesia ha de dar a los hombres doctrinas nuevas y señalarlos el camino de su salvación eterna.
En esto está su error capital. Si así fuera, cierto que necesitaría, como necesitaron los Apóstoles y Evangelistas, la infalibilidad.
Pero la misión de la Iglesia no es ésta.
La misión de la Iglesia es enseñar a los hombres que el Camino, la Verdad y la Vida está expresada en la Sagrada Escritura, especialmente y de una manera completa y definitiva, en él Nuevo Testamento.
Lo que Pedro y los demás Apóstoles afirmaron, esto es lo cierto. Lo que ellos condenaron es indiscutiblemente un error.
Después de ellos, todo el que quiere conocer la Verdad ha de acudir a las Enseñanzas que ellos dejaron escritas.
Esta es la Piedra puesta por Jesucristo. Nos basta su infalibilidad.
Pero la Iglesia Católica quiere modificar a su gusto la doctrina de Jesús y de los Apóstoles. Quiere que dependa de ella la salvación de los hombres.
Y la salvación de los hombres depende solamente de Jesucristo Nuestro Divino Redentor.
El es el Camino. Nunca dijo que el Camino fuera la Iglesia. «Yo soy el camino».
En cambio la Iglesia Católica quiere ser ella el Camino, y ser dueña absoluta de la Verdad, para modificarla a su capricho. Para obtenerlo ha puesto al clero en lugar de Jesucristo, y la Iglesia en lugar de la Palabra de Dios.
 
CAPÍTULO III


U N I D A D


Para conocer cuál es la Iglesia verdadera, se señalan cuatro notas con las que se distingue la verdadera iglesia de las que no lo son:
Debe ser: Una, Santa, Católica y Apostólica.
Sólo una Iglesia, la verdadera, las puede tener todas.
Pero la más característica de la verdadera Iglesia es la UNIDAD.
Dicen los católicos que la Iglesia Romana es la única que tiene las cuatro notas, especialmente la de la unidad: un solo rebaño y un solo pastor.
Las demás iglesias tienen muchos rebaños y muchos pastores.
Luego, la Iglesia verdadera es la Iglesia Católica Romana.
A esto respondemos: Si se mira sinceramente y sin apriorismos el Cristianismo, nunca ha sido uno. Ya San Pablo se quejaba de que unos decían «yo soy de Pablo>, «yo de Apolo», «yo de Cefas». «¿ Acaso --decía San Pablo-- Jesucristo está dividido?»
Desde los primeros siglos hubo cismas y lo que ellos llamaban herejías. Notemos que estas herejías no eran de fuera de la Iglesia. Nacían dentro, y las defendían miembros de la misma Iglesia de Cristo.
De modo que se puede afirmar que la Iglesia de Jesucristo todavía no ha formado nunca un solo rebaño y un solo Pastor, con aquella unidad que quería Jesucristo, imitando la unión entre el Padre y el Hijo.
Se dice: «Actualmente sólo hay una Iglesia que tenga un solo Pastor y un solo rebaño: La Iglesia Católica Romana».
Sofisma grande! Todas las iglesias pueden decir igualmente que son una, lo mismo que la Iglesia Católica, y que tienen un solo Pastor, que es el de más autoridad.
Incluso en el Protestantismo, que parece el más dividido, cada iglesia es una. Una es la Luterana, una la Calvinista, una la Anglicana, una la Metodista.
Contestan: «Pero todas pertenecen al Protestantismo, y por eso decimos que está dividido».
Cierto. Pero no hay que olvidar que todas ellas, junto con la Católica, pertenecen a la Cristiana, que para los que no son cristianos, está dividida como ninguna otra religión.
Los que echan en cara al Protestantismo que está dividido, deben pensar que con más razón se puede echar en cara al Cristianismo la misma acusación, pues es la religión más dividida.
Un budista o un mahometano podría decir, señalando a los cristianos: ¿Cambiáis? Luego no sois la verdad.
Ya, se ve, pues, que este argumento oratorio, que se hizo tan célebre en labios de Bossuet, es arma de dos filos, y nada arguye contra el Protestantismo.
¿Cómo conoceremos, pues, cuál es la verdadera religión entro tantas?
No por la nota de unidad, pues todas la tienen, sino por el número y calidad de caracteres cristianos que contenga.
La que viva una doctrina más cercana a la contenida en el Santo Evangelio de Cristo será la verdadera.
No por ser una, sino por ser una con Cristo.
 
CAPÍTULO IV


T R A D I C I O N


La Iglesia Católica dice que debernos fundamentar nuestra fe, no sólo en las Escrituras sino también en la Tradición.
Es natural que la Iglesia Católica no prescinda de la Tradición para cimentar sus dogmas, porque no puede. De prescindir de la Tradición no podría justificar muchas de las doctrinas que se propone, o mejor dicho, impone como de fe.
A los argumentos sobre la validez de la Tradición para probar nuestra fe, nosotros respondemos:
1. "Las cosas que nos propone la Tradición y ya están contenidas en la Biblia, las admitimos por la Biblia. No es menester el argumento de la Tradición.
2. "Las verdades que no están propuestas en la Biblia, pero las presenta la Tradición y la Iglesia las impone corno de fe, las aceptamos si están, conforme con el espíritu de la Biblia.
De los Apóstoles y Evangelistas nos consta que eran infalibles en sus enseñanzas y escritos, y que lo
que ellos hicieron, dijeron o escribieron bajo la dirección del Espíritu Santo, era todo del Señor.
No las aceptamos, pues, por ser Tradición sino por estar fundadas en la Palabra de Dios.
Es evidente que si los Doctores y los Padres de la Iglesia, cada uno es infalible, tampoco lo serán todos juntos, si Jesucristo no les da esta prerrogativa extraordinaria. Darán más o menos certeza, pero infalibilidad, no.
3. "En las verdades que están en la Biblia, pero que la Tradición da un sentido distinto del texto Sagrado, decimos: "Si no podemos fiarnos de Jesucristo y de los Apóstoles, menos podremos fiarnos de lo que vosotros decís".
No se ve por ningún lado razón ninguna para que las doctrinas transmitidas por tradición tengan para nosotros fuerza de fe, como quiere la Iglesia Católica.
Se insiste entro los católicos que al principio la fe se propagaba por predicación, o sea de viva voz, no por lecturas.
Dicen que nunca los Apóstoles dijeron: "Leed la Biblia si queréis tener fe y ser salvos".
Pero éste es otro de los grandes sofismas de la Iglesia Católica.
Al principio Jesucristo no escribió nada porque pretendía formar a los Apóstoles Y discípulos que después debían predicar y escribir lo que El les había enseñado.
Los Apóstoles tampoco podían decir a la gente que leyera la doctrina de Jesucristo, porque no existía la imprenta y no se podía propagar las enseñanzas de Jesucristo con la rapidez que convenía. Se podían escribir muy pocos ejemplares, y eran pocas las personas que podían adquirirlos.
Pero aún así y todo, es falso que los Apóstoles tuvieran como único medio de propagar la fe de Jesucristo la predicación, pues los Apóstoles, especialmente San Pablo, enviaban siempre que podían, y cuando no les era factible ir personalmente, una carta, para que los fieles reunidos la leyesen.
Además escribieron los Santos Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. Es de suponer que si los escribieron, era para que la gente los leyera y creyera en Jesucristo.
Y si Jesucristo les da la infalibilidad doctrinal, no es únicamente para lo que dicen de viva voz, sino también para lo que escriben.
Por esta razón, ahora, a pesar de que los Apóstoles murieron y ya no están visiblemente entre nosotros cualquiera que tenga buena, voluntad puede conocer la verdadera doctrina escrita por unos hombres que recibieron de Jesucristo la potestad de enseñar lo que El enseño, de una manera infalible.
Es cierto que hay que suponer que no todo lo que dijo Jesús y sus Apóstoles quedó escrito en el Nuevo Testamento. Muchas cosas enseñarían que no pudieron o no quisieron escribir.
"Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribiesen, cada una por sí, ni aún en el mundo pienso que cabrían los libros que, se habrían de escribir". (Juan 21 :25)
(Nota mía: Juan 20:31 "Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.")
De aquí deduce la Iglesia Católica la necesidad de aceptar una Tradición que nos pueda transmitir íntegras las doctrinas de fe.
A esto respondemos que no es creíble que los Apóstoles y mucho menos Jesucristo, predicaran en una ocasión una doctrina que estuviera en contradicción con lo que antes habían predicado, no que escribieran lo accidental y secundario y dejaran lo que es esencial para la vida eterna.
Por lo tanto, aún concediendo que no todo quedó escrito, estamos seguros de poseer en las Escrituras toda la verdad de Jesucristo, y de conocer todo lo que es necesario para la vida eterna.
La misión de la Iglesia, lo repetimos, no puede ser otra que conservar este tesoro doctrinal, y no permitir que nadie lo modifique ni adultere.
Pero jamás se demostrará que tenga autoridad para añadir o modificar verdades de fe.
 
Malcom:
Sigue enviando los capítulos del libro. Un excelente aporte.
DTB
 
De La Tradición a la Verdad

La Historia de un Sacerdote

Por Richard (Peter) Bennett





Irlandés de nacimiento , realicé mi educación primaria y secundaria con los padres jesuitas en el
Colegio Belvedere en Dublin, Irlanda. Como todos los niños jesuitas, antes de los 10 años de
edad podía recitar 5 razones de por qué existe Dios y por qué el Papa es la cabeza de la iglesia.
Se nos dijo que el Papa, como cabeza de la Iglesia Romana, es el hombre más importante sobre
la tierra. Lo que él decia era ley, y los jesuitas eran su ejército.



Al terminar mis estudios, decidí ser sacerdote católico romano, y por 7 años estudié filosofía y
teología. La autoridad de la enseñanza de la Iglesia Católica Romana (llamada Magisterium) fue
siempre el factor central, y aunque estudiábamos un poco de la Biblia, esto era hecho bajo la
autoridad de la enseñanza que la Iglesia Católica Romana (I.C.R.) es la única autoridad en la
interpretación de fe y moral- y la ley definitiva en todas las cosas.



Fui ordenado al sacerdocio en la Orden Católica de los Dominicos en 1963, y dediqué unos años
más al estudio de teología en la Univeridad Angelicum en Roma. En Setiembre de 1964 fui
enviado como misionero a Trinidad, en las Antillas, donde mis primeros 7 años fueron similares a
los de cualquier sacerdote católico romano. Cuando el Movimiento Carismático Católico llegó a
Trinidad, entonces yo advertí un cambio notable en mi vida. En 1972 y a causa de dicho
Movimiento, algunos canadienses fueron a Trinidad a enseñarnos de la Biblia. Como
consecuencia de esos mensajes comencé a amar la Biblia y por primera vez en mi vida a usarla
como autoridad.



Uno de los textos bíblicos usados por los canadienses para instarnos a orar por sanidad fue Is.
53:5 "…y por su llaga fuimos nosotros curados." Sin embargo, estudiando Isaías 53 descubrí
que la Biblia habla primero del problema del pecado, no de la sanidad: "Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el
pecado de todos nosotros." Aunque pedí perdón por mis pecados, no me daba cuenta de que
yo era pecador por naturaleza. La Iglesia Católica me había enseñado que la depravación del
hombre, ellos llaman "pecado original", habia sido limpiada por el bautismo infantil. En mi mente
yo seguía sosteniendo esta creencia, pero en mi corazon sabía que mi naturaleza depravada aún
no había sido conquistada por Cristo. Fil. 3:10 se convirtió en el gemido de mi corazón: "Quiero
conocer a Cristo y el poder de su resurreción…" Supe que sólo a través de este poder yo
podría vivir la vida cristiana. Eso fue la fuerza motriz en mi vida, y El Señor comenzó a contestar
mi oración.



Primero, descubrí que la Palabra de Dios en la Biblia es absoluta, sin error. Me hablían enseñado
que la Palabra era relativa a la Iglesia C.R., y que su veracidad en muchas áreas debía ser
cuestionada. Empecé a entender que uno puede confiar en la Biblia. Comencé a estudiar qué dice
la Biblia acerca de si misma, y descubrï que enseña claramente que viene de Dios y que es
absoluta en todo lo que declara. Es veraz en cuanto a la historia, promesas de Dios, profecías,
mandamientos morales y en la enseñanza al creyente a vivir la vida cristiana. "Toda la Escritura
es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra." (II Tim. 3:16-17)



Ví en la Biblia (I Tim. 2:5) que mi papel como sacerdote era de un mediador,- exactamente lo
que la Iglesia C.R. enseña. Comprendí que esa doctrina católica era errónea, y aún así me
regocijaba en ser exaltado e idolatrado por la gente.



Comencé a ver como pecado el uso que la Iglesia C. R. hacía de María, los santos y los
sacerdotes. Pero aunque estaba dispueto a renunciar a María y a los santos como mediadores, no
podía renunciar al sacerdocio porque en él yo había invertido absolutamente todo. El problema
era éste: la Iglesia Católica me enseñó a considerar la Misa y los Sacramentos como medios de
sanvación. ¿Cómo, entonces, podía aceptar la salvación sólo por fe en la Palabra de Dios?



Que la Iglesia fuera lo absoluto o la Biblia lo absoluto era un sube y baja dentro de mí que
moldeaba mi respuesta a la vida cotidiana. La tensión de esa incoherencia hasta llegó a
enfermarme. Yo debería haber sabido la simple verdad de que un hombre no puede servir a dos
señores. Durante mis últimos 6 años traté de servir a la Iglesia C.R. como autoridad absoluta y
también a la Biblia. Estaba tratando de decir que la absoluta autoridad de la Biblia está sujeta a la
"absoluta autoridad de la iglesia C.R.; esto era algo imposible.



Mi decisión de dejar la seguridad de la Iglesia C.R. fue dolorosa más allá de las palabras. Pero
decidí confiar en El Señor y en El solamente, sobre la autoridad de su Palabra en la Biblia. Me
arrepentí de mis pecados, en especial de haber sido falsamente un mediador. Acepté completa e
incondicionalmente la muerte sustitutoria de Cristo en la cruz. "Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, , para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él." (2
Cor. 5:21). Desde que salí de la Iglesia C.R. el Señor me ha sostenido maravillosamente,
incluyendo un año como misionero en China y ahora como evangelista de tiempo completo.
(1991)



Si usted todavía está confiando en la religión en vez de hacerlo en la obra consumada de Cristo
en la cruz, le pido que se vuelva a la autoridad de la Palabra de Dios. "Sabiendo que fuisteis
rescatados . . . no con cosas corruptibles como oro o plata . . . sino con la sangre preciosa
de Cristo". (I Pe. 1:18-19). No es la religión lo que lo salva sino la completa redención que El
compró con su sangre. ¿Por qué no acepta esta verdad que Dios declara en su Palabra?



Mi oración a Dios es que El le conceda la gracia para creer y aceptar la verdad de que Cristo
murió en la cruz por usted, y de que su sacrificio puede hacerlo una nueva criatura. "Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."(Juan 3:16)

"Pero debido a su gran amor por nosotros, Dios, que es rico en misericordia, nos dió
vida con Cristo, aún cuando estábamos muertos en pecados (es por gracia que ustedes
han sido salvados)" (Efesios 2:4-5). www.elevangeliodepablo.com



RICHARD BENNETT

P.O. Box 55353

Portland, OR 97238-5353 U.S.A.

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