Te encontré, me encontraste
Caminar... buscar, desear algo nuevo, algo diferente, que llene tu vida, ¡no parar! Ese es el motivo, ese es el esfuerzo, este es el camino. Un día, como uno de tantos, después de muchas vueltas... lo encontré, sí, hoy puedo decirlo: encontré a Aquél que llena mi vida, que da sentido a todo lo que hago, que es el motivo de mi alegría y felicidad.
Lo encontré... y lo he de gritar, he podido palpar todo lo que me ha dado desde siempre. Dios irrumpe con un sabor dulce y suave a la vez, para llenarme y confortar la debilidad de mi persona.
Aquello que yo creía en un principio como algo mío, todo lo que yo pensaba que era fruto de mi propio esfuerzo, de repente, desaparece, pero ocurre porque este encuentro no es tal y como yo pensaba, no he sido yo... ha sido Él. Dios ha venido en mi busca, se me ha hecho presente en la vida, en las cosas cotidianas, en las personas con las que trato cada día, y en todo lo que engloba mi ser de persona. Dios me ha encontrado, me ha llamado y ha confiado en mí.
Sentirse amada por Dios es el regalo más grande que he recibido, todo lo demás está ahí, es una ayuda y desahogo tal vez, porque quien sostiene y mantiene el equilibrio es Aquél que me amó primero.
Pienso que la alegría del encuentro está en la medida que nos dejemos amar, y que dejemos que sea Dios el que encaje en nuestra vida, como la última pieza de un puzzle, para completar lo que realmente somos, personas en comunión con Dios y con el mundo.
"Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti". San Agustín
Texto: Hna. Conchi García
http://blogs.periodistadigital.com/vocacion.php/2006/03/16/p17818#more17818
Caminar... buscar, desear algo nuevo, algo diferente, que llene tu vida, ¡no parar! Ese es el motivo, ese es el esfuerzo, este es el camino. Un día, como uno de tantos, después de muchas vueltas... lo encontré, sí, hoy puedo decirlo: encontré a Aquél que llena mi vida, que da sentido a todo lo que hago, que es el motivo de mi alegría y felicidad.
Lo encontré... y lo he de gritar, he podido palpar todo lo que me ha dado desde siempre. Dios irrumpe con un sabor dulce y suave a la vez, para llenarme y confortar la debilidad de mi persona.
Aquello que yo creía en un principio como algo mío, todo lo que yo pensaba que era fruto de mi propio esfuerzo, de repente, desaparece, pero ocurre porque este encuentro no es tal y como yo pensaba, no he sido yo... ha sido Él. Dios ha venido en mi busca, se me ha hecho presente en la vida, en las cosas cotidianas, en las personas con las que trato cada día, y en todo lo que engloba mi ser de persona. Dios me ha encontrado, me ha llamado y ha confiado en mí.
Sentirse amada por Dios es el regalo más grande que he recibido, todo lo demás está ahí, es una ayuda y desahogo tal vez, porque quien sostiene y mantiene el equilibrio es Aquél que me amó primero.
Pienso que la alegría del encuentro está en la medida que nos dejemos amar, y que dejemos que sea Dios el que encaje en nuestra vida, como la última pieza de un puzzle, para completar lo que realmente somos, personas en comunión con Dios y con el mundo.
"Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti". San Agustín
Texto: Hna. Conchi García
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