Tan solo un vaso con agua...
Por: Fernando Alexis Jiménez
Elvia Cárdenas tenía siempre un vaso de agua o de refresco. Terminaban las
canciones de alabanza y, justo cuando el ministro subía al púlpito para
predicar, llegaba con su vaso. Lo colocaba a la vista del pastor.
Los demás estaban contentos de su labor en la iglesia: el diácono, el
hujier, el ministro de alabanza, los maestros de escuela dominical. Cada
uno en lo suyo. Cada uno pensando que su trabajo era el más importante.
Cada uno diciendo "Soy un humilde siervo de Dios", pero íntimamente
convencidos que si ellos no estuviesen, todo sería diferente, nada tendría
sentido, faltaría un eslabón en la cadena... pero siempre la misma actitud
de fingida humildad: "Toda la gloria sea para el Señor, yo soy sólo un
humilde siervo".
Y Elvia no fallaba con el vaso. Si el expositor de la Palabra se bebía el
contenido antes de terminar el mensaje, estaba presta a llenarlo con más.
Era casi su preocupación durante el servicio religioso.
Un día no llegó. Estaba enferma. El día era caluroso. Un domingo en la
mañana. Terminó la alabanza. Llegó la hora del sermón. Se subió el
predicador. Habló por largo rato. Carraspeó. Tenía sed. Nadie se movía,
todos convencidos que su trabajo no era propiamente "llevar un vaso de
agua". "Yo estoy para otras cosas más importantes", pensaban dentro de sí
mientras veían al pastor pasar penurias, atragantado, con la resequedad
invadiendo sus labios.
Terminó de exponer el mensaje. Y comenzó a orar. Todos con los ojos
cerrados. Muy piadosos. Y terminando su oración el predicador decía: "Y
Señor, por favor, que pronto tengamos con nosotros a la hermana Elvia. Hoy
su vaso con agua hizo mucha falta...".
No somos lo principal..
Es duro pero ocurre en nuestras congregaciones. Hay quienes sienten que son
más importantes que otros. Sienten que son ellos el centro de toda la
celebración. Dicen ser sencillos y humildes, pero tratan en todo momento de
llamar la atención. Quieren los mejores cargos. Desplazan a nuestro Señor
Jesucristo para ponerse en su lugar. No adoran a Dios, se adoran a sí
mismos y quisieran que todo el mundo les rindiera venia.
Hace muchos siglos una mujer llegó con esta petición a Jesús:
"Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha
y el otro a tu izquierda" (Juan 20:21).
Ella pedía lo mejor. Quería el reconocimiento para sus "tiernas
criaturitas". En su criterio, estaba bien que hubiesen renunciado a todo
por seguir al Maestro, pero llegado el momento del triunfo, deseaba que
disfrutaran las "mieles del poder". Su mirada estaba puesta en el
reconocimiento de los seres humanos, y no en el de Dios.
Las leyes del reino son diferentes...
Pero esta madre estaba equivocada. Quizá usted lo esté también.
Las leyes del reino de Dios son diferentes. Nadie llega a tener poder por
que lo quiso, por su formación teológica o porque es el que habla más
bonito. Es más, el orgullo es uno de los grandes impedimentos para
ascender.
Respondió Jesús: "Como saben ustedes los gobernantes de las
naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su
autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera
hacerse grande entre ustedes, debe ser su servidor, y el que quiera ser el
primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no
vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por
muchos" (Mateo 20:25-28).
Quizá se preguntará "¿Por qué permanezco en el mismo lugar?¿Por
qué Dios no me permite tener mayores responsabilidades?¿Será que nadie se
percata de mis capacidades?". Tal vez la respuesta está en la actitud que
usted asume. Es probable que, de la vida cristiana, sólo le interese el
poder, el reconocimiento, la gloria del mundo. Puedo asegurarle que
pensando así, no llegará nunca a ningún lugar... Debe primero dejar que sea
Jesucristo el centro de todo, la estrella, el verdadero motor del
ministerio... Sólo así, sin hipocresía, con humildad, su vida crecerá y
llegará a nuevas alturas...
No se desanime... adelante...
Usted leyó este artículo. Se identifica. Piensa: están retratando mi vida.
Ese soy yo. Siempre con el vaso de agua, nadie se da cuenta de lo que hago,
quizá nunca Dios me permitirá tener mayores responsabilidades... Pero se
equivoca... Lo que no ven los hombres, el Señor sí lo ve...
Su trabajo en la congregación, por humilde que parezca, es muy importante.
Nadie hubiese pensado que Elvia Cárdenas tenía una labor valiosa. Pero el
día que no llegó, el día que nadie trajo un vaso con agua, allí se dieron
cuenta que el servicio de Elvia tenía significado.
Le insisto: No se desanime. Sea fiel en lo poco, y Dios le permitirá ser
fiel en lo mucho. No pierda la humildad. Que la sencillez sea una de sus
características. En su momento, Dios lo exaltará. No se preocupe por los
cargos ni los reconocimientos humanos. Con que Dios sepa qué es lo que
usted hace, con eso basta, al menos para mi... y de seguro lo será para
usted..
Ps. Fernando Alexis Jiménez
Ministerio de Evangelismo y Misiones "Heraldos de la Palabra"
Por: Fernando Alexis Jiménez
Elvia Cárdenas tenía siempre un vaso de agua o de refresco. Terminaban las
canciones de alabanza y, justo cuando el ministro subía al púlpito para
predicar, llegaba con su vaso. Lo colocaba a la vista del pastor.
Los demás estaban contentos de su labor en la iglesia: el diácono, el
hujier, el ministro de alabanza, los maestros de escuela dominical. Cada
uno en lo suyo. Cada uno pensando que su trabajo era el más importante.
Cada uno diciendo "Soy un humilde siervo de Dios", pero íntimamente
convencidos que si ellos no estuviesen, todo sería diferente, nada tendría
sentido, faltaría un eslabón en la cadena... pero siempre la misma actitud
de fingida humildad: "Toda la gloria sea para el Señor, yo soy sólo un
humilde siervo".
Y Elvia no fallaba con el vaso. Si el expositor de la Palabra se bebía el
contenido antes de terminar el mensaje, estaba presta a llenarlo con más.
Era casi su preocupación durante el servicio religioso.
Un día no llegó. Estaba enferma. El día era caluroso. Un domingo en la
mañana. Terminó la alabanza. Llegó la hora del sermón. Se subió el
predicador. Habló por largo rato. Carraspeó. Tenía sed. Nadie se movía,
todos convencidos que su trabajo no era propiamente "llevar un vaso de
agua". "Yo estoy para otras cosas más importantes", pensaban dentro de sí
mientras veían al pastor pasar penurias, atragantado, con la resequedad
invadiendo sus labios.
Terminó de exponer el mensaje. Y comenzó a orar. Todos con los ojos
cerrados. Muy piadosos. Y terminando su oración el predicador decía: "Y
Señor, por favor, que pronto tengamos con nosotros a la hermana Elvia. Hoy
su vaso con agua hizo mucha falta...".
No somos lo principal..
Es duro pero ocurre en nuestras congregaciones. Hay quienes sienten que son
más importantes que otros. Sienten que son ellos el centro de toda la
celebración. Dicen ser sencillos y humildes, pero tratan en todo momento de
llamar la atención. Quieren los mejores cargos. Desplazan a nuestro Señor
Jesucristo para ponerse en su lugar. No adoran a Dios, se adoran a sí
mismos y quisieran que todo el mundo les rindiera venia.
Hace muchos siglos una mujer llegó con esta petición a Jesús:
"Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha
y el otro a tu izquierda" (Juan 20:21).
Ella pedía lo mejor. Quería el reconocimiento para sus "tiernas
criaturitas". En su criterio, estaba bien que hubiesen renunciado a todo
por seguir al Maestro, pero llegado el momento del triunfo, deseaba que
disfrutaran las "mieles del poder". Su mirada estaba puesta en el
reconocimiento de los seres humanos, y no en el de Dios.
Las leyes del reino son diferentes...
Pero esta madre estaba equivocada. Quizá usted lo esté también.
Las leyes del reino de Dios son diferentes. Nadie llega a tener poder por
que lo quiso, por su formación teológica o porque es el que habla más
bonito. Es más, el orgullo es uno de los grandes impedimentos para
ascender.
Respondió Jesús: "Como saben ustedes los gobernantes de las
naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su
autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera
hacerse grande entre ustedes, debe ser su servidor, y el que quiera ser el
primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no
vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por
muchos" (Mateo 20:25-28).
Quizá se preguntará "¿Por qué permanezco en el mismo lugar?¿Por
qué Dios no me permite tener mayores responsabilidades?¿Será que nadie se
percata de mis capacidades?". Tal vez la respuesta está en la actitud que
usted asume. Es probable que, de la vida cristiana, sólo le interese el
poder, el reconocimiento, la gloria del mundo. Puedo asegurarle que
pensando así, no llegará nunca a ningún lugar... Debe primero dejar que sea
Jesucristo el centro de todo, la estrella, el verdadero motor del
ministerio... Sólo así, sin hipocresía, con humildad, su vida crecerá y
llegará a nuevas alturas...
No se desanime... adelante...
Usted leyó este artículo. Se identifica. Piensa: están retratando mi vida.
Ese soy yo. Siempre con el vaso de agua, nadie se da cuenta de lo que hago,
quizá nunca Dios me permitirá tener mayores responsabilidades... Pero se
equivoca... Lo que no ven los hombres, el Señor sí lo ve...
Su trabajo en la congregación, por humilde que parezca, es muy importante.
Nadie hubiese pensado que Elvia Cárdenas tenía una labor valiosa. Pero el
día que no llegó, el día que nadie trajo un vaso con agua, allí se dieron
cuenta que el servicio de Elvia tenía significado.
Le insisto: No se desanime. Sea fiel en lo poco, y Dios le permitirá ser
fiel en lo mucho. No pierda la humildad. Que la sencillez sea una de sus
características. En su momento, Dios lo exaltará. No se preocupe por los
cargos ni los reconocimientos humanos. Con que Dios sepa qué es lo que
usted hace, con eso basta, al menos para mi... y de seguro lo será para
usted..
Ps. Fernando Alexis Jiménez
Ministerio de Evangelismo y Misiones "Heraldos de la Palabra"