No es como lo pintan algunos.
LXXXIII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
DECLARACIÓN DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA ACERCA DE LA
CONDONACIÓN DE LA DEUDA EXTERNA
Madrid, 23-26 de noviembre de 1999
1. Introducción
El Jubileo del año 2000, proclamado por Su Santidad el Papa Juan
Pablo II para celebrar el bimilenario del nacimiento de nuestro
Salvador, ha de contener, junto a otras dimensiones importantes,
acciones concretas que muestren al mundo la voluntad de
reconciliación de todos los cristianos y que sirvan para que los más
pobres tengan acceso a unas condiciones de vida más dignas.
Uno de los factores que en la actualidad tiene una amplia repercusión
negativa en la vida de más de mil millones de personas en el mundo es
el constituido por la deuda externa de los países más pobres,
calificada por el Santo Padre de "pesado lastre (…
que compromete
las economías de pueblos enteros, frenando su progreso social y
político"[1].
Este problema, sumamente complejo, tiene muy graves consecuencias
tanto económicas como sociales, jurídicas y políticas, además de
ineludibles implicaciones éticas, que no se pueden ignorar: en
efecto, pone en entredicho la subsistencia misma de cientos de
millones de personas, que ven herida su dignidad por condiciones de
vida infrahumanas. Por eso, siguiendo el camino trazado por Juan
Pablo II [2] y por el Mensaje de la 2ª Asamblea Especial para Europa
del Sínodo de los Obispos[3], recientemente celebrado, consideramos
nuestro deber pronunciarnos públicamente sobre esta cuestión, de la
cual ya nos ocupamos también en la Asamblea Plenaria del pasado año,
solicitando la condonación de la deuda externa[4].
2. El compromiso de la Iglesia
La Iglesia , fiel a la tradición bíblica y al mandamiento del Señor,
tiene una larga historia en compromisos en favor de los más pobres,
algo de lo que da testimonio la comunidad cristiana y la vida y las
obras de tantos creyentes en Jesús que hicieron de la misericordia y
de la justicia social, el centro de su existencia cristiana. En este
mismo dinamismo, propio de la caridad cristiana y del compromiso
solidario que conlleva, se incluye ahora el afán del Santo Padre y
de numerosas Conferencias Episcopales, comunidades, organizaciones,
instituciones y fieles cristianos, por obtener la condonación total o
parcial de la deuda externa de los países más pobres. Se considera
que ello es un acto de justicia, que, en palabras del Santo Padre, es
urgente realizar, puesto que son los pobres los que más sufren a
causa de la indeterminación y el retraso de las medidas que puedan
liberarlos de esa carga[5]. La Iglesia no puede permanecer
indiferente ante el sufrimiento de tantas personas, que incluso ven
amenazada su propia vida debido a las situaciones que resultan del
mantenimiento y el apremio de pago de esa deuda externa contraída
por los gobernantes de su país.
3. Apoyo explícito a la campaña "Deuda externa ¿deuda eterna? Año
2000: libertad para mil millones de personas"
En nuestro país, la campaña sobre la condonación de la deuda externa,
promovida por Cáritas, Confer, Justicia y Paz, y Manos Unidas, ha
recibido el apoyo de numerosas comunidades cristianas y de otras
organizaciones e instituciones. Dicha campaña se propone obtener la
condonación de la deuda externa de los países más empobrecidos y su
repercusión en bienes sociales (salud, educación, vivienda y otros)
que beneficien a las poblaciones más necesitadas. Deseamos hacer
público el apoyo de la Conferencia Episcopal Española a la mencionada
campaña[6]. Nos unimos así a los esfuerzos que en otros muchos
lugares se están realizando con este mismo fin, al estar convencidos
de la justicia y necesidad de tal condonación de la deuda, en
conformidad con el espíritu del Jubileo.
4.- Es urgente encontrar soluciones viables y éticas
Es moralmente inaceptable la presente situación de desigualdad y
sufrimiento de la mayor parte de la humanidad, mientras una minoría
accede a condiciones de vida cada vez más confortables, incluso a
costa de los mismos países pobres, y se aferra a ellas como a algo
propio. Esta minoría es incapaz de compartir los bienes, que han
sido creados por Dios para el disfrute de toda la humanidad, con los
que no pertenecen a su propio ámbito geopolítico.
Creemos que es urgente, por tanto, que se tomen medidas para eliminar
la deuda, dado que la condonación de la misma es una condición previa
para que los países más pobres puedan luchar eficazmente contra la
miseria y la pobreza, como ponía de relieve el Santo Padre
recientemente [7]. Medidas de ese tipo, no sólo practicables y
éticamente exigibles, son totalmente necesarias y hasta
imprescindibles en nombre de la justicia y de la solidaridad que une
a todos los seres humanos y a todos los pueblos creados por un mismo
y único Dios, a su imagen y semejanza y con idéntica dignidad.
5.- Llamamiento a las autoridades
Elogiamos y estimulamos los pasos que han comenzado a darse para la
condonación total o parcial de la deuda externa.
Continuamos, sin embargo, insistiendo en el llamamiento a las
Autoridades de nuestro país y a los responsables de las
instituciones financieras. Les pedimos que pongan en práctica medidas
objetivamente generosas que den como resultado, no aparente ni
ficticio, el levantamiento del peso de la deuda externa no sólo de
los países denominados técnicamente "los más pobres y altamente
endeudados", sino también de aquellos otros que pertenecen a la
comunidad iberoamericana y que sufren esa situación, aunque no estén
explícitamente incluidos en el grupo mencionado.
6.- Asegurar el buen uso de la ayuda económica
Hay que evitar que esta condonación total o
parcial revierta en la compra de armamento o en beneficio económico
de los gobernantes de los países destinatarios o sea utilizada en
obras socialmente innecesarias que persiguen el prestigio y el
afianzamiento de estos gobiernos; al mismo tiempo habrá que
garantizar y controlar su empleo en servicio de la comunidad,
especialmente de sus capas económicamente menos favorecidas.
7.- Llamamiento a la comunidad cristiana y a las personas de buena
voluntad
Por último, hacemos igualmente un llamamiento a todos los miembros de
la comunidad cristiana y a todas las personas de buena voluntad para
que, de todo corazón y con un profundo sentido de fraternidad,
adopten comportamientos sobrios de vida y se comprometan activamente
en favor de nuestros hermanos más necesitados, y de manera especial,
para que colaboren y participen en las iniciativas sociales que
pretenden conseguir la condonación de la deuda externa. De forma
particular, les pedimos que se unan a los esfuerzos de la
campaña "Deuda externa ¿deuda eterna? Año 2000: libertad para mil
millones de personas", a cuyos promotores y realizadores queremos
expresar nuestro apoyo y aliento y lo hacemos convencidos de que esto
ayudará a celebrar debidamente el Jubileo del año 2000 y trabajar por
una "civilización del amor, fundada sobre valores de paz,
solidaridad, justicia y libertad, que encuentran en Cristo su plena
realización"[8].
26 de noviembre 1999.
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[1] Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1 enero
de 1998
[2] Cf. Encíclicas Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus; y
Carta Apostólica Tertio millennio adveniente.
[3] nº 6.
[4] LXX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, 23-27
de noviembre de 1998
[5] Alocución del 23 de septiembre de 1999 a los impulsores de la
campaña Jubileo 2000; cf. Llamamiento del Presidente del Consejo
Pontificio Justicia y Paz, Cardenal Roger Etchegaray, 18 septiembre
1997
[6] En continuidad con el Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal
para el período 1997- 2000 (cf. Objetivo 4º, acción 4ª).
[7] Alocución del 23 de septiembre de 1999. Afortunadamente, aunque
tímidos, se han comenzado a ver algunos signos esperanzadores en este
sentido, por ejemplo, en las declaraciones de los Jefes de Estado y
de Gobierno de los países integrantes del llamado G-7; y, en el caso
español, en el anuncio realizado por miembros muy cualificados del
Gobierno de la Nación .
[8] Juan Pablo II.Carta Apostólica Tertio millennio adveniente,52
Dios bendiga nuestra bendita iglesia.
Noodles