¿A que no lo sabías? Pues así es; sin pecado nadie puede recibir a Cristo. Sí, es muy posible que te esté rompiendo el esquema de tus creencias, de la doctrina que has recibido, porque te han enseñado y siempre has oído decir que el pecado nos aparta de Dios; pero no, aun siendo verdad, no siempre es así. Lo vas a descubrir por ti mismo —y en ti mismo— si sigues leyendo y prestas debida atención. Lo primero que vamos a hacer es leer que nos dice Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios:
Mar 2:17.- Jesús lo oyó, y les dijo: —Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
¿A quiénes ha venido a llamar Jesús? A los pecadores. ¿Y quiénes son los pecadores? Tomemos el tema en serio, y no sea por nosotros mismos que determinemos quiénes son o dejan de ser los pecadores. No, ello sería —y viene a ser en los muchos— un grave error. Vamos a escudriñar la escritura y buscar en ella quiénes lo son:
Rom 3:23.- Todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios.
¿Quiénes son los pecadores? Todos. Lee bien y de nuevo: TODOS. No, no dice todos menos este o esta, o aquel o aquella, claramente dice TODOS. ¿Es así? Sí, lo es. Pero por si de caso nos quedase duda alguna, vamos a seguir escudriñando la escritura para ver si la misma nos confirma que así es:
Rom 3:10.- Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.
¿Cuántos hay que sean justos, que hagan lo bueno? Ni uno solo. Sí, has leído bien: NO HAY NI AUN UNO. ¿Y quiénes son los pecadores y según hemos leído? TODOS. Entonces, pues, ¿cuántos hay justos y buenos?, ¿cuántos sin pecado? NI UNO SOLO. No, no dice a excepción de este o esta, o aquel o aquella, claramente dice NO HAY NI AUN UNO. ¿Claro? Pues no, no está tan claro, porque nos ha surgido una aparente contrariedad. ¿Cuál? Recapitulemos y leamos de nuevo lo que nos dijo Jesús hace un momento:
Mar 2:17.- Jesús lo oyó, y les dijo: —Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
¿Está diciendo Jesús que hay justos? ¿Está diciendo Jesús que los hay que no estén enfermos ni necesiten ser sanados de sus pecados? ¿Está Jesús contradiciendo las escrituras? No, por supuesto que no. Leamos:
Mat 13:15.- Pues la mente de este pueblo está entorpecida, tienen tapados los oídos y han cerrado sus ojos, para no ver ni oír, para no entender ni volverse a mí, para que yo no los sane.
¿Qué es lo primero que hizo el Señor Jesucristo cuando le trajeron a un paralítico enfermo para que lo sanase? Leamos:
Mar 2:5.- Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo: –Hijo mío, tus pecados quedan perdonados.
Lo primero que hizo el Señor al ver la fe que tenían, fue sanarlo. ¿De su enfermedad que le impedía andar? No, de sus pecados. Lo primero que hizo el Señor fue, mediante el perdón, sanarle de sus pecados. Sí, el perdón de los pecados es la sanidad que verdaderamente todos necesitamos para alcanzar a ver la gloria de Dios, ser llenos de su gracia, y recibir el Espíritu Santo prometido. Primero el reino de Dios y su justicia, todo lo demás vendrá por añadidura.
¿Ya has entendido por qué sin pecado nadie puede recibir a Cristo? ¿No? Ten en cuenta que tanto los que no necesitan médico como los justos que menciona Jesús, son los mismos. No es que los haya que no necesiten ser sanados de sus pecados, ni que los haya que sean justos y mucho menos sin pecado, pues ya hemos visto que no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno, que todos sin excepción hemos pecado. Pero sí, los hay que se creen justos por sí mismos —según su propia justicia, claro está— y ello y como hemos visto; porque tienen su mente entorpecida, tapados sus oídos y cerrados sus ojos para no ver ni oír; lo cual les impide sentir y ver en ellos la necesidad de creer en Dios, y mucho menos en Jesús como su redentor y salvador. No, no alcanzan a ver la necesidad de volverse al Señor para que él los sane. Son incapaces de ver en ellos el pecado y la necesidad de ser perdonados —sanados—. Creen ser por sí mismos buenos, justos y sin pecado. Y es por ello que de modo alguno pueden oír la voz del Señor cuando les llama a volverse a él, arrepentirse y creer en el evangelio. No ven la necesidad de acudir a él para que, mediante el perdón, los sane y les dé nueva vida, haciéndoles nacer de nuevo, de agua y del Espíritu. ¿Entendido?
Bien, ahora mírate a ti mismo: ¿Cuándo aceptaste verdaderamente al Señor? Cuando por la gracia de Dios te fueron abiertos los ojos, te viste pecador, y el pecado mismo que viste en ti, te llevó a reconocer la necesidad de abrirle la puerta de tu casa, de tu corazón, al Señor Jesucristo. Por medio del pecado que Dios te mostró en ti, es que le aceptaste, porque viste la necesidad de un redentor y salvador. ¿Es así? Debe de serlo, porque si aún te ves sin pecado, si consideras ser justo y bueno... Sí, lo sé. Sé que aún los habrá que crean que sí que hay justos, que los hay que no necesitan de ser sanados de sus pecados, que creen conocer a gente buena e, incluso, que se creen ser buenos ellos mismos. Dejemos que sea el Señor Jesús mismo quien les muestre su error:
Luc 18:19.- Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno?, ninguno hay bueno sino solo Dios.
No hace falta más explicación por mi parte, ¿verdad? El Señor Jesucristo, la Palabra de Dios, nos lo ha dejado bien claro: TODOS hemos pecado, NO HAY ni uno solo justo, y NADIE ES bueno, sino únicamente DIOS. ¿Ya entendiste por qué sin pecado nadie puede recibir a Cristo? Si no te ves pecador, si te crees ser bueno y justo, déjame decirte que por mucho que digas y pienses creer, a la verdad aún no has aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador. Aún no le has conocido, ni le has visto. Nada sabes de su obra redentora en la cruz por la cual todos tus pecados, al creer en él, te son perdonados por Dios.
Por cierto y como detalle final; ni se te ocurra creer en lo que comparto porque lo diga un servidor sirviéndose de la Biblia, ni mucho menos. Acude a tu Biblia, escudríñala, y sea la Palabra, y solo la Palabra, quien te dé, o no, la conformidad de lo expuesto. Madura, toma tu lugar como hijo de Dios que eres, y deja de confiar en los hombres, y siempre busca por ti mismo la verdad en la Palabra de Dios.
La gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo sea contigo.
En Cristo Jesús, Raül Gil / Lectio Divina
Mar 2:17.- Jesús lo oyó, y les dijo: —Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
¿A quiénes ha venido a llamar Jesús? A los pecadores. ¿Y quiénes son los pecadores? Tomemos el tema en serio, y no sea por nosotros mismos que determinemos quiénes son o dejan de ser los pecadores. No, ello sería —y viene a ser en los muchos— un grave error. Vamos a escudriñar la escritura y buscar en ella quiénes lo son:
Rom 3:23.- Todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios.
¿Quiénes son los pecadores? Todos. Lee bien y de nuevo: TODOS. No, no dice todos menos este o esta, o aquel o aquella, claramente dice TODOS. ¿Es así? Sí, lo es. Pero por si de caso nos quedase duda alguna, vamos a seguir escudriñando la escritura para ver si la misma nos confirma que así es:
Rom 3:10.- Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.
¿Cuántos hay que sean justos, que hagan lo bueno? Ni uno solo. Sí, has leído bien: NO HAY NI AUN UNO. ¿Y quiénes son los pecadores y según hemos leído? TODOS. Entonces, pues, ¿cuántos hay justos y buenos?, ¿cuántos sin pecado? NI UNO SOLO. No, no dice a excepción de este o esta, o aquel o aquella, claramente dice NO HAY NI AUN UNO. ¿Claro? Pues no, no está tan claro, porque nos ha surgido una aparente contrariedad. ¿Cuál? Recapitulemos y leamos de nuevo lo que nos dijo Jesús hace un momento:
Mar 2:17.- Jesús lo oyó, y les dijo: —Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
¿Está diciendo Jesús que hay justos? ¿Está diciendo Jesús que los hay que no estén enfermos ni necesiten ser sanados de sus pecados? ¿Está Jesús contradiciendo las escrituras? No, por supuesto que no. Leamos:
Mat 13:15.- Pues la mente de este pueblo está entorpecida, tienen tapados los oídos y han cerrado sus ojos, para no ver ni oír, para no entender ni volverse a mí, para que yo no los sane.
¿Qué es lo primero que hizo el Señor Jesucristo cuando le trajeron a un paralítico enfermo para que lo sanase? Leamos:
Mar 2:5.- Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo: –Hijo mío, tus pecados quedan perdonados.
Lo primero que hizo el Señor al ver la fe que tenían, fue sanarlo. ¿De su enfermedad que le impedía andar? No, de sus pecados. Lo primero que hizo el Señor fue, mediante el perdón, sanarle de sus pecados. Sí, el perdón de los pecados es la sanidad que verdaderamente todos necesitamos para alcanzar a ver la gloria de Dios, ser llenos de su gracia, y recibir el Espíritu Santo prometido. Primero el reino de Dios y su justicia, todo lo demás vendrá por añadidura.
¿Ya has entendido por qué sin pecado nadie puede recibir a Cristo? ¿No? Ten en cuenta que tanto los que no necesitan médico como los justos que menciona Jesús, son los mismos. No es que los haya que no necesiten ser sanados de sus pecados, ni que los haya que sean justos y mucho menos sin pecado, pues ya hemos visto que no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno, que todos sin excepción hemos pecado. Pero sí, los hay que se creen justos por sí mismos —según su propia justicia, claro está— y ello y como hemos visto; porque tienen su mente entorpecida, tapados sus oídos y cerrados sus ojos para no ver ni oír; lo cual les impide sentir y ver en ellos la necesidad de creer en Dios, y mucho menos en Jesús como su redentor y salvador. No, no alcanzan a ver la necesidad de volverse al Señor para que él los sane. Son incapaces de ver en ellos el pecado y la necesidad de ser perdonados —sanados—. Creen ser por sí mismos buenos, justos y sin pecado. Y es por ello que de modo alguno pueden oír la voz del Señor cuando les llama a volverse a él, arrepentirse y creer en el evangelio. No ven la necesidad de acudir a él para que, mediante el perdón, los sane y les dé nueva vida, haciéndoles nacer de nuevo, de agua y del Espíritu. ¿Entendido?
Bien, ahora mírate a ti mismo: ¿Cuándo aceptaste verdaderamente al Señor? Cuando por la gracia de Dios te fueron abiertos los ojos, te viste pecador, y el pecado mismo que viste en ti, te llevó a reconocer la necesidad de abrirle la puerta de tu casa, de tu corazón, al Señor Jesucristo. Por medio del pecado que Dios te mostró en ti, es que le aceptaste, porque viste la necesidad de un redentor y salvador. ¿Es así? Debe de serlo, porque si aún te ves sin pecado, si consideras ser justo y bueno... Sí, lo sé. Sé que aún los habrá que crean que sí que hay justos, que los hay que no necesitan de ser sanados de sus pecados, que creen conocer a gente buena e, incluso, que se creen ser buenos ellos mismos. Dejemos que sea el Señor Jesús mismo quien les muestre su error:
Luc 18:19.- Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno?, ninguno hay bueno sino solo Dios.
No hace falta más explicación por mi parte, ¿verdad? El Señor Jesucristo, la Palabra de Dios, nos lo ha dejado bien claro: TODOS hemos pecado, NO HAY ni uno solo justo, y NADIE ES bueno, sino únicamente DIOS. ¿Ya entendiste por qué sin pecado nadie puede recibir a Cristo? Si no te ves pecador, si te crees ser bueno y justo, déjame decirte que por mucho que digas y pienses creer, a la verdad aún no has aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador. Aún no le has conocido, ni le has visto. Nada sabes de su obra redentora en la cruz por la cual todos tus pecados, al creer en él, te son perdonados por Dios.
Por cierto y como detalle final; ni se te ocurra creer en lo que comparto porque lo diga un servidor sirviéndose de la Biblia, ni mucho menos. Acude a tu Biblia, escudríñala, y sea la Palabra, y solo la Palabra, quien te dé, o no, la conformidad de lo expuesto. Madura, toma tu lugar como hijo de Dios que eres, y deja de confiar en los hombres, y siempre busca por ti mismo la verdad en la Palabra de Dios.
La gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo sea contigo.
En Cristo Jesús, Raül Gil / Lectio Divina