Re: ¿Será visible la PRESENCIA de Jesús?
Tomado de la Enciclopedia "Perspicacia para comprender las Escrituras", bajo "PRESENCIA", subtema "La naturaleza de la 'parousía' de Cristo".
No cabe duda de que una pa‧rou‧sí‧a o presencia puede ser visible; en realidad en seis de las ocasiones que aparece la palabra se refiere a la presencia humana y visible de hombres como Estéfanas, Fortunato, Acaico, Tito y Pablo. (1Co 16:17; 2Co 7:6,*7; 10:10; Flp 1:26; 2:12.) No*obstante, una pa‧rou‧sí‧a también puede ser invisible, como lo indica el uso que hace Pablo de la forma verbal relacionada (pá‧rei‧mi) cuando habla de estar “presente en espíritu” aunque ausente en cuerpo. (1Co 5:3.) Asimismo, el historiador judío Josefo hizo referencia en el texto griego de su obra a la pa‧rou‧sí‧a de Dios en el monte Sinaí, y mencionó que su presencia invisible se manifestó por los truenos y relámpagos. (Antigüedades Judías, libro*III, cap.*V, sec.*2.)
Las palabras de Jehová a Moisés con relación al arca del pacto que se hallaba en el Santísimo del tabernáculo, dan base bíblica a la idea de una presencia invisible. Jehová dijo: “Y allí ciertamente me presentaré a ti, y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta”. (Éx 25:22.) La presencia de Dios no*pudo ser visible, pues las Escrituras son explícitas al afirmar que ‘nadie ha visto a Dios jamás’, ni siquiera Moisés, ni el sumo sacerdote que entraba en el Santísimo. (Jn 1:18; Éx 33:20.) Cuando el rey Salomón inauguró el templo de Jerusalén, la nube de “la gloria de Jehová” llenó la casa. Es cierto que el propio Salomón dijo que Jehová ‘residía en el templo’, pero también declaró: “Pero ¿verdaderamente morará Dios sobre la tierra? ¡Mira! Los cielos, sí, el cielo de los cielos, ellos mismos no*pueden contenerte; ¡cuánto menos, pues, esta casa que yo he edificado!”. Sin embargo, los ojos de Jehová observarían continuamente aquella casa y Él escucharía desde “el lugar de [Su] morada, en los cielos”, las oraciones que desde allí se hiciesen. (1Re 8:10-13, 27-30; compárese con Hch 7:45-50.)
Estos relatos ponen de manifiesto la facultad de Dios de ‘estar presente’ en la Tierra en espíritu (por lo tanto, de manera invisible) sin abandonar los cielos. Su presencia bien puede hacerse patente mediante un ángel que actúa y habla en Su nombre, incluso diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre”, como hizo el ángel que habló a Moisés desde la zarza ardiente. (Éx 3:2-8; compárese con Éx 23:20; 32:34.) De manera semejante, aunque Jehová también le dijo a Moisés que ‘vendría’ a él en el monte Sinaí y ‘descendería’ en aquel lugar (Éx 19:9, 11, 18,*20), los escritos apostólicos muestran que Él se le presentó y le entregó su pacto por medio de ángeles. (Gál 3:19; Heb 2:2; véase ROSTRO.)
Como a Jesucristo, el Hijo resucitado de Jehová, se le concedió ‘toda autoridad en el cielo y sobre la tierra’, y llegó a ser “la representación exacta de su mismo ser [el de Dios]”, él también debería poder estar presente invisiblemente de una manera similar. (Mt 28:18; Heb 1:2,*3.) Podemos notar con respecto a esto que incluso cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, pudo efectuar curaciones estando lejos de la persona, igual que si hubiera estado allí presente. (Mt 8:5-13; Jn 4:46-53.)
También es evidente que Jehová Dios ha sometido a los ángeles a los mandatos de su Hijo glorificado. (1Pe 3:22.) Los textos que tratan de la presencia de Jesús suelen presentarlo ‘acompañado’ de huestes angélicas o ‘enviando’ a sus ángeles. (Mt 13:37-41, 47-49; 16:27; 24:31; Mr 8:38; 2Te 1:7.) Sin embargo, este hecho no*significa que su predicha presencia en poder y gloria del Reino consista únicamente en enviar mensajeros o diputados angélicos en misiones terrestres, pues esto ya se hacía en el siglo*I E.C. en relación con los apóstoles y otros. (Hch 5:19; 8:26; 10:3, 7,*22; 12:7-11,*23; 27:23.) Tanto las parábolas de Jesús como otros textos muestran que su presencia es como la de un amo que vuelve a su casa o como la de un hombre a quien se le otorga poder real y regresa para hacerse cargo de su dominio; además, la presencia de Jesús implica una inspección y juicio por él, seguido de la ejecución de ese juicio y el pago de la recompensa a los que se ha hallado en una condición aprobada. (Mt 24:43-51; 25:14-45; Lu 19:11-27; compárese con Mt 19:28,*29.) Puesto que el poder real de Jesús abarca toda la Tierra, su presencia es mundial (compárese con Mt 24:23-27,*30), y las palabras inspiradas de Pablo en 1*Corintios 15:24-28, así como las referencias al reinado de Cristo que se hacen en Revelación (5:8-10; 7:17; 19:11-16; 20:1-6; 21:1-4, 9, 10, 22-27), indican que la presencia de Cristo corresponde al tiempo en que dirige plenamente su atención a toda la Tierra y su población, y concentra toda la fuerza de su poder real en llevar a cabo la voluntad de su Padre para la Tierra y sus habitantes. (Compárese con Mt 6:9,*10.)
Basándose en los textos que muestran a Jesús “viniendo en las nubes con gran poder y gloria” (Mr 13:26; Rev 1:7), se ha llegado a la conclusión de que su presencia tiene que ser visible. Sin embargo, como se muestra en el artículo NUBE (Uso figurado), cuando se habla de nubes en relación con otras manifestaciones divinas, estas comunican la idea de invisibilidad más bien que de visibilidad. Además, la expresión ‘ver’ también se emplea en sentido figurado: percibir con la mente y el corazón. (Isa 44:18; Jer 5:21; Eze 12:2,*3; Mt 13:13-16; Ef 1:17,*18.) Negar este uso significaría negar también que lo opuesto a la vista, es decir, la ceguera, pudiera usarse en sentido figurado o espiritual y no*solo literal. Jesús usó en varias ocasiones la vista y la ceguera con ese sentido figurado o espiritual. (Jn 9:39-41; Rev 3:14-18; compárese también con 2Co 4:4; 2Pe 1:9.) Después que Jehová se dirigió a Job “desde la tempestad de viento” (probablemente acompañada de nubes), este dijo: “De oídas he sabido de ti, pero ahora mi propio ojo de veras te ve”. (Job 38:1; 42:5.) Job sin duda no*se refería a que lo veía con sus ojos, sino mentalmente y con el corazón, pues la Biblia dice sin ambages que “a Dios ningún hombre lo ha visto jamás”. (Jn 1:18; 5:37; 6:46; 1Jn 4:12.)
La propia declaración de Jesús de que con su muerte sacrificaría su carne a favor de la vida del mundo (Jn 6:51), y el que el apóstol Pablo dijera que el resucitado Jesús “mora en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver“ (1Ti 6:14-16), son buena prueba contra la idea de que la presencia de Jesús sea visible (en forma corporal visible a los ojos humanos). Por lo tanto, Jesús podía decir a sus discípulos: “Un poco más y el mundo ya no*me contemplará”. Es verdad que sus discípulos le contemplarían, no*solo porque se les aparecería después de su resurrección, sino también porque al debido tiempo ellos serían resucitados para unirse a él en los cielos y ‘contemplar la gloria que su Padre le había dado’. (Jn 14:19; 17:24.) Pero el mundo en general no*lo contemplaría después de su resurrección como criatura celestial (1Pe 3:18), pues Jesús limitó sus apariciones a sus discípulos. De igual modo, solo ellos vieron su ascensión al cielo, el mundo no*la vio, y los ángeles que estuvieron presentes les aseguraron a los discípulos que el regreso de Jesús sería “de la misma manera” (gr. tró‧pos, no*mor‧fḗ, “forma”), es decir, sin una exhibición pública, discernida solo por sus fieles seguidores. (Hch 1:1-11.)
No hay duda de que un corazón torcido en el que se alientan esperanzas equívocas relacionadas con la presencia de Cristo puede justificar la actitud de las personas ridiculizadoras, de quienes se predijo que en “los últimos días” se mofarían, diciendo: “¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues, desde el día en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación”. (2Pe 3:2-4; compárese con 1:16.)
Sin duda los hombres serán conscientes de lo que ocurra en “la revelación” (gr. a‧po‧ká‧ly‧psis) de Jesucristo “con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no*conocen a Dios y sobre los que no*obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús”. (2Te 1:7-9.) Sin embargo, esto no*excluye el hecho de que habrá una presencia invisible antes de esa revelación, presencia que no*disciernen las personas en general, sino solo los fieles. Podemos recordar que cuando Jesús comparó su presencia con los “días de Noé”, declaró que en el tiempo de Noé las personas “no*hicieron caso” hasta que les sobrevino la destrucción por agua, y añadió: “Así será la presencia del Hijo del hombre”. (Mt 24:37-39.)