En mis oraciones estoy pidiendo a Dios sentir su amor de una manera más directa.
Desde que mi mujer se fue y dejó de contactar conmigo, hace más o menos un año, es como si se hubiera terminado mi vida.
Si ya antes con ella, en los últimos tiempos, estaba pasando un periodo depresivo, cuando ella cortó el contacto de forma radical, experimenté unos meses de desorientación, experiencias espirituales, y vaivenes entre una especie de euforia y una tristeza profunda.
Con el tiempo, viendo que se hace imposible contactar con ella o su familia porque rechazan el contacto, he ido cayendo en una tristeza crónica y, en ciertos momentos, me parece que voy a perder el control sobre mí mismo. He tenido ya dos golpes ridículos con el coche debido a los nervios, por no citar otras pérdidas a causa del desconcierto y la desorientación.
Pero al margen de eso, como dije al principio, me cuesta entender por qué si soy salvo y tengo el Espíritu Santo me he pasado casi un año pensando cada día y cada noche más en mi mujer que en Dios.
He orado, y oro, por ella y por su familia, cada día. Eso no está mal y lo voy a seguir haciendo. Lo que sí quiero cambiar es esa obsesión en la que mi mente no para de pensar en ella. Cuando hago algo pienso: si ella estuviera aquí haría esto, si a ella le pasara esto actuaría así, etc. Y lo que debo hacer más bien es pensar en lo que haría Jesucristo.
Porque Cristo nos dejó su Espíritu para darnos consuelo. Es esa falta de consuelo que siento a veces la que me ha hecho hasta dudar de ser salvo.
Me pregunto incluso si el Señor no se habrá sentido ofendido por dedicar tanto tiempo en mi mente a mi mujer y sentir que el amor y el consuelo venían de ella y no de Él. No sé cómo compatibilizar mi preocupación por ella y por nuestro matrimonio con equilibrar mis pensamientos. Ella era mi única amiga/o, mi consejera, mi consuelo, además de mi esposa.
Aunque la oración, la lectura de la Palabra, los cultos, y hablar con los hermanos, me dan algo de consuelo, en la práctica del día a día me siento solo y me enfrento a los problemas de la vida con esa sensación de que estoy sobreviviendo a duras penas y que por delante habrá cada vez más y más dificultades conforme vaya cumpliendo años. También pienso en lo que le espera a mi esposa, que aunque se ha recuperado físicamente, veo que sus influencias ahora la están llevando por terrenos que antes ella rechazaba. Sigo orando para que se produzca la reconciliación, aunque ella no quiera aceptar mis peticiones de contacto y lo vea cada vez más difícil.
No sé cómo sentís vosotros el amor de Dios, y el consuelo del Espíritu Santo, en la práctica. Sobre todo personas que viváis solas y no tengáis apenas contacto con otras durante días. Porque yo lo que siento es que desde que mi mujer se fue mi vida parece sin sentido.
Desde que mi mujer se fue y dejó de contactar conmigo, hace más o menos un año, es como si se hubiera terminado mi vida.
Si ya antes con ella, en los últimos tiempos, estaba pasando un periodo depresivo, cuando ella cortó el contacto de forma radical, experimenté unos meses de desorientación, experiencias espirituales, y vaivenes entre una especie de euforia y una tristeza profunda.
Con el tiempo, viendo que se hace imposible contactar con ella o su familia porque rechazan el contacto, he ido cayendo en una tristeza crónica y, en ciertos momentos, me parece que voy a perder el control sobre mí mismo. He tenido ya dos golpes ridículos con el coche debido a los nervios, por no citar otras pérdidas a causa del desconcierto y la desorientación.
Pero al margen de eso, como dije al principio, me cuesta entender por qué si soy salvo y tengo el Espíritu Santo me he pasado casi un año pensando cada día y cada noche más en mi mujer que en Dios.
He orado, y oro, por ella y por su familia, cada día. Eso no está mal y lo voy a seguir haciendo. Lo que sí quiero cambiar es esa obsesión en la que mi mente no para de pensar en ella. Cuando hago algo pienso: si ella estuviera aquí haría esto, si a ella le pasara esto actuaría así, etc. Y lo que debo hacer más bien es pensar en lo que haría Jesucristo.
Porque Cristo nos dejó su Espíritu para darnos consuelo. Es esa falta de consuelo que siento a veces la que me ha hecho hasta dudar de ser salvo.
Me pregunto incluso si el Señor no se habrá sentido ofendido por dedicar tanto tiempo en mi mente a mi mujer y sentir que el amor y el consuelo venían de ella y no de Él. No sé cómo compatibilizar mi preocupación por ella y por nuestro matrimonio con equilibrar mis pensamientos. Ella era mi única amiga/o, mi consejera, mi consuelo, además de mi esposa.
Aunque la oración, la lectura de la Palabra, los cultos, y hablar con los hermanos, me dan algo de consuelo, en la práctica del día a día me siento solo y me enfrento a los problemas de la vida con esa sensación de que estoy sobreviviendo a duras penas y que por delante habrá cada vez más y más dificultades conforme vaya cumpliendo años. También pienso en lo que le espera a mi esposa, que aunque se ha recuperado físicamente, veo que sus influencias ahora la están llevando por terrenos que antes ella rechazaba. Sigo orando para que se produzca la reconciliación, aunque ella no quiera aceptar mis peticiones de contacto y lo vea cada vez más difícil.
No sé cómo sentís vosotros el amor de Dios, y el consuelo del Espíritu Santo, en la práctica. Sobre todo personas que viváis solas y no tengáis apenas contacto con otras durante días. Porque yo lo que siento es que desde que mi mujer se fue mi vida parece sin sentido.
Última edición: