NELSON MANDELA - Ama a tu enemigo!
Hace 20 años Nelson Mandela era liberado de la cárcel después de 27 años de dura prisión. Mandela es hoy el hombre más famoso de África, el que supo reconciliar a un inmenso país poblado por 45 millones de habitantes, el 75% negros y el 15% blancos.
Su madre era una cristiana evangélica, de confesión metodista. En su autobiografía (“Larga marcha hacia la libertad”), Mandela destaca y agradece los valores espirituales y morales recibidos por la educación materna. La fe cristiana y la ética social metodista influyeron profundamente sobre él. Él mismo reitera que jamás olvidó esa herencia recibida de su madre y de la Iglesia. Estudió en un colegio metodista y conservó después los más gratos recuerdos de esa comunidad y de su pastor. En aquellos tiempos una minoría blanca dominaba y aplastaba a los negros, el 80% de la población.
Habían transcurrido más de 200 años de dominación blanca y desde 1948 los “afrikaners” (descendientes de los “boers”, es decir de los granjeros holandeses y alemanes) que se habían afincado en el país, declararon la independencia de Inglaterra y se constituyeron en un país independiente y racista donde dominaba el “apartheid” (=separación) entre blancos y negros. Los negros ni podían sentarse al lado de un blanco o ir a la misma escuela; la política, la economía y los lugares clave de la sociedad estaban todos en manos de los blancos. Los negros no podían votar y en su mayoría eran analfabetos, destinados a los trabajos más pesados como si fuera una verdadera esclavitud. Cincuenta mil agricultores blancos eran dueños de 12 veces más tierras que los 14 millones de negros rurales.
Mandela compartía los métodos no violentos de resistencia practicados por el Mahatma Gandhi yMartin Luther King contra la segregación racial (desobediencia civil, boicot, manifestaciones etc.). En 1956 fue arrestado por primera vez; pasó en la cárcel un total de 27 años, una larga permanencia que en parte se explica por su apoyo en determinado momento a la lucha armada. Sucedió que el 21 de marzo de 1960 la policía disparó en forma indiscriminada contra una multitud de manifestantes negros matando a 69 personas en Sharpeville (Transvaal). Después de esta masacre y una represión que se hacía cada vez más virulenta, Mandela se adhirió desde la cárcel a la lucha armada que se estaba organizando. Era la época de la revolución cubana y del Che Guevara. Para él la acción armada era una “acción puramente defensiva frente a la violencia del aparheid”.
La violencia de los blancos se desató también en junio de 1976 contra la revuelta estudiantil en Soweto con cientos de muertos y miles de heridos. Soweto era una gran villa miseria de un millón de habitantes, rodeada por muros y alambres de púa, adonde sus pobladores no podían regresar después de las seis de la tarde a riesgo de ser encarcelados o ejecutados sumariamente. Mandela tenía en aquel entonces su casa en Soweto. Declarado terrorista, Mandela fue enviado a una cárcel de máxima seguridad en Rollen Island, una isla en el mar a 11 kilómetros de Ciudad del Cabo donde pasó allí 18 años. Sólo tenía permiso de recibir un visitante y una carta cada seis meses. Su celda era más pequeña que un cuarto de baño (dos metros y medio por dos). Había una pequeña ventana con gruesos barrotes. Tenía que vestir pantalón corto incluso en invierno y dormir sobre una colcha de paja. De día trabajaba con un pico en la cantera de cal de la isla. Un juez lo había condenado a muerte, condena que se transformó después en cadena perpetua.
Fue en la cárcel que Mandela se convenció de que la violencia generaba más violencia y desde su conciencia cristiana elaboró un proyecto de nuevo país fundado sobre nuevas bases. Su metodología consistió en ganar al enemigo con la persuasión y el respeto. Antes que nada se esforzó por conocer y estudiar la historia de los afrikaners y su mismo idioma (el “afrikáans”). Se convenció de que ellos también eran africanos aún siendo blancos y pertenecían a esa misma tierra; no eran colonialistas europeos. Su carácter íntegro, de amplia sonrisa y cordial, su estatura erguida y su amor a la verdad imponían respeto. Mandela no quería aplastar a sus enemigos, ni humillarlos, ni pagarles con la misma moneda. A sus guardias los trataba como “su guardia de honor”. Estaba convencido, y lo predicaba a sus compañeros, que también los guardias eran seres humanos vulnerables y que era el sistema que los había convertido en animales. No le fue fácil para Mandela, que ya era considerado el líder indiscutido de los negros, lograr ese objetivo pero con el tiempo se ganó a los carceleros, a los jefes de la prisión, a los enviados del gobierno, hasta llegar al presidente Peter Botha en un encuentro secreto. “Se trata de persuadir, no de vencer”, decía. Y enseñaba a sus compatriotas: “La raíz de todos nuestros problemas se encuentra en nuestro interior. El odio es la primera causa de todos nuestros sufrimientos, de los errores y fracasos; es como un cáncer que corroe el alma. Debemos aprender a perdonar”.
En 1993 llegó el Premio Nóbel de la Paz para él y para el presidente blanco Frederik De Klerk. Ambos viajaron a Oslo. En su discurso De Klerk dijo que “ambas partes habían cometido errores”, pero no reconoció los delitos e injusticias cometidas a lo largo de tantos años por el Estado con el apartheid. Mandela detalló las crueldades sufridas en la cárcel y la inhumanidad del sistema, para que el mundo supiera la verdad. En 1994 hubo elecciones totalmente libres y con sufragio universal por primera vez en la historia (“una persona, un voto”) y salió elegido naturalmente Nelson Mandela. Ese mismo año se trabajó en una nueva Constitución,se inauguró una nueva bandera de 6 colores (el arco iris de la paz) para significar una sociedad reconciliada, democrática y multirracial. Un pueblo de 39 millones de habitantes recuperaba su libertad y su dignidad después de 350 años de dominación blanca. El 26 de julio de 1995 se instaló la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que Mandela confió a Desmond Tutu, arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo. Esta Comisión debía analizar las violaciones a los derechos humanos desde 1960, pero buscando justicia y no venganza,reparación y no revancha. De acuerdo a la visión cristiana de Tutu y a las directivas de Mandela, se antepuso en realidad la reconciliación a la justicia y el perdón a la reparación. Se admitió la Amnistía a cambio de la verdad y la explicación pública de las atrocidades cometidas, ofreciendo espacios a las victimas para su rehabilitación y reparación. Se recomendó el procesamiento de los principales causantes de la violencia. Los trabajos duraron más de dos años y los resultados fueron aceptados por Mandela. Reconoció que “también los negros habían cometido graves violaciones a los derechos humanos”. Pero ahora había llegado el momento de la reconciliación. Según Mandela “una sociedad está gravemente enferma cuando no se libera de las lacras de la violencia y el sectarismo”.
Mandela se propuso no sólo liberar a los negros de toda esclavitud sino también a los blancos del miedo, como lo muestra la película “Invictus”. Al hacerse cargo de la presidencia confirmó en su cargo a todo el personal blanco de la misma, mantuvo a De Klerk como vicepresidente, perdonó al juez que lo había condenado a muerte. Supo utilizar el mundial de rugby de 1995 (“un equipo, un país”) ganado por Sudáfrica cuyo equipo contaba con un sólo negro, para un abrazo que fundió a negros y blancos en un único triunfo. Su revolución no miraba tan sólo a destruir el apartheid sino a reconciliar y unir a todo un pueblo atrás de un nuevo proyecto de país. La fuerza (y al mismo tiempo la debilidad) de Mandela fue confiar en la gente, saber ver lo bueno en personas que el 99% habría considerado imposible de rescatar. Sabía despertar y promover lo mejor que había en cada persona. Terminado su mandato en 1999, le dejó lugar a otros más jóvenes dedicándose a respaldar la paz en África, a la lucha contra la pobreza y contra el Sida. Decía Mandela: “Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas para escalar”. Hoy Sudáfrica es una democracia estable, donde reina el estado de derecho para todos, la máxima libertad de expresión y una convivencia normal, a pesar de los muchos problemas a nivel de pobreza y de desigualdad social que quedan por resolver.
Mandela se ha mostrado siempre al público, ya sea bailando al son de las músicas tradicionales o con la remera de los colores de África como un hombre cálido, magnánimo, de constante buen humor, llevando una vida austera (se levanta siempre a las 4,30 hs. de la mañana) y de extrema cordialidad. Después de siglos de un “genocidio moral” como Mandela definió al apartheid, en vez de exigir a gritos venganza, el pueblo sudafricano dio al mundo una lección de inteligencia y capacidad de perdón. Mandela quedó como un “símbolo de esperanza para todos los oprimidos y marginados del mundo” según la ONU que declaró el 18 de julio de cada año, por ser la fecha de su nacimiento, Día Internacional de Nelson Mandela. A pesar de la cantidad de premios y elogios recibidos, Mandela siempre mantuvo su humildad y discreción. “Somos hijos de Dios. Todos podemos brillar. Nacimos para manifestar la gloria de Dios que está entre nosotros. Mientras dejemos que nuestra luz brille, mientras nos liberemos de nuestros propios miedos, nuestra presencia, nuestra luz, liberará también a otros”.
Mandela desea que lo entierren junto a sus ancestros en Qunn, al oriente de Ciudad del Cabo, donde pasó los años más felices de su infancia. En su autobiografía, él lo describe como un lugar de pequeñas chozas con forma de panal, con techos de pasto.
Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran; porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los mansos; porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores; porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos.
(Mateo 5:3-10)
http://www.umbrales.edu.uy/articulos/mandela.php
Hace 20 años Nelson Mandela era liberado de la cárcel después de 27 años de dura prisión. Mandela es hoy el hombre más famoso de África, el que supo reconciliar a un inmenso país poblado por 45 millones de habitantes, el 75% negros y el 15% blancos.
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Su madre era una cristiana evangélica, de confesión metodista. En su autobiografía (“Larga marcha hacia la libertad”), Mandela destaca y agradece los valores espirituales y morales recibidos por la educación materna. La fe cristiana y la ética social metodista influyeron profundamente sobre él. Él mismo reitera que jamás olvidó esa herencia recibida de su madre y de la Iglesia. Estudió en un colegio metodista y conservó después los más gratos recuerdos de esa comunidad y de su pastor. En aquellos tiempos una minoría blanca dominaba y aplastaba a los negros, el 80% de la población.
Habían transcurrido más de 200 años de dominación blanca y desde 1948 los “afrikaners” (descendientes de los “boers”, es decir de los granjeros holandeses y alemanes) que se habían afincado en el país, declararon la independencia de Inglaterra y se constituyeron en un país independiente y racista donde dominaba el “apartheid” (=separación) entre blancos y negros. Los negros ni podían sentarse al lado de un blanco o ir a la misma escuela; la política, la economía y los lugares clave de la sociedad estaban todos en manos de los blancos. Los negros no podían votar y en su mayoría eran analfabetos, destinados a los trabajos más pesados como si fuera una verdadera esclavitud. Cincuenta mil agricultores blancos eran dueños de 12 veces más tierras que los 14 millones de negros rurales.
Mandela compartía los métodos no violentos de resistencia practicados por el Mahatma Gandhi yMartin Luther King contra la segregación racial (desobediencia civil, boicot, manifestaciones etc.). En 1956 fue arrestado por primera vez; pasó en la cárcel un total de 27 años, una larga permanencia que en parte se explica por su apoyo en determinado momento a la lucha armada. Sucedió que el 21 de marzo de 1960 la policía disparó en forma indiscriminada contra una multitud de manifestantes negros matando a 69 personas en Sharpeville (Transvaal). Después de esta masacre y una represión que se hacía cada vez más virulenta, Mandela se adhirió desde la cárcel a la lucha armada que se estaba organizando. Era la época de la revolución cubana y del Che Guevara. Para él la acción armada era una “acción puramente defensiva frente a la violencia del aparheid”.
La violencia de los blancos se desató también en junio de 1976 contra la revuelta estudiantil en Soweto con cientos de muertos y miles de heridos. Soweto era una gran villa miseria de un millón de habitantes, rodeada por muros y alambres de púa, adonde sus pobladores no podían regresar después de las seis de la tarde a riesgo de ser encarcelados o ejecutados sumariamente. Mandela tenía en aquel entonces su casa en Soweto. Declarado terrorista, Mandela fue enviado a una cárcel de máxima seguridad en Rollen Island, una isla en el mar a 11 kilómetros de Ciudad del Cabo donde pasó allí 18 años. Sólo tenía permiso de recibir un visitante y una carta cada seis meses. Su celda era más pequeña que un cuarto de baño (dos metros y medio por dos). Había una pequeña ventana con gruesos barrotes. Tenía que vestir pantalón corto incluso en invierno y dormir sobre una colcha de paja. De día trabajaba con un pico en la cantera de cal de la isla. Un juez lo había condenado a muerte, condena que se transformó después en cadena perpetua.
Fue en la cárcel que Mandela se convenció de que la violencia generaba más violencia y desde su conciencia cristiana elaboró un proyecto de nuevo país fundado sobre nuevas bases. Su metodología consistió en ganar al enemigo con la persuasión y el respeto. Antes que nada se esforzó por conocer y estudiar la historia de los afrikaners y su mismo idioma (el “afrikáans”). Se convenció de que ellos también eran africanos aún siendo blancos y pertenecían a esa misma tierra; no eran colonialistas europeos. Su carácter íntegro, de amplia sonrisa y cordial, su estatura erguida y su amor a la verdad imponían respeto. Mandela no quería aplastar a sus enemigos, ni humillarlos, ni pagarles con la misma moneda. A sus guardias los trataba como “su guardia de honor”. Estaba convencido, y lo predicaba a sus compañeros, que también los guardias eran seres humanos vulnerables y que era el sistema que los había convertido en animales. No le fue fácil para Mandela, que ya era considerado el líder indiscutido de los negros, lograr ese objetivo pero con el tiempo se ganó a los carceleros, a los jefes de la prisión, a los enviados del gobierno, hasta llegar al presidente Peter Botha en un encuentro secreto. “Se trata de persuadir, no de vencer”, decía. Y enseñaba a sus compatriotas: “La raíz de todos nuestros problemas se encuentra en nuestro interior. El odio es la primera causa de todos nuestros sufrimientos, de los errores y fracasos; es como un cáncer que corroe el alma. Debemos aprender a perdonar”.
De la cárcel a la presidencia
Las negociaciones llevaron a Mandela a su liberación el 11 de febrero de 1990 y a los acuerdos con el nuevo presidente Frederik De Klerk para un llamado a elecciones libres. Recién liberado, su primera conferencia de prensa fue en la casa del arzobispo anglicano Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz 1984 por su lucha contra el apartheid que la ONU había declarado “crimen contra la humanidad”. Mandela tendió una mano tranquilizadora a los blancos, tuvo palabras de agradecimiento por sus carceleros y manifestó no tener resentimiento alguno y tan sólo el deseo de que a la dominación de los blancos sobre los negros, no siguiera una dominación negra sobre los blancos. Desde el primer día dijo salir de la cárcel sin pensar en la venganza y que todos los sudafricanos, negros y blancos, iban a tener un lugar en el futuro de la nación. Sabía que la primera prioridad era evitar una guerra civil, no sólo entre blancos y negros, sino entre blancos extremistas y blancos moderados; sabía que sin los blancos que tenían todos los recursos en sus manos no iba a poder hacer nada. Supo convencer a su gente y también a los blancos que en una guerra no habría vencedores, sino que todos serían perdedores. Su ofensiva de paz no le impidió tener mano dura en los momentos más difíciles; sólo en tres años (de 1990 a 1993) la violencia política causó diez mil muertos. A los blancos supo hablarles en su propio idioma y comparó la lucha de su pueblo con la de los afrikaners cien años antes para liberarse del imperio británico. Con los negros recurrió al concepto humanista africano de “ubuntu” (=estar juntos). La transición debía ser pacífica y la nueva república debía ser de todos. Era la época de la caída del muro de Berlín.
En 1993 llegó el Premio Nóbel de la Paz para él y para el presidente blanco Frederik De Klerk. Ambos viajaron a Oslo. En su discurso De Klerk dijo que “ambas partes habían cometido errores”, pero no reconoció los delitos e injusticias cometidas a lo largo de tantos años por el Estado con el apartheid. Mandela detalló las crueldades sufridas en la cárcel y la inhumanidad del sistema, para que el mundo supiera la verdad. En 1994 hubo elecciones totalmente libres y con sufragio universal por primera vez en la historia (“una persona, un voto”) y salió elegido naturalmente Nelson Mandela. Ese mismo año se trabajó en una nueva Constitución,se inauguró una nueva bandera de 6 colores (el arco iris de la paz) para significar una sociedad reconciliada, democrática y multirracial. Un pueblo de 39 millones de habitantes recuperaba su libertad y su dignidad después de 350 años de dominación blanca. El 26 de julio de 1995 se instaló la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que Mandela confió a Desmond Tutu, arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo. Esta Comisión debía analizar las violaciones a los derechos humanos desde 1960, pero buscando justicia y no venganza,reparación y no revancha. De acuerdo a la visión cristiana de Tutu y a las directivas de Mandela, se antepuso en realidad la reconciliación a la justicia y el perdón a la reparación. Se admitió la Amnistía a cambio de la verdad y la explicación pública de las atrocidades cometidas, ofreciendo espacios a las victimas para su rehabilitación y reparación. Se recomendó el procesamiento de los principales causantes de la violencia. Los trabajos duraron más de dos años y los resultados fueron aceptados por Mandela. Reconoció que “también los negros habían cometido graves violaciones a los derechos humanos”. Pero ahora había llegado el momento de la reconciliación. Según Mandela “una sociedad está gravemente enferma cuando no se libera de las lacras de la violencia y el sectarismo”.
Mandela se propuso no sólo liberar a los negros de toda esclavitud sino también a los blancos del miedo, como lo muestra la película “Invictus”. Al hacerse cargo de la presidencia confirmó en su cargo a todo el personal blanco de la misma, mantuvo a De Klerk como vicepresidente, perdonó al juez que lo había condenado a muerte. Supo utilizar el mundial de rugby de 1995 (“un equipo, un país”) ganado por Sudáfrica cuyo equipo contaba con un sólo negro, para un abrazo que fundió a negros y blancos en un único triunfo. Su revolución no miraba tan sólo a destruir el apartheid sino a reconciliar y unir a todo un pueblo atrás de un nuevo proyecto de país. La fuerza (y al mismo tiempo la debilidad) de Mandela fue confiar en la gente, saber ver lo bueno en personas que el 99% habría considerado imposible de rescatar. Sabía despertar y promover lo mejor que había en cada persona. Terminado su mandato en 1999, le dejó lugar a otros más jóvenes dedicándose a respaldar la paz en África, a la lucha contra la pobreza y contra el Sida. Decía Mandela: “Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas para escalar”. Hoy Sudáfrica es una democracia estable, donde reina el estado de derecho para todos, la máxima libertad de expresión y una convivencia normal, a pesar de los muchos problemas a nivel de pobreza y de desigualdad social que quedan por resolver.
Mandela se ha mostrado siempre al público, ya sea bailando al son de las músicas tradicionales o con la remera de los colores de África como un hombre cálido, magnánimo, de constante buen humor, llevando una vida austera (se levanta siempre a las 4,30 hs. de la mañana) y de extrema cordialidad. Después de siglos de un “genocidio moral” como Mandela definió al apartheid, en vez de exigir a gritos venganza, el pueblo sudafricano dio al mundo una lección de inteligencia y capacidad de perdón. Mandela quedó como un “símbolo de esperanza para todos los oprimidos y marginados del mundo” según la ONU que declaró el 18 de julio de cada año, por ser la fecha de su nacimiento, Día Internacional de Nelson Mandela. A pesar de la cantidad de premios y elogios recibidos, Mandela siempre mantuvo su humildad y discreción. “Somos hijos de Dios. Todos podemos brillar. Nacimos para manifestar la gloria de Dios que está entre nosotros. Mientras dejemos que nuestra luz brille, mientras nos liberemos de nuestros propios miedos, nuestra presencia, nuestra luz, liberará también a otros”.
Mandela desea que lo entierren junto a sus ancestros en Qunn, al oriente de Ciudad del Cabo, donde pasó los años más felices de su infancia. En su autobiografía, él lo describe como un lugar de pequeñas chozas con forma de panal, con techos de pasto.
Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran; porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los mansos; porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores; porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos.
(Mateo 5:3-10)
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