SANTISIMA TRINIDAD

2 Junio 2001
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Existen personas de muy buena voluntad, que como causa del proselitismo de muchos grupos, se confunden con lo que hemos aprendido desde niños: Que hay un solo Dios en tres Personas distintas pero iguales. El presente estudio, explica ampliamente el misterio de la "Santísima Trinidad" para que tu, querido lector, aprecies las maravillas que Jesús nos muestra a la Luz de la Biblia y el Magisterio de la Iglesia.

SANTISIMA TRINIDAD

A Cristo, en unas ocasiones lo vemos brillar como hombre:
“Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.”(Mc. 13,32)
Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. (Mt. 24,36)

En otras, Cristo brilla como Dios, pues lo es.
Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios.» (Jn. 16,30)
“...en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.” (Col. 2,3)
Lo anterior se debe a que Cristo es un sola persona; en El, Dios y el hombre son una sola y la misma Persona (Compuesto Teándrico; Teho = Dios; andros=hombre). Todo en El es Dios-hombre y hombre-Dios. Es consubstancial a Dios y consubstancial al hombre. Es la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, distinto del Padre y del Espíritu Santo.
Esto lo entendemos mediante la Unión Hipostática, que consiste en la unión de las dos naturalezas en Cristo según la sustancia, la cual se realizó en el primer instante de la Encarnación. No existe en la unión de las dos naturalezas confusión ni conversión
de una naturaleza en la otra, pues permanecen substancialmente distintas; pero son inseparables. Por eso se dice que Cristo es “de dos naturalezas y en dos naturalezas”.

Para entender plenamente lo anterior, es necesario tener presentes y claramente definidos algunos términos, profundicemos en ellos:

INTEGRIDAD DE NATURALEZAS
Ambas naturalezas retienen sus propiedades, las facultades de entender y querer. Por lo que en Cristo existen las dos operaciones. Las dos voluntades, divina y humana, existen en El sin contradicción en ellas. De este modo, por la integridad de naturalezas existen en Cristo tres sustancias: El Verbo, el alma y la carne: la primera en cuanto Dios y las dos últimas en cuanto
hombre, lo que equivale a decir que en Cristo hay una Persona, la del Hijo de Dios, y dos sustancias, la divina y la humana, entendiendo en está última comprendidos el alma y el cuerpo.

NATURALEZA
Es el conjunto de propiedades que tiene un ser de manera innata, esto es, no adquiridas posteriormente al momento de llegar a ser. En Dios, por ser El eterno, estas propiedades subsisten desde la eternidad: como El mismo, no tuvieron principio. En la criatura humana son propiedades tenidas con el principio del ser y que deben distinguirse de las que posteriormente se recibirán por influencias del medio en que el individuo se desarrolla. De esto resulta que entre las criaturas hay tantas naturalezas como individuos, en tanto que en Dios hay una sola Naturaleza Divina.

PERSONA
Es el ser que tiene capacidad para relacionarse espiritualmente. De este modo la “persona” se opone a la “cosa”, que carece de capacidad de relación, y al “animal”, que goza tan sólo de una capacidad de relación elemental y puramente material.

PERFECCION
Es cada de las propiedades que conforman la naturaleza del ser: en la materia inerte el existir; en el vegetal el vivir; en el animal el instinto; en el hombre y en Dios la inteligencia y la voluntad; son ejemplos de perfecciones. El ser superior suma a las perfecciones que posee el inferior las suyas propias: el vegetal además de existir, vive; el animal además de vivir, tiene instinto:
el hombre sobre todo ello piensa y quiere; Dios posee la suma de toda perfección en grado infinito. De aquí su eternidad, grado infinito de su existencia; su omnisciencia (conocimiento de todo), grado infinito de su inteligencia; y su omnipotencia (poder hacer todo), grado infinito de su voluntad.

ORIGEN, PROCEDENCIA O PROCESIÓN
Es el acto por el cual una persona, animal o cosa, procede de otra de manera real. Las procesiones pueden ser de dos clases: inmanentes si permanecen en aquél del que proceden; o transeúntes cuando tienen existencia fuera del que proceden. Por ejemplo, cuando pensamos, damos origen a nuestros pensamientos, los cuales mientras existen permanecen dentro de
nosotros. En cambio, cuando escribimos una carta, lo escrito ha quedado fuera de nosotros.

PROCEDENCIAS EN DIOS
En Dios también se dan procedencias de ambas clases: las inmanentes, que permanecen dentro de El, son las que tienen lugar dentro de la esencia divina, y dentro del misterio de la Unidad y Trinidad de Dios. Las procedencias de Dios transeúntes son las que, teniendo lugar fuera de Dios, dan origen a la Creación y a las criaturas, a su conservación y gobierno del Universo.

TERMINOS EN LAS PROCEDENCIAS
En toda procesión o procedencia existen dos elementos: aquel del cual procede otro, y ese otro que procede del primero. Más claro, el que da origen y el originado. Por ejemplo, el padre es el que origina, y el hijo es el originado. Decimos entonces que
un hijo procede de su padre; un arroyo procede de una fuente (lugar de nacimiento del agua); el calor procede del sol.

RELACION
Es el accidente por medio del cual se establece un orden o referencia, de manera que la relación hace que se distingan uno de otro. Por ejemplo: el Sol es el que da origen y el calor es el originado; la fuente es la que mana, y el arroyo es el emanado; el
padre es que engendra, y el hijo es el engendrado. Decimos entonces, según estros tres ejemplos, que en el primero existe relación de origen, entre el sol y el calor; en el segundo, relación de emanación entre la fuente y el arroyo; en el tercero,
relación de generación entre el padre y el hijo.

ENGENDRAR
Es el acto por el cual un ser engendra o transmite la vida a otro ser que resulta semejante al primero. Tratándose del hombre, el que engendra y el engendrado son personas distintas una de la otra, por cuanto cada quien en sí mismo posee capacidad de relacionarse espiritualmente. Al mismo tiempo también constituyen dos naturalezas distintas, por cuanto cada uno posee
propiedades innatas particulares. Así ocurre con frecuencia que el hijo difiere notablemente del padre, y que hermanos, hijos de los mismos padres, presentan grandes diferencias entre ellos.

TRINIDAD DE PERSONS EN UN SOLO DIOS
El misterio de la esencia de Dios, esto es, lo que de El no podemos entender, consiste en que, contrariamente a lo que sucede entre los hombres, en Dios hay tres Personas perfectamente distintas en la unidad de una sola Naturaleza, por lo que las Tres Divinas Personas son enteramente iguales al mismo tiempo que la distinción de cada una es perfecta.

EXPLICACIÓN DEL MISTERIO
En cuanto es dable a nuestra limitada inteligencia, y tomando en cuenta que el Señor quiere que los hombres la empleen en el esfuerzo de llegar a conocerle ayudados por la divina luz, este misterio ha sido explicado por el Magisterio de la Iglesia. Para facilidad de comprensión vamos a hablar de Dios a la manera de los hombres, de modo que supondremos al Señor actuando
por pasos hasta llegar a integrar la Trinidad; pero en realidad de Dios debemos decir que El es “acto puro”, es decir, que su forma de ser es inmutable, sin variación eternamente, pues tiene en “acto” toda posibilidad, toda potencia. En suma, Dios es en su esencia “acto puro, inmutable, eterno, sin posibilidad de cambio o variación”.

EL PRINCIPIO DE TODO
El principio de todo es el Padre. El Padre, Ser inteligente, tiene dos procesiones inmanentes: una según la acción de entender y la otra según la de amar. Por vía del entendimiento es Padre se conoce, es decir, lo mismo que en nosotros sucede cuando conocemos algo, se representa en la mente una imagen de Sí mismo. Una imagen perfectísima, porque en Dios todo es de suma perfección, es decir, esa imagen suya tiene todas sus perfecciones, incluso la perfección de existir desde la eternidad; y tiene todas sus propiedades, por lo cual tiene su misma Naturaleza; como el Padre, su imagen viva tiene inteligencia y voluntad, por lo cual es capaz, como El, de relacionarse espiritualmente; por tanto esa imagen perfectísima del Padre es igual a El, una
Persona, por no la misma Persona del Padre, sino una Persona distinta, por cuanto no es el mismo el que piensa que el pensado.

UN ACTO DE GENERACIÓN
Como ya definimos antes, padre es el ser que engendra o transmite la vida a otro llamado hijo. De este modo, la primera Persona en Dios es justamente llamada “Padre” y la segunda Persona es justamente llamada “Hijo”, pues existe realmente un acto de generación por el cual la primera Persona engendra o transmite la vida a la segunda Persona por vía del entendimiento.

LA PROCEDENCIA POR VIA DEL AMOR
La segunda y última de las procesiones inmanentes en Dios es la de la voluntad, esto es, el querer, el amar. El Padre, encontrando a su Hijo igual a El y perfectísimo, le ama con Amor infinito; por su parte el Hijo ama a su Padre con el mismo Amor. El amor mutuo que existe entre el Padre y el Hijo es una “espiración activa” que está en el Padre y en el Hijo a la cual
se le conoce como “Término de Amor” entre el Padre y el Hijo, y a la cual la Sagrada Escritura da diversos nombres, entre ellos le llama: “Espíritu Santo, Amor, Don, Paráclito, Espíritu de Verdad, Virtud del Altísimo, Dedo de Dios, Sello, Unión, Fuego, Fuente Viva y Unción. Siendo activa esta espiración, tiene vida, la que procede el Padre y del Hijo como Término de Amor.

TRES PERSONA IGUALES Y DISTINTAS
Uno es el que engendra, otro el engendrado, y un tercero el que del amor de ambos procede. Son, pues, tres Personas distintas. Pero tres personas iguales: ninguna con más dignidad, perfección o autoridad, pues es una sola Naturaleza que las une en la igualdad de un solo Dios. El Padre y el Hijo se distinguen por oposición de términos de paternidad y filiación, en tanto
que el Espíritu Santo se opone también relativamente al Padre y al Hijo, no en cuanto tales, sino en cuanto que ellos constituyen un solo principio espirador, la relación de espiración activa que es común a los dos; esto es que dos son los que mutuamente se aman y otro es el que constituye el término de ese Amor.

EL TRIANGULO EQUILÁTERO, UNA IMAGEN
Con frecuencia vemos representando el Misterio y la misma Santísima Trinidad por medio de un triángulo equilátero: esta figura geométrica tiene sus tres lados y sus tres ángulos iguales, miden lo mismo; con todo, si llamamos respectivamente a cada lado y a cada ángulo con las letras A, B, C y a, b, c, el lado A no es ni el B ni el C, por más que midan lo mismo; el ángulo “a” no es
el “b” ni el “c”, aunque cada uno mida sesenta grados; y con todo, es un solo triángulo.

COMUNIDAD EN LA ACCION ‘AD EXTRA’
Las procesiones transeúntes de Dios con la creación, el mantenimiento y el gobierno de sus criaturas, lo que comúnmente conocemos como la Divina Providencia. Aunque toda acci´n de la Santísima Trinidad “ad extra” (latín: ‘hacia fuera”, esto es, fuera de su Misterio, hacia las criaturas) es obra común de las Tres Divinas Personas, los hombres acostumbramos atribuir a
determinados actos a cada una de ellas:
Al Padre la creación, la providencia de sus criaturas, el poder, la fuerza, el designio de salvación de la humanidad caída en pecado, el premio o remuneración y el destino final del hombre.
Al Hijo, Verbo de Dios, Imagen y Expresión del Padre, Comunicación Divina, le atribuimos la Palabra Sagrada contenida en la Biblia como presencia divina; la obra de la Redención, la fundación de la Iglesia, el Juicio final y ser Cabeza de la humanidad en su peregrinar hacia el Padre, su último fin, todo lo cual constituye la obra mesiánica del Cristo, el Ungido de Dios.
Al Espíritu Santo le atribuimos la obra de Santificación, con todo lo que ella implica: el amor, la luz, la sabiduría, la acción de la
gracia, los llamados “dones del Espíritu Santo” y los carismas.

LA PRESENCIA TRINITARIA EN LA CREACIÓN
La Sagrada Escritura nos habla de la existencia de las Tres Divinas Personas en Dios desde sus primeras páginas, por manera que, si bien el hombre no puede ciertamente conocer esta verdad por sus solas fuerzas, la Revelación se lo da a conocer desde el principio. Leamos:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Gen. 1,1) En este pasaje por la palabra “Dios” se designa al Padre, principio de toda existencia.
“La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.” (Gen. 1,2). Esa palabra “aleteaba” nos está hablando a la vez de una presencia activa y de la figura de paloma que más tarde adoptaría el Divino Espíritu en su manifestación visible.
Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra. Cuando no existían los abismos fui engendrada, cuando no había fuentes cargadas de agua. (Prov. 8,23-24). Así nos habla de Ella misma la Sabiduría de Dios. Pero la Sabiduría de Dios es Jesucristo, conforme a lo que enseña San Pablo: “Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.” (1 Cor. 1,23-24). San Juan confirma lo dicho llamando al Hijo de Dios ‘La Palabra’: En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.” (Jn. 1,1-3).

TAMBIEN LA UNIDAD DE DIOS FUE REVELADA
Junto con la revelación trinitaria de Dios se nos habla en el comienzo del Génesis de su unidad en estos dos en que parece que las tres Divinas Personas deliberan sobre lo que hay que hacer con respecto al hombre, mostrando su preocupación por él:
“Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra...” “Y dijo Yahveh Dios: «¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal!...” (Gen. 1,26; 3,22). ¡Momentos solemnes, uno grato y el otro ingrato, de vital importancia para el hombre, en que Dios descubre su Ser uno y trino!

EL PADRE Y EL ESPIRITU SANTO DAN TESTIMONIO DE LA DIVINIDAD DE CRISTO.
Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, “y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: = «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.» (Lc. 3,21-22). En este pasaje se nos recuerda que la generación de Cristo como Hijo de Dios fue anunciada en el Antiguo Testamento (Sal. 2,7-8) “Voy a anunciar el decreto de Yahveh: El me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy. Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra.”

En medio de la escena magnífica y gloriosa de la transfiguración del Señor, escucharon Pedro, Santiago, y Juan nuevamente la voz del Padre: “Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» (Mt. 17,5). Todo esto también estaba ya predicho en la Sagrada Escritura: “He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones.” (Is. 42,1). Moisés se encarga de dar de parte de Yahveh al pueblo una advertencia a la que parece aludir el Padre en aquella transfiguración: “Y Yahveh me dijo a mí: «Bien está lo que han dicho. “Yo les suscitaré,
de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande. Si alguno no escucha mis palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuentas de ello.” (Deut. 18,17-19).

Jesús exclama delante de Andrés y Felipe: “Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre.» Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.» Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. (Jn. 12,27-30).

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