SAN FRODO Y EL DEMONIO DE HARRY POTTER

Tobi

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21 Noviembre 2000
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- «San Frodo» y el demonio Harry Potter.

por Michael G. Maudlin
Redactor Jefe de la sección de “Libros y Cultura”
de la revista «Christianity Today»

El pasado mes de noviembre, –escribe Maudlin– y con destino a nuestra revista paralela Christian Parenting Today (Padres Cristianos Hoy), tuve la oportunidad de entrevistar a Nell Minow, la famosa “Movie Mom” (La Mama del Cine), ampliamente conocida en la radio y en la Internet por su defensa apasionada de la moral en el cine y por sus consejos y advertencias a los padres para que estén siempre alerta a la hora de proteger a sus hijos de películas inapropiadas y dañinas. Para más información al respecto pulse aquí: Movie Mom

La entrevista suscitó entre los lectores una respuesta muy positiva, y recibimos un buen número de cartas de conformidad y aprecio. Aunque hubo unas pocas que expresaban opiniones similares a la de ésta, que acabo de recibir:

«Visité su página en Internet (la de “Movie Mom”) y descubrí que en la lista que publican sobre “Las mejores películas de todos los tiempos” se incluye ¡Harry Potter y la Piedra Filosofal!. Debe tratarse de una broma, ¿verdad?. De lo contrario, ¿por qué se llaman Uds. a si mismos CRISTianos? No se dan cuenta de que con este proceder nos dan a nosotros, los que realmente queremos seguir a Cristo, una mala reputación? Tómense la molestia de leer en la Biblia los siguientes textos: Dt. 18:10-14; 2 R. 17:17,18; 2 Cr. 33:6; Gál. 5:19-21. De hecho, no es la primera vez que descubro en su revista cosas que, no tan solo son de mal gusto, sino que apestan directamente a Infierno.»

Pasemos por alto el hecho de que en el artículo en cuestión no se mencionaba para nada a Harry Potter; y no entremos tampoco a rebatir el error evidente del autor/autora de citada carta, al confundir la mención de la magia imaginativa como recurso literario (a lo que, en una correcta y sana exégesis, no se aplica ninguno de los textos citados), con la práctica de la magia real dentro de un entorno ocultista (que es a lo que estos textos se refieren). Porqué con independencia de esto, la carta en cuestión es un buen ejemplo de cómo los libros de J.K. Rowling han pegado justo en el punto neurálgico más sensible de algunos sectores evangélicos. Y el vitriolo arrojado en venganza, no se ha limitado los sectores marginales o periféricos sino que ha contagiado incluso a la cúpula dirigente del mundo cristiano.

Tomemos, a modo de ejemplo, el caso del venerable Ted Baehr, editor de la revista Movieguide y Presidente de la Christian Film & Televisión Commission (Comisión Cristiana de Cine y Televisión), un organismo creado para actuar como puente diplomático entre Hollywood y la comunidad cristiana. Aunque habitualmente cauto en su criticismo hacia la industria cinematográfica y cuidadoso de no caer en exageraciones y generalizaciones que luego se tenga que tragar a la hora de enfrentarse a los directores y altos ejecutivos de los estudios, Baehr, no ha dudado un instante en unirse a la campaña abierta contra Harry Potter, calificándola la película de “pornografía encubierta” en tanto “seduce” a los jóvenes a contemporizar con el ocultismo.

Richard Abanes, especialista en el tema de sectas, ha capitalizado también la histeria anti-Potter avivando las llamas del miedo con su libro Harry Potter and the Bible: The Menance Behind the Magick (Harry Potter y la Biblia: La amenaza oculta detrás del Mago). Aunque luego, a lo largo de un debate radiofónico en El show de Dennis Praeger, fuera incapaz de aportar datos de un solo caso de alguien que afirmara haberse sentido atraído hacia el ocultismo por haber contemplado la tan denostada película.

Lo más sorprendente, sin embargo, de todo este rechazo de matices primitivos hacia Harry Potter, –y que le confiere la dimensión de incógnita inexplicable,– es cuando se contrasta con la aceptación incondicional y aprobación generalizada que la comunidad cristiana ha deparado por el otro lado a El Señor de los Anillos, la trilogía de novelas fantásticas de J.R.R. Tolkien, convertida en exitazo de taquilla por el director cinematográfico Peter Jackson.

Ambos proyectos literarios comparten un sinfín de similitudes. Ambos parten de relatos fantásticos salidos de la pluma de autores Británicos, quienes no tan sólo recurren a seres fantásticos para popularizar su narrativa, sino que incluyen la magia como parte integrante de su argumento. En ambas novelas, la magia se presenta ante el lector como un elemento neutro, susceptible de ser usado para el bien o para el mal. Y ambos autores permiten que sus respectivos héroes hagan pleno uso de la magia en apoyo de su causa. ¿Por qué extraña razón, entonces –se pregunta uno– no se les condena a ambos por igual?.

Si nos dejamos llevar por la paranoia de querer descubrir e identificar elementos malignos en el argumento, en tal caso, cabe decir que Tolkien “apesta a Infierno” –como afirma en su carta mi amable comunicante– mucho más que Rowling. Digamos, de entrada, que la Tierra Media se describe en la narrativa de Tolkien como un escenario eminentemente secular. En ella no se incluyen ni se habla de ningún tipo de templos o iglesias, tan sólo de monumentos mágicos erigidos en la memoria de reyes mitológicos y personajes del pasado.Tampoco (que yo recuerde, al menos, en las cinco veces que he leído los libros, pero que alguien me corrija si estoy equivocado) se hace referencia a ninguna forma de culto; no se habla de ningún mago, elfo, enano, hombre, o hobbitt que ore, que se dirija o mencione de algún modo a una divinidad o Ser superior. Harry Potter, por lo menos, celebra la Navidad. Razón suficiente como para concluir que la devoción religiosa no era precisamente el punto fuerte de Tolkien o al menos de su narrativa.

En segundo lugar, si hemos de condenar una obra literaria por aquello que ha inspirado en sus lectores, mejor encaramos toda la artillería hacia Tolkien. Pues, si bien en cierto que ni Tolkien ni Rowling han fomentado nunca en los lectores el error de confundir sus mundos mágicos imaginarios con el mundo real (de hecho, ambos autores se esfuerzan en hacer todo lo contrario), los fans de El Señor de los Anillos que han transformado la Tierra Media en una realidad y que consciente y voluntariamente han penetrado en ella, son muchísimos.

Se hace muy difícil desligar el peligroso Juego de Rol, de marcadas tendencias ocultistas, conocido como Dungeons and Dragons (Mazmorras y Dragones), de la popularidad e influencia de El Señor de los Anillos, que ha aportado a la imaginación de nuestra sociedad actual los elementos, el paisaje y ambiente adecuados para su promoción y desarrollo. Hay un sitio en Internet donde se venden cartas de Tarot de El Señor de los Anillos. ¿Se puede afirmar que ha habido personas para quienes Tolkien ha servido como puerta de entrada al mundo del ocultismo? La respuesta es, definitivamente, sí.

Y sin embargo, ¿donde están las voces de protesta y denuncia? ¿Donde el barullo de oposición del mundo evangélico en contra de El Señor de los Anillos? No he escuchado nada por ninguna parte, no he oído una sola voz que se levante para criticarlo. Todo lo contrario, lo que sí ha llegado a mis oídos han sido una multitud de intentos desesperados, y por supuesto erróneos, de explicar, desde una perspectiva evangélica, por qué el uso de la magia que hace Tolkien en sus novelas (y también C.S. Lewis en sus Crónicas de Narnia) es bueno y saludable, mientras por otro lado el que hace Rowling es malo y demoníaco. Hasta el punto que, incluso los críticos de Harry Potter, se sienten empujados a salir en defensa Tolkien.

De hecho, Tyndale House Publishers, la casa editora de la serie Dejados Atrás y de La Biblia Viviente, ha ido lo suficientemente lejos como para publicar Finding God in The Lord of The Rings (publicado en español por Editorial UNILIT con el título más comercial de El Señor de los Anillos: más que un libro). Escrito por Kurt Bruner, uno de los vicepresidentes de Focus in the Family (Enfoque a la Familia), –otra de las organizaciones cristianas a las que pocos acusarían de tendencias liberales y en su día muy crítica con los libros de Harry Potter–, juntamente con Jim Ware, entre ambos tratan de demostrar en las páginas de su libro: «la intensa fe cristiana que inspiró la imaginación de Tolkien y dio forma a su relato». Según parece, aquí no hay nada que huela a Infierno.

Será por ello que Bruner y Ware se lamentan de que:

«Muchos creyentes conservadores, (de “línea dura”) se hayan mostrado reacios a la hora de aceptar y abrirse a una obra creativa que incluye en su guión personajes míticos, anillos mágicos y temas sobrenaturales. Esta actitud, –afirman– es muy de lamentar, puesto que –según ellos– las grandes verdades trascendentes de la fe cristiana, emanan a borbotones a lo largo de todo el argumento de El Señor de los Anillos, bautizando nuestra imaginación con realidades que son más fáciles de entender y comprender a través de la experiencia que del estudio»

Puede que Bruner y Ware tengan razón en lo que afirman con respecto Tolkien, pero si ello es así, entonces, sus afirmaciones aplican igualmente a los libros de Harry Potter. Porqué ambas historias mantienen un trasfondo argumental que no se aparta excesivamente de los principios básicos de la ética cristiana, tanto si es cierto como si no que, de principio, no fuera éste el propósito de su autor, especialmente en el caso de Rowling. Ambos argumentos convergen en un sentimiento palpable de Providencia; ambos ensalzan el ágape, el amor fraternal, como la más sublime de las virtudes; ambos puntualizan la importancia de un carácter noble y desarrollan el significado de un comportamiento altruista; ambos ven y juzgan el mal como algo inherente en el corazón más que como algo externo que procede de “afuera”.

En consecuencia, ¿por qué Frodo es elevado a los altares mientras que a Harry Potter se le demoniza? ¿Será, quizás, porque Tolkien es un varón, de raza blanca, profesor de Oxford, y ayudó a C.S. Lewis a encontrar la fe cristiana? ¿Porqué se le considera “uno de los nuestros”, una persona “fiel”, mientras que Rowling es una mujer, madre divorciada, y sólo hizo referencia a su fe cristiana cuando los cristianos comenzaron a atacarla? ¿O será, acaso, porqué los padres cristianos se ponen nerviosos cuando se enfrentan con algo que, si bien expone nuestros mismos ideales, no procede de los bancos de nuestras iglesias, como la fiebre por Harry Potter o el fenómeno Guerra de las Galaxiasque le precedió? No lo se.

El caso es que Bruner y Ware fundamentan sus razones afirmando que:

«El Señor de los Anillos es una historia de redención, en la cual los personajes principales, superando la cobardía, propia del instinto de conservación, forjan su propio carácter sobre el modelo heroico del sacrificio personal. (Lo qué no deja de ser cierto también de todos y cada uno de los libros de Harry Potter.) ¡Su valentía –dicen Bruner y Ware– se convierte en un claro espejo del más grande y heroico rescate de todos los tiempos, el que Cristo llevo a cabo cuando “se humilló a si mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz!”»

Con todos los respetos, después de husmear en los argumentos de ambas novelas, encuentro que ambas comparten exactamente un mismo (y supuesto) “principio espiritual”. Y a decir verdad, no me parece en absoluto que apeste a azufre.


Condensado y adaptado de la revista Christianity Today: Books & Culture Corner publicado el 18/02/2002. Si desea leer el artículo original en inglés pulse aquí Saint Frodo and the Potter Demon