Sobre los dos dioses
1. A lo que afirmaste acerca de los dos dioses, responderé con tus mismas palabras. Dijiste que vosotros adoráis a un solo Dios. A esto dije: "Por consiguiente, o no adoráis a Cristo o no adoráis a un solo Dios, sino a dos". Intentaste responder a mi deducción hablando en demasía y sosteniendo que también adoráis a Cristo Dios. Y aunque no negaste que adoráis a dos dioses, tampoco te atreviste a confesarlo. Te percataste que los oídos de los cristianos no podían soportar el tener que escuchar que hay que adorar a dos dioses. ¡Oh cuán en breve te corregirías si temieras creer lo que temes decir!
Pues, como proclama el Apóstol: Con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. Si piensas que para la consecución de la justicia pertenece lo que crees, ¿por qué no reconoces que para la salvación se necesita la confesión oral? Porque si se admite que para la salvación no es preciso adorar a dos dioses, sin duda alguna tampoco será necesario creerlo para conseguir la justicia. Luego tú, que no quieres condenar a tu boca con semejante confesión, ¿por qué no cambias tu corazón, apartándole de tal creencia? Sostén con la Católica que el Padre no es el Hijo y que el Hijo no es el Padre; que Dios es Padre y que Dios es Hijo; y, sin embargo, ambos simultáneamente no son dos dioses, sino uno. Sólo de este modo podrás adorar al Padre y al Hijo.
Y no digas que los adoras como a dos dioses, y no como a uno, no sea que tu conciencia se sienta herida por el delito de impiedad, cuando suenen en tus oídos los dichos divinos: No hay más que un único Dios - 1Cor 8:4 ; Escucha, Israel: el Señor, tu Dios, es un único Señor - Dt 6:4 ; y cuando oigas: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo servirás - Dt 6:13 . Puedes estar seguro que no sólo al Padre, sino también al Hijo se debe dar el culto, que únicamente se tributa al único Dios. Recuerda, pues, que no respondiste a lo que te objeté, a saber: que vosotros no adoráis a un solo Dios, sino a dos.
1. A lo que afirmaste acerca de los dos dioses, responderé con tus mismas palabras. Dijiste que vosotros adoráis a un solo Dios. A esto dije: "Por consiguiente, o no adoráis a Cristo o no adoráis a un solo Dios, sino a dos". Intentaste responder a mi deducción hablando en demasía y sosteniendo que también adoráis a Cristo Dios. Y aunque no negaste que adoráis a dos dioses, tampoco te atreviste a confesarlo. Te percataste que los oídos de los cristianos no podían soportar el tener que escuchar que hay que adorar a dos dioses. ¡Oh cuán en breve te corregirías si temieras creer lo que temes decir!
Pues, como proclama el Apóstol: Con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. Si piensas que para la consecución de la justicia pertenece lo que crees, ¿por qué no reconoces que para la salvación se necesita la confesión oral? Porque si se admite que para la salvación no es preciso adorar a dos dioses, sin duda alguna tampoco será necesario creerlo para conseguir la justicia. Luego tú, que no quieres condenar a tu boca con semejante confesión, ¿por qué no cambias tu corazón, apartándole de tal creencia? Sostén con la Católica que el Padre no es el Hijo y que el Hijo no es el Padre; que Dios es Padre y que Dios es Hijo; y, sin embargo, ambos simultáneamente no son dos dioses, sino uno. Sólo de este modo podrás adorar al Padre y al Hijo.
Y no digas que los adoras como a dos dioses, y no como a uno, no sea que tu conciencia se sienta herida por el delito de impiedad, cuando suenen en tus oídos los dichos divinos: No hay más que un único Dios - 1Cor 8:4 ; Escucha, Israel: el Señor, tu Dios, es un único Señor - Dt 6:4 ; y cuando oigas: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo servirás - Dt 6:13 . Puedes estar seguro que no sólo al Padre, sino también al Hijo se debe dar el culto, que únicamente se tributa al único Dios. Recuerda, pues, que no respondiste a lo que te objeté, a saber: que vosotros no adoráis a un solo Dios, sino a dos.