Respuesta al usuario "piscineros"

David79

liberto y esclavo
20 Julio 2023
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España
No me gustaría dejar el post de @piscineros sin respuesta (creo que lo han borrado). Así que aquí le dejo la mía, por si llega a leerla.

Es cierto que, con más frecuencia de la que deberíamos, los cristianos (no los de este foro, sino todos los que empleamos dicho término para definirnos a nosotros mismos) nos ponemos la toga de juez y la de abogado de la acusación... simultáneamente. Y eso no está bien. Porque, por suerte para nosotros, Juez solo hay uno y no es como ninguno de nosotros. Y precisamente porque ninguno de nosotros está libre de pecado, debería hacernos reflexionar el hecho de que alguien nos tilde de "fariseos".

Dicho esto, sin embargo, debe tenerse claro que la Escritura es tajante en este sentido. En ella, entre otros muchos comportamientos deplorables, se cita expresamente la homosexualidad. Y los cristianos, por tanto, no podemos decir otra cosa. Para nosotros, fue el Espíritu de Dios mismo quien nos habló a través de Pablo, de Pedro, de Jacobo... etcétera. Por eso observamos sus palabras con total veneración, y por eso no podemos estar de acuerdo contigo, @piscineros, cuando afirmas que ellos no son el Señor y que, por tal motivo, sus palabras vienen a ser "secundarias", "prescindibles" o "anticuadas" en ciertos supuestos.

Por ejemplo. Para mí, alguien que mantiene relaciones homosexuales está en servidumbre del pecado de manera parecida a alguien que mantiene relaciones heterosexuales (fornica) fuera del matrimonio. En ambos casos, detrás de estas transgresiones se esconden las bajas (inmundas) pulsiones de la carne, la cual es contraria al buen gobierno del Espíritu (Gálatas, 5:16-17). De modo semejante, y según mi opinión, alguien que se atiborra de comida a diario, o que se abandona al alcohol o a las drogas, o que consume pornografía, o que fomenta o participa de la diabólica ideología de género, o que mata, o que despoja lo que es de otros (y muchos más comportamientos despreciables que me ahorro), vaga por el mundo siendo siervo inmundo.

¿Por ello tengo yo, entonces, derecho alguno a juzgarlo? No, en absoluto, y menos aún a condenarlo. Porque ni estoy libre de pecado para arrojar la primera piedra, ni es de recibo que me arrogue el papel del Juez. Bastante tengo yo con lo mío. Pero como cristiano debo saber que todas estas cosas son abominaciones a ojos de Dios (y obrar consecuentemente, claro).

¿Hemos de rechazar, por tanto, a quienes tropiezan de un modo u otro? No, rotundamente no. Porque entonces, si eso fuera lo que debe hacerse, ¿cómo es que el Señor se acercó en algún momento a nosotros para sanarnos, no siendo nosotros más que asquerosos e inmundos transgresores?

Algunos de los aquí presentes se denominan a sí mismos discípulos del Señor. Yo no me considero digno de tal cosa, pues sé de buena tinta que el Maestro es exigente y tiene el listón muy alto. Yo me conformo con ser el último de los esclavos de su Casa. Así pues, coincidiendo con los demás en el fondo del diagnóstico (creo), sí que pienso de modo diferente en cuanto al remedio:

No juzguéis, para que no seáis juzgados.

¡Ved lo que oís! Porque con la medida que medís, se os medirá, y se os añadirá.

Si hablase en las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, soy como bronce que resuena o címbalo que repiquetea. Si tuviera el don de profecía y conociese todos los misterios y toda la ciencia; si tuviese toda la fe, de modo que trasladara montañas, pero no tengo amor, nada soy.

Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Cuando me hice varón, eliminé todas las cosas de niño. Pues como ahora vemos en un espejo, en enigma, entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estas tres. Pero el mayor de estos es el amor.

Tengamos cuidado, compañeros, y no nos volvamos fariseos. Que la línea que separa la rectitud de la impiedad a veces no está tan clara.