Representante anglicano reconoce ante el Sínodo el primado del Papa

12 Octubre 2001
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Estamos cerca de que la Iglesia de Cristo congregue a todas la denominaciones cristianas.

Representante anglicano reconoce ante el Sínodo el primado del Papa
Propone ver cómo se puede aplicar en un marco plenamente ecuménico

CIUDAD DEL VATICANO, 11 octubre 2001 (ZENIT.org).- Un obispo anglicano anunció ante el Sínodo de los obispos que la comunión que representa acepta el papel de primado del Papa, aunque es necesario ver ahora cómo se aplica esta atribución.

Monseñor Peter Forster, obispo de Chester (Gran Bretaña), delegado ecuménico de la Comunión Anglicana en el Sínodo de los obispos que tiene lugar en Roma durante este mes de octubre, tomó la palabra en la mañana de este jueves, junto a tres representantes de la Iglesia ortodoxa, de la Iglesia armenia, y de la Federación Luterana Mundial.

«Los anglicanos han llegado a aceptar la sabiduría y la necesidad de una primacía universal, ejercitada por el Obispo de Roma --anunció el obispo anglicano ante 237 padres sinodales--. Ya sabemos que esta necesidad para la misión de la Iglesia va a aumentar de forma relevante a medida que progrese la globalización».

Ahora bien, añadió, «aún queda por alcanzar un acuerdo que defina cuáles serán en concreto las responsabilidades y los derechos que deben confiarse a una primacía renovada y plenamente ecuménica».

El reconocimiento del papel único que desempeña en la cristiandad el obispo de Roma fue alcanzado por la Comunión Anglicana en un documento publicado con el título «El don de la autoridad» («The gift of authority») por la Comisión Internacional Anglicano-Católica Romana (ARCIC), en 1999.

«Aunque aún queda mucho por hacer --añadió el delegado ecuménico--, los anglicanos sentimos un agradecimiento profundo por la prioridad pastoral otorgada por el Papa Juan Pablo II al oficio ecuménico, como está expuesto en la carta encíclica "Ut unum sint" (1995). Además, nos sirven de gran aliento los progresos ecuménicos, y en especial los acuerdos alcanzados entre anglicanos y luteranos en el norte de Europa, Estados Unidos y Canadá, dirigidos a conseguir la plena comunión».

En representación de la Iglesia ortodoxa, tomó la palabra el metropolitano Ambrosius de la Iglesia Ortodoxa Finlandesa para el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.

«Como obispo ortodoxo no me atrevo ni deseo tocar el tema de las relaciones entre primado y colegialidad, que muchos de vosotros abordaron repetidas veces --afirmó--. Sin embargo, lo que sí quiero hacer es expresar mi solidaridad con vosotros».

El prelado reconoció que su Iglesia, que tiene una mayor experiencia en la vida y organización de los Sínodos, también experimenta problemas en la vivencia de la colegialidad.

«En nuestro contexto ortodoxo tenemos hoy que afrontar muchas dificultades y problemas que aún no se solucionaron relativos a la colaboración inter-ortodoxa --reveló--. Ya en los años sesenta, las Iglesias ortodoxas empezaron a prepararse para un Grande y Santo Sínodo, pero, hasta la fecha, parece que se ha conseguido muy poco».

Monseñor Mikael Ajapahyan, obispo de Gyumry y Shirak de la Iglesia apostólica armenia, agradeció la reciente visita del Papa a su país (25 a 27 de septiembre) y profundizó en el perfil espiritual del obispo hoy.

«En nuestro mundo de individualismo y autoestima --dijo--, los obispos deben encontrar el modo para salir al encuentro de las necesidades de las personas, y estar más cerca de los problemas diarios de cada miembro de su rebaño».

«La gente no debe ver al obispo como un burócrata que se distancia de los problemas de los hombres y mujeres sencillos, dentro de los muros de su "palacio episcopal"», concluyó.

Por último, en esta sesión ecuménica del Sínodo, tomó la palabra monseñor Tore Furberg, obispo luterano de Suecia.

Comenzó recordando el histórico acuerdo católico-luterano sobre la doctrina de la justificación firmado en 1999 en Augsburgo, con el que se superó una de las causas decisivas del cisma de Martín Lutero. A continuación, pidió que la Iglesia católica considere el reconocimiento del carácter sacramental de las ordenaciones episcopales anglicanas y luteranas.
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¡¡¡«Un solo cuerpo..., una sola esperanza... un solo Señor, una sola fe..., un solo Dios Padre» (Efesios 4, 4-6). ¡¡¡
 
Dices:
Estamos cerca de que la Iglesia de Cristo congregue a todas la denominaciones cristianas.

Digo:
Lo dudo mucho. Si acaso, se podrán reunir del todo la Iglesia Ortodoxa y la Católica. Y quizás gran parte del anglicanismo "High Church" no liberal y sectores amplios del luteranismo (que si son liberales, mejor que se queden donde están).
 
Mas facil aun.....

Niegen la Santa Divinidad de Cristo y la Trinidad y .....tambien podrian incluir a los musulmanes....!!!!!!

Hcch.=
 
Siguiendo con este tema sobre el ecumenismo y la iglesia, transcribo un artículo de “Alfa y Omega” (http://www.archimadrid.es/alfayome/menu/pasados/revistas/2001/oct2001/num276/espana/espana1.htm):

La religión verdadera

La exhortación apostólica Dominus Iesus, del Papa Juan Pablo II, publicada el 6 de agosto del año 2000, sigue provocando inquietud e irritación en personas y ambientes tocados del mal del siglo XXI, la alergia a las verdades absolutas. La afirmación de las verdades religiosas y morales se ha hecho insoportable para muchos de derechas y de izquierdas, y el Papa afirma de nuevo una verdad absoluta muy antigua y muy nueva: "La Iglesia católica es la única verdadera".

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En un artículo reciente de la tercera de ABC, el señor Garrigues Walker se lamentaba del dogmatismo papal y añadía: "Se está abriendo las puertas de una nueva era filosófica, en la que, nos guste o no, vamos a tener que sobrevivir sin asideros dogmáticos y vaciar nuestros cerebros de muchas dialécticas tradicionales. (…) Acabará prevaleciendo la idea —paradójicamente dogmática— de que no se puede partir de planteamientos dogmáticos en ningún caso". Prescindamos de las contradicciones de estas proposiciones. Efectivamente, la civilización de los países capitalistas es una civilización que no quiere verdades absolutas —a no ser que favorezcan a la Economía y al disfrute de todo—. Prefiere el relativismo sin riesgos y sin compromisos. Cuando el capitalismo estaba comenzando, ya Hegel escribió: "Es la enfermedad de nuestro tiempo que ha llegado a la desesperación, aquella que pretende que nuestro conocimiento subjetivo es el último límite de nuestro saber".

La sociedad burguesa prefiere gozar antes que aceptar verdades que podrían inquietar su bienestar o intranquilizar su conciencia. Pero como sin verdades la vida se hace insoportable, la civilización burguesa, lo quiera o no, está montada sobre verdades absolutas. La primera, la afirmación absoluta de que verdades absolutas no hay. Pero surgen innumerables preguntas: ¿es relativa la afirmación de que tres más dos son cinco?; ¿la molécula del agua dejará, en algún tiempo, de estar formada por dos átomos de Hidrógeno y uno de Oxígeno?; ¿dejará de ser verdad absoluta que Napoleón Bonaparte murió en la isla de Santa Elena?; ¿dejará de ser verdad absoluta que la persona tiene derecho a contraer matrimonio?; ¿dejará de ser un mal moral el asesinato de un inocente? Y así sin límites. Entonces ¿por qué negarse a aceptar que puede ser verdad que haya una sola religión verdadera, en el sentido que explicaremos enseguida? San Agustín escribe: "Erit veritas etsi mundus intereat" (Existirá la verdad aunque el mundo perezca).
Subyace el temor explicable de que en nombre de la verdad religiosa se vuelvan a suscitar violencias y guerras. En nombre de la "verdad religiosa", no.

Pero vengamos al discutido tema de la Iglesia verdadera. Es claro que se puede dar culto a Dios de muchas maneras. Hace unos años el Papa reunió en Asís a dirigentes de muchas religiones para orar juntos. Ahora bien, los católicos decimos, apoyados en razones convincentes, que es verdad absoluta que el Hijo de Dios entró en la historia humana encarnándose en el seno de una Virgen. Este Dios- hombre le dijo a Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18). Lo dice en singular: mi Iglesia. Dijo además: "También tengo otras ovejas que no son de este redil; también a éstas tengo que llevarlas y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor" (Jn 10, 16). Nunca habló de mis Iglesias, ni de varios rebaños, ni de varios pastores.

En los libros que llamamos del Antiguo Testamento, Dios es nombrado con insistencia la Roca de Israel. Jesucristo se aplica a sí mismo esa metáfora, Él es la roca que los constructores desecharon y que se ha convertido en roca angular de todo el edificio, de todo el pueblo nuevo (cf. Mt 21, 42). Más tarde le dice a Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18). Hay, pues, una continuidad Dios-Jesucristo-Pedro, en la misión de fundamentar la Iglesia. En ese mismo pasaje le promete a Pedro: A ti te daré las llaves del Reino de los cielos y la prerrogativa impensable, a no ser por una especialísima asistencia divina, de que lo que él atare o desatare en la Iglesia, queda atado o desatado por el mismo Dios. Y, por si fuera poco, añade todavía la promesa de que "las puertas del infierno —los poderes del mal— no podrán destruirla". La promesa, al menos hasta ahora, se ha cumplido.

Otro tanto puede decirse de la metáfora del pastor: Dios es el pastor de Israel, se dice en muchos pasajes de la Biblia (cf. Salmo 22). Jesucristo dice de sí mismo: "Yo soy el Buen Pastor" (Jn 10, 14). Cuando Él se va a ausentar definitivamente, es a Pedro al que constituye, ya no en promesa de futuro sino en realidad de presente, como pastor de sus ovejas y de sus corderos (cf. Jn 21, 15-17). Hay también una continuidad en lo que toca a la dirección y potestad en la Iglesia de Cristo: el pastor es Dios-Jesucristo-Pedro. En la última noche Jesucristo, aun consciente del inmediato pecado de Pedro, es a él a quien le da la misión de confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22, 32).

Por todo ello entendemos que donde está Pedro está la Iglesia de Jesucristo, el nuevo pueblo de Dios. Y ha prometido que Él estará con nosotros, con esa Iglesia, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Durante dos mil años ha estado, a pesar de los pecados de los hombres de la Iglesia, clérigos y laicos. Ha cumplido su promesa y la cumplirá hasta el fin de los tiempos.
¿Qué queremos decir, entonces, con la expresión la Iglesia católica es la única verdadera? Sencillamente esto: la Iglesia de Pedro es la Iglesia de Jesucristo. O de otra manera: la Iglesia de Pedro es la que conserva todo el mensaje de verdad y de vida eterna que el Hijo de Dios trajo a los hombres. Otras Iglesias cristianas conservan no poco de aquel mensaje de verdad y de vida, pero no íntegro. Religiones no cristianas enseñarán sin duda algunas verdades semejantes a las reveladas, porque estas verdades son las más coherentes con la verdad de la persona. Y donde hay alguna verdad viene del Espíritu Santo.

Por eso está acertado el señor Garrigues en pedir el diálogo inter-religioso. El Papa actual lo ha buscado y fomentado más que ningún otro Papa. Esto es también verdad absoluta. Después del Concilio Vaticano II todos hoy profesamos la tolerancia religiosa. Pero el diálogo y la tolerancia no pueden fundamentarse en el relativismo acerca de la verdad, como quieren tantos posmodernos, sino en el respeto hacia la persona. Un diálogo entre relativistas concluiría siempre en tablas, todo es relativo.

El Papa, y los que vivimos de verdades absolutas en lo religioso y en lo moral, coincidimos con uno de los mejores pensadores que tiene hoy la Iglesia, el dominico Georges Cottier, cuando escribe: "Es un hecho que los pensadores que mejor han comprendido su tiempo son aquellos que tienen el vigor aristocrático e intempestivo de una consideración inactual".

Carlos Valverde