RELIGIÓN y CONVERSIÓN

Bart

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24 Enero 2001
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http://www.icp-e.org/hemeroteca/e2002/e020301jam.htm

RELIGIÓN y CONVERSIÓN


"Yo practico la religión evangélica", dicen por ahí. "Yo practico la religión cristiana", dicen por aquí, los que están integrados en alguna congregación.

Tremendo error.

De ahí vienen todos nuestros males, de convertir la fe en una forma de religión.

Cristo se manifiesta a nosotros no por profesar una religión específica, sino por la relación personal, individual, única que nos una a El por la conversión, esa revolución interior que en conversación con Nicodemo definió como nuevo nacimiento.

Yo acepto todas las definiciones de conversión que aparecen desde el libro de los Hechos hasta el Apocalipsis. Pero si he de elegir una me quedo con la que he mencionado del capítulo tres de Juan. Entre otras razones, porque son palabras del mismo Cristo.

Nacer de nuevo no es un código religioso ni entrar a formar parte de una determinada creencia religiosa. Es mucho más que todo eso. El nuevo nacimiento es, debe ser, una revolución interior, un cambio de naturaleza, un giro de 180 grados en la vida cotidiana. Y ese nuevo nacimiento -¡cuidado!- ha de llegar de lo alto, de arriba, de Dios, no de los líderes religiosos.

¿Por qué hay tantos problemas en las congregaciones locales, en todas las iglesias, en todas? Porque sus miembros son personas religiosas, sin discusión, de otra manera no estarían donde están. Son personas religiosas, pero no convertidas, no han nacido de nuevo. Y todas las religiones del mundo son semilleros de problemas, de rencores, de desamor, de hostilidades.

Mi consejo:

Asegúrate de que eres realmente una persona convertida. Que has nacido de nuevo. La religión se ocupa de rituales, estructura, tradición. Ocúpate tú de una relación espiritual con Cristo. Que tu fe sea la consecuencia de tu salvación. La pérdida de la espiritualidad conduce al egoísmo, o a la ausencia de espíritu comunitario. En un culto puedes sentirte invadido por una experiencia mística, pero la olvidas el lunes por la mañana. Esto no te ocurrirá si te empeñas en un desarrollo consciente de tu verdadera naturaleza espiritual, la que cambió tu vida cuando naciste de nuevo. ¡Inténtalo!

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Juan Antonio Monroy es escritor, conferenciante internacional y director de la revista Alternativa 2000

© J.A. Monroy
© I+CP, Madrid, 2002, Madrid (España, www.ICP-e.org)


 
Cristianismo no es una religión

Conversión al Mesías
En griego: a Jristós
(CRISTO)

Por Efgi
(FG)


Respecto del tema del bautismo como supuesto rito de purificación israelita.

La inmersión (bautismo) jamás perteneció a las prácticas israelitas ni levíticas. No se debe confundir los lavamientos con este ritual de la inmersión (bautizo).

Tbila significa “sumersión, inmersión” y para nada se parece a los lavamientos que se hacían cada vez que era necesario para limpieza o purificación, mientras que la inmersión como rito es de iniciación y se hace una sola vez. No es una purificación, es un compromiso.

En los lavamientos no se contemplaba ninguna INMERSION.

La INMERSION que Juan proclamaba no era para PURIFICACION, sino para “cambiar de actitud” (arrepentimiento). El perdón de los pecados de la nación israelita se practicaba con el cumplimiento del YOM HAKIPUR cada año. Día de expiación de las transgresiones. La voz PECADO es griega.

El Altísimo inició la inmersión (el bautizo) en la nación israelita:

1Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; 2y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, 3y todos comieron el mismo alimento espiritual, 4y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. (1ª Cor. 10).

Aparte de la inmersión dada en Moisés, no existe un ritual en el cual los israelitas se hayan sumergido.

La inmersión la inició en la nación de Judea YOCHANAN (Juan). Mateo por ello bien lo dice: “que (los judíos) venían a su bautismo”, refiriéndose al de Juan. Ese bautismo o inmersión fue específicamente para llamar al cambio de actitud espiritual (arrepentimiento), porque “el reino de los cielos se ha acercado” en la persona del Mesías, y quienes querían recibirlo, al Mesías, debían renunciar a la transgresión, confesando sus transgresiones pero invocando el nombre del Mesías, y de esa manera sumergirse en las aguas para morir a la vieja manera de vivir y nacer a una mejor esperanza, la vida eterna. De esa manera recibirían el Ruaj ha kodesh (Viento El Sagrado).

A los líderes de Judea les extrañaba de gran manera el ritual de Juan (quien sumergía a los judíos) así como también que Jesús enseñara lo que enseñaba. Ambos acontecimientos los tenían confundidos. Jesús, a los ojos de los levitas, no tenía autoridad del Sanhedrín para enseñar de Dios ni de los cielos, ni del perdón de pecados, aparte porque no era maestro ‘ordenado’ (RAB), no era levita y tampoco era reconocido por ellos como un profeta.

23Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? 24Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 25El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. 27Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (Mat.21.25).

25El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?
27Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos.

La respuesta de Jesús se limitó a inquietarlos respecto del ritual de Yochanan a quien temían pero solo porque el pueblo lo tenía como un profeta. Era tan novedoso el ritual de Juan que ni sabían la procedencia de ese ritual donde los judíos se sumergían para arrepentimiento.

Antecedentes:

1En aquellos días vino Juan el Bautista (EL SUMERGIDOR) predicando en el desierto de Judea, 2y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

6y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

7Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo,…”

11Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento;

pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Mat.3).

El mensaje de Juan consistía en que cambiaran de actitud espiritual porque el reino de los cielos se ha acercado. Los judíos sensibles a lo espiritual eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

Juan predicaba por un arrepentimiento. Exponía las razones: porque el reino de los cielos se ha acercado. Los sumergía mientras ellos confesaban sus transgresiones. Los sumergía en agua para arrepentimiento, pero advertía que les esperaba otra inmersión, de carácter espiritual, la que les proveería el Mesías, quien los sumergiría en Espíritu Santo y fuego.

Otro bautismo: “él (EL MESIAS) os bautizará en Espíritu Santo y fuego. El Mesías CRISTO) os SUMERGIRA (no en agua), sino en el Espíritu Santo y fuego”.

En aquellos israelitas se daban las tres condiciones, ya conocían de Dios y en su nombre fueron sumergidos (bautizados) en el bautizo (inmersión) de Moisés. En Juan recibían la inmersión para recibir al Hijo del Altísimo y el Altísimo los sumergía en el Espíritu Santo.

16Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. 17Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. (Mat.3. 16).

Jesús mismo cumplió con toda justicia. Sin la necesidad de cambiar de actitud espiritual y sin pecados que confesar ratificó el camino para las generaciones después de él, como lo hicieron quienes se sumergieron a las aguas antes que él llegara a Juan. Llegó donde Juan, confirmó el mandato de Juan y una vez lo cumplió su Dios y Padre lo reconoció públicamente como Su Hijo.

Juan siguió con su mandato y Jesús lo respaldó:

28Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

29Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, “bautizándose con el bautismo de Juan”.

El pueblo y los publicanos oyeron al Mesías, según lo que escucharon entendieron que no serían sumergidos (bautizados) en el Espíritu Santo si no se sumergían (bautizaban) con Juan. Una vez entendieron lo que el Mesías les aclaró, entonces justificaron a Dios, a quien conocían, y lo demostraron “bautizándose con el bautismo de Juan”.

30Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan” (Lc.7.28).

21Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, 22comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección”. (Hech.1.21).

Era importante escoger al discípulo que reemplazaría a Judas ‘varón de Carót’ (Ishcariote), pero debía reunir el requisito básico, haber “comenzado” desde el bautismo de Juan.

37Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan” (Hech.10.37).

Es importante tener en cuenta que el punto de partida era el bautismo de Juan.

24Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel (Hech.13. 24).

24Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. 25Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. (Hech.18.24).

Apolos, “… aunque solamente conocía el bautismo de Juan” (arrepentimiento a todo el pueblo de Israel ) este varón judío era “poderoso en las Escrituras…había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, (no lo motivaba el Espíritu Santo) hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor”. Este varón no conoció a Jesús, porque vivía en Alejandría. Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios, pero nada indica que fue bautizado en el nombre de Jesús y aún así en Acaya demostró por las Escrituras que Jesús era el Mesías.

1Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos, 2les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. 3Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. 4Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. 5Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. 7Eran por todos unos doce hombres. (Hech.19.1-7).

Estos discípulos eran judíos y contaban ya con el bautismo en aguas para arrepentimiento, pero no conocieron de Jesús y por lo tanto nada sabían de la promesa a recibir, el Espíritu Santo, por conocer a Jesús y aceptarlo como el Mesías. Una vez aceptaron a Yeshua como el Mesías fueron sumergidos en su nombre, (¿dos veces experimentaron la inmersión?). No, por imposición de las manos de Pablo recibieron la promesa, la inmersión en el Espíritu Santo (otro bautizo que no es en agua), sino la experiencia que les dio este Santo espíritu (hablaban en lenguas, y profetizaban).

Se dio en ellos, también, los tres bautizos.

1. En el nombre del Padre, que envió a Juan a advertir de la llegada de su Hijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
2. En el nombre del Hijo: 5Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
3. En el nombre del Espíritu Santo: 6Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.

Otro BAUTIZO:

“A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados” (Mat.20. 22). ¿De cuál vaso beberemos? Del fruto de la vid, cuando allá en la nueva Jerusalem Jesús vuelva a beberlo con su Esposa, la IGLESIA. Y entonces todos seremos sumergidos en la experiencia celestial, la de la vida eterna (con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados”).

15Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. 16Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. 17Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? 18Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! (Hch.11. 15).

Cuando Pedro empezó a hablar, el Espíritu Santo cayó sobre los gentiles de manera semejante a como ellos lo experimentaron en las fiestas de las primicias. Recordó la advertencia de Jesús: “Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”. Dios concedió a los gentiles el mismo don que dio a los israelitas que creyeron en Yeshua.

También en esos gentiles se dio el bautismo en las tres formas, aunque en orden diferente:

Primero: En el nombre del Padre se reunieron: Hechos 10. “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado”. Segundo: Pedro representaba al nombre de Jesús: Del versículo 34 al 48 recibieron esos gentiles la inmersión en el nombre de Jesús. Tercero: Por esa razón recibieron el Espíritu Santo y fueron luego todos bautizados en el bautizo de Juan, en el agua, pero invocando que tenían la potestad de hacerlo por la autoridad de Jesús (13Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. 14Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. 15Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 16Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo).

Bueno y oportuno es comprender este hecho: 16Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo”.

47Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?

Pedro desafío a los judíos creyentes allí presentes si alguno estaba dispuesto a impedir que los gentiles, que ya habían recibido primeramente la inmersión espiritual, el bautizo en el nombre o autoridad del Padre, fueran sumergidos en el bautizo según Juan, el agua. Como todos entendieron, entonces, Pedro “48mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús”.

Ese bautismo, esa inmersión que solo era para los judíos, al hacerla en un gentil en el nombre del Señor Jesús, está indicando que los gentiles tienen la autoridad de hacerlo bajo la autoridad del Mesías. En ese día fueron esos gentiles primeramente reconocidos por Dios, el Padre, luego ellos aceptaron al Hijo y por esa razón vino sobre ellos el Espíritu santo de manera igual a como aconteció en Pentecostés. No obstante, así como Jesús entró a esas aguas y recibió de Juan la inmersión, justificando que con ello debía hacer toda justicia, de igual forma los gentiles debían hacer lo mismo que hizo quien señala el “camino, la verdad y la vida”.

Le correspondió a Pedro, apóstol enviado a los judíos, exponer ese discurso en el nombre del Padre, del Hijo y entonces el espíritu Santo cayó sobre los gentiles.

TRES cosas: una, relatar la experiencia con Dios, el Padre, enmarcada en Hech. 10. 9-17 y ser quien la explicara a los judíos y a los gentiles presentes y dos, ser el agente como Jesús se lo indicó para que el Espíritu Santo cayera sobre los gentiles, y tres, ser el bautizador en representación de Juan, y ordenar que esa inmersión se hiciera en el nombre o en otras palabras, en la autoridad del Mesías. Por algo Yeshua le dijo aquel día: 19Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. (Mt. 16.19)

A Pablo se le dijo: 14Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. 15Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. 16Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre. (Hech 22.16).

En el nombre del Padre: “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad”. En el nombre de Jesús: “Levántate y bautízate, y lava (LÍMPIATE de) tus pecados, eso significa bautizo en agua, invocando su nombre”.

Pablo también se sumergió en las aguas para arrepentimiento e invocó el nombre de Jesús y así recibió el Espíritu santo.

Bautizados en Cristo Jesús:

Para ser bautizados EN el Mesías, era y es imprescindible hacer lo mismo que hizo el Mesías, venir a las aguas, sumergirse, recibir la complacencia del Padre, y recibir así (del Padre) el Espíritu santo.

3¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (Ro. 6).

El BAUTIZO en si mismo es una decisión a conciencia de quienes comprenden el significado del rito, mediante el cual dan testimonio que han decidido cambiar de actitud espiritual y confesando sus transgresiones son tenidos en cuenta en las Alturas como muertos a la vida anterior y resucitados a una nueva vida eterna con el Mesías y con el Creador, el Padre de todos los vivientes, el único Dios verdadero (Jn. 17.3).

Ese BAUTIZO, esa inmersión en el agua es el acto de sumergirse en la muerte, de manera voluntaria, para volver a la vida eterna, al salir de las aguas. Ese acto da por resultado escuchar la voz del Altísimo que como Padre declara su complacencia. Pero ese acto es válido si es el nombre del Hijo del único Dios verdadero, el Hijo del Hombre.

Sumergirse es un compromiso personal. El compromiso es sumergirse en la verdad. El conocer la verdad nos hace libres de la ignorancia, arma predilecta de Satán. Esa inmersión, como ritual de iniciación, debe hacerse para terminar con un pacto anterior e iniciar otro mejor pacto. La inmersión que predicaba o anunciaba Juan era para ARREPENTIMIENTO, es decir, para terminar con el pacto con Satán. Por ello se confesaban las transgresiones, (en griego los pecados), y ello lo hacían invocando el nombre de Jesús, es decir, confesando el nombre de quien aceptaban como Señor y salvador.

Antes de partir Jesús indicó a los discípulos la manera cómo entre las naciones habían de hacer ese rito, único en su forma.

Primero: Los israelitas sabían del Padre, pero no las naciones.
Los gentiles, no sabían del Padre como el único Dios verdadero, entonces su NOMBRE debían conocerlo. Conocer el NOMBRE significa conocer de esa persona.

Segundo: Las gentes de las naciones -israelitas o gentiles- no sabían del Hijo de ese UNICO Dios, así que los apóstoles habrían de darlo a conocer a todos sin excepción.

Tercero: Pero las gentes –israelitas o gentiles- debían también conocer del Espíritu Santo, por ello sería imprescindible hablarles del Espíritu Santo.

No se trataba de enseñar la doctrina de la trinidad. Se trataba y se trata de que las gentes, israelitas y gentiles, supieran y sepan de los hechos acontecidos, todos depositados en el contexto de las escrituras Hebreas, llamadas Antiguo testamento, pero también debían y deben conocer los hechos del nacimiento del Mesías y los correspondientes a partir de Juan el sumergidor y en esos hechos está el Padre, está el Hijo y está la experiencia del Espíritu Santo.

Esa única inmersión, ese único compromiso, a llevarse a cabo en las naciones por parte de los apóstoles, debía y debe hacerse INVOCANDO el NOMBRE de esas TRES personas que forman parte del plan de la salvación, cada una cumpliendo con lo suyo. Jesús lo dijo a Juan: “Deja que cumplamos con toda justicia”.

Jesús es el camino, la verdad y la vida. Tres connotaciones. Si Jesús es el camino, entonces él nos enseñó cómo iniciarnos (el bautizo es un rito de iniciación no de lavamientos) a una nueva vida, enterrando una vieja forma de vivir. Jesús por obediente, al venir a las aguas y ser sumergido por Juan, recibió la complacencia de su Padre: se manifestó el Padre y el Espíritu Santo, a manera de una paloma.

Todos los creyentes deben ser discípulos, y para iniciarse (bautizarse) en el camino, la verdad y la vida, deben sumergirse en una nueva experiencia, reconocida por Dios como un “nuevo nacimiento”.

3Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn.3.3). Allí habla Jesús de la condición básica para VER el reino de Dios.

“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Allí Jesús especifica la manera de ENTRAR en ese reino.

Hay que nacer del AGUA y luego del ESPÍRITU.

El AGUA es para arrepentimiento y el Espíritu para ser regenerados. “6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”.

Ese nuevo nacimiento es para que los creyentes entren al reino de Dios, como nuevas criaturas engendradas por el Espíritu Santo. Engendradas en el nombre de Jesús, por ser el Hijo de Dios y salvador. Entrar a las aguas es un testimonio del creyente que sumergido muere a la vida anterior y al salir de las aguas resucita espiritualmente (Col. 3.1-4).

Esa única inmersión, tridimensional, el hombre es espíritu, alma y cuerpo, en NOMBRE de esas tres personas vinculadas en su salvación, hace vigente la nacionalidad ISRAELITA en los creyentes y discípulos del Mesías (Ef. 2.11-22), demostrando el gentil haber sido injertado, cual Olivo silvestre, en el Olivo (Israel), al amparo de aquel bautizo, el de Moisés.

Reunión de todos los BAUTIZOS:

En un solo rito se agrupan varias instancias: el “bautizo en la nube y en el mar”, la inmersión para arrepentimiento y así esperar al Mesías, luego el bautizo en el nombre del Hijo del Altísimo, y por último la experiencia del Espíritu Santo, enviado por el Padre. Ese ritual indica que el creyente “ha nacido de nuevo”.

Así se lo enseñó Yeshua (Jesús) a Nicodemos: que era necesario “nacer de nuevo” para VER el Reino de los cielos, y ello se lograba mediante el Agua y el Espíritu. Una vez se nacía de nuevo, mediando el Agua y el Espíritu, la nueva criatura ENTRABA en el Reino de Dios.

El agua media para el arrepentimiento, para el cambio de actitud espiritual, y el Espíritu para engendrar y alimentar a la nueva criatura, hasta que llegue el arrebatamiento.

Los israelitas ya no necesitan del bautizo de Moisés, porque está ya dado. Si quieren recibir al Mesías necesitan sumergirse para dar testimonio de su cambio de actitud, de su arrepentimiento. Al sumergirse en señal de arrepentimiento saben que lo hacen en el nombre de Yeshuah (Jesús), de tal manera que al salir de las aguas recibirán al Espíritu Santo.

Los gentiles, al conocer al Dios de Israel y al conocer al Hijo de ese Dios, al sumergirse en el agua lo hacen en el nombre de ese Dios, el Padre de ese Hijo, ahora hermano mayor, Mesías y salvador, y lo hacen en el nombre del Espíritu Santo, a quien recibirán, porque han obtenido la ciudadanía israelita (Ef. 2.11-22). Los gentiles, en su condición de israelitas, también han obtenido el bautizo de Moisés, porque el hijo adoptivo recibe los mismos derechos que el hijo natural. Por ello es conciudadano y copartícipe de las promesas.

La carta de Mateo en griego registra la orden de Yeshua (Jesús) en el sentido del bautizo para las naciones enseñando que en nombre de esas tres personas las gentes se sumergieran en aguas.

Bien claro está depositado en griego koiné que esa inmersión, ese ritual de iniciación, por lo tanto no es un lavamiento, debe hacerse en el nombre del Padre, del Hijo y de Espíritu santo, porque al creyente hay que concienciarlo de que ese paso ha de hacerlo en nombre de quien reconoce como su Dios, igualmente en nombre de quien reconoce como su salvador y en nombre de quien entiende que lo alimentará hasta que sea llevado a la presencia de su Mesías.

Nada tiene que ver la doctrina de la trinidad en esa orden del Mesías, aunque la utilicen para sustentar la creencia. No se trata de realzar tres dioses, sino de que cada quien sepa en nombre de quien nace de nuevo. Se nace de nuevo en el nombre, llámese si se quiere, en la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Hacerlo de otra manera es oponerse a que se haga toda justicia y pecado es sumergir a un creyente, iniciarlo en una nueva vida, sin que sepa que lo hace en la bendición de su Dios, su Padre, quien por amor envió a su Hijo para que salvara a quien se está sumergiendo en el agua para recibir esa nueva vida en el nombre de su salvador. Pecado es no enseñar al creyente que al recibir a Jesús el Padre le enviara al Espíritu Santo.

En balde se han recopilado los acontecimientos bíblicos, si no nos sirven de referencia amplia y suficiente para saber el camino para conocer la verdad y de la mano de ella llegar a la vida eterna.

La vida eterna es conocer al Padre, el único Dios verdadero y a su Hijo y quien nos guiará a toda la verdad, el Espíritu Santo, el mismo que nos convencerá de todo pecado, el mismo que nos engendra para llegar a ser hijos del Altísimo.

Personalmente no cometería el error de sumergir a nadie en aguas sin que lo haga en el nombre de nuestro Padre, y en el nombre de nuestro Señor y en el nombre del Espíritu Santo. Yo no haría nada para evitar que se haga toda justicia, porque si Jesús mostró cuál es el camino, siendo él ese camino, malo es no seguir sus pasos, y todo por rebatir la doctrina de la supuesta trinidad.

Yo te sugiero hermano JA, que no traigas sobre ti maldición y deja que se haga toda justicia.

Nada malo es bautizar en el nombre (en la autoridad), de nuestro Padre, quien tanto ha hecho para nuestra salvación. Nada malo es sumergir a un creyente en el nombre (en la autoridad) de quien dio su vida por nosotros, por obediencia al Padre, y nada malo hay en iniciar a un creyente en el nombre (en la autoridad), de quien está encargado de guiarnos a la verdad.

Satán debe escuchar, como lo deben escuchar en los cielos de Dios, que el sumergidor, el pastor, reconoce que al bautizar está haciendo la labor de Juan, como lo hizo Pedro, y que no lo está haciendo en su nombre propio, sino en el nombre de su Creador, también en el nombre de su Señor y salvador, y en el nombre de quien lo estará alimentando espiritualmente.

Aún en griego koiné está esa orden, iniciar al creyente en nombre de esas tres personas que toman parte activa en la salvación y regeneración de la nueva criatura.

“Deja que cumplamos con toda justicia”....le dijo tu Señor a Juan. Lo mismo te dice a ti...

No evitemos que el Espíritu Santo y la complacencia del Padre descienda sobre aquellos a quienes bautizamos, en el nombre de ellos y de Jesús.