Obtenido desde Amazing Grace de Philip Yancey, Capitulo 4
Durante una conferencia sobre religión comparada que se celebró en Inglaterra, expertos de todo el mundo debatieron sobre cuál es la creencia exclusiva de la fe cristiana, si es que hay alguna. Comenzaron a eliminar posibilidades. ¿La encarnación? Otras religiones tenían versiones diferentes de dioses que aparecían en forma humana. ¿La resurrección? También había religiones donde se hablaba de personas que habían regresado de entre los muertos. El debate se extendió por algún tiempo, hasta que, por casualidad, entró C.S. Lewis en el lugar. "¿A qué se debe esta algarabía?", preguntó, y como respuesta, escuchó que sus colegas estaban discutiendo sobre la contribución exclusiva del cristianismo entre las religionesdel mundo. Entonces respondió: "Muy fácil. Es la gracia".
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La noción de que el amor de Dios llegue hasta nosotros sin costo alguno por parte nuestra, sin condiciones, parece ir contra todos los instintos de la humanidad. El sendero óctuple budista, la doctrina hindu del carma, el pacto judío y el código legal islámico ofrecen todos ellos una manera de ganarse la aprobación. Sólo el cristianismo se atreve a hacer del amor de Dios algo incondicional.
Conocedor de la resistencia que ofrecemos por naturaleza a la gracia, Jesús hablaba de ella con frecuencia. Describió un mundo repleto de la gracia de Dios, donde el sol sale sobre los buenos y los malos; donde las aves regogen gratuitamente las semillas del campo.... nunca la analizó ni la definió, y casi nunca usó la palabra. En lugar de hacerlo, comunicaba la gracia por medio de unos relatos que conocemos como parábolas, y que yo me voy a tomar la libertad de trasladar a un escenario moderno.
Relato I
Uno de los relatos de Jesús acerca de la gracia aparece en tres evangelios diferentes, en versiones ligeramente distintas. No obstante, mi versión favorita apareció en otra fuente muy distinta: el relato aparecido en el periódico Boston Globe en junio de 1990 sobre un banquete de bodas muy poco corriente.
Una joven entró al Hotel Hyatt, en el centro comercial de Boston, acompañada por su prometido, para encargar el banquete de bodas. Los dos revisaron el menú, escogieron vajilla y cubiertos e indicaron, por
las fotos que presentaron, los arreglos florales que querían. Ambos tenían un gusto caro, y la cuenta ascendió a trece mil dólares. Despues de dejar un cheque por la mitad de esa cantidad como pago inicial, la pareja se fue a casa para revisar álbumes con tarjetas de anuncio de bodas.
El día que en que se habrían debido enviar por correo las tarjetas, el novio en potencia se empezó a acobardar. "No estoy seguro", dijo. "Es un compromiso muy grande. Vamos a pensarlo un poco más".
Cuando su enojada prometida regresó al Hyatt para cancelar el banquete, la Gerente de Fiestas no se pudo mostrar mas comprensiva. "Señorita, lo mismo me sucedió a mi", le dijo, y le contó la historia de su propio compromiso roto. Sin embargo, acerca de la devolución del dinero, tenía malas noticias. "El contrato la obliga. Usted sólo tiene derecho a recibir mil trescientos dólares. Tiene dos posibilidades: perder el resto el pago inicial, o seguir adelante con los planes del banquete. Lo siento. De verás lo siento."
Parecía loco, pero mientras más lo pensaba la novia abandonada, más le gustaba la idea de seguir adelante con los planes de la fiesta; no un banquete de bodas, por supuesto , sino una gran celebración. Diez años, aquella misma mujer había estado viviendo en un refugio para gente sin hogar. Había logrado recuperarse, había encontrado un buen trabajo y fue ahorrando una buena suma de dinero. Ahora, tuvo la loca idea de usar sus ahorros para darles una fiesta a los parias de Boston una noche en el centro de la ciudad.
Así fue como, una noche de junio de 1990, se celebró en el Hotel Hyatt del centro comercial de Boston una fiesta como nunca se había visto antes. La anfitriona cambió el menú, poniendo pollo deshuesado- "en honor del novio", dijo- y envió las invitaciones a las misiones de rescate y a los refugios para gente sin hogar. Aquella noche de verano, toda aquella gente acostumbrada a arrancar de su caja pedazos de pizza a medio comer, cenó "cordon bleu". Los camareros del Hyatt, vestidos con sus esmoquins, les sirvieron entremeses a una serie de ancianos apoyados en muletas y en andadores de aluminio. Las mujeres sin hogar, los vagabundos y los adictos se tomaron una noche de descanso de la dura vida al aire libre en las aceras, para beber champaña, comernce un pastel de bodas de chocolate y danzar al ritmo de una gran orquetas hasta altas horas de la noche.
Durante una conferencia sobre religión comparada que se celebró en Inglaterra, expertos de todo el mundo debatieron sobre cuál es la creencia exclusiva de la fe cristiana, si es que hay alguna. Comenzaron a eliminar posibilidades. ¿La encarnación? Otras religiones tenían versiones diferentes de dioses que aparecían en forma humana. ¿La resurrección? También había religiones donde se hablaba de personas que habían regresado de entre los muertos. El debate se extendió por algún tiempo, hasta que, por casualidad, entró C.S. Lewis en el lugar. "¿A qué se debe esta algarabía?", preguntó, y como respuesta, escuchó que sus colegas estaban discutiendo sobre la contribución exclusiva del cristianismo entre las religionesdel mundo. Entonces respondió: "Muy fácil. Es la gracia".
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La noción de que el amor de Dios llegue hasta nosotros sin costo alguno por parte nuestra, sin condiciones, parece ir contra todos los instintos de la humanidad. El sendero óctuple budista, la doctrina hindu del carma, el pacto judío y el código legal islámico ofrecen todos ellos una manera de ganarse la aprobación. Sólo el cristianismo se atreve a hacer del amor de Dios algo incondicional.
Conocedor de la resistencia que ofrecemos por naturaleza a la gracia, Jesús hablaba de ella con frecuencia. Describió un mundo repleto de la gracia de Dios, donde el sol sale sobre los buenos y los malos; donde las aves regogen gratuitamente las semillas del campo.... nunca la analizó ni la definió, y casi nunca usó la palabra. En lugar de hacerlo, comunicaba la gracia por medio de unos relatos que conocemos como parábolas, y que yo me voy a tomar la libertad de trasladar a un escenario moderno.
Relato I
Uno de los relatos de Jesús acerca de la gracia aparece en tres evangelios diferentes, en versiones ligeramente distintas. No obstante, mi versión favorita apareció en otra fuente muy distinta: el relato aparecido en el periódico Boston Globe en junio de 1990 sobre un banquete de bodas muy poco corriente.
Una joven entró al Hotel Hyatt, en el centro comercial de Boston, acompañada por su prometido, para encargar el banquete de bodas. Los dos revisaron el menú, escogieron vajilla y cubiertos e indicaron, por
las fotos que presentaron, los arreglos florales que querían. Ambos tenían un gusto caro, y la cuenta ascendió a trece mil dólares. Despues de dejar un cheque por la mitad de esa cantidad como pago inicial, la pareja se fue a casa para revisar álbumes con tarjetas de anuncio de bodas.
El día que en que se habrían debido enviar por correo las tarjetas, el novio en potencia se empezó a acobardar. "No estoy seguro", dijo. "Es un compromiso muy grande. Vamos a pensarlo un poco más".
Cuando su enojada prometida regresó al Hyatt para cancelar el banquete, la Gerente de Fiestas no se pudo mostrar mas comprensiva. "Señorita, lo mismo me sucedió a mi", le dijo, y le contó la historia de su propio compromiso roto. Sin embargo, acerca de la devolución del dinero, tenía malas noticias. "El contrato la obliga. Usted sólo tiene derecho a recibir mil trescientos dólares. Tiene dos posibilidades: perder el resto el pago inicial, o seguir adelante con los planes del banquete. Lo siento. De verás lo siento."
Parecía loco, pero mientras más lo pensaba la novia abandonada, más le gustaba la idea de seguir adelante con los planes de la fiesta; no un banquete de bodas, por supuesto , sino una gran celebración. Diez años, aquella misma mujer había estado viviendo en un refugio para gente sin hogar. Había logrado recuperarse, había encontrado un buen trabajo y fue ahorrando una buena suma de dinero. Ahora, tuvo la loca idea de usar sus ahorros para darles una fiesta a los parias de Boston una noche en el centro de la ciudad.
Así fue como, una noche de junio de 1990, se celebró en el Hotel Hyatt del centro comercial de Boston una fiesta como nunca se había visto antes. La anfitriona cambió el menú, poniendo pollo deshuesado- "en honor del novio", dijo- y envió las invitaciones a las misiones de rescate y a los refugios para gente sin hogar. Aquella noche de verano, toda aquella gente acostumbrada a arrancar de su caja pedazos de pizza a medio comer, cenó "cordon bleu". Los camareros del Hyatt, vestidos con sus esmoquins, les sirvieron entremeses a una serie de ancianos apoyados en muletas y en andadores de aluminio. Las mujeres sin hogar, los vagabundos y los adictos se tomaron una noche de descanso de la dura vida al aire libre en las aceras, para beber champaña, comernce un pastel de bodas de chocolate y danzar al ritmo de una gran orquetas hasta altas horas de la noche.