Reforma: Sola Scriptura

Bart

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24 Enero 2001
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<CENTER>Reforma: Sola Scriptura</CENTER>

César Vidal Manzanares

Cuando en el siglo XVI se produjo ese inmenso seísmo que de manera convencional denominamos Reforma, la Historia cambió radicalmente. De la revolución científica a la aparición de la democracia moderna, de la economía de mercado al principio de libertad de conciencia, de los sistemas educativos avanzados a la reforma penitenciaria, aquel movimiento fue dando una serie de frutos de cuya bondad nos aprovechamos hoy en día a la vez que, generalmente, olvidamos o ignoramos su origen. Sin embargo, la Reforma revistió un especial interés no por su proyección económica, política o social sino, fundamentalmente, por su contenido espiritual.


Nacida de un deseo extraordinario de devolver al cristianismo su pureza original se vio frustrada en buena medida por las instituciones que deseaba cambiar y sería el propio Juan de Valdés el que en sus últimas cartas manifestaría un profundo pesar porque el papa estaba preparando un concilio – el de Trento – en el que no habría reforma alguna de la iglesia sino un, como diría Lampedusa, “cambiar todo para dejar todo igual”. La Reforma llegaría así a una parte sólo de Europa y eso de manera diversa, fragmentada e independiente porque nunca fue un movimiento centralizado sino una serie de explosiones provocadas por la lectura de la Palabra de Dios.

Con todo, y a pesar de su diversidad, esa Reforma se centraría en torno a una serie de “Solos” que, derivados de la Biblia, mostraban el camino para liberar al cristianismo de entonces de sus excrecencias y corruptelas para devolverlo a su estado original. Tengo la convicción personal de que la iglesia de hoy en día necesita una nueva reforma y que esa reforma sólo puede articularse en tono a esos mismos “solos”.

<CENTER>I. Sola Scriptura.</CENTER>

El primero de ellos es el principio de Sola Scriptura, es decir, la convicción - y actuación en consecuencia – de que la Biblia es la única regla de fe y conducta para un cristiano por encima de cualquier tradición, moda o confesión. No me cabe la menor duda de que cuando me convertí a Cristo hace más de un cuarto de siglo las iglesias evangélicas, con todos sus muchos matices y defectos, actuaban así de manera mayoritaria. A la vez no alimento la menor duda de que esa conducta ha dejado patéticamente de ser verdad en buena parte del mundo protestante en el curso de las últimas décadas. Me explico. Es cierto que cada vez se editan más biblias distintas (Dios mío, ¿cómo pudo sobrevivir el pueblo de Dios durante siglos sin esa profusión de versiones?). Es cierto también que se siguen utilizando en momentos diversos del culto. Sin embargo, a la vez, me resulta difícil no percibir que la Biblia ha ido perdiendo peso en muchas congregaciones de una manera que intentaré analizar en las próximas semanas. La primera forma en que lo ha hecho ha sido en su papel de única revelación.

Me consta que en la práctica muy pocos se atreverían a negar que la Biblia es la única fuente de revelación pero esa confesión de fe, plenamente cierta, es desmentida vez tras vez desde nuestros púlpitos y nuestras congregaciones. Históricamente, la existencia de una tradición ha asfixiado no pocas veces el sonido limpio de la Palabra de Dios y la diferencia entre la tradición de siglos o las costumbres emanadas del último pastor (o del consejo eclesial que controlaba al último pastor) no es tan considerable como podría parecer a primera vista. Sin embargo, lo que necesitamos no es tanto seguir transitando los trillados caminos tradicionales como, humildemente, volver nuestros oídos a la predicación de la Palabra y plegarnos a ella.

¿Predicación de la Palabra dije? Es ese un tema que abordaré un día de éstos pero del que ahora tengo que hacer mención porque, al lado de la tradición, la Biblia se encuentra oprimida en la actualidad, de manera creciente, injustificada y desconsiderada, por el subjetivismo extrabíblico. Hace unos meses asistí a una iglesia un domingo por la mañana. Tras la ración más o menos habitual de himnos y cánticos, subió al púlpito un hombre que estuvo obsequiándonos a lo largo de una hora con su vida de las últimas semanas. Es verdad que leyó un versículo antes de empezar su predicación pero luego no sé cómo se las arregló para no mencionar ni una sola vez a Jesús y sí, mostrarnos sus extraordinarias aventuras a este lado del Atlántico (no quiero pensar cómo serían allende los mares).

Seguramente estaba guiado por la mejor intención pero en lugar de canalizar hacia nosotros el saber de la Palabra de Dios se había convertido en el centro del culto cuando ese centro sólo puede ocuparlo Cristo. Y a fin de cuentas, este hombre pretendía contar algo de Dios...

Otra de las memorables predicaciones a las que he asistido en la pasada temporada – y me consta que en ningún caso son excepciones - consistió, también tras un versículo inicial, en el comentario pesado y espeso de un documento abstruso sobre el subdesarrollo y la justicia en el mundo. A pesar de que el protagonista del evento ha dado señas en más de una ocasión de poder tragarse determinadas teorías – ya rancias y ni siquiera de moda – con auténtico apetito, hubiera sido de agradecer que escogiera otro foro para difundirlas distinto del púlpito de una iglesia y a una hora diferente de la predicación dominical.

Lamentablemente, tanto un episodio como otro son muy comunes y, al menos yo, no puedo dejar de sentir escalofríos cuando en lugar de escuchar una predicación sustentada en la Biblia me veo forzado a oír otra derivada de una supuesta revelación espiritual o de una presunta revelación humana. “Sola Scriptura”. Ésa es la carta de Dios para nosotros y cuando nos desviamos de ella desbarramos lamentablemente. Pero sobre ello volveremos, Dios mediante, la semana que viene...

(Continuará… Sola gratia, Sola fide)


César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España.
 
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<CENTER>Reforma: Sola Scriptura (II)</CENTER>

César Vidal Manzanares

El principio de Sola Scriptura establece que la Biblia es la única regla de fe y conducta y que las connotaciones no se reducen al púlpito. Incluyen, entre otras, la creencia en que nuestra vida no se rige por la tradición, la filosofía de moda o el espíritu de la época y, de manera muy especial, que el mundo no es el que impone su agenda a la iglesia ya que la iglesia tiene una agenda propia que debe predicar al mundo.

Es precisamente el apoyarse en la Biblia y nada más que en la Biblia lo que nos mantiene predicando a nuestros contemporáneos que son pecadores, que están perdidos y que sólo pueden hallar salvación en Cristo (Hechos 4, 11-12). Se trata, sin duda, de un mensaje antipático en todas las épocas. En la época de Pablo, por ejemplo, los griegos buscaban sabiduría mientras que los judíos pedían milagros. En la época de la Reforma, el gusto por lo prodigioso y por la autojustificación no había disminuido e incluso hasta había experimentado una cierta sofisticación. En nuestros días, la misma referencia al pecado y al hecho del juicio que acarrea provoca reacciones de pesar que varían de la ira a la depresión. Sin embargo, ése es el mensaje central del Evangelio: está usted enfermo espiritualmente y sólo Cristo puede curarlo; está usted perdido espiritualmente y sólo Cristo puede hallarlo; está usted condenado espiritualmente y sólo Cristo puede salvarlo.

Esa persistencia en la Biblia es la que nos permite además caminar con pie seguro en medio de la cultura de la época, una cultura que se pretende segura y firme cuando en realidad sólo se reduce a un miedo envuelto en los oropeles de la prepotencia. Si en el siglo I la Biblia enseñaba que los esclavos no eran reses o que las mujeres tenían alma, si en el siglo VIII indicaba que había que tratar a la esposa como Cristo a la iglesia, hoy en día nos dice que las prácticas homosexuales o el sexo promiscuo son pecados por los que se responde ante Dios. Gracias a la Biblia, la iglesia no se deja arrastrar por la moralidad de la época – una moralidad que, a menudo, cada generación considera superior sólo para que la generación siguiente la mire con espanto – sino que tiene un mensaje ético que brota del propio Creador y, precisamente por ello, se adapta a nosotros como criaturas arrancándonos de nuestra situación y mostrándonos aquello a lo que podemos aspirar.

La iglesia que se aferra a la Biblia – aunque provoque el desprecio, la carcajada o el estupor de los que la rodean – sobrevivirá mientras que aquella que se distancia de ella ha firmado su sentencia de muerte. No debería extrañarnos. ¿Acaso no está escrito: “el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán?”

César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España.
 
Re: Reforma: Sola Scriptura

Originalmente enviado por: Bart
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<CENTER>Reforma: Sola Scriptura</CENTER>

César Vidal Manzanares

Cuando en el siglo XVI se produjo ese inmenso seísmo que de manera convencional denominamos Reforma, la Historia cambió radicalmente. De la revolución científica a la aparición de la democracia moderna, de la economía de mercado al principio de libertad de conciencia, de los sistemas educativos avanzados a la reforma penitenciaria, aquel movimiento fue dando una serie de frutos de cuya bondad nos aprovechamos hoy en día a la vez que, generalmente, olvidamos o ignoramos su origen. Sin embargo, la Reforma revistió un especial interés no por su proyección económica, política o social sino, fundamentalmente, por su contenido espiritual.




Perdone que le interrumpa en su publicación de mensajs tipo tabloide, pero quisiera hacer un inciso e invitarle a comentar alguno de ellos, tal como recomienda las normas del foro.

¿Tendría usted la amabilidad, o la caridad, de ampliar en qué medida influyó la REFORMA en el desarrollo (sic) "De la revolución científica a la aparición de la democracia moderna, de la economía de mercado al principio de libertad de conciencia, de los sistemas educativos avanzados a la reforma penitenciaria, aquel movimiento fue dando una serie de frutos de cuya bondad nos aprovechamos hoy en día a la vez que, generalmente, olvidamos o ignoramos su origen."?

ire, aún a riesgo de que algún forista me pregunte en qué colegio estudié, yo tenía entedido hasta ahora que este movimiento que se describe en su mensaje se inició en el
RENACIMIENTO y que la REFORMA fue una consecuencia más del RENACIMIENTO. Una de las muchas consecuencias. El nombre que se dio a este movimiento iniciado en el siglo XIV y que se desarrolló a lo largo del XV y del XVI, aún a riesgo de que alguien me pregunte por mi colegio, no es casual: RENACIMIENTO, de volver a nacer no el arte, sino el hombre y su sociedad.

Pero claro, aquí no solamente se inerpreta la Biblia de una manera muy particular, tampoco la Historia se escapa a las manipulaciones.

¿Verdad, Bart? ¿o me equivoco?

Saludos cordiales
 
Bueno Yelo...


Teniendo en cuenta que el autor del escrito, es César Vidal Manzanares, y que es catedrático de Historia, aparte de Doctor en Teología, Filosofía y licenciado en Derecho....


Creo que harías bien en investigar primero quien es el autor y conocer sus credenciales y su autoridad en la materia.


Deja de criticar por criticar, y analiza todo lo que lees, eso, es propio de cualquier buen periodista :beso:
 
¿Otra vez, Yelo?
¿De nuevo presumes de lo que ignoras?
Ni siquiera sería lógico preguntar el porque la Reforma fué un motor para la expasión de la ciencia y la cultura y sobre todo respecto a la evolución social de la humanidad con el constante incremento de las libertades tanto colectivas como individuales. Y todo esto con las constante oposición de la Instirución Vaticana. No es necesario puesto que Cesar Vidal lo especifica cumplidamente.
Me pregunto si Yelo ha leido el Syllabus de Pio IX.
¿Alguna vez te has preguntado el por qué se dieron las grandes revoluciones (Francia, Italia y las fallidas en España) -Y eso sin salirnos de Europa- y en cambio no se dieron en los países que mayoritariamente aceptaron la Reforma? ¿Recuerdas la célebre frase de un carca político español: "Que inventen ellos"
A veces quien presume de erudición lo que en realidad hace es un argumento de su ignorancia.
Vade Retro.
 
Querido Tobi:

Espero que de una vez por todas te quede meridiano que no presumo de erudición.

También quiero que sepas que no, no he leído el Syllabus de Pío IX, y sí sé muy bien que la REFORMA PROTESTANTE fue una consecuencia de la liberación que inició el hombre respecto a la Iglesia Católica y la sociedad feudal. ¿De acuerdo en esto? ¿O también me vas a decir que fue la Reforma la que acabó con el feudalismo?. No, claro que no estás de acuerdo con esto.

Y sí, es cierto que
A veces quien presume de erudición lo que en realidad hace es un argumento de su ignorancia.
, quod erat demostrandum en tu caso.

Saludos cordiales.
 
Gracias, Maripaz, por tu tono conciliador, pero a mi el historial académico de este ciudadano me trae al pairo.

Date cuenta de que también se supone que el Papa de Roma y todo su colegio cardenalicio son doctores en Teología y dicen que María fue virgen antes, durante y después del parto, dicen que el Papa es infalible cuando habla ex cathedra , dicen que hay que rezar a los santos. ¿Entonces? ¿Hay que suponer que quien tiene un título universitario está en posesión de la verdad? Sí, eso hace unos años se denominaba "titulitis", pero hoy por hoy más de la mitad de los jóvenes europeos son universitarios o han pasado por la Universidad.

Pero que estos señores católicos se equivoquen no significa que los contrarios tengan razón. Hasta ahí podríamos llegar.

Entonces... ¿no es un caso muy similar a del insigne catedrático/doctor-teólogo, filósofo y letrado señor Vidal? ¿Su historial académico le avala en todo? ¿Tuvo su Pentecostés privado el día que leyó sus tesis doctorales?

Mira, uno de sus títulos universitarios,que no es el de teólogo ni historiador, coincide con uno de loS míoS, y conozco los argumentos de mis colegas .

En fin, también son historiadores muchos de los biógrafos de Hitler y de Franco, y manejan la Historia a su gusto. Y también tengo noticias de varias corrientes filosóficas desde antes de Sócrates hasta los modernos escolásticos. Se estudia Historia de la Filosofía o algo similar en varias carreras en varias Univesidades europeas como asignatura obligatoria. ¿Y qué? Pues lo mismo que aquí: todos contra todos. Los más honestos filósofos tal vez fueron los cínicos.

La prueba es que no se estudia a Manuel Kant (por ejemplo) de manera idéntica en una universidad católica alemana que en una protestante, también alemana. Naturalmente que no.

Y es que va a ser cierto el dicho famoso de que nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.

Saludos cordiales, Maripaz, y no es una fórmula de cortesía, te lo aseguro.
 
Lo que ocurre Yelo, es que tu no conoces a César Vidal, ni has leido sus libros, ni sabes nada de su persona, y sin embargo te permites hablar de el y de lo que escribe....además, César es amigo mío y mi hermano en Cristo Jesús.


Te recomiendo que leas algo suyo, y preguntes por la fama del señor Vidal. No estamos hablando de cualquiera, sino de alguien rspetuoso y honesto con lo que escribe.


Te vuelvo a recomendar que analices antes de escribir....no es bueno hablar de aquello que se desconoce.
 
Vaya, otro salto más sin paracaídas... ¡Menudo es el día que llevo!.

Lo siento, es que me voy volviendo desconfiado cuando hay tantos intereses y muchos tratan de beneficiárselos modificando pequeños matices.

Lo siento en cuanto a que es tu amigo. Me hubiera callado o hubiera moderado el estilo.

Saludos cordiales.
 
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<CENTER>Sola Scriptura: leer la Biblia</CENTER>

César Vidal Manzanares

Siempre he tenido en enorme estima la lectura de la Biblia. Cuando era niño, mi padre compró una de las primeras ediciones de la traducción Nácar-Colunga y por las tardes se dedicaba a leerla en voz alta en la cocina de casa de tal manera que mi imaginario infantil estuvo poblado de personajes como David, Abraham, Moisés o Salomón que llegaron antes que los tres mosqueteros o Davy Crockett. Al final de mi infancia, abandoné la iglesia en la que había nacido y entré en una secta precisamente porque en ella se decía que la enseñanza giraba única y exclusivamente sobre el texto bíblico y que por ello eran "la única religión verdadera". En la adolescencia, me convertí leyendo el Nuevo Testamento en griego - con lo que dejé la secta con cierta rapidez - y sólo me detuve en un lugar donde me pareció que aparte de otras virtudes espirituales tenían la de amar y estudiar concienzudamente la Palabra de Dios.

De entonces a acá ha pasado casi un cuarto de siglo y han cambiado muchas cosas pero no creo que todas lo hayan hecho a mejor. Una de ellas es precisamente la lectura continuada, fiel y personal de las Escrituras. En realidad, tengo a veces la sobrecogedora sensación de que la Biblia ha ido cediendo su lugar central en favor de otras opciones.

Contamos con mejores coros y mejores técnicas de alabanza (no sé si son más sinceras siempre pero técnicamente suelen ser muy superiores); disponemos de ministros teóricamente mejor preparados en áreas como la psicología o la sociología pero que no parecen especialmente entusiasmados con sumergir a su congregación en un baño bíblico creciente y continuado; podemos discutir sobre enfoques políticos o contar los pormenores de la Operación Triunfo pero apenas citaríamos de memoria versículos en apoyo de las enseñanzas esenciales del cristianismo; hemos desarrollado un gusto profundo por lo espectacular y maravilloso pero lo hacemos pender de experiencias, relatos y testimonios en lugar de someterlo juiciosamente al contenido de la Biblia y nos hemos empeñado en aumentar el tamaño demográfico y físico de las congregaciones a la par que se ha reducido el tiempo y el número de personas dedicados al estudio de las Escrituras.

Sé que se trata de un fenómeno universal, que no está limitado a España pero, francamente, esa circunstancia, lejos de consolarme, me crea una mayor sensación de carga y pesar. Ignoro qué nos deparará el porvenir pero tengo una certeza, la de que si la Biblia no vuelve a ocupar el lugar que le corresponde en la vida de cada uno como individuo y de cada congregación como parte del cuerpo ese futuro sólo podrá ser oscuro y aciago por más que lo ilumine la falsa magia de los focos de televisión o se encuentre acompañado por la lista ininterrumpida de ceros de la prosperidad en la cuenta corriente.


César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España.