Esta crisis también fue puesta de manifiesto en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Aparecida, 2007), al reconocer que “una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de la verdades de fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados”, no resistirá los embates del tiempo. Es decir, tarde o temprano terminará siendo irrelevante, “sal sin sabor”, esto es, sin aportar al mundo lo que este más necesita: indignación ética y compasión solidaria.
Entre las causas de esta crisis se encuentra un modo de vivir la fe, un modo de ser cristiano y de ser Iglesia.
Hace años, el teólogo José María Castillo solía denunciar lo que él denominaba las alienaciones de la fe.
Y citaba, entre otras, la reducción de la fe a un mensaje de salvación para la otra la vida (escape de la realidad) y a un mensaje de santificación individual (repliegue al dominio de lo privado);
y la identificación de la fe con la práctica religiosa (la vida de fe se vive en los lugares “sagrados”, al margen del mundo). Mucho de esto, ciertamente, sigue vigente en bastantes comunidades y es tolerado o fomentado por la misma jerarquía eclesiástica.
De esa forma, tenemos una Iglesia centrada en la doctrina, el rito y las devociones, y una institución así parece no tener relevancia en el mundo de hoy.
Entre las causas de esta crisis se encuentra un modo de vivir la fe, un modo de ser cristiano y de ser Iglesia.
Hace años, el teólogo José María Castillo solía denunciar lo que él denominaba las alienaciones de la fe.
Y citaba, entre otras, la reducción de la fe a un mensaje de salvación para la otra la vida (escape de la realidad) y a un mensaje de santificación individual (repliegue al dominio de lo privado);
y la identificación de la fe con la práctica religiosa (la vida de fe se vive en los lugares “sagrados”, al margen del mundo). Mucho de esto, ciertamente, sigue vigente en bastantes comunidades y es tolerado o fomentado por la misma jerarquía eclesiástica.
De esa forma, tenemos una Iglesia centrada en la doctrina, el rito y las devociones, y una institución así parece no tener relevancia en el mundo de hoy.