Monseñor Sanus confiesa que su arzobispo le tenía «marginado»
JOSE MANUEL VIDAL
MADRID.-Monseñor Rafael Sanus no se muerde la lengua y asegura sentirse «dolido por algunas interpretaciones» que se hicieron de su renuncia a la mitra. Quiere dejar bien claro que, si presentó su renuncia al Papa, no fue «por resentimiento» o por «querer hacer carrera eclesiástica», sino porque su arzobispo, Agustín García Gasco, le tenía «marginado».
Y es que tras tomar la decisión de renunciar, el ya dimisionario obispo auxiliar de Valencia se siente «más libre que nunca» para decir lo que piensa. De todas formas, quiere ser prudente y repite, una y otra vez, a los periodistas: «A ver si mis hermanos se molestan». Porque sabe que su denuncia es de calado. Algo que no pasaba en las tranquilas aguas episcopales desde hace mucho tiempo.
Monseñor Sanus vuelve a confesar, por ejemplo, que sus discrepancias con el arzobispo titular de Valencia son profundas. «Tenemos modos de pensar muy distintos».
Reconoce también que, en estas situaciones, la cuerda se rompe siempre por el lado más débil, porque «donde hay patrón, no manda marinero». Y critica sobre todo los nombramientos de dos clérigos para puestos de alta responsabilidad en la diócesis: «La escalada de Corbí [ex secretario personal del arzobispo, miembro del Opus Dei, nombrado provicario general] y, sobre todo, de Pinal [nombrado vicario general] me ha parecido sobremanera inoportuna».
«Cambio de escena»
Monseñor Sanus dijo sentirse feliz como auxiliar del anterior arzobispo, monseñor Roca. Pero la llegada de García Gasco «fue como un cambio de escena; uno se encuentra a gusto en el mar y, de repente, le colocan en medio del puerto. Se produce una desorientación que se acusa».
Las causas profundas de su renuncia hay que buscarlas en la marcha atrás que ha dado la Iglesia valenciana con García Gasco. «¿Involución? No me atrevería a decir tanto. Lo que sí está claro es que la Iglesia no vive al ritmo que requieren los tiempos actuales, al ritmo que requiere la situación de la Iglesia católica en España y en Europa».
Y dijo más monseñor Sanus (el único obispo manco del episcopado español de la historia reciente): «La Iglesia española no acaba de sintonizar con una sociedad que es radicalmente pluralista, no se acaba de sentir cómoda en esa sociedad. No digo que bendiga todo lo que dice la gente, pero no acaba de aceptar, de conectar en creencias, ideas, moral, en religión, en todo».
Algo así no se oye todos los días de boca de un obispo. Fiel a su pasado, monseñor Sanus piensa seguir viviendo en Valencia, «que es mi tierra, donde tengo mi casa, mis amigos, mis sacerdotes». Su mera presencia será una denuncia tácita de un estilo de ser arzobispo que ya no se lleva.
http://www.el-mundo.es/2000/11/21/sociedad/21N0093.html