Hermano Usoz, muy buenos días le dé Dios. Usted me pregunta, ¿Constituimos, pues, el club de los que no quieren ser vomitados de Su boca?
Respuesta corta: Por supuesto.
Respuesta larga:
Hablando de vómitos, es verdad una experiencia terrible. A mí me hace mucho daño comer carne de puerco. A mucha gente le encanta la carne de puerco, se desviven por ella. Verdaderamente tiene muy buen sabor. Pero por alguna razón sabia, el Señor le prohibió comer ese tipo de carne.
Cuando yo la ingiero, después de un rato me da un dolor de cabeza, en la frente. Me hace llorar. La única forma de recuperar mi salud es vomitar esa carne. Vomito y me siento fresco y lozano. ¡Qué maravilloso es vomitar!
Bueno hermano, el Señor habló de vomitar cuando trató de nuestra fidelidad a El. A veces hacemos cosas bonitas y agradables a nuestros sentidos, pero ¡cuánto daño hacen! Yo nunca me embriagado, gracias al Señor; pero he visto cómo vomitan todo el licor ingerido esas personas que han perdido el control de sí mismos y se dedican al trago.
Yo nunca he pertenecido a la secta romanista; pero como latinoamericano, mi vida ha estado ligada a ella de una u otra manera. Tiene muchas cosas interesantes y hasta bonitas. Por ejemplo, esto de María es tan tierno, apela a los más nobles sentimientos. ¿Cómo no crees que Jesús no podría atender la intercesión de su mamacita? Pero la virgencita por aquí, y virgencita por allá. Las procesiones son impresionantes, los sahumerios son agradables, la indumentaria de los curas durante la misa es atractiva, y eso del purgatorio ni se diga, ¿no le parece? Pero para el Señor todo es vomitable; todas esas cosas alejan al hombre de la presencia maravillosa de Dios, de su Palabra, etc.
Bueno hermano, Usoz, lo admiro, lo quiero, y le deseo lo mejor en el Señor.
Su hermano en la FE del Señor,
Ezequiel
PD: ¿Abrimos un párrafo acerca de la teología del vómito?