Acerca de las provocaciones
Acerca de las provocaciones
Bueno Mary, ya estamos aquí:
Hablas de provocaciones. Te voy a decir un secreto a la oreja. ¿Quieres oírlo? Venga, acerca la oreja... “sólo hay provocador si hay provocado”. ¿Lo has oído, Mary?
Sólo hay provocador si hay provocado.
Vamos, la cuestión es sencilla a no más: sólo existe la “provocación” si hay un “provocado”. Si no existe un “provocado” no se implica una “provocación”... y cualquier cosa que podamos decir provoca si hay un “provocado”... por poner un ejemplo, a Galileo Galilei casi le quemaron porque vió a otros planetas que daban vueltas alrededor del Sol, y a Esteban le apedrearon por ver el Cielo abierto. Ambos eran unos provocadores de cuidado. En este mundo facundo hay más “provocados” que gotas de agua en el océano. Si no fuera así, nadie tendría su papel de “provocado”, ¿no crees?
Bueno, pues si hablamos de provocadores, también podemos hablar de un tal Jesús, por ejemplo, que vivió una vida de constante provocación. Podemos hablar de Pablo, vivió una vida de aún mayor provocación... o de Pedro, o de Juan, o de Moisés o Abraham... . En todos los casos resulta que había oidores que se consideraban lo suficientemente en exceso aludidos como para sentirse “provocados” y creerse en el derecho de quitarlos de en medio. ¿Entiendes? El Evangelio Mismo es la mayor provocación que pudiera oír un hombre, pues le provoca e incita... el “Evangelio provocador” ejecuta una “consciente provocación”, aunque creo que en términos generales la humanidad no es tan sutil como para advertirlo, y para ella cualquier cosa cristiana es una “consciente provocación” que provoca, porque “me acusa”.
Podemos ver con facilidad que así haya provocadores mentirosos y provocadores verdaderos. La provocación verdadera produce una reacción para bien, en cambio la provocación falsa, basada sobre la mentira, es para mal. La primera busca el bien, la segunda sólo busca una reacción adversa para autojustifcarse. Esto también lo podemos entender facilmente. Como verás, yo he escrito aquí un decálogo un tanto tendencioso, pero es cierto en cada uno de sus puntos... y no busca el mal del prójimo, sino que busca su bien. Cuando Jesús llamó a los fariseos “sepulcros blanqueados”, estaba evidentemente “provocando”. Para los Fariseos Jesús era un “provocador” que merecía la muerte más horrible. Jesús era un verdadero provocador, porque lo que salía de su boca eran verdades como puños y puñales, y claro, aquellas verdades provocaban de lo lindo. Porque uno puede hacer dos cosas con Jesús: atender a sus provocaciones como si trataran de decirnos algo, o hacernos enemigos de sus provocaciones porque “nos provocan” y “nos acusan”. Si nos centramos en los provocadores verdaderos, su mensaje “provocativo” produce dos efectos, a saber:
1) El “provocado” no “oye” la provocación, se siente directamente aludido en exceso, y no sana... sigue enfermo (a veces, se da el caso de que el cuadro clínico empeora, pero esto suele pasar con los que no escuchan a la Verdad).
2) El “provocado” “oye” en efecto la provocación, “escucha” a la provocación, y sana de su dolencia (estos son los sabios).
Si nos centramos en el cristianismo, que es el caso que nos ocupa, te diré que para este mundo el cristianismo es el mayor exponente de provocación del Universo, por la sencilla razón de que al ser una Verdad no se puede luchar contra ella. La "provocación verdadera" de la que hablaba antes es mucho más poderosa que la "provocación mentirosa", porque no se puede luchar contra la Verdad, y vencer. Si peleas contra la Verdad, pierdes. Siempre. Es probable que la tercera guerra mundial sea consecuencia de una provocación cristiana (o de una mentirosa provocación musulmana). Pero aunque estas son mis especulaciones y apreciaciones te daré la razón en un punto, y es que es probable que el provocador se limita a poner parte de la historia, no toda. El provocador se centra en la llaga, en la herida. Mete el dedo ahí, y remueve bien para que duela. Es parte del "juego".
¿Por qué?
Porque, querida mía, en este mundo de sordos, del cual yo me considero parte, sólo el dolor sirve de “bocina”. El Señor se dedica a esto con los suyos, y vengo a creer que también con los demás, me refiero a esta humanidad. El dolor que Él obviamente permite, (pero del que curiosamente nosotros somos directos responsables) es su forma de llamar a gritos a un mundo de sordos. Y a eso me dedico yo. A dar bocinazos, por si alguno, o alguna, oyera.
Soy consciente de que molesta.
Provocador me considero, y a provocación fui llamado, y si te consideras cristiana, no cristiana nominal, sino cristiana, es necesario que este también sea tu propio destino... y Cruz.
¡Vivan los provocadores!
Salud!!
