Buenas Tardes.
Quisiera compartir con ustedes una historia.
Una señora había salido a trabajar a otra provincia, un pueblito rural lejos de su tierra, y buscaba un lugar donde se reunieran para leer la Palabra de Dios. Pero no encontraba un lugar en aquel pueblo que sea de su denominación.
Después de mucho caminar, la señora se sentó en una banca, cansada. Su tristeza se tornó sorpresa y alegría al escuchar cantos hablando del Señor Jesucristo: buscó el lugar de donde provenían las voces, pero no había cartel, ni nada que señalase aquel lugar como "templo" o "Iglesia".
Cuando entró, se sentó en las bancas de atrás, hasta que el predicador invitó a los que estaban detrás que se acerquen; no había mucha gente reunida esa noche, así que la señora se sentó lo más adelante que pudo.
Después de haber orado, el predicador comenzó hablando del Señor: en todo ese tiempo, parecía a la señora que estaba cosas nuevas para ella. Pero en un momento el predicador dijo: "¡Los bautistas no van al cielo!"
La señora, impactada, estaba por retirarse de aquel lugar; pero el predicador continuó: "¡Tampoco los anglicanos, los testigos de Jehová, los luteranos, los católicos, ni los...!" La lista continuó por un momento que a señora le pareció eterno.
Hasta que el predicador dijo: "Ninguno de ellos irá al cielo. Solo los cristianos, los hijos de Dios van al cielo".
Cuando Dios nos llame a su presencia, no va a preguntar por tu denominación ni por tu "iglesia". Porque solo sus hijos (Juan 1:12) van al cielo.
Antonio Paravicini.