La Biblia enseña que Dios regenera soberanamente al pecador elegido, aparte de la elección del pecador. Si Dios no regenera primero al pecador espiritualmente muerto, entonces ese pecador nunca podrá llegar a la fe en Jesucristo.
Dios debe “regenerar” a los espiritualmente muertos para que puedan seguir a Cristo. Esto se hace por fe, y la fe no es una contribución de “libre albedrío” que los hombres pueden hacer en sus pasos para llegar a la salvación. En cambio, se les da fe y han implantado la fe, las semillas de la fe, como un regalo de Dios para que puedan creer. Dios imparte fe soberanamente y la capacidad de ejercer fe hacia la salvación en el acto soberano de regeneración.
Jesucristo enseñó que nadie está perdido por quien Él murió. Las Escrituras no solo desafían la idea de que los elegidos pueden perder su salvación, sino que enseñan completamente lo contrario. Todo lo que Dios quiere, por su beneplácito, lo obtiene. Esto significa que después de que Dios ha salvado soberanamente a una persona, Él hace todo lo necesario para mantener a esa persona en Su gracia eterna y bajo la sangre de Cristo.
Etc....
PENSAMIENTOS sobre el TEMA en cuestión, para su meditación D. Enzo.
Para entender lo que la Biblia enseña sobre la regeneración, primero usted debería saber que hay dos regeneraciones. Una es "ahora" y otra en el "no-tiempo" futuro. Y no, la Biblia no enseña que Dios regenera al pecador sin el consentimiento del pecador. Eso lo enseña
usted.
Según el calvinista (siguiendo sus propios dogmas hasta las últimas consecuencias) Dios obliga a una persona a arrepentirse, a creer y a salvarse, y Dios obliga a otra persona a lo contrario. Pues, "¿quién puede resistir a Dios?" (malentendiendo las palabras del apóstol). Así, llegan a escena nuevos conceptos que se sacan de la manga y que apuntalan todo el edificio mental para que la voluntad humana quede fuera de la "ecuación" (la gran enemiga del calvinista), que básicamente consiste en esta "gracia irresistible", gracia desmentida por muchos textos que deben torcerse para que las cosas encajen. Yo no veo en las Escrituas en ninguna parte la "gracia irresistible", sino todo lo contrario. Una gracia que se debe "aceptar", "no resisitir", y que puede "resisitirse", y "no aceptarse" (léase el discurso de Estéban, léase las cartas de Pablo o Pedro, o incluso Juan).
Según esta teoría tan curiosa, sin hacer nadie absolutamente nada, Dios elije a unos pocos que tendrán la fortunad de salvarse
perséculaseculorum (una especie de lotería cósmica). Digo "fortuna" porque el calvinista retorcerá hasta su propia salvación para que encaje en la "idea" de que él nunca a tomado decisión alguna respecto a su salvación. El calvinista no hace absolutamente nada nunca. Pero resulta que la "salvación" inexplicablemente para el calvinista es un largo proceso. ("Con lo fácil que fuera hacerlo todo de golpe y de forma sencilla... ¿por qué será todo tan arduo?", se preguntará el calvinista honesto, con lo fácil que sería que Dios chascara los dedos y yo, el pelele, me convirtiera de golpe en lo que Dios quiere que sea).
Según la teoría calvinista, primero Dios debe "regenerarte" (hacerte renacer espiritualmente, porque si no no puedes "elegir bien", cosa que elimina el misterio de la elección) y después te regala el "arrepentimiento" y la "fe" para que "alcances" tu salvación. Ni la fe ni el arrepentimiento son tuyos... es algo que te dan y tú los usas como si de un artilugio se tratara. Pero no se detiene aquí la cosa, pues ni siquiera "quieres" usarlos ni sabes usarlos: Dios da el "querer", que el calvinista entiende también como algo cohercitivo, "por encima de mi voluntad", que "no se puede resistir". Así que en la práctica (aunque luego lo nieguen) el calvinismo reduce al ser humano a un pelele (un robot) en manos del albur cósmico. No hay nada que el pecador pueda hacer, pues todo se le da ese Ser Supremo (al mismo tiempo que se lo niega a los demás, lo que no han sido tan "afortunados", naturalmente).
"La locura de la predicación" no es necesaria y el "misterio del evangelio" (y del juicio de un Dios justo que no hace acepción de personas) ya no se queda en "misterio", sino en ecuación matemática bien resuelta por el dogma calvinista. Toman la mística de los apóstoles y del evangelio y la convierten en una especie de "poción mágica". Y después de hacer todos estos pinos y piruetas teológicas, se queda tan satisfecho consigo mismo, contento de "ser salvo siempre salvo", cuando las Escrituras hablan claramente de un camino que se debe recorrer, una puerta a la que se debe llamar, esto y lo otro, etc. Es decir, de una acción (o mediación) de la voluntad del hombre.
Para que los foristas espirituales que me leen lo entiendan bien, lo escribiré bien claro.
El calvinismo (al igual que el arminianismo, que surgió para combatirlo) es un edificio teológico mental no inspirado. El calvinista cree una serie de verdades bíblicas con la mente, pero no sabe alcanzarlas con el espíritu. Es decir, NO LO ENTIENDE. Y como no entiende, recurre a una especie de "manual" teológico, una "lista numerada". El problema del calvinismo (y del arminianismo) es fácil de discernir: es la mente natural intentando contener (explicar, analizar, reducir, condensar) conceptos que no tienen explicación porque SON MISTERIO, y se mueven en el MISTERIO del Espíritu, es decir, la mística de una dimensión que la mente natural no puede entender ni asimilar.
El problema del calvinista (y del arminiano) es fácil de ser resuelto: ACEPTAD EL MISTERIO y dejad que la Palabra os hable al corazón y no al cerebro.
Entonces miraréis las doctrinas de vuestra ideología particular y os daréis cuenta de que la plena soberanía de Dios no está reñida con la voluntad humana. Ambas cosas coexisten: este es el testimonio de las Escrituras.
Lo curioso del dilema es que en el fondo creo que tanto el calvinista como el arminiano tienen que enfrentarse en su corazón precisamente a esa "parte" del evangelio contra el que secretamente pelean. El "hombre espiritual" en cada uno de nosotros (ese al que apela Pablo) debe caminar por el filo de la navaja, sin desviarse "a izquierda ni derecha".
Y qué difícil de encontrar es uno que acepte el misterio y camine por el filo de la espada.
Tan difícil como encontrar una aguja en un pajar.
Al calvinista le recomiendo la lectura de la parábola del sembrador y al arminiano la carta a los Romanos.
¡Amor!,
Ibero