Tal vez deberíamos preguntarnos en primer lugar qué cosa es pecado. Y más aún, deberíamos preguntarnos sobre cómo es Dios.
Es la pregunta que se hizo Saratustra cuando subió a la montaña, y pensando en el dios que le habían enseñado sus mayores llegó a una conclusión; bajó de la montaña y dijo: "Dios ha muerto".
Y lo que parece una herejía, es algo sano; estamos frente a un hombre que le hablaron de un dios tirano, que se enojaba con aquellos que pensaban diferente, un caprichoso que se levantaba malhumorado y decía: "hoy se me ocurre que esto es pecado". A ese dios mató Saratustra ... ¡Y bien que hizo!.
Dios no inventó el pecado, lo hizo el diablo para deshumanizarnos. Pecado es todo lo que atenta contra la humanidad. Dios no dice "no matarás" porque le gusta prohibirnos cosas. Lo dijo porque sabe que el asesinato va en contra del "ser – humano". Así pues, todo lo que deshumaniza es pecado y por ende, todo lo que nos haga más humanos sin duda que es santidad.
En muchos círculos religiosos, se piensa que santidad es todo lo que abre la puerta hacia la realidad del "espíritu" y se la cierra al mundo. Sin embargo, es hora de comprender que todo lo que atente contra el ser humano sea este hecho religioso, político, social, o de cualquier índole, es pecado.
La globalización capitalista, por ejemplo, impuso en el mundo un sistema de exclusión social junto a la cultura del pensamiento único.
Esta realidad produjo el desarraigo de miles de personas desde la periferia al centro en busca de mejores condiciones laborales. La respuesta de las naciones centrales ha sido la xenofobia, el racismo y la discriminación. El neofascismo en Italia, el neonazismo Alemán, El creciente racismo en Estados Unidos son la punta del iceberg de una patología de exclusión.
Ortega y Gasset nos dice que
"vivir es tratar con el mundo"
y también:
"Por lo pronto somos aquello que nuestro mundo nos invita a ser".
Erich Fromm, en "El miedo a la libertad" demuestra claramente como diversas enfermedades sociales como el fascismo y el autoritarismo, surgen de realidades psicológicas vividas por el pueblo alemán de esos días.
Por eso decimos sin temor a equivocarnos que el sistema imperante deshumaniza, quita al hombre su protagonismo como hacedor de la historia, hace del ser humano un engranaje, una pieza más sin identidad, una mercadería más de las góndolas del consumo, y sin duda, la más barata.
Pero la santidad es humanizante, santificar es devolverle al hombre su identidad como humano, su protagonismo histórico. Ser cristiano es ser cada vez más humano.
Es la pregunta que se hizo Saratustra cuando subió a la montaña, y pensando en el dios que le habían enseñado sus mayores llegó a una conclusión; bajó de la montaña y dijo: "Dios ha muerto".
Y lo que parece una herejía, es algo sano; estamos frente a un hombre que le hablaron de un dios tirano, que se enojaba con aquellos que pensaban diferente, un caprichoso que se levantaba malhumorado y decía: "hoy se me ocurre que esto es pecado". A ese dios mató Saratustra ... ¡Y bien que hizo!.
Dios no inventó el pecado, lo hizo el diablo para deshumanizarnos. Pecado es todo lo que atenta contra la humanidad. Dios no dice "no matarás" porque le gusta prohibirnos cosas. Lo dijo porque sabe que el asesinato va en contra del "ser – humano". Así pues, todo lo que deshumaniza es pecado y por ende, todo lo que nos haga más humanos sin duda que es santidad.
En muchos círculos religiosos, se piensa que santidad es todo lo que abre la puerta hacia la realidad del "espíritu" y se la cierra al mundo. Sin embargo, es hora de comprender que todo lo que atente contra el ser humano sea este hecho religioso, político, social, o de cualquier índole, es pecado.
La globalización capitalista, por ejemplo, impuso en el mundo un sistema de exclusión social junto a la cultura del pensamiento único.
Esta realidad produjo el desarraigo de miles de personas desde la periferia al centro en busca de mejores condiciones laborales. La respuesta de las naciones centrales ha sido la xenofobia, el racismo y la discriminación. El neofascismo en Italia, el neonazismo Alemán, El creciente racismo en Estados Unidos son la punta del iceberg de una patología de exclusión.
Ortega y Gasset nos dice que
"vivir es tratar con el mundo"
y también:
"Por lo pronto somos aquello que nuestro mundo nos invita a ser".
Erich Fromm, en "El miedo a la libertad" demuestra claramente como diversas enfermedades sociales como el fascismo y el autoritarismo, surgen de realidades psicológicas vividas por el pueblo alemán de esos días.
Por eso decimos sin temor a equivocarnos que el sistema imperante deshumaniza, quita al hombre su protagonismo como hacedor de la historia, hace del ser humano un engranaje, una pieza más sin identidad, una mercadería más de las góndolas del consumo, y sin duda, la más barata.
Pero la santidad es humanizante, santificar es devolverle al hombre su identidad como humano, su protagonismo histórico. Ser cristiano es ser cada vez más humano.