EL ANUNCIO DE LA VERDAD por José Combli
Pilatos le preguntó a Jesús: ¿“Qué es la verdad”? (Jn 18,38). Jesús no respondió, porque Pilatos no estaba interesado en saber qué era la verdad.
A los discípulos, Jesús sí les dijo lo que es la verdad. “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), En esa declaración de Jesús, la “verdad” está colocada en el medio entre el “camino” y la “vida”. Camino, verdad y vida forman una sola realidad, y cada palabra expresa un aspecto de esa realidad única. La verdad es el camino que lleva a la vida. Jesús dice que él es el verdadero camino, el camino que no engaña, sino conduce a la verdadera vida. La verdad aparece en el camino, ella está siendo buscada y esa búsqueda ya es vida, entrada en la vida. De ahí aparece claramente que la verdad no se reduce a doctrinas o teorías. La “verdad” quiere decir “realidad”, lo que realmente existe y da vida. No estamos en el orden de las ideas sino en el orden de la vida real de las personas. Jesús es quien da realidad a la vida humana. Esa realidad no es de orden puramente intelectual. La persona puede hasta no conocer el nombre de Jesús, pero si ella sigue el camino de Jesús, está en la verdad.
Jesús explica: “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6). El “camino” es don del Padre, y por eso solamente puede llevar a la vida. La vida es don del Padre. Esta es la verdad, la verdadera realidad de nuestra existencia, la razón que explica nuestra presencia aquí en la tierra.
Ahora bien, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús son vistos por el cuarto evangelio como un gran debate, un gran proceso, o, como dice el texto, un “juicio” entre dos contendores. Por un lado están todas las autoridades de Israel, todo el poder del judaísmo que se opone a Jesús, y, por otro, está Jesús completamente solo enfrentando a las autoridades, él que no tiene ningún poder humano.
Por un lado está la verdad y, por otro, la mentira. El adversario de la verdad no es la ignorancia o el error, sino la mentira. Jesús no viene para combatir la ignorancia o disipar el error, sino para denunciar y combatir la mentira. Por eso la afirmación de la verdad es un combate, toda vez que la mentira domina en este mundo. La mentira engaña a los pueblos y, por eso, nada se consigue sin luchar contra ella. Si la tarea fuese solo instruir a los ignorantes sería fácil. El desafío es la necesidad de descubrir, denunciar y destruir la mentira que predomina en este mundo.
La mentira enseña un falso camino que lleva a la muerte. Ella promete la vida, pero lleva a la muerte. Ella quiere tomar las apariencias de la verdad, pero es engañosa y Jesús viene justamente para desenmascarar el juego de la mentira, y mostrar el peligro: quien se deja seducir por la mentira, se condena a muerte, pierde la vida, desde ya en esta tierra y para siempre.
Jesús denuncia a las autoridades de su pueblo acusándolas de ser mentirosas. No se trata de algunas mentiras aisladas, mas son mentirosas en todo lo que dicen - el sistema religioso de ellas es todo mentira. La mentira abarca la totalidad de la religión que ellas dirigen. Jesús atribuye esa mentira al diablo. Le dice a las autoridades que ellas son hijas del diablo y expresan las mentiras de su padre, que es el diablo: “El padre de ustedes es el diablo, y ustedes quieren realizar el deseo del padre de ustedes. Desde el comienzo él es asesino y nunca estuvo con la verdad, porque en él no existe verdad. Cuando él dice mentiras habla de lo que es de él es, porque él es mentiroso y padre de la mentira. Yo hablo la verdad y por eso ustedes no creen en mi” (Jn. 8,44-45).