En varias escrituras, una de las características del acto de adorar es postrarte (ya sea arrodillado o totalmente cara al suelo) ante el sujeto u objeto de adoración. En el caso de un objeto de adoración, Nabucodonosor esperaba que Sadrac, Mesac y Abed-nego se postraran ante la estatua, lo cual ellos no iban a hacer aunque los aventaran al horno ardiendo, tenían claro que la adoración era hacia Dios.
En el caso de Daniel, el sujeto de su adoración era su Dios quién él sabía que podía librarle de los leones, él se arrodillaba 3 veces al día, oraba y daba gracias con la ventana abierta hacia Jerusalén para que se enteraran que a pesar de la prohibición nada lo iba detener de adorar a su Dios. Y esto es básicamente el preámbulo de la adoración.