AQUÍ LE REFRESCAMOS LA MEMORIA, CATÓLICO ASESINO DE PROTESTANTES
LA NOCHE DE SAN BARTOLOMÉ, FRUTO DEL CATOLICISMO ROMANO
Recuerdos históricos del grupo al que pertenece VALENCIA
Una de las páginas más negras de la Historia de la Puta de Babilonia (Catolicismo romano) y de las más conocidas,
la noche de San Bartolomé, la matanza de los protestantes franceses o hugonotes ocurrida al amanecer del 24 de agosto de 1572 y en que la Puta católica, por la mano de sus esbirros el rey de Francia Carlos IX y su madre Catalina de Medici, masacró a traición a los hugonotes de París y a los que habían venido de provincia a la boda de Margarita de Valois, hija de Catalina, con el hugonote Enrique de Navarra.
El exterminio de los jefes hugonotes que seguían en París tras la boda fue tramado en secreto por Catalina y los nobles católicos en el palacio de las Tunerías, contiguo al Louvre.
Poco antes del amanecer del 24 de agosto las campanas de la iglesia de Saint Germain 1'Auxerrois rompieron a tañer, señal para empezar la matanza.
Una de las primeras víctimas fue el almirante de Coligny, el jefe de los hugonotes, muerto a manos de los esbirros de Enrique de Guisa, el jefe de los católicos.
Las casas y las tiendas de los hugonotes fueron saqueadas, sus ocupantes brutalmente asesinados y muchos de sus cadáveres tirados al Sena. Ni el séquito de Enrique de Navarra, que Margarita y su hijo habían alojado en el Louvre, se escapó pues violando hasta el principio universal de la hospitalidad allí los asesinaron.
Todavía el día 25, pese a que una orden real había mandado terminar la carnicería, ésta seguía en París.
De París pasó a Rúan, Lyon, Bourges,Orleáns, Burdeos, prolongándose hasta principios de octubre.
¿A cuántos hugonotes mató la Puta entre los de París y de provincia?
Según ella a unos dos mil.
Según un sobreviviente hugonote, el duque de Sully, setenta mil.
Ustedes verán a quién le creen.
Cuando la noticia del baño de sangre llegó a Roma y el papa Gregorio XIII la celebró con fiestas y un solemne Te Deum, le encargó al pintor Vasari que lo inmortalizara en un fresco que hoy se puede ver en la Sala Real del Vaticano, mandó acuñar una medalla conmemorativa y le escribió a Carlos IX felicitándolo:
"Os acompañamos en vuestra alegría porque por la gracia de Dios habéis librado al mundo de esos desgraciados herejes".