Provocación XXX
“Quien me insulta siempre, no me ofende jamás” Víctor Hugo
Hace una semana, en la primera plana de la versión digital del diario El Mundo, rezaba el siguiente titular: “La Fura dels Baus llega por fin a Madrid con 'XXX', una versión libre de la 'Filosofía en el tocador' del Marqués de Sade, transgresora, como todas las obras de la compañía, y erótica como ninguna de ellas”. Y es que los madrileños que diariamente leemos la prensa ya nos habíamos dado cuenta. Nos lo han repetido, contado, cronificado, articulado y columnado hasta la saciedad en las portadas de, creo yo, todos los diarios de la región. “Trasgresor”, “subversivo”, “políticamente incorrecto”… ¿Cuánto hubiera costado toda esta publicidad si se hubiese financiado de forma privada por la compañía de teatro? Un pastón. Y claro, el día del estreno, lleno con pléyade de famosos incluida. No era para menos. Sobra decir que no se ha hablado tanto de la calidad interpretativa de los actores ni de la trama argumental (por cierto, con mala calificación por parte del periódico antes citado) como del sexo explícito contenido en la obra. Ni falta que hacía.
“Procura que hablen de ti aunque sea mal, pero lo importante es que hablen de ti”. No recuerdo de quien es la frase, pero parece que la fórmula funciona. Y si no, que se lo digan a los productores del show de turno ¿Qué porcentaje de la ganancia se debe a la publicidad de los detractores?
Como cristianos nos toca denunciar cada una de las injusticias que brotan y perviven en derredor, pero no caigamos en la trampa. Cuando se lanza el clásico espectáculo herético –o al menos eso dicen-, véase las películas tipo “La vida de Brian” de los Monty Pitón o “Dogma” con Alanis Morissette en el papel de Dios, entre otras, enseguida salta, como por resorte, el batallón de supuestos baluartes del evangelio poniendo el grito en el cielo. Y claro está, a los medios de comunicación les encanta estás polémicas. Y claro está, la publicidad gratuita está servida. Y claro está, los cines se abarrotan de anticlericales, curiosos, religiosos e influidos de diversas índoles. Y claro está, los productores han conseguido lo que buscaban: El taquillazo. Estaba claro.
No perdamos el tiempo. El evangelio es demasiado sublime como para lanzarlo a una pelea de gallos cojos y anoréxicos. La fe, Cristo y su Palabra reciben ahora los mayores ataques de su historia y por lo tanto, nuestra apologética debe ser tan abrumadoramente seria y rigurosa como lo es el propio evangelio. Las preguntas y dudas honestas de muchísimas personas son hoy día auténticos tormentos del intelecto y del corazón a los que la Iglesia se enfrenta. Ahí está nuestro enemigo. El león rugiente al que se refiere la Biblia no es precisamente el de la Metro-Goldwyn-Mayer de los filmes del género morboso.
Los espectáculos antirreligiosos del ámbito de la mamarrachada o del insulto facilón son cardos ansiosos de publicidad gratuita. Necesitan crecer a base de los fertilizantes de la crítica y del estiércol fresco (con perdón) de los espavientos de la comunidad cristiana. Y es que estas malas hierbas no deberían provocar la polvareda que levantan en los ambientes católicos y protestantes. Que no nos engañen, porque de momento las plantas, por muy carnívoras que sean, ni andan ni corren.
Para nutrirse y ganar peso, nos quieren hacer creer que el daño va inherente a la provocación. Pero no les sigamos el juego, pues sólo la ignorancia hacia la mediocridad –que no al mediocre- acabará con la farsa, con la pantomima barata. Los que dicen y parecen ir en serio son en verdad los que hacen daño, esos son los escuchados y los que cautivan la mente de sinceros buscadores de la verdad.
Literatos, supuestos revisionistas de la historia, seudoeruditos varios, periodistas, profesores, padres, contertulios… e incluso el cine que dice ser histórico o científico tienen de verdad eco en la sociedad. Pero chocar con los morbosos no tiene gracia (en ninguna de sus acepciones).
Lo que se necesita son auténticos estandartes de la fe que sepan portar la verdad ante las más descaradas tergiversaciones. No podemos ni debemos imponer la verdad, pero sí mostrarla de tal modo que pueda ser rechazada o abrazada libremente. Transparente. Vivida intensamente. Puesta delante de los ojos del mundo mientras en clamor y con los brazos tensos apartamos los prejuicios, vivencias, heridas y desconocimiento. El hambre de la Palabra, de su contexto y de su aplicación derivan inexorablemente en la ruptura de estas barreras dejando vía libre al torrente de la salvación de la cruz. Cambiar una vida mediocre por otra de reconciliación, gracia y pasión por Jesús es la más grande de las provocaciones. Eso sí es subversivo. Eso es ir contracorriente. A eso no se atreve cualquiera.
http://www.protestantedigital.com/actual/dlirios.htm
Luis Marián trabaja en Madrid como documentalista en la Universidad Carlos III, y Coordinador de la Biblioteca Protestante de Madrid. Es estudiante de periodismo y cofundador de www.delirante.org un portal juvenil cristiano enfocado al diálogo con los no creyentes.
“Quien me insulta siempre, no me ofende jamás” Víctor Hugo
Hace una semana, en la primera plana de la versión digital del diario El Mundo, rezaba el siguiente titular: “La Fura dels Baus llega por fin a Madrid con 'XXX', una versión libre de la 'Filosofía en el tocador' del Marqués de Sade, transgresora, como todas las obras de la compañía, y erótica como ninguna de ellas”. Y es que los madrileños que diariamente leemos la prensa ya nos habíamos dado cuenta. Nos lo han repetido, contado, cronificado, articulado y columnado hasta la saciedad en las portadas de, creo yo, todos los diarios de la región. “Trasgresor”, “subversivo”, “políticamente incorrecto”… ¿Cuánto hubiera costado toda esta publicidad si se hubiese financiado de forma privada por la compañía de teatro? Un pastón. Y claro, el día del estreno, lleno con pléyade de famosos incluida. No era para menos. Sobra decir que no se ha hablado tanto de la calidad interpretativa de los actores ni de la trama argumental (por cierto, con mala calificación por parte del periódico antes citado) como del sexo explícito contenido en la obra. Ni falta que hacía.
“Procura que hablen de ti aunque sea mal, pero lo importante es que hablen de ti”. No recuerdo de quien es la frase, pero parece que la fórmula funciona. Y si no, que se lo digan a los productores del show de turno ¿Qué porcentaje de la ganancia se debe a la publicidad de los detractores?
Como cristianos nos toca denunciar cada una de las injusticias que brotan y perviven en derredor, pero no caigamos en la trampa. Cuando se lanza el clásico espectáculo herético –o al menos eso dicen-, véase las películas tipo “La vida de Brian” de los Monty Pitón o “Dogma” con Alanis Morissette en el papel de Dios, entre otras, enseguida salta, como por resorte, el batallón de supuestos baluartes del evangelio poniendo el grito en el cielo. Y claro está, a los medios de comunicación les encanta estás polémicas. Y claro está, la publicidad gratuita está servida. Y claro está, los cines se abarrotan de anticlericales, curiosos, religiosos e influidos de diversas índoles. Y claro está, los productores han conseguido lo que buscaban: El taquillazo. Estaba claro.
No perdamos el tiempo. El evangelio es demasiado sublime como para lanzarlo a una pelea de gallos cojos y anoréxicos. La fe, Cristo y su Palabra reciben ahora los mayores ataques de su historia y por lo tanto, nuestra apologética debe ser tan abrumadoramente seria y rigurosa como lo es el propio evangelio. Las preguntas y dudas honestas de muchísimas personas son hoy día auténticos tormentos del intelecto y del corazón a los que la Iglesia se enfrenta. Ahí está nuestro enemigo. El león rugiente al que se refiere la Biblia no es precisamente el de la Metro-Goldwyn-Mayer de los filmes del género morboso.
Los espectáculos antirreligiosos del ámbito de la mamarrachada o del insulto facilón son cardos ansiosos de publicidad gratuita. Necesitan crecer a base de los fertilizantes de la crítica y del estiércol fresco (con perdón) de los espavientos de la comunidad cristiana. Y es que estas malas hierbas no deberían provocar la polvareda que levantan en los ambientes católicos y protestantes. Que no nos engañen, porque de momento las plantas, por muy carnívoras que sean, ni andan ni corren.
Para nutrirse y ganar peso, nos quieren hacer creer que el daño va inherente a la provocación. Pero no les sigamos el juego, pues sólo la ignorancia hacia la mediocridad –que no al mediocre- acabará con la farsa, con la pantomima barata. Los que dicen y parecen ir en serio son en verdad los que hacen daño, esos son los escuchados y los que cautivan la mente de sinceros buscadores de la verdad.
Literatos, supuestos revisionistas de la historia, seudoeruditos varios, periodistas, profesores, padres, contertulios… e incluso el cine que dice ser histórico o científico tienen de verdad eco en la sociedad. Pero chocar con los morbosos no tiene gracia (en ninguna de sus acepciones).
Lo que se necesita son auténticos estandartes de la fe que sepan portar la verdad ante las más descaradas tergiversaciones. No podemos ni debemos imponer la verdad, pero sí mostrarla de tal modo que pueda ser rechazada o abrazada libremente. Transparente. Vivida intensamente. Puesta delante de los ojos del mundo mientras en clamor y con los brazos tensos apartamos los prejuicios, vivencias, heridas y desconocimiento. El hambre de la Palabra, de su contexto y de su aplicación derivan inexorablemente en la ruptura de estas barreras dejando vía libre al torrente de la salvación de la cruz. Cambiar una vida mediocre por otra de reconciliación, gracia y pasión por Jesús es la más grande de las provocaciones. Eso sí es subversivo. Eso es ir contracorriente. A eso no se atreve cualquiera.
http://www.protestantedigital.com/actual/dlirios.htm
Luis Marián trabaja en Madrid como documentalista en la Universidad Carlos III, y Coordinador de la Biblioteca Protestante de Madrid. Es estudiante de periodismo y cofundador de www.delirante.org un portal juvenil cristiano enfocado al diálogo con los no creyentes.