Prosperar en “Babilonia” no se trata de éxito material, sino de vivir con una identidad clara en un mundo que ha decidido rebelarse contra su Creador.
Como cristianos, somos llamados a ser la Ekklesia (los “llamados afuera”), no para escondernos, sino para ser un cuerpo vivo que bendice a otros con los dones que Dios nos ha dado. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” Romanos 12:2.
Para florecer en medio de la presión, necesitamos recordar que nuestra vida está en Dios, no en el sistema que nos rodea. Igual que Daniel y sus amigos, podemos permanecer firmes sin contaminar nuestra fe, aun viviendo en medio de una cultura contraria a los valores del Reino.
Tres verdades para prosperar en Babilonia
Una anécdota: de oír a actuar
Imagina a un joven profesional que vive en una ciudad frenética y competitiva, su propia “Babilonia”. Durante años leyó la Biblia como un código de ética, pero se sintió agotado tratando de cumplir reglas por su propio esfuerzo legalista, siempre con la sensación de no ser suficiente.
Un día, al estudiar la misión de Jesús, entendió la “sustitución”: que Cristo ya había vivido la vida perfecta por él y cargado el castigo que él merecía. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” 2 Corintios 5:21. Esa verdad le quitó el miedo al fracaso y lo liberó de la necesidad de demostrar su valor a todos.
En lugar de competir agresivamente, comenzó a usar su tiempo y recursos para servir a sus colegas, entendiendo que su trabajo era su campo de misión. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre” Mateo 5:16.
No prosperó solo porque pudiera obtener un ascenso, sino porque su vida comenzó a mostrar evidencias reales de que el Espíritu de Dios trabajaba en él, convirtiéndolo en un hacedor de la Palabra en un lugar donde casi nadie lo hacía.
Bucear sin ahogarse
Vivir como cristiano en el mundo es como ser un buzo de profundidad. El buzo está completamente en el agua (el mundo o “Babilonia”), pero su vida depende del aire que viene de la superficie por un cordón umbilical: si intenta respirar el agua, muere; si permanece conectado a su fuente de oxígeno (la comunión con Dios y Su Palabra), puede cumplir misiones imposibles en un entorno donde otros no sobrevivirían.
Así también, el creyente está en el sistema, pero no respira lo mismo que el sistema. “Nuestra ciudadanía está en los cielos” Filipenses 3:20 y “no os conforméis a este siglo” Romanos 12:2 nos recuerdan que prosperar en Babilonia no es adaptarse a ella, sino permanecer conectados a Cristo para llevar vida donde todo parece hundirse.
Pregunta
Considerando que “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” Santiago 2:17
Si hoy fueras llevado a juicio por ser ciudadano del Reino de Dios en medio de Babilonia, ¿habría suficientes evidencias en tu conducta de la última semana como para declararte culpable?
Como cristianos, somos llamados a ser la Ekklesia (los “llamados afuera”), no para escondernos, sino para ser un cuerpo vivo que bendice a otros con los dones que Dios nos ha dado. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” Romanos 12:2.
Para florecer en medio de la presión, necesitamos recordar que nuestra vida está en Dios, no en el sistema que nos rodea. Igual que Daniel y sus amigos, podemos permanecer firmes sin contaminar nuestra fe, aun viviendo en medio de una cultura contraria a los valores del Reino.
- Jesús es el Señor total
Jesús no es solo un refugio para emergencias, sino el dueño de cada una de nuestras decisiones diarias en “Babilonia”. “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” Mateo 28:18 recuerda que Él gobierna sobre todo, incluso sobre el contexto donde trabajas, estudias o sirves. - El Espíritu Santo es nuestro motor.
No estamos solos intentando “ser buenos”; Tenemos al Ayudador que nos da poder para vencer el pecado y reflejar un carácter distinto (fruto del Espíritu) incluso donde hay oscuridad. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” Hechos 1:8 y “el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia...” Gálatas 5:22–23 muestran que la verdadera fuerza para resistir a Babilonia no viene de nosotros, sino de Dios en nosotros. - La Palabra es nuestro ancla
En un mar de opiniones, la Biblia funciona como un espejo que nos recuerda quiénes somos realmente y cómo debemos actuar. “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural” (Santiago 1:23-24). Sin esta ancla, terminamos pensando y viviendo como el sistema; Con ella, discernimos la voluntad de Dios en medio del ruido.puerta de la Biblia+ 2
Imagina a un joven profesional que vive en una ciudad frenética y competitiva, su propia “Babilonia”. Durante años leyó la Biblia como un código de ética, pero se sintió agotado tratando de cumplir reglas por su propio esfuerzo legalista, siempre con la sensación de no ser suficiente.
Un día, al estudiar la misión de Jesús, entendió la “sustitución”: que Cristo ya había vivido la vida perfecta por él y cargado el castigo que él merecía. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” 2 Corintios 5:21. Esa verdad le quitó el miedo al fracaso y lo liberó de la necesidad de demostrar su valor a todos.
En lugar de competir agresivamente, comenzó a usar su tiempo y recursos para servir a sus colegas, entendiendo que su trabajo era su campo de misión. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre” Mateo 5:16.
No prosperó solo porque pudiera obtener un ascenso, sino porque su vida comenzó a mostrar evidencias reales de que el Espíritu de Dios trabajaba en él, convirtiéndolo en un hacedor de la Palabra en un lugar donde casi nadie lo hacía.
Vivir como cristiano en el mundo es como ser un buzo de profundidad. El buzo está completamente en el agua (el mundo o “Babilonia”), pero su vida depende del aire que viene de la superficie por un cordón umbilical: si intenta respirar el agua, muere; si permanece conectado a su fuente de oxígeno (la comunión con Dios y Su Palabra), puede cumplir misiones imposibles en un entorno donde otros no sobrevivirían.
Así también, el creyente está en el sistema, pero no respira lo mismo que el sistema. “Nuestra ciudadanía está en los cielos” Filipenses 3:20 y “no os conforméis a este siglo” Romanos 12:2 nos recuerdan que prosperar en Babilonia no es adaptarse a ella, sino permanecer conectados a Cristo para llevar vida donde todo parece hundirse.
Considerando que “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” Santiago 2:17
Si hoy fueras llevado a juicio por ser ciudadano del Reino de Dios en medio de Babilonia, ¿habría suficientes evidencias en tu conducta de la última semana como para declararte culpable?