Predicar el Evangelio del Reino semana 5

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5 Septiembre 2001
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Predicar el Evangelio del Reino
Semana 5--- Los misterios del reino de los cielos
Lunes --- Leer con oración: Gn 22:17-18; Mt 10:1-4, 7; 13:1-2, 10-23; Jn 19:34
“Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen” (Mt 13:16)
EL SEMBRADOR Y LA SEMILLA DEL REINO
El tema de esta semana es "Los misterios del reino de los cielos" (Mt 13:10-16). Como vimos anteriormente, Juan el Bautista fue enviado por Dios para preparar el camino del Señor. Él era del linaje sacerdotal, y su comisión como sacerdote era introducir al Rey del reino de los cielos. No obstante, su vestimenta y dieta eran peculiares, no como los sacerdotes del Antiguo Testamento. Esto caracterizaba un periodo de transición, pues el servicio sacerdotal no sería más a la manera del Antiguo Testamento.
El Señor Jesús después que fue bautizado por Juan el Bautista, inició Su ministerio terrenal llamando a Sus discípulos. Los primeros en ser llamados fueron Pedro, Andrés, Jacobo y Juan. Después vinieron Mateo y los demás discípulos. Además de ellos, numerosas multitudes Lo seguían (Mt 4:25). De entre Sus muchos discípulos, Él escogió a doce, que llegaron a ser los apóstoles (Mt 10:1-4; cfr. Lc 6:12-16). La palabra apóstol significa enviado. Estos enviados también predicaban a las personas que el reino de los cielos se había acercado (Mt 10:7).
Antes de enviarlos, Jesús les mostró cómo practicar la vida del reino a través de las nueve bienaventuranzas de Mateo 5:3-12. Ser bienaventurado significa ser bendito, ser feliz. En el Antiguo Testamento Dios había prometido a Abraham que en su descendencia todas las naciones serían benditas (Gn 22:17-18). Nosotros que vivimos en el Nuevo Testamento recibimos la bendición prometida a Abraham cuando recibimos el Espíritu (Gá 3:14).
Podemos aplicar las nueve bienaventuranzas al Espíritu que recibimos. Cuando estamos en el espíritu nos vaciamos y obtenemos el reino de los cielos; los que lloran serán consolados; los mansos heredarán la tierra; los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados; los misericordiosos alcanzarán misericordia; los limpios de corazón verán a Dios; los pacificadores serán llamados hijos de Dios; los que son vituperados y perseguidos se gozarán y alegrarán porque grande es el galardón en los cielos. ¡Esta es la bendición prometida a Abraham en el Antiguo Testamento, la cual nos alcanzó, en el Nuevo Testamento, en Cristo Jesús: el Espíritu!
En el capítulo 13 de Mateo tenemos las parábolas de los misterios del reino de los cielos. El requisito principal para entender las parábolas es que estemos en el espíritu. De lo contrario, si estamos en la esfera mental, seremos llevados a dar unas mil interpretaciones acerca de ellas. Pero cuando estamos en el espíritu, nuestros ojos y oídos son bienaventurados porque pueden ver y oír (v. 16).
En la primera parábola leemos: "He aquí, el sembrador salió a sembrar" (v. 3). En esta parábola el sembrador es el Señor Jesús mismo. La semilla se refiere a la palabra de Dios, que cuando fue plantada en nosotros, nos regeneró. Fuimos regenerados de simiente incorruptible mediante la palabra de Dios, mediante tal simiente que vive y permanece (1 P 1:22-23).
Fuimos regenerados y obtuvimos la vida de Dios. Esto fue posible porque el Señor murió por nosotros en la cruz y nos liberó su vida divina (Jn 12:24). Los cuatro evangelios retratan la crucifixión del Señor, y los tres primeros presentan la sangre. Cuando el Señor fue herido en la cruz por una lanza, al instante salió la sangre, que sirve para resolver el problema del pecado. Por otro lado, vemos a través del evangelio de Juan que, además de la sangre, del costado del Señor también salió agua (Jn 19:34). En otras palabras, una vez solucionado nuestro problema de pecado estamos calificados para recibir el agua, la vida. Además, esta agua que salió del costado del Señor Jesús está directamente relacionada con la simiente incorruptible que Él plantó en nosotros por medio de Su palabra, que es viva.
El Señor Jesús es la Palabra viva (Jn 1:1, 14). Él es la simiente incorruptible que fue plantada en nosotros. Cuando el Señor anunciaba el evangelio, predicaba esta Palabra viva, en la cual estaba la simiente de vida (1 P 1:22-23; cfr. Jn 6:63). Así que, en la primera parábola podemos ver que el Señor Jesús, además de ser el sembrador, es la semilla misma (simiente) de vida que fue plantada en nosotros.
Punto Clave: La simiente es la Palabra viva de Dios.
Pregunta: ¿Cuál es el requisito principal para que entendamos los misterios del reino de los cielos descritos en las parábolas?
 
Martes

Martes

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Semana 5 --- Los misterios del reino de los cielos
Martes --- Leer con oración: Gn 49:22; Job 14:9; Mt 5:8; 13:4-5, 19-21
“Al percibir el agua reverdecerá y hará copa como planta nueva” (Job 14:9)
TIERRA, AGUA Y HUMEDAD
La primera parábola, la del sembrador, nos mostró que el Señor Jesús, además de ser el sembrador, es la semilla de vida misma que fue sembrada en nosotros. Hoy veremos dos situaciones que la semilla encontró en nuestro corazón y que tuvo que superar para que, además de germinar, pueda crecer y fructificar.
La primera situación es la tierra junto al camino (Mt 13:4). Un camino aparece cuando hay mucho tránsito sobre él, y mientras mayor es el tránsito más grande es el camino. En la parábola, debido al constante tránsito, la tierra se endureció. Así que, cuando la semilla fue sembrada, permaneció en la superficie, por eso vinieron las aves y la comieron. Como podemos comprobar, el problema no está en la semilla, pues ésta es divina; el problema está en la tierra que inicialmente era una buena tierra, pero llegó a ser dura por causa del tránsito que había sobre ella.
En el versículo 19 leemos: "Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino". El Señor explicó que por causa de las muchas preocupaciones, es decir, por causa del "tránsito" continuo que hay en el corazón, la palabra de la vida que fue sembrada no logra penetrar allí. El corazón está endurecido por otras cosas que le quitan la pureza e impiden que la semilla penetre. Por consiguiente vienen las aves y la comen.
La segunda situación es la de pedregales (13:5). La buena tierra es aquella que logra absorber la cantidad adecuada de agua y mantener la cantidad apropiada de humedad. Cuando el suelo tiene piedras, aunque tenga tierra, no logrará absorber suficiente agua.
Para que la semilla germine necesita de agua. La rama fructífera de José, por ejemplo, sólo es fructífera y se extiende sobre el muro porque está junto a la fuente de aguas (Gn 49:22). Por eso es necesaria la cantidad de tierra y de agua suficiente para que la planta nazca y pueda también crecer y desarrollar sus raíces. Hay otros tipos de plantas que cuando no logran absorber el agua del suelo, usan la humedad del aire. Conforme a lo que leemos en Job 14:9: "Al percibir el agua reverdecerá y hará copa como planta nueva". Para eso la humedad de la atmósfera necesita ser favorable.
El agua en nosotros representa al Espíritu (Jn 7:37-39). Todos nosotros necesitamos del Espíritu, pues sin Él nos secamos. Nuestras reuniones necesitan ser llenas de agua, llenas de Espíritu. Por medio de esa atmósfera la semilla de la vida es plantada y logra crecer.
Sin un buen suelo, agua o humedad del aire, la semilla no logrará crecer. Para que la planta crezca, necesitará absorber por medio de las hojas la humedad de la atmósfera. Aún así, si no tuviere una raíz profunda por falta de agua, el sol quemará sus hojas. Al igual que esta planta, algunas personas tropiezan cuando la aflicción o la persecución por causa de la Palabra llegan (Mt 13:20-21).
El Señor nos ha hablado recientemente, en especial por medio de las palabras de Pedro, que debemos dar más atención al espíritu y a la vida para ayudar a los hermanos. Si deseamos que los hermanos crezcan, necesitamos suplirles con agua, con Espíritu. Esta atmósfera de Espíritu y vida será suficiente para que los santos obtengan vida. De lo contrario, la tierra por ser pedregosa, no logrará retener la humedad, y la planta, sin raíz profunda, será quemada por el sol.
Punto Clave: La semilla necesita de agua para crecer.
Pregunta: ¿Qué aplicación podemos hacer con Job 14:9?
 
Miercoles

Miercoles

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Semana 5 --- Los misterios del reino de los cielos
Miércoles --- Leer con oración: Mt 6:19-20, 25-26; 13:7, 22-23; 16:24
“Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno” (Mt 13:8)
TIERRA ABLANDADA, PIEDRAS REMOVIDAS Y ESPINOS QUEMADOS
La tercera situación es la semilla que cayó entre los espinos (Mt 13:7). La semilla brota en ese suelo porque la tierra es buena, pues hasta los espinos crecieron. El problema es que éstos ahogan la Palabra (v. 22). Los espinos representan el afán de este siglo, las ansiedades, las preocupaciones, los deleites por las cosas de este siglo y el engaño de las riquezas, los cuales ahogan la Palabra. En nuestro diario vivir hay dos cosas que pueden ser un gran impedimento para nuestro crecimiento: el afán de este siglo y el engaño de las riquezas.
En el primer caso, en que la tierra estaba dura y la semilla no lograba penetrar, podemos revertir la situación y ablandar la tierra. Necesitamos despejar el tránsito de nuestro corazón arrepintiéndonos por estar envueltos con los afanes de la vida. También necesitamos volver al espíritu invocando el nombre del Señor, tomando Su Palabra con oración. Así ablandaremos nuestra tierra y estaremos aptos para producir frutos. En el segundo caso también podemos cambiar la situación. Las piedras que están en el corazón del hombre se refieren a la vida del alma, a nuestra naturaleza humana caída, que está oculta en nuestro interior. En Mateo 16:24 el Señor Jesús le habló a Pedro específicamente, para mostrarle "las piedras" que él tenía en su corazón. En cada situación de su vida, Pedro aprendió a negarse a sí mismo y a tomar la cruz para seguir al Señor. Así, él pudo ser transformado. Y en cuanto a nosotros, necesitamos identificar las piedras que tenemos y echarlas al fuego del Espíritu Santo que está dentro de nosotros, en nuestro espíritu. Por medio de esta actitud, la planta podrá crecer.
Sin embargo, en el tercer caso, los espinos crecen y ahogan a la planta. La explicación del Señor para este caso fue: "El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa" (13:22). Los espinos representan "el afán de este siglo" y "el engaño de las riquezas". Las excesivas preocupaciones no nos permiten crecer. Permanecemos todo el día pensando en nuestra subsistencia, y como resultado, ahogamos la vida que está en nosotros, e impedimos que crezca.
El afán de este siglo y las preocupaciones traen consigo la ansiedad de este mundo. En Mateo 6:25 leemos: "Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? El Señor para aclararnos esto lo ilustra de varias maneras: "Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?" (v. 26). Nunca vimos a un ave preocupada por qué comer o qué vestir. Esto se aplica a nosotros que somos hijos de Dios, que fuimos creados específicamente para Él. No debemos preocuparnos con las cosas de este mundo y tampoco ser engañados por las riquezas.
En los versículos 19-20: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan". En la tierra no hay seguridad, y las personas del mundo permanecen muy preocupadas por esas cosas. Cuando nuestro corazón se inclina a buscar los bienes de esta tierra, es como si los espinos nos ahogasen. Debemos ablandar la tierra dura, retirar las piedras de la tierra pedregosa y quemar los espinos para que sólo quede la buena tierra. Así, oiremos la Palabra y la comprenderemos, fructificaremos y produciremos a cien, a sesenta y a treinta por uno (13:23).
¡Gracias al Señor! la simiente incorruptible ya fue sembrada en nosotros. Vamos a cooperar con Él para que todo lo que impide el crecimiento de la semilla de vida en nosotros sea removido. La tierra dura será ablandada; la de pedregales, sus piedras serán removidas; y la que está llena de espinos, sus espinos serán quemados. Vamos a negar nuestra vida del alma, lanzándola al fuego santo del Espíritu. Vamos a practicar Mateo 6:33: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Cuando buscamos en primer lugar el reino de Dios y Su justicia, ¡no necesitamos preocuparnos por todas esas cosas, puesto que éstas nos serán añadidas!
Punto Clave: ¡Cooperemos con Él!
Pregunta: ¿Qué debemos hacer para que nuestro corazón fructifique?
 
Jueves

Jueves

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Semana 5 --- Los misterios del reino de los cielos
Jueves --- Leer con oración: Mt 13:24-30
“Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mt 13:30)
DEJADLOS CRECER JUNTAMENTE HASTA LA SIEGA
La parábola del trigo y la cizaña es la segunda parábola de los misterios del reino (Mt 13:24-30). Así como la parábola del sembrador, ésta está relacionada con el alimento. Como vimos, la semilla ya fue plantada, y el Señor Jesús es el sembrador que salió a sembrar. En el versículo 25, leemos: "Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue". Lo que Satanás hace siempre es en las tinieblas, en las noches. Mientras los hombres dormían, vino y sembró la cizaña en medio del trigo. La cizaña y el trigo, cuando son pequeños, son muy parecidos. No obstante, una vez que el grano es formado, se puede ver claramente que son diferentes: en la espiga de trigo, el grano es amarillo dorado, pero en la espiga de la cizaña es un grano negro.
Los siervos, que representan a los apóstoles, vieron eso y preguntaron al dueño si podían arrancar la cizaña. Pero, en el versículo 29 leemos: "No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo". Esta recomendación fue dada porque las raíces de la cizaña estaban entrelazadas con las del trigo. El Señor tiene una mejor solución para ese problema: "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero". La cizaña fue plantada por Satanás. Cuando estamos en el espíritu y buscamos el crecimiento de vida, Satanás intenta por todos los medios sacarnos del espíritu.
El Señor es sabio y conoce la necesidad del trigo. La cizaña aparece para impedir el crecimiento del trigo, absorbe todos los nutrientes de la tierra y también la luz del sol. Cuando ésta crece, cubre al trigo, que consecuentemente muere por falta de luz. Para no ser ahogado, el trigo necesita crecer más a fin de recibir la luz del sol. Esta lucha por la luz lo fuerza a crecer más y más.
Al igual como el trigo que sufre las presiones y persecuciones por buscar la luz para su crecimiento, nosotros debemos seguir siempre adelante, sin dejarnos abatir, dedicándonos a la obra de expansión. Muchos hermanos para tratar de salir de la situación de derrota y comodidad espiritual, buscaron ser perfeccionados en el CEPPEV y se hicieron colportores. No vamos a luchar contra la cizaña, sino más bien, busquemos el crecimiento. Seamos fieles a la comisión que hemos recibido de ser un sumo sacerdote y apóstol. Aunque se trata de algo negativo, la cizaña se transforma en un incentivo para nuestro crecimiento. Debemos tener un corazón agradecido al Señor, porque sin la "cizaña" permaneceríamos inactivos. Por causa de tales situaciones, sin embargo, somos motivados a cumplir la voluntad de Dios.
Punto Clave: Dedicarnos a la obra de expansión.
Pregunta: ¿Qué ayuda recibimos con respecto a la parábola del trigo y la cizaña?
 
Viernes

Viernes

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Semana 5 --- Los misterios del reino de los cielos
Viernes --- Leer con oración: Mt 13:19, 31-33; 16:12
“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Ef 4:15)
CRECIMIENTO NORMAL Y HARINA SIN LEVADURA
La tercera parábola es la del grano de mostaza (Mt 13:31-32). No obstante, en esta parábola tenemos una situación anormal. La mostaza es una hortaliza cuya semilla es muy pequeña. Pero ésta llegó a ser un gran árbol, y las aves del cielo vinieron y se anidaron en sus ramas. Las aves en la primera parábola representan al maligno (13:19). Por causa del desarrollo anormal de esa hortaliza, el maligno vino para anidarse en sus ramas.
La cuarta parábola es la de la levadura (v. 33). En la parábola anterior, el grano de mostaza muestra una situación anormal y exterior. En ésta, sin embargo, es interior, pues la levadura fue colocada en la harina, cuya masa llegó a ser leudada. La finalidad de colocar levadura en la masa es para dejarla más blanda y fácil para comer.
En Mateo 16:12 leemos: "Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos". La levadura en este versículo se refiere a la enseñanza de los fariseos y saduceos. Las verdades son muy buenas, y nosotros necesitamos de ellas porque contienen vida y nos suplen, pero, cuando éstas no son practicadas llegan a ser meras doctrinas. No tomemos las verdades de esa manera, sino como el suministro de vida para poder practicarlas.
En esta parábola el Señor Jesús habló de la levadura que fue colocada en tres medidas de harina, la cual sirve de alimento al hombre. Necesitamos recibir regularmente el suministro de la vida. Las verdades deben ser practicadas a fin de que crezcamos en vida, pero si colocamos levadura en ellas, llegarán a ser sólo conocimiento vano o muerto.
Las tres medidas de harina se refieren al Padre, al Hijo y al Espíritu como alimento, para que espiritualmente podamos crecer en vida. Además, el número tres también representa la resurrección. Cuando la levadura es añadida, les gusta a muchos porque la masa es blanda. Algunas doctrinas también son muy agradables al ser oídas, sin embargo, no pueden sernos útiles. Cuando enfatizamos sólo las enseñanzas doctrinales, comenzamos a discutir con las personas. Necesitamos practicar las palabras de la verdad para que éstas lleguen a ser reales a nosotros y así, crezcamos en vida.
Por tanto, estas cuatro primeras parábolas están relacionadas con el alimento, el suministro de vida. Que podamos alimentarnos y suministrar a otros el alimento saludable, llevando a las personas al espíritu para que sean animados a vivir y practicar la Palabra.
Punto Clave: Recibir regularmente el suministro de vida.
Pregunta: ¿Qué semejanza hay entre las dos parábolas mencionadas hoy?
 
Sabado

Sabado

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Semana 5 --- Los misterios del reino de los cielos
Sábado --- Leer con oración: Mt 13:44-46; Jn 3:5; 1 Jn 3:1-2
“Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (Mr 1:38)
EDIFICAR LA IGLESIA Y EXPANDIR EL REINO
La quinta parábola es la del tesoro escondido (Mt 13:44). Esta parábola y la siguiente, la de la perla (vs. 45-46), por causa de su semejanza, forman un par. En el versículo 44 el Señor dice: "Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo". En esa parábola tenemos a una persona que, al hallar un tesoro, vendió todo lo que tenía y pagó el precio por el campo. Sin embargo, el tesoro, permaneció escondido, es decir, no fue desenterrado.
En la Biblia, ese tesoro sin duda se refiere al Dios Triuno, que se hizo el Espíritu vivificante. Además del Dios Triuno, podemos decir que el reino también es un gran tesoro que encontramos en el recobro del Señor.
Muchas veces hemos ministrado mensajes sobre el reino de los cielos y sobre como podemos entrar en él (Jn 3:5). Sin embargo, otras veces, aun conociendo, no salimos a hablar de ello a los demás. Muchos ya tuvieron la visión sobre el reino de los cielos y creyeron, pero no han colocado eso en práctica. A pesar de haber comprado la tierra, el campo, el tesoro aún continúa escondido. Por eso esta vez, al abordar el tema del reino de los cielos, no queremos sólo hablar del tema. Queremos movernos, tener una acción, queremos predicar el reino de los cielos, y no queremos sólo conocer la doctrina, es decir, solamente saber sobre el reino y no practicar. Debemos comprar el campo, pero también necesitamos excavar para sacar el tesoro y presentarlo a los demás.
La iglesia es edificada con oro, la naturaleza de Dios; con plata, que es la redención del Hijo y con piedras preciosas, que es la transformación del Espíritu. La edificación de la iglesia es también para producir el reino (Mt 16:18-19), por eso nuestro encargo no es solamente ver el tesoro, sino aún aplicarlo. Queremos tomar ese tesoro, el oro, la plata y las piedras preciosas, y edificar la iglesia con él.
La vida de Dios ya está dentro de nosotros, pero necesita crecer. Cuanto más la vida crece, Su naturaleza es más añadida a nosotros. Así, poco a poco, nos vamos haciendo como Dios es (1 Jn 3:2), siendo transformados en materiales para la edificación, y el reino se va expandiendo en nosotros y a través de nosotros. No podemos mantener más el reino de los cielos enterrado. Necesitamos no sólo predicar el evangelio del reino entre nosotros, sino salir también a predicar a otros..
Punto Clave: Llevar el tesoro a los demás.
Pregunta: ¿Por qué no podemos esconder el tesoro?
 
Domingo

Domingo

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Semana 5 --- Los misterios del reino de los cielos
Domingo --- Leer con oración: Mt 13:45-50; 20:22; Jn 21:2-3, 6; Ef 1:22-23
“También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mt 13:45-46)
UNA PERLA DE GRAN PRECIO
En la sexta parábola de Mateo 13 el Señor Jesús dijo: "También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró" (vs. 45-46). Un mercader de perlas es un especialista que conoce las buenas perlas. Éste encontró una perla preciosa, por eso vendió todo lo que tenía y la compró. Esta perla se refiere a Cristo, que es la puerta de perla, la entrada a la Nueva Jerusalén (Ap 21:21-22; cfr. Jn 10:9). La perla también se refiere a la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo (Ef 1:22-23).
La perla es producida en una ostra. Ésta es el producto de la herida que causa un grano de arena en la ostra. Al entrar el grano de arena en ella le causa un intenso dolor. Ese dolor es semejante a una piedrita en el ojo, éste lagrimea espontáneamente e intenta expulsarla. Como nuestros ojos son redondos, la piedrita sale con facilidad. Pero, cuando un grano de arena entra accidentalmente en la ostra, éste la hiere. Entonces, la ostra secreta un líquido que intenta expulsar al grano. En el interior de la ostra, a diferencia de nuestros ojos, su carne es muy suave, la cual está compuesta por capas. Una vez que el grano de arena entra, se aloja profundamente en la carne de la ostra, que no logra expulsarlo. La ostra herida secreta un líquido que comienza a envolver al grano de arena hasta que éste llega a ser una perla.
El Señor Jesús también es como una gran ostra que un día vino a las "aguas de este mundo" y fue herido por nosotros. Su sufrimiento fue para que nosotros llegásemos a ser perlas (Is 53:5). En cuanto a nosotros, tomamos la copa de la bendición en la cena del Señor, pero el Señor por nuestra causa, tomó anteriormente la copa de la amargura (Mt 20:22). El Señor Jesús es como aquella ostra que sufrió por nosotros, los granos de arena. ¡Ahora esta perla no es solamente Cristo, sino somos todos nosotros! Somos como esa piedrita que entró en la ostra, y una vez que herimos al Señor Jesús, Él nos envolvió con el líquido de Su amor. Mientras más tiempo permanecemos en la ostra, somos más envueltos con el amor del Señor, que nos transforma en una perla. Por medio de Cristo y la iglesia, las "perlas" van creciendo cada vez más. Todo ahora es para producir la perla. Ese hombre vendió todo lo que tenía por causa de Cristo y la iglesia.
Finalmente la última parábola es la de la red (Mt 13:47-50). En esta parábola alguien echa la red al mar, que en el texto representa al mundo. Cuando predicamos el evangelio, echamos la red al mar. Al comenzar a recoger, sentimos el peso de la red, pero, al abrirla nos damos cuenta que ella contiene muchas otras cosas y que la cantidad de peces, no obstante, es muy poca.
En nuestra experiencia de recoger la red nos damos cuenta que perdemos mucho tiempo en cosas inútiles. Esta también fue la experiencia de los discípulos. Después de la resurrección del Señor Jesús ellos no Lo vieron más, no sabían donde estaba. Pedro, entonces, una vez más expresó su hombre natural y fue a pescar, y otros seis fueron con él, inclusive Juan (Jn 21:2-3). Aunque eran especialistas en la pesca, intentaron pescar toda la noche pero no pescaron nada. Es posible que en su intento de pescar, recogieran con la red muchas cosas, menos peces. Fue cuando vino la palabra del Señor: "Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces" (v. 6). Cuando intentamos echar la red con nuestro esfuerzo natural, lo único que recogemos son cosas inservibles, sólo peso. Pagamos un alto precio, pero recogemos cosas inútiles.
Las cuatro primeras parábolas están relacionadas con la vida y las tres últimas con la edificación, el reino y la iglesia. ¡Gracias al Señor los misterios del reino nos han sido revelados! Vamos a practicar esta palabra, predicar el evangelio y pagar el precio por causa de Cristo, de la iglesia y del reino.
Punto Clave: No perder tiempo con cosas inútiles.
Pregunta: Relacione la producción de la perla con su experiencia.
Dong Yu Lan
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