Según cuenta la literatura promovida por la secta remanente, la misión de proclamar el mensaje del «tercer ángel» de Apocalipsis 14:9 no corresponde en realidad a ningún ser, sino que se trata de una misión llevada a cabo por seres humanos “iluminados” por las ocurrencias de la referida secta. Para no perdernos detalle, conviene considerar las palabras específicas que, según Juan de Patmos, proclamaba dicho «tercer ángel»: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero. El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre» (vers. 9-11). No hace falta ser muy avispado para constar que el mensaje contiene una seria advertencia contra las personas que se plegasen a los intereses de aquellos poderes objeto de tanta preocupación y origen de tanta persecución entre los primeros cristianos.
En varios de sus primeros escritos, Ellen White, falsa profetisa fundadora del adventismo, afirma que el mensaje en cuestión —¡pese a aparecer impreso en todas las biblias desde hacía siglos!— no se había proclamado hasta la aparición del adventismo. Fijémonos, por ejemplo, en la siguiente “jugosa” (por no decir jocosa) afirmación:
«Cuando cesó el ministerio de Jesús en el lugar santo y pasó él al santísimo para estar de pie delante del arca que contenía la ley de Dios, envió otro poderoso ángel con un tercer mensaje para el mundo. Un pergamino fue puesto en la mano del ángel, y mientras descendía a la tierra con poder y majestad, proclamaba una terrible amonestación, acompañada de las más tremendas amenazas que jamás se dirigieron contra el hombre. Tenía por objeto aquel mensaje poner en guardia a los hijos de Dios revelándoles la hora de tentación y angustia que los aguardaba. Dijo el ángel: “Tendrán que combatir tesoneramente contra la bestia y su imagen. Su única esperanza de vida eterna consiste en permanecer firmes. Aunque se vean en peligro de muerte, deben sostener firmemente la verdad”».— Primeros escritos, p. 254 (publicado en 1882).
Dejando a un lado las palabras apócrifas atribuidas al “ángel” en cuestión, la descarada afirmación de la fraudulenta mensajera adventista permite datar con precisión el inicio de la proclamación del «tercer ángel» en el imaginario adventista: el ángel solo es enviado cuando «cesó el ministerio de Jesús en el lugar santo y pasó él al santísimo», hecho que, según cuentan estos embusteros, aconteció el 22 de octubre de 1844 (no nos dicen a qué hora de Greenwich, ¡lástima!). Dicho de otro modo, el “Jesús” adventista envió al «tercer ángel» el 22 de octubre de 1844, no antes ni después. Y ese «poderoso ángel» debía proclamar «un tercer mensaje para el mundo». Lo que no se atreve a contarnos la farsante White es que en aquel momento el “ángel” en cuestión debía de sufrir algún tipo de afección en las cuerdas vocales, porque nadie (ni la pequeña manada de lobos) oyó su voz. Por entonces, los cerriles adventistas andaban escondidos, avergonzados por el nuevo batacazo de los idiotas vaticinios de William Miller y pasaron casi veinte años hasta que idearon una forma internamente coherente de engañarse a sí mismos de manera sistemática, con el invento del santuario ideado por Crozier (quien luego denunció su falsía). Así que el supuesto ángel estuvo mudo por lo menos una veintena de años. Tal fue el inicio de la “proclamación” del poderoso ángel de chichinabo.
Una vez pergeñada la estructura del adventismo del séptimo día en 1863 comenzó la difusión de sus sectarias nociones a mayor escala, pero con una notabilísima carencia, que ni siquiera su cochambrosa “luz menor” acertó a subsanar. Aquella pandilla de mentecatos no sabía nada de la justificación por la fe. Hubo que esperar a 1888, en el Congreso de Mineápolis, para que Alonzo T. Jones y Ellet J. Waggoner “descubrieran” tan importante verdad bíblica e hicieran partícipes de ella a sus consternados colegas, tan “expertos” ellos en temas proféticos y demás mandangas. La mayoría de los congregados detectó con acierto que aquella verdad evangélica era contraria al falso evangelio adventista y rechazó el mensaje. Un grupo menor, capitaneado por la farsante White, recién regresada de un viaje por Europa, se dedicó al disimulo (por la vergüenza de que tal doctrina no fuese presentada anteriormente por “la luz menor”), queriendo aunar la justificación por la fe con el mensaje del «tercer ángel». En su disimulo, la falsaria Ellen escribió memeces como esta, diseñada a confundir a tarados:
«Varios me han escrito preguntándome si el mensaje de la justificación por la fe es el mensaje del tercer ángel, y he contestado: “Es el mensaje del tercer ángel en verdad”».— Review and Herald, 1 de abril de 1890, reproducido en Mensajes selectos, tomo 1, p. 437.
El mensaje del tercer ángel se parece a la justificación por la fe tanto como un huevo a una castaña, y contiene tanto de la misma como de física cuántica.
Bien, una vez una pandilla de idiotas se traga que el mensaje del tercer ángel es el de la justificación por la fe y pone el inmundo mejunje de tal mezcolanza en relación con el Congreso de Mineápolis, estará sin duda dispuesta a creerse cualquier otra bobada. Hela aquí:
«El tiempo de prueba está precisamente delante de nosotros, pues el fuerte pregón del tercer ángel ya ha comenzado en la revelación de la justicia de Cristo, el Redentor que perdona los pecados. Este es el comienzo de la luz del ángel cuya gloria llenará toda la tierra».— Review and Herald, 22 de noviembre de 1892, reproducido en Mensajes selectos, tomo 1, p. 425.
En su librucho Christ Our Righteousness, Arthur G. Daniells, presidente de la Asociación General, afirmó que el Congreso de Mineápolis marcó una «nueva era en la proclamación del mensaje del tercer ángel» (p. 56), a la vez que se cuidó muy mucho de mencionar los nombres de Jones y Waggoner, que para entonces habían puesto los pies en polvorosa.
Así, según la farsante White, en 1892 (cuatro años después del fiasco de Mineápolis), ya había comenzado «el fuerte pregón» del ángel otrora mudo. Fantástico. O sea, que los adventistas, que, según ellos mismos, son el alter ego del «poderoso ángel» iniciaron su «pregón» mudos de vergüenza por el disparate de Miller; empezaron a abrirla cuando se les ocurrió una parida para justificarlo (en esencia, dijeron que el culpable del grotesco batacazo y del consiguiente desengaño fue el mismísimo Dios, que “deseaba” que así fuera); y la cosa se convirtió en «el fuerte pregón» gracias al congreso de Mineápolis. Estupendo. Parece que ahí tenemos a la intrépida pandilla de “expertos” proclamando esa “verdad presente” sabrosona para este “tiempo del fin”. Eso sí, el muy preocupante «tiempo de prueba» pendía como la espada de Damocles sobre las cabecitas de aquellos desvergonzados sujetos. Más de un siglo después, cabe pensar que la espada de Damocles no pende de un cabello, sino de un cable de gruesos hilos de acero de excelente calidad y con un mantenimiento esmerado.
Sin embargo, quedamos consternados al leer la siguiente confesión involuntaria, dos años antes de su muerte, de la “pluma inspirada” de la farsante White:
«[T]he time to receive the mark of the beast, as designated in prophecy, has not yet come. The testing time has not yet come. There are true Christians in every church, not excepting the Roman Catholic communion. None are condemned until they have had the light and have seen the obligation of the fourth commandment. But when the decree shall go forth enforcing the counterfeit Sabbath, and when the loud cry of the third angel shall warn men against the worship of the beast and his image, the line will be clearly drawn between the false and the true. Then those who still continue in transgression will receive the mark of the beast in their foreheads or in their hands».— Bible Training School, 1 de febrero de 1913.
Traducción:
«El tiempo de recibir la marca de la bestia, designado en la profecía, aún no ha llegado. El tiempo de prueba aún no ha llegado. Hay cristianos verdaderos en todas las iglesias, sin exceptuar la comunión católica romana. Ninguno de ellos está condenado hasta que haya recibido la luz y haya visto la obligación del cuarto mandamiento. Pero cuando salga el decreto imponiendo el falsos día de reposo y cuando el fuerte pregón del tercer ángel advierta a los hombres contra la adoración de la bestia y su imagen, se trazará claramente la línea entre lo falso y lo verdadero. Entonces, los que persistan en la transgresión recibirán la marca de la bestia en la frente o en la mano».
¡Vaya! Ahora resulta que el «tiempo de prueba», inminente allá por 1892, aún no había llegado en 1913 (hace un siglo, y lo que te rondaré, morena) y que el «fuerte pregón» aún no había advertido «a los hombres contra la adoración de la bestia y su imagen». ¡Caramba! ¡Qué proclamación tan peculiar! Empieza con un pregón mudo. Luego llega una «nueva era», a partir de 1888, en la que, al parecer, el ángel ese se ha recuperado de su afonía y comienza «el fuerte pregón». Lamentablemente, en 1913 la pluma disparatada de Ellen nos aclara que el «fuerte pregón» ese aún no había comenzado, de modo que cabe postular que el ángel en 1888 debe de haber estado proclamando su «fuerte pregón» en otro planeta o, quizá, en otra dimensión.
Sería de agradecer que los “expertos” de la secta remanente nos aclaren el paradero actual del ángel mudo y extraviado ese. ¿Se encuentra en esta dimensión? ¿Vuela por el cielo de este planeta o está jugando a los bolos en alguno de los mundos habitados esos que pululan por ahí? ¿Está de vacaciones en el santuario celestial ese? ¿Qué pasó en 1888 con el «fuerte pregón» que, según cuenta la farsante White, empezó pero no empezó? La situación es muy confusa. Entenderán nuestros “amigos” adventistas que es menester que nos aclaren tan sabrosas circunstancias para afianzarnos en esa “verdad presente” sabrosona que nos quieren vender cual mula desdentada. Gracias. Es para mi, como siempre, un inmenso placer brindar a los próceres del adventismo estas ocasiones tan vistosas para su lucimiento.
En varios de sus primeros escritos, Ellen White, falsa profetisa fundadora del adventismo, afirma que el mensaje en cuestión —¡pese a aparecer impreso en todas las biblias desde hacía siglos!— no se había proclamado hasta la aparición del adventismo. Fijémonos, por ejemplo, en la siguiente “jugosa” (por no decir jocosa) afirmación:
«Cuando cesó el ministerio de Jesús en el lugar santo y pasó él al santísimo para estar de pie delante del arca que contenía la ley de Dios, envió otro poderoso ángel con un tercer mensaje para el mundo. Un pergamino fue puesto en la mano del ángel, y mientras descendía a la tierra con poder y majestad, proclamaba una terrible amonestación, acompañada de las más tremendas amenazas que jamás se dirigieron contra el hombre. Tenía por objeto aquel mensaje poner en guardia a los hijos de Dios revelándoles la hora de tentación y angustia que los aguardaba. Dijo el ángel: “Tendrán que combatir tesoneramente contra la bestia y su imagen. Su única esperanza de vida eterna consiste en permanecer firmes. Aunque se vean en peligro de muerte, deben sostener firmemente la verdad”».— Primeros escritos, p. 254 (publicado en 1882).
Dejando a un lado las palabras apócrifas atribuidas al “ángel” en cuestión, la descarada afirmación de la fraudulenta mensajera adventista permite datar con precisión el inicio de la proclamación del «tercer ángel» en el imaginario adventista: el ángel solo es enviado cuando «cesó el ministerio de Jesús en el lugar santo y pasó él al santísimo», hecho que, según cuentan estos embusteros, aconteció el 22 de octubre de 1844 (no nos dicen a qué hora de Greenwich, ¡lástima!). Dicho de otro modo, el “Jesús” adventista envió al «tercer ángel» el 22 de octubre de 1844, no antes ni después. Y ese «poderoso ángel» debía proclamar «un tercer mensaje para el mundo». Lo que no se atreve a contarnos la farsante White es que en aquel momento el “ángel” en cuestión debía de sufrir algún tipo de afección en las cuerdas vocales, porque nadie (ni la pequeña manada de lobos) oyó su voz. Por entonces, los cerriles adventistas andaban escondidos, avergonzados por el nuevo batacazo de los idiotas vaticinios de William Miller y pasaron casi veinte años hasta que idearon una forma internamente coherente de engañarse a sí mismos de manera sistemática, con el invento del santuario ideado por Crozier (quien luego denunció su falsía). Así que el supuesto ángel estuvo mudo por lo menos una veintena de años. Tal fue el inicio de la “proclamación” del poderoso ángel de chichinabo.
Una vez pergeñada la estructura del adventismo del séptimo día en 1863 comenzó la difusión de sus sectarias nociones a mayor escala, pero con una notabilísima carencia, que ni siquiera su cochambrosa “luz menor” acertó a subsanar. Aquella pandilla de mentecatos no sabía nada de la justificación por la fe. Hubo que esperar a 1888, en el Congreso de Mineápolis, para que Alonzo T. Jones y Ellet J. Waggoner “descubrieran” tan importante verdad bíblica e hicieran partícipes de ella a sus consternados colegas, tan “expertos” ellos en temas proféticos y demás mandangas. La mayoría de los congregados detectó con acierto que aquella verdad evangélica era contraria al falso evangelio adventista y rechazó el mensaje. Un grupo menor, capitaneado por la farsante White, recién regresada de un viaje por Europa, se dedicó al disimulo (por la vergüenza de que tal doctrina no fuese presentada anteriormente por “la luz menor”), queriendo aunar la justificación por la fe con el mensaje del «tercer ángel». En su disimulo, la falsaria Ellen escribió memeces como esta, diseñada a confundir a tarados:
«Varios me han escrito preguntándome si el mensaje de la justificación por la fe es el mensaje del tercer ángel, y he contestado: “Es el mensaje del tercer ángel en verdad”».— Review and Herald, 1 de abril de 1890, reproducido en Mensajes selectos, tomo 1, p. 437.
El mensaje del tercer ángel se parece a la justificación por la fe tanto como un huevo a una castaña, y contiene tanto de la misma como de física cuántica.
Bien, una vez una pandilla de idiotas se traga que el mensaje del tercer ángel es el de la justificación por la fe y pone el inmundo mejunje de tal mezcolanza en relación con el Congreso de Mineápolis, estará sin duda dispuesta a creerse cualquier otra bobada. Hela aquí:
«El tiempo de prueba está precisamente delante de nosotros, pues el fuerte pregón del tercer ángel ya ha comenzado en la revelación de la justicia de Cristo, el Redentor que perdona los pecados. Este es el comienzo de la luz del ángel cuya gloria llenará toda la tierra».— Review and Herald, 22 de noviembre de 1892, reproducido en Mensajes selectos, tomo 1, p. 425.
En su librucho Christ Our Righteousness, Arthur G. Daniells, presidente de la Asociación General, afirmó que el Congreso de Mineápolis marcó una «nueva era en la proclamación del mensaje del tercer ángel» (p. 56), a la vez que se cuidó muy mucho de mencionar los nombres de Jones y Waggoner, que para entonces habían puesto los pies en polvorosa.
Así, según la farsante White, en 1892 (cuatro años después del fiasco de Mineápolis), ya había comenzado «el fuerte pregón» del ángel otrora mudo. Fantástico. O sea, que los adventistas, que, según ellos mismos, son el alter ego del «poderoso ángel» iniciaron su «pregón» mudos de vergüenza por el disparate de Miller; empezaron a abrirla cuando se les ocurrió una parida para justificarlo (en esencia, dijeron que el culpable del grotesco batacazo y del consiguiente desengaño fue el mismísimo Dios, que “deseaba” que así fuera); y la cosa se convirtió en «el fuerte pregón» gracias al congreso de Mineápolis. Estupendo. Parece que ahí tenemos a la intrépida pandilla de “expertos” proclamando esa “verdad presente” sabrosona para este “tiempo del fin”. Eso sí, el muy preocupante «tiempo de prueba» pendía como la espada de Damocles sobre las cabecitas de aquellos desvergonzados sujetos. Más de un siglo después, cabe pensar que la espada de Damocles no pende de un cabello, sino de un cable de gruesos hilos de acero de excelente calidad y con un mantenimiento esmerado.
Sin embargo, quedamos consternados al leer la siguiente confesión involuntaria, dos años antes de su muerte, de la “pluma inspirada” de la farsante White:
«[T]he time to receive the mark of the beast, as designated in prophecy, has not yet come. The testing time has not yet come. There are true Christians in every church, not excepting the Roman Catholic communion. None are condemned until they have had the light and have seen the obligation of the fourth commandment. But when the decree shall go forth enforcing the counterfeit Sabbath, and when the loud cry of the third angel shall warn men against the worship of the beast and his image, the line will be clearly drawn between the false and the true. Then those who still continue in transgression will receive the mark of the beast in their foreheads or in their hands».— Bible Training School, 1 de febrero de 1913.
Traducción:
«El tiempo de recibir la marca de la bestia, designado en la profecía, aún no ha llegado. El tiempo de prueba aún no ha llegado. Hay cristianos verdaderos en todas las iglesias, sin exceptuar la comunión católica romana. Ninguno de ellos está condenado hasta que haya recibido la luz y haya visto la obligación del cuarto mandamiento. Pero cuando salga el decreto imponiendo el falsos día de reposo y cuando el fuerte pregón del tercer ángel advierta a los hombres contra la adoración de la bestia y su imagen, se trazará claramente la línea entre lo falso y lo verdadero. Entonces, los que persistan en la transgresión recibirán la marca de la bestia en la frente o en la mano».
¡Vaya! Ahora resulta que el «tiempo de prueba», inminente allá por 1892, aún no había llegado en 1913 (hace un siglo, y lo que te rondaré, morena) y que el «fuerte pregón» aún no había advertido «a los hombres contra la adoración de la bestia y su imagen». ¡Caramba! ¡Qué proclamación tan peculiar! Empieza con un pregón mudo. Luego llega una «nueva era», a partir de 1888, en la que, al parecer, el ángel ese se ha recuperado de su afonía y comienza «el fuerte pregón». Lamentablemente, en 1913 la pluma disparatada de Ellen nos aclara que el «fuerte pregón» ese aún no había comenzado, de modo que cabe postular que el ángel en 1888 debe de haber estado proclamando su «fuerte pregón» en otro planeta o, quizá, en otra dimensión.
Sería de agradecer que los “expertos” de la secta remanente nos aclaren el paradero actual del ángel mudo y extraviado ese. ¿Se encuentra en esta dimensión? ¿Vuela por el cielo de este planeta o está jugando a los bolos en alguno de los mundos habitados esos que pululan por ahí? ¿Está de vacaciones en el santuario celestial ese? ¿Qué pasó en 1888 con el «fuerte pregón» que, según cuenta la farsante White, empezó pero no empezó? La situación es muy confusa. Entenderán nuestros “amigos” adventistas que es menester que nos aclaren tan sabrosas circunstancias para afianzarnos en esa “verdad presente” sabrosona que nos quieren vender cual mula desdentada. Gracias. Es para mi, como siempre, un inmenso placer brindar a los próceres del adventismo estas ocasiones tan vistosas para su lucimiento.