Una de las razones, y tan importante como las que más, es que el Padre y Amo de Israel siempre fue Jehová:
Mal.1:6 “‘Un hijo, por su parte, honra a un padre; y un siervo, a su magnífico amo. Pues si yo soy un padre, ¿dónde está la honra a mí? Y si soy un magnífico amo, ¿dónde está el temor a mí?’, ha dicho Jehová de los ejércitos a ustedes, oh sacerdotes que desprecian mi nombre. [...]
Cuando Jesús nació, como judío descendiente de judíos, formaba parte de aquella misma nación de la que Jehová era Amo y Padre. Sus primeros discípulos también eran judíos, y sabían que Aquel a quien Jesús llamaba como "Padre" era el mismo Dios que ellos pretendían conocer y adorar como parte de aquella mismísima nación.
(Juan 8:54) Jesús contestó: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada. Es mi Padre quien me glorifica, el que ustedes dicen que es su Dios
Y a la samaritana le dijo un día:
Juan 4:21 Jesús le dijo: “Créeme, mujer: La hora viene cuando ni en esta montaña ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. 22 Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación se origina de los judíos. 23 No obstante, la hora viene, y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren. 24 Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad”.
... así que aquí una vez más identifica al Padre con Jehová, el Dios a quien los judíos y los samaritanos decían adorar, aunque cada cual por su propio lado.