¿porque los Cristianos no aceptamos los libros Apocrifos?

24 Mayo 2001
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¿Cuáles son los Verdaderos Libros de la Biblia?

por David Vaughn Elliott

Algunos dicen que la Biblia contiene 66 libros. Otros dicen que contiene 73 libros. ¿Quiénes tienen la razón?
Ya que es el Nuevo Testamento que nos gobierna hoy, es de consolación a nuestra fe saber que todas las Biblias contienen los mismos 27 libros del Nuevo Testamento. La diferencia se ve sólo en el Antiguo Testamento, en el cual las Biblias católicas contienen 46 libros y las demás Biblias 39 libros.

En las Biblias católicas se encuentran siete libros adicionales: Tobías, Judit, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Baruc y unos capítulos agregados a Ester y a Daniel. Algunos de estos libros tienen más valor que otros. Por ejemplo, 1 Macabeos es una fuente importante de la historia de los judíos en el segundo siglo antes de Cristo. Por otro lado, Tobías y Judit son ficticios y contienen graves errores.

Los que negamos que estos libros pertenecen a la Biblia, denominamos tales libros "apócrifos", que significa "secreto" o "escondido". Es porque son de origen dudoso. Sólo se sabe que fueron escritos en los siglos segundo y primero antes de Jesucristo. Los 39 libros del Antiguo Testamento que todo el mundo acepta fueron escritos en hebreo. Los libros apócrifos, sin embargo, no aparecen en los manuscritos hebreos. Sólo se hallan en la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento.

La Iglesia Romana Católica afirma que los libros apócrifos deben estar en la Biblia. Dos de sus razones principales son que dichos libros aparecen en la Septuaginta y que fueron aprobados por dos Concilios: el de Cartago en 397 D.C. y el de Trento en 1546. Sin embargo, tales argumentos carecen de validez. Hay que reconocer que antes de Cristo, Dios se comunicó con el hombre sólo por medio de los judíos. Romanos 3:1,2 dice: "¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ... Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios". Así que, los judíos son los únicos autorizados para decir al mundo cuáles son los libros del Antiguo Testamento. Para los judíos, el Antiguo Testamento terminó con el libro de Malaquías, unos 400 años antes de Cristo. En la época de los Macabeos, unos 150 años antes de Cristo, fue bien reconocido que ya no habían profetas en Israel (1 Macabeos 9:27). Y, sin profetas, era imposible escribir libros por medio de inspiración divina. Por eso, los judíos han rechazado todos los libros apócrifos como parte del Antiguo Testamento.

Todos los apóstoles de Cristo eran judíos. Cristo mismo, según la carne, también era judío. Ni Cristo, ni los apóstoles jamás reconocieron ningún libro apócrifo. El Nuevo Testamento cita el Antiguo Testamento unas 300 veces, pero nunca cita un libro apócrifo. Claro que se pueden leer para saber más del pueblo judío durante el período entre los dos testamentos, pero no existe autorización divina para agregarlos a la Biblia.

Distribuido por :
La Iglesia de Cristo en Parkville
ZA-18 Calle Nevada, Guaynabo, PR 00969, EE.UU.

Si tienen comentarios se los agradesco
 
Un aporte de Jetonius:

A. Citas del Antiguo Testamento en el Nuevo
En el Nuevo Testamento hay no menos de 295 citas directas del Antiguo Testamento, que ocupan alrededor de 350 versículos del NT. Se citan 278 versículos del AT (algunos varias veces): 94 de la Torah, 99 de los Profetas y 85 de los escritos.
(Fuente: Roger Nicole,"The Old Testament in the New Testament", en Frank E. Gaebelein, The Expositor's Bible Commentary, 1:617)
Si se incluyen las alusiones además de las citas directas, el número asciende, según diferentes autores, a un valor entre 613 y más de 4000.
Si se analizan estas citas, se observará que pueden clasificarse como sigue:
1. En la gran mayoría de los casos, corresponden a un texto en el cual coinciden la Septuaginta y el texto masorético.
2. En otros casos difieren tanto de la Septuaginta como del texto masorético.
3. También puede ocurrir que concuerde con el texto masorético pero no con la Septuaginta.
4. Puede haber concordancia con una variante textual de la Septuaginta pero no con otra.
5. O bien puede concordar con la Septuaginta pero no con el texto masorético.
Esto sugiere que Jesús mismo y los autores sagrados ejercieron una considerable libertad a la hora de citar las Escrituras, empleando la forma que mejor transmitía lo que querían decir.
Ver:
F.F. Bruce, This is that. The New Testament development of some Old Testament themes. The Paternoster Press, 1970.
A.W. Robertson,El Antiguo Testamento en el Nuevo. Buenos Aires: Nueva Creación, 1996.
B. Evidencia de un canon palestino consensado antes de Jamnia

Esto lo escribí a propósito de una discusión con Karolusin, que está en http://www.forocristiano.com/ultimatebb.cgi?ubb=get_topic&f=12&t=001156

Testimonio del Nuevo Testamento
Si bien el exacto proceso de inclusión de los deuterocanónicos/apócrifos en el canon hebreo genera muchos interrogantes, lo que queda claro es que tales adiciones carecen por completo de autoridad por parte del Señor Jesús , de los Apóstoles o de los autores del Nuevo Testamento, ni implícita ni por vía de ejemplo a través de citarlos como Escrituras.
En cambio, es una evidencia indirecta del canon palestino, sobre el cual a todas luces sí existía un consenso en el siglo I, el hecho de que Jesús hizo referencia al primer y al último mártir según el orden tradicional hebreo (Mateo 23:35). En efecto, aquí Crónicas figuraba al final.
El orden no es, sin embargo, cronológico, ya que tal homicidio ocurrió en el siglo IX a.C. siendo Joás rey de Judá, en tanto que Urías hijo de Semaías fue asesinado en el siglo VII a.C. en el reino de Joacim (Jeremías 26:20-24). La abarcativa expresión de Jesús adquiere sentido cuando, en el contexto de juicio por la sangre inocente derramada, se refiere al primer y último asesinato registrado en las Escrituras, y esto es lo que hizo, pero según el orden tradicional del canon palestino: decir “de Génesis a Crónicas” es como si hoy dijésemos, “De Génesis a Malaquías.”
Cabe notar que, aunque el Nuevo Testamento no da un canon o lista autorizada de libros considerados inspirados para lo que llamamos Antiguo Testamento, la evidencia indirecta sugiere firmemente un canon definido y ya fijado de libros a cuya autoridad era válido apelar.
“Primero, es difícil exagerar la importancia de los nombres o títulos adjudicados a los escritos del AT por los autores del NT : así, “Escritura” (Juan 10:35; 19:36; 2 Pedro 1:20), “las Escrituras” (Mateo 22:39; Hechos 18:24), “Santas Escrituras” (Romanos 1:2), “escritos sagrados” (2 Timoteo 3:15), “Ley” (Juan 10:34; 12:34; 15:25; 1 Corintios 14:21), “la Ley y los Profetas” (Mateo 5:17; 7:12; 22:40; Lucas 16:16; 24:44; Hechos 13:15; 28:23). Tales nombres o títulos, aunque no definen los límites del canon, ciertamente suponen la existencia de una colección completa y sagrada de escritos judíos que ya están segregados como separados y fijos.
Un pasaje (Juan 10:35) en el cual se emplea el término “escritura” parece referirse al canon del AT en su conjunto: “y la Escritura no puede ser quebrantada.” De igual modo la expresión “la ley y los profetas” es a menudo empleada en un sentido genérico refiriéndose a mucho más que meramente la primera y segunda divisiones del AT; parece más bien referirse a la antigua dispensación en su conjunto; pero el término “la Ley” es el más general de todos. Se aplica frecuentemente a todo el AT, y aparentemente tenía en tiempos de Jesús entre los judíos un lugar similar al que el término “la Biblia” tiene entre nosotros. Por ejemplo, en Juan 10:34; 12:34; 15:25, textos de los profetas o aún de los Salmos son citados como parte de “la Ley”; en 1 Corintios 14:21 también, Pablo habla de Isaías 28:11 como de una parte de “la Ley.” Estos nombres y títulos, consecuentemente, son extremadamente importantes; jamás son aplicados por escritores del NT a los apócrifos.”
(G.L. Robinson y Roland K. Harrison, Canon of the Old Testament. En G.W. Bromiley, Ed.: International Standard Bible Encyclopedia, Rev. Ed. Grand Rapids: W.B. Eerdmans, 1979, 1: 597).
Casi todos los libros del AT según el canon palestino son citados individualmente en el NT. Las excepciones son Ester, Eclesiastés, Cantares, Esdras-Nehemías y los profetas menores Abdías, Nahum y Sofonías. Sin embargo, estos tres últimos formaban parte de un mismo rollo de los doce profetas “menores” que sí es citado; Esdras y Nehemías estaban unidos a Crónicas, que también es citado. En cuanto a Ester, Eclesiastés (Qohélet) y Cantares, probablemente los autores del NT no tuvieron necesidad de emplearlos.
El caso de los deuterocanónicos/apócrifos es que, en tanto que existen muchas alusiones a ellos en el NT (ver la lista exhaustiva de Craig A. Stevens, Noncanonical writings and New Testament Interpretation. Peabody: Hendrickson, 1993; Appendix 2, pp. 190-219), lo cual indica que no eran desconocidos para los autores sagrados, ellos jamás los citan como Escritura o equivalente. De hecho, los autores del NT citaron de otras fuentes, incluyendo autores paganos y obras pseudoepigráficas jamás aceptadas por los cristianos de ninguna denominación, a las cuales, desde luego, tampoco llaman “Escritura.”
Testimonio histórico de autores judíos
Jesús ben Sirá
Eclesiástico es mi deuterocanónico/apócrifo favorito (sin ironía). En el prólogo del traductor (parte que convenientemente no es considerada inspirada), leemos:
“Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, por los cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría. Mas como es razón que no sólo los lectores se hagan sabios ... mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley, los Profetas y los otros libros de nuestros antepasados ... se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría...” (Prol. 1-12).
Aquí se menciona, en un documento del siglo II a.C., la división tripartita del AT, de la cual el autor habla como cosa conocida a sus lectores. Pero además prosigue:
“Estáis, pues, invitados a leerlo con benevolencia y atención, así como a mostrar indulgencia allí donde se crea que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos podido acertar en alguna expresión.” (Prol. 15-20).
Esta clase de disculpa no se escucha jamás en ningún libro del canon palestino
Igualmente, en otro apócrifo/deuterocanónico, .2 Macabeos, se apela a la buena voluntad del lector:
“... esperando la gratitud de muchos, soportamos con gusto esta fatiga [de resumir] , dejando al historiador la tarea de precisar cada suceso y esforzándonos por seguir las normas de un resumen.” (2:27-28).
“...yo termino aquí mi relato. Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible.” (2 Macabeos 15:37-38).

Filón de Alejandría
Filósofo judío helenista (ca. 20 a.C. – ca. 50 d.C.). La mayor parte de sus citas bíblicas provienen de la Torah o Pentateuco, aunque también cita Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías, los Profetas “menores” Oseas y Zacarías, los Salmos, Job, Proverbios y el rollo de Crónicas-Esdras-Nehemías
(The Works of Philo- Complete and unabridged. Transl. C.D. Yonge; New Updated Version. Peabody: Hendrickson, 1993, pp. 913-918).

Sin embargo, y pese a que vivió precisamente en Alejandría, Filón jamás cita ninguno de los deuterocanónicos/ apócrifos.

Apocalipsis de Esdras (4 Esdras)

Es una obra pseudoepigráfica escrita en griego hacia fines del siglo I de nuestra era. Esdras recibe el total de la revelación divina en 94 libros que dicta a cinco amanuenses. Al concluir la tarea, al cabo de cuarenta días, recibe una instrucción de Dios. Por supuesto que la historia es ficticia, pero el dato interesante se refiere al número de libros en las Escrituras hebreas:
“Y aconteció que cuando se cumplieron los cuarenta días, el Altísimo habló conmigo, y me dijo: Los veinticuatro libros que habéis escrito primero, hazlos públicos para que quienes son dignos y quienes no son dignos puedan leer de allí; pero los [otros] setenta los guardarás y se los entregarás a los sabios de tu pueblo.”
(The Apocalypse of Ezra. transl. G.H. Box. London: SPCK, 1917; 14:45-46, p. 113. La copia de la que traduzco fue un obsequio de F.F. Bruce).
En otras palabras, para el autor había 24 libros inspirados –el mismo número que en el canon palestino- que eran para lectura pública. Los 24 libros del canon hebreo corresponden a los 39 del AT de las Biblias protestantes, ya que 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes y 1 y 2 Crónicas, los Doce Profetas menores y Esdras-Nehemías se contaban cada uno como un libro.
Así:
La Torah (Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio)
Los Profetas
Profetas anteriores (Josué, Jueces, Samuel I y II, Reyes I y II)
Profetas posteriores (Isaías, Jeremías, Ezekiel)
Los Doce (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías)
Los Escritos (Salmos, Proverbios, Job, Cantar, Rut, Lamentaciones, Qohélet [Eclesiastés], Ester, Daniel, Esdras-Nehemías, Crónicas I y II).

Flavio Josefo[/i]
En la misma época de 4 Esdras (fines del siglo I d.C.) el historiador judío romanizado Josefo publicó Contra Apión o Antigüedades de los Judíos. No hay la menor indicación de que Josefo esté dando un punto de vista sectario. Por el contrario, habla como representante autodesignado de los judíos en general. Este autor destaca la exactitud y confiabilidad de los registros hebreos, que no descansaba sobre la simple voluntad humana, sino de la inspiración de Dios.
“porque no tenemos decenas de miles de libros discordantes y en conflicto, sino sólo veintidós, conteniendo los registros de todos los tiempos, los cuales han sido justamente considerados como divinos. Y de estos, cinco son los libros de Moisés ... Luego, los Profetas que siguieron, compilaron la historia del período desde Moisés hasta el reino de Artajerjes sucesor de Jerjes, rey de Persia, en trece libros, [sobre] lo que se hizo en sus tiempos. Los restantes cuatro libros comprenden himnos a Dios e instrucciones prácticas para los hombres.”
Los veintidós libros que menciona Josefo corresponden a la Torá, los Profetas y los Escritos. Son con toda probabilidad los mismos de las Biblias hebreas y AA.TT. protestantes, artificialmente acomodados en su número a las letras del alefato o alfabeto hebreo. Para esto Rut se cuenta con Jueces y Lamentaciones con Jeremías; todos los libros históricos –incluidos Daniel y Job- se agrupan con los profetas, y se cuentan entre los Hagiógrafos o Escritos a Salmos, Proverbios Cantar y Eclesiastés. Estos, todos estos, y ningunos otros son estimados, según Josefo, como de origen divino. Josefo prosigue:
“Desde el tiempo de Artajerjes hasta el nuestro propio cada suceso ha sido registrado; pero los registros no han sido considerados dignos del mismo crédito que los de época más temprana, porque la exacta sucesión de profetas no fue continuada. Pero qué fe hemos puesto en nuestros propios escritos se ve por nuestra conducta; pues aunque ha transcurrido tanto tiempo, nadie se ha atrevido a agregarles nada, ni a substraer nada de ellos, ni a alterar nada.”
En resumen, el número de libros estaba fijado, y a todas luces correspondía a los del Canon palestino, el único del AT que puede llamarse propiamente tal. Además, estos libros eran tenidos por divinos, y no otros. Finalmente, nos indica la fecha aproximada del cierre del canon (ca. 450 a.C.), al mencionar el reinado de Artajerjes.
A esto se le podría agregar lo hablado en Jamnia (que no hizo sino ratificar un canon que ya existía) y las discusiones del Talmud. También podríamos seguir con los Padres, pero a esta altura bueno sería que reconociera que toda la evidencia disponible hasta aquí (primer siglo de nuestra era) es o bien neutra o contraria al mal llamado canon alejandrino.

Finalmente, agrego la respuesta que recientemente di a la siguiente pregunta suya (aunque supongo que la leyó, veo que insiste con supuestas diferencias sustanciales entre los diferentes grupos judíos).
La primera cita tiene que ver con el presunto «canon alejandrino» y la segunda con lo que los hebreos de Palestina entendían por Escritura en el siglo I de nuestra era.

Luis (Fernando)
¿Y qué nos dice el señor Jetonius de los esenios, especialmente los de Qumram? ¿también estaban en la diáspora? ¿podría asegurar que el canon de los esenios era el mismo que el que acabó por adoptarse en Jamnia? ¿o le faltaba algún libro? ¿quizás le sobraba alguno?
[/QUOTE]

No, no puede afirmarse con absoluta certeza. En particular, no está claro si los qumranitas incluían algún otro texto entre los considerados “inspirados” además de los pertenecientes al canon hebreo actual.
Sobre el tema en general, las siguientes observaciones son pertinentes:
“La investigación en las últimas décadas ha puesto en entredicho posiciones mantenidas desde antiguo en relación con la historia de la formación del canon bíblico hebreo y la existencia de un canon griego alejandrino. Hasta hace un par de décadas se acostumbraba a distinguir tres etapas en la historia del canon del Antiguo Testamento. Para ello se tomaba como punto de referencia el cisma samaritano, que supuestamente había tenido lugar en el siglo V a.C. Se decía que el Pentateuco adquirió reconocimiento canónico antes del cisma de los samaritanos, dado que éstos reconocen valor canónico a esta colección de cinco libros. La colección de libros proféticos, que no fue reconocida por los samaritanos, hubo de formarse y de adquirir estatuto canónico con posterioridad al cisma, hacia el siglo III a.C. Por fin la colección de escritos se constituyó y entró a formar parte del canon en una época muy tardía. El proceso final concluyó a finales del siglo I d.C., con ocasión del llamado Sínodo de Yabneh [Yamnia], en el que quedó definitivamente cerrado el canon de la Biblia hebrea.
Por otra parte, se decía también que, junto a este «canon palestino», existió también otro «canon alejandrino», propio del judaísmo de la diáspora. Estaba representado por una colección de libros que aparece recogida en la versión griega de los LXX.
El cristianismo hizo suyo ese canon antes de que los rabinos de Yabneh cerraran definitivamente el canon hebreo a finales del siglo I. d.C., dejando «fuera» los libros «exteriores» o apócrifos, algunos de los cuales figuraban en la Biblia griega de los cristianos.
Los descubrimientos del Mar Muerto y otra serie de estudios han echado por tierra esta hipótesis clásica, que puede encontrarse todavía en muchos libros. Hoy se reconoce que el llamado cisma samaritano ocurrió seguramente a finales del siglo II a.C., es decir, cuando la colección de libros proféticos estaba ya formada desde hacía tiempo. La teoría del canon judío alejandrino ha caído por tierra al no existir prueba alguna de su existencia.
...
Una corriente importante de la investigación actual tiende a considerar que el canon hebreo se formó en la época macabea, hacia mediados del siglo II a.C. Esta explicación deja, sin embargo, en el aire la cuestión del que más tarde vino a ser el canon cristiano del Antiguo Testamento. Si ya no cabe decir que los cristianos heredaron de la diáspora judía una colección más amplia que la de la Biblia hebrea, habrá que buscar una explicación que justifique el hecho de que los cristianos no se sintieran obligados a atenerse al estricto canon hebreo. Este hecho puede tener antecedentes en la comunidad esenia de Qumrán. Seguramente los esenios de Qumrán no tenían conciencia ni intención alguna de reabrir un canon supuestamente ya cerrado. Sin embargo, da la impresión de que reconocían algunos escritos, como puede ser el caso del libro de los Jubileos, un carácter sagrado comparable al de otros libros incluidos en el canon.”
(Florentino García Martínez y Julio Trebolle Barrera, Los hombres de Qumrán. Literatura, estructura social y concepciones religiosas. Madrid: Trotta, 1993, p. 132-133; negritas añadidas)
Con respecto a su audaz aserto de que mi afirmación es “rotundamente FALSA”, le ofrezco las siguientes explicaciones de uno de los más sobresalientes eruditos evangélicos contemporáneos, F-F. Bruce. Luego de examinar la evidencia de Qumrán, Bruce dice:
“Es probable, por cierto, que para el comienzo de la era cristiana los esenios (incluyendo la comunidad de Qumran) estuviesen en sustancial acuerdo con los fariseos y los saduceos acerca de los límites de la Escritura hebrea. Pueden haber habido algunas diferencias de opinión y práctica con respecto a uno o dos de los ‘Escritos’, pero los desacuerdos entre partidos recordados en la tradición judía tienen muy poco que ver con los límites del canon. La idea de que los saduceos (como los samaritanos) reconocían solamente el Pentateuco como sagrada escritura se basa en un malentendido: cuando Josefo, por ejemplo, dice que los saduceos «no admiten ninguna observancia en absoluto fuera de las leyes» [41], no quiere decir el Pentateuco con exclusión de los Profetas y los Escritos sino la ley escrita (del Pentateuco) con exclusión de la ley oral (la interpretación y aplicación farisaica de la ley escrita, la cual, como la ley escrita misma, se sostenía en teoría haber sido recibida y transmitida por Moisés) [42]. Sería comprensible que los saduceos no aceptaran Daniel, el cual contiene la afirmación más explícita sobre la esperanza de la resurrección en todo el Antiguo Testamento [43].”
Notas
[41] Josefo, Antigüedades, 18.16; su significado es aclarado en Antigüedades 13.297, donde se dice que los saduceos ‘sostienen que sólo las leyes escritas deben ser tenidas por válidas, pero que aquellas transmitidas por tradición de los padres no necesitan ser observadas. Fue probablemente una interpretación errónea de Josefo, directa o indirectamente, lo que llevó a Orígenes (Contra Celso, 1.49) y Jerónimo (Comentario sobre Mateo, sobre 22:31s) a decir que los saduceos aceptaban como escritura los libros de Moisés solos.
[42] Esta ley oral es la ‘tradición de los ancianos’ mencionada en Marcos 7:5.
[43] Daniel 12:2. Cuando Jesús apeló a la Escritura en su refutación de la negación de la resurrección por los saduceos, citó Éxodo 3:6, basando su argumento en el carácter de Dios (Marcos 12:26s).
(F.F. Bruce, The Canon of Scripture. Downers Grove: InterVarsity Press, 1988, p. 40-41; negritas añadidas).

Bendiciones en Cristo,
Jetonius, el majo
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