Aquí Jesús afirma que el Nuevo Testamento, tal como hoy está redactado, presenta muchos dichos que él nunca expresó, sobre todo en cuanto a lo que es necesario para la salvación de los hombres. Lamentando el grave daño que esas alteraciones del texto bíblico han causado y siguen causando a los sinceros buscadores de la Verdad y el camino hacia el Reino y la Inmortalidad, concluye diciendo que «no se debe confiar ni creer en la Biblia en todos los detalles como si contuviera toda la Verdad o ni siquiera mis declaraciones de la Verdad». Por muy penoso que nos resulte a los sinceros buscadores de la verdad, el hecho es que la Biblia contiene verdades intercaladas con falsedades que fueron insertadas por los ya entonces ignorantes del auténtico mensaje del Maestro.
Debo deciros una verdad importante que es necesario que los hombres conozcan para alcanzar el Reino Celestial y un conocimiento del plan de Dios para la salvación de los hombres.
Sé que la Biblia contiene muchos dichos que se me atribuyen en referencia a este plan, pero muchos de mis supuestos dichos, que son creídos por quienes dicen ser cristianos, no son ciertos, pues yo nunca los dije, y algunos hasta son contrarios a lo que recibí del Padre en cuanto al verdadero plan de redención de los hombres del pecado y en cuanto a la única manera por cuyo medio pueden obtener el verdadero aunamiento con el Padre y el conocimiento de su propia inmortalidad.
Muchos de esos dichos fueron escritos por hombres que no conocían el único camino hacia el aunamiento con el Padre, y fueron el resultado de las enseñanzas de los manuscritos que entonces existían, y que fueron recibidos por los judíos como las revelaciones de Moisés y de muchos de los profetas, quienes no tenían –ni por pura cronología podían tener– ningún conocimiento del Amor Divino ni de su reotorgamiento a la humanidad. Esos hombres me hicieron decir, en la Biblia que ellos remozaron una y otra vez, aquellas cosas que concordaban con sus ideas de lo que era necesario para una salvación o posibilidad de llegar a aunarse conmigo y con el Padre, y al escribir sus ideas confundieron la verdad con lo que suponían que era la verdad contenida en el Antiguo Testamento; y mucho daño se ha hecho a base de atribuirme muchos de esos dichos, debido a la supuesta autoridad que mediante tal autoría les adscribieron.
Mis discípulos jamás enseñaron ni entendieron que su salvación o la de cualquier hombre dependiese de la fe en mí en calidad de hijo de Dios, o que yo, el mero Jesús, tuviese en mí alguna virtud para perdonar el pecado o para asegurar una entrada en el verdadero Reino de Dios, o que yo, como el hombre Jesús, fuese un hijo de Dios en el sentido que enseña la Biblia. Todas estas son deformaciones interesadas y figuraciones irreales respecto a mi persona y mis poderes, y os ruego que las desechéis limpiamente y de plano, o caeréis en un pozo de error.
Mis apóstoles sabían que el Padre me había revelado la verdad y que yo tenía en mí ese Amor, el cual en gran medida me hacía semejante al Padre y aunado con Él. Sabían que mis enseñanzas sobre el nuevo otorgamiento del Amor Divino eran auténticas y fiel verdad, y que cuando ellos o cualquier hombre poseyera este Amor, en la medida de esa posesión, devendría aunado con el Padre, y también conmigo, que lo poseí hasta una mayor medida que cualquier hombre.
Digo así pues que ellos sabían esto, y que se lo enseñaron al pueblo tal como yo se lo había enseñado a ellos; pero para cuando los compiladores del actual Nuevo Testamento vinieron a declarar mis dichos y enseñanzas, ya no sabían nada de este Amor, y por tanto no pudieron entender lo que significaban muchas de mis auténticas expresiones, y en lo que a mis verdaderos dichos se refiere, les dieron una interpretación que cuadrara con su ya descolorido y desvaído conocimiento.
No; no se me cita correctamente en muchos de esos dichos, y puedo decir que en la gran mayoría de ellos, porque cuando fueron escritos –tal como ahora están contenidos en el Nuevo Testamento–, los hombres ya habían perdido el conocimiento de su verdadero significado, y a partir de sus propias mentes registraron lo que ellos pensaban que era aquello que yo había dicho realmente.
No veo cómo vayan a poderse corregir estos dichos falsos, salvo tomando cada dicho y mostrando su falsedad por su incompatibilidad con lo que ahora digo, pues hoy estoy más vivo que nunca antes, y ciertamente no mudo, como bien podéis ver. Pero esto tomaría demasiado tiempo y gastaría mucha energía que podría ser mejor empleada en simplemente declarar cuál es realmente la verdad. Aunque esto sí que diré: que toda vez que esos dichos transmitan que yo pretendo o declaro ser Dios, o que podía o podría perdonar, o que perdoné a los hombres sus pecados, o que todo lo que se le pidiera al Padre en mi nombre sería recibido y condonado, son todos ellos falsos, y han mal guiado enormemente al sincero buscador de la Puerta al Reino de Dios y el conocimiento de la Inmortalidad.
Mis discípulos estaban cerca de mí y entendían mis dichos mejor que todos los demás, pero aun así no entendieron toda la verdad, y dejaron la vida mortal con muchas expectativas que no fueron cumplidas y que, por la propia naturaleza de esas esperanzas, no pudieron cumplirse. En ciertos aspectos no esenciales, sus creencias y expectativas fueron influenciadas por su formación en las enseñanzas de esos manuscritos del Antiguo Testamento, y en gran medida eran cabales judíos en sus creencias cuando murieron. Ellos entendieron las cosas vitales que determinaban su relación con Dios y con su existencia en el mundo futuro, pero en cuanto a muchas de las cosas no esenciales conservaron la fe de sus padres, y no fueron capaces de recibir toda la verdad que pude haberles enseñado.
Ahora no debo demorarme en corregir estos supuestos dichos míos, sino que debo ocupar el tiempo del que dispongo para escribir en declarar y revelar la Verdad tal como existe ahora y existía entonces, y que el mundo así pueda saber que dondequiera y cuando sea que esos bíblicos dichos míos entren en conflicto con lo que he escrito y habré de escribir, esos son falsos y nunca fueron dichos por mí. Tal que, de esta manera general, dejaré claro a los hombres que no deben confiar ni creer en la Biblia en todos los detalles como si contuviera toda la Verdad o ni siquiera mis declaraciones de la Verdad.
Preferible es que quedéis en incertidumbres a que asumáis como verdad todo cuanto la contaminada Biblia dice. Hablad con el Padre con toda vuestra sinceridad, como yo lo hice, y Él os dirá qué es Verdad.
Ahora me despediré con mi bendición y la del Padre, que nunca falta ni cesa.
Vuestro hermano, guía y amigo, Jesús