Pobreza y Verdad

18 Noviembre 1998
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De Ángel, siervo de Dios

Pobreza Y Verdad
Jueves, 29 de marzo de 2001

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Como la situación del hombre caído por el pecado supone de por sí la pérdida de su bien propio, que era la unión de amistad y gracia con Dios, hay una verdad que sólo puede decirse al hombre con el lenguaje de la pobreza, que es lenguaje de carencias.

El hombre rehuye de la pobreza, y ello es explicable, porque fue creado en la abundancia de un amor sin tasa y fue constituido señor de un universo espléndido. Las carencias de suyo repugnan a su naturaleza. Sin embargo, este hombre que puede descubrirse por la inteligencia no es el hombre que sale a tu encuentro en la historia. El hombre que se descubre en tus caminos de cada día está siempre herido por el pecado, y por lo tanto, marcado por una verdad que no quisiera conocer.

Hay que decir entonces que el hombre no fue hecho para la pobreza, como tampoco fue hecho para el pecado; mas, cometido el pecado, sólo la pobreza le conduce al reconocimiento de la verdad de su indigencia, y por ello, el camino hacia la nueva riqueza —que es en realidad la riqueza del plan original de Dios para el hombre, es decir, la unión de gracia y gloria con Él— pasa por una pobreza que también es "nueva", porque no consiste simplemente en la pérdida de un bien sino en la adquisición de una verdad. Y por ganar verdad tan sublime poca cosa es perder monedas, trajes o casas, que de todos modos habrá que dejar a la hora de la muerte.

El Espíritu Santo dio claridad en esta materia a Amigos de Dios como Francisco de Asís, y con esta luz pudieron componer trovas singulares en alabanza de la pobreza.

Claro que el primero en practicar esta santa pobreza fue Nuestro Señor Jesucristo, el cual no parece sino que quisiera despojarse de todo, como efectivamente lo hizo en la elocuente desnudez y desapropio de la Cruz. "Así sois; así soy", grita el amor de Cristo desde la Cruz.

Mas esta desnudez tenía también un aspecto positivo: el hombre despojado es también el hombre libre de toda idolatría. "No tiene nada" significa también que "nada lo tiene"; si nada le pertenece, nada tiene poder sobre Él; si nada es suyo, no hay fuerza de amenaza que pueda amedrentarle o detenerle. Desasido de todo, está desatado de todo: puede volar; sus brazos ya están extendidos y su corazón no tiene ni más Dueño ni más Posesión que su Padre Dios. ¿No es bello?

Todo cristiano debe hacer el ejercicio de la pobreza, aunque no todo cristiano está obligado a la práctica de un despojo tan radical como el de Francisco o el de Maximiliano Kolbe. ¡La pobreza que redime no puede ser una obligación! El "consejo" de la pobreza lo susurra el Espíritu a quien quiere, como quiere y cuanto quiere. Cada uno deberá responder en su conciencia a este llamado. Lo que sí puedo decirte es que el ejercicio del despojo, según medida que sólo Dios conoce, se atravesará en todas las vidas, pues si no se diera en alguna, señal sería de odio de Dios contra esa alma, y bien sabes que tal cosa es imposible.

Lo importante para cuando lleguen los días de desapropio es saber que hay una verdad tuya y una verdad de Dios que reposan en el fondo del cáliz de la pobreza; no hagas entonces sólo inventario de qué pierdes y con qué frecuencia, sino de qué ganas y con qué facilidad.

Porque no hay camino más sencillo para ganar que éste del soltar, entregar y perder. Sin embargo, no es elección tuya si este camino será o no el tuyo. Te estoy hablando, desde luego, de la gracia del martirio que por eso se llama "gracia", y por eso causó tanto gozo a quienes la recibieron: el Espíritu les iluminaba intensísimamente y les mostraba cuánto ganaban. La gente alrededor de ellos veía sólo lo que perdían, pero ellos veían lo que ganaban, y, saboreando la generosidad de Dios, prorrumpían en alabanzas a su amor sin medida.

Te hablo así para enseñarte, y para lograr que te encariñes con la idea de morir por Cristo. Ello te hace bien. Para ti será el Reino de los Cielos.
 
En el fondo, el primer mandamiento y la primera bienaventuranza son sinónimos.

Sólo en la pobreza de espíritu puede Dios ser realmente Dios en mí.