"Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el brasero había" (Jer. 36:23)
En tiempos de Jeremías vemos ya, como la Escritura era objeto de crítica y de mucha contienda. Lo que en este trozo de la Escritura está claro, es que no se puede quedar indiferente ante el hablar explícito de la Palabra de Dios. Penetra hasta lo más intimo en el alma del hombre.
En el capitulo 36 de Jeremías leemos que pidió al escriba Baruc escribiese todas las palabras, que el Señor le había revelado, en un rollo de libro. Este tenía que ser leído en la casa del Señor un día de ayuno a los oídos de todo el pueblo.
El rey Joacim una vez oídas tres o cuatro planas no quiso oír más. Por eso agarró el cuchillo y cortó el libro en trozos y los arrojó al fuego, hasta que todo el rollo se consumió.
Para quién todavía dudan de que el corazón del hombre se vuelve contra la Escritura, esta historia es mas que un testimonio.
"PERO YO OS DIGO"
No era de otra manera en tiempos de Jesucristo, quien, en sus diálogos con los escribas, se refería a las Escrituras como la única autoridad que no podía ser refutada.
Los escribas con sus muchas interpretaciones sobre la Ley daban prueba de egoísmo y presunción al manipular la Ley. Como si la Escritura fuese insuficiente y tuviese que ser completada con la propia tradición.
Estos rabinos pensaban que, para comprender bien la Escritura, era indispensable la interpretación dada por ellos de la Ley. Así apareció el oficio del interprete de la Ley. Hicieron de la explicación de la Ley su profesión.
También no es de extrañar que tuviesen tanta influencia en el pueblo. Era comprensible que la multitud, que no conocía la Ley, se entregarán incondicionalmente a estos líderes. A pesar de todo eran los interpretes de la Ley. Y cuando alguien en el vivir cotidiano tenía dificultades con el cumplimiento de la Ley, podía venir a ellos siempre. Era su oficio, y entendía rápidamente pudiendo darle una explicación satisfactoria. Así aparecieron diferentes interpretaciones y explicaciones del Antiguo Testamento. El pueblo daba más oídos a lo que los escribas decían que a la Palabra de Dios.
Contra la tradición y la interpretación de los hombres, contra las autoritarias explicaciones de los Fariseos y los Escribas dirige Jesucristo Su majestuoso "Pero Yo os digo".
El Señor Jesucristo nos llama a nosotros y a todos a volver a las Escrituras. El mismo se ha sometido a la autoridad Divina de las Escrituras. Jesús no solamente se pronunció en pro de la autoridad Divina de la Escritura, sino que también la reconoce como autoridad sobre El y Su Obra.
Así también nosotros nos tenemos que doblegar ante la Escritura como Él, quienes en Él creemos y queremos ser sus discípulos, y guardar la espada de nuestra crítica.
"¿Es hoy de otra manera?"
Yo pienso que no. La espada desgarradora de Joacim hace también hoy su trabajo de despedazar la Escritura.
Son todos aquellos que no quieren someterse a La Palabra de Verdad, el libro de las Escrituras lo quieren cortar en trozos con la espada de su crítica e incredulidad.
Muchos seguirán replicando y menospreciando la Escritura, y tratarán de reducir a cenizas en el fuego de su odio las Palabras de Dios. Que actualidad tiene Jeremias 36.
Tampoco Roma ha querido ni quiere todavía doblegarse ante La Palabra de Dios. La llamada a la sola Escritura provoca siempre en Roma oposición y enemistad.
Esto no es una afirmación gratuita sin fundamento alguno, sino que esta oposición a la Palabra de Dios se manifiesta en las declaraciones de Roma misma sobre la relación entre La Palabra de Dios y la tradición. Pero El Señor advierte: Lo que está escrito nadie lo puede abrogar.
El concilio de Trento (1545-1563) no ha reconocido sólo la Escritura como inspirada, sino también su tradición. Tanta autoridad reconoce a la tradición como a la Escritura. (Trento, sesión 4ª).
En la profesión de fe tridentina se nombre la tradición antes que la Palabra de Dios y se confiesa que la Escritura ha de ser explicada según el sentido que la iglesia católica le ha dado o le da.
"Las tradiciones apostólicas y eclesiásticas y las restantes observaciones y constituciones de la iglesia firmemente las admito y acepto. También admito la sagrada Escritura según el sentido que le ha dado y da la santa madre iglesia, a quién pertenece el juzgar sobre el verdadero sentido e interpretación de las sagradas Escrituras" (Denz. 995).
El concilio vaticano II dice en la constitución dogmática "Dei Verbum" (1965): "La iglesia no deriva solamente de la sagrada Escritura su certeza de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibirse y venerar ambas (tradición y Escritura) con un mismo espíritu de piedad"
Roma quiere con todas sus fuerzas enseñorearse de La Palabra de Dios y la emplea para su propio sistema y esplendor.
En realidad Roma no quiere obedecer La Palabra de dios, sino dominar sobre ella con absoluta autoridad. En el dogma de la infalibilidad del papa, nos muestra claramente que la palabra del papa, para ellos, tiene más autoridad que el contenido de La Palabra de Dios.
Toon Vanhuysse
---------------------------
Si se quiere ahondar en la importancia y poder que los hombres, en general y desde siempre, le atribuyen a las tradiciones humanas, a su propia opinión y como esto, en relación a La Palabra de Dios, es una actitud persistente, repetitiva y que no tiene absolutamente nada de nuevo, revísese el escrito de Cipriano de Valera, en la apertura Institución de la Religión Cristiana/Juan Calvino/Prólogo de Cipriano de Valera.
En Cristo
Rogelio
En tiempos de Jeremías vemos ya, como la Escritura era objeto de crítica y de mucha contienda. Lo que en este trozo de la Escritura está claro, es que no se puede quedar indiferente ante el hablar explícito de la Palabra de Dios. Penetra hasta lo más intimo en el alma del hombre.
En el capitulo 36 de Jeremías leemos que pidió al escriba Baruc escribiese todas las palabras, que el Señor le había revelado, en un rollo de libro. Este tenía que ser leído en la casa del Señor un día de ayuno a los oídos de todo el pueblo.
El rey Joacim una vez oídas tres o cuatro planas no quiso oír más. Por eso agarró el cuchillo y cortó el libro en trozos y los arrojó al fuego, hasta que todo el rollo se consumió.
Para quién todavía dudan de que el corazón del hombre se vuelve contra la Escritura, esta historia es mas que un testimonio.
"PERO YO OS DIGO"
No era de otra manera en tiempos de Jesucristo, quien, en sus diálogos con los escribas, se refería a las Escrituras como la única autoridad que no podía ser refutada.
Los escribas con sus muchas interpretaciones sobre la Ley daban prueba de egoísmo y presunción al manipular la Ley. Como si la Escritura fuese insuficiente y tuviese que ser completada con la propia tradición.
Estos rabinos pensaban que, para comprender bien la Escritura, era indispensable la interpretación dada por ellos de la Ley. Así apareció el oficio del interprete de la Ley. Hicieron de la explicación de la Ley su profesión.
También no es de extrañar que tuviesen tanta influencia en el pueblo. Era comprensible que la multitud, que no conocía la Ley, se entregarán incondicionalmente a estos líderes. A pesar de todo eran los interpretes de la Ley. Y cuando alguien en el vivir cotidiano tenía dificultades con el cumplimiento de la Ley, podía venir a ellos siempre. Era su oficio, y entendía rápidamente pudiendo darle una explicación satisfactoria. Así aparecieron diferentes interpretaciones y explicaciones del Antiguo Testamento. El pueblo daba más oídos a lo que los escribas decían que a la Palabra de Dios.
Contra la tradición y la interpretación de los hombres, contra las autoritarias explicaciones de los Fariseos y los Escribas dirige Jesucristo Su majestuoso "Pero Yo os digo".
El Señor Jesucristo nos llama a nosotros y a todos a volver a las Escrituras. El mismo se ha sometido a la autoridad Divina de las Escrituras. Jesús no solamente se pronunció en pro de la autoridad Divina de la Escritura, sino que también la reconoce como autoridad sobre El y Su Obra.
Así también nosotros nos tenemos que doblegar ante la Escritura como Él, quienes en Él creemos y queremos ser sus discípulos, y guardar la espada de nuestra crítica.
"¿Es hoy de otra manera?"
Yo pienso que no. La espada desgarradora de Joacim hace también hoy su trabajo de despedazar la Escritura.
Son todos aquellos que no quieren someterse a La Palabra de Verdad, el libro de las Escrituras lo quieren cortar en trozos con la espada de su crítica e incredulidad.
Muchos seguirán replicando y menospreciando la Escritura, y tratarán de reducir a cenizas en el fuego de su odio las Palabras de Dios. Que actualidad tiene Jeremias 36.
Tampoco Roma ha querido ni quiere todavía doblegarse ante La Palabra de Dios. La llamada a la sola Escritura provoca siempre en Roma oposición y enemistad.
Esto no es una afirmación gratuita sin fundamento alguno, sino que esta oposición a la Palabra de Dios se manifiesta en las declaraciones de Roma misma sobre la relación entre La Palabra de Dios y la tradición. Pero El Señor advierte: Lo que está escrito nadie lo puede abrogar.
El concilio de Trento (1545-1563) no ha reconocido sólo la Escritura como inspirada, sino también su tradición. Tanta autoridad reconoce a la tradición como a la Escritura. (Trento, sesión 4ª).
En la profesión de fe tridentina se nombre la tradición antes que la Palabra de Dios y se confiesa que la Escritura ha de ser explicada según el sentido que la iglesia católica le ha dado o le da.
"Las tradiciones apostólicas y eclesiásticas y las restantes observaciones y constituciones de la iglesia firmemente las admito y acepto. También admito la sagrada Escritura según el sentido que le ha dado y da la santa madre iglesia, a quién pertenece el juzgar sobre el verdadero sentido e interpretación de las sagradas Escrituras" (Denz. 995).
El concilio vaticano II dice en la constitución dogmática "Dei Verbum" (1965): "La iglesia no deriva solamente de la sagrada Escritura su certeza de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibirse y venerar ambas (tradición y Escritura) con un mismo espíritu de piedad"
Roma quiere con todas sus fuerzas enseñorearse de La Palabra de Dios y la emplea para su propio sistema y esplendor.
En realidad Roma no quiere obedecer La Palabra de dios, sino dominar sobre ella con absoluta autoridad. En el dogma de la infalibilidad del papa, nos muestra claramente que la palabra del papa, para ellos, tiene más autoridad que el contenido de La Palabra de Dios.
Toon Vanhuysse
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Si se quiere ahondar en la importancia y poder que los hombres, en general y desde siempre, le atribuyen a las tradiciones humanas, a su propia opinión y como esto, en relación a La Palabra de Dios, es una actitud persistente, repetitiva y que no tiene absolutamente nada de nuevo, revísese el escrito de Cipriano de Valera, en la apertura Institución de la Religión Cristiana/Juan Calvino/Prólogo de Cipriano de Valera.
En Cristo
Rogelio