Oriana Fallaci.Islam.Torres gemelas . Terrorismo

Elisa

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18 Noviembre 1998
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www.puebloescogido.com
http://www.elmundo.es/2001/09/30/opinion/1054278.html

Publicado en el mundo , como pueden ver .
Domingo, 30 de septiembre de 2001

La rabia y el orgullo
Por Oriana Fallaci

Con este extraordinario relato, Oriana Fallaci rompe un silencio de décadas. La más célebre escritora italiana vive gran parte del año en Manhattan totalmente aislada. Pero el destino quiso que, el 11 de septiembre, el Apocalipsis se abriese a poca distancia de su casa. En estas páginas plasma qué sintió. Ideas fuertes. Ideas para razonar y reflexionar.
Me pides que hable, esta vez. Me pides que rompa, al menos esta vez, el silencio por el que he optado y que, desde hace años, me he impuesto para no mezclarme con las chicharras. Y lo hago. Porque he sabido que, incluso en Italia, algunos se alegraron, como aquella tarde se alegraron en televisión los palestinos de Gaza. «¡Victoria, victoria!». Hombres, mujeres y niños. Siempre que se pueda seguir definiendo como hombre, mujer o niño al que hace una cosa así.

He sabido que algunas chicharras de lujo, políticos o supuestos políticos, intelectuales o supuestos intelectuales, amén de otros individuos que no merecen la calificación de ciudadanos, se comportan sustancialmente de la misma forma. Dicen: «Les está bien empleado a los americanos».

Me siento muy, muy indignada. Indignada con una rabia fría, lúcida y racional. Una rabia que elimina cualquier atisbo de distanciamiento o de indulgencia. Una rabia que me invita a responderles y, sobre todo, a escupirles. Les escupo a todos ellos. Indignada como yo, la poetisa afroamericana Maya Angelou, rugió también: «Be angry. It's good to be angry, it's healthy» (Indignaos. Es bueno estar indignados. Es sano). No sé si indignarme es saludable para mí.

Pero sé que no les sentará bien a ellos, a los que admiran a Osama bin Laden, a los que le expresan comprensión, simpatía o solidaridad. Con tu petición se ha encendido un detonante, que hace mucho tiempo que quiere explotar. Ya lo verás.

Me pides que cuente cómo he vivido yo este Apocalipsis. Que escriba, en suma, mi testimonio. Ahí va. Estaba en casa. Mi casa está situada en el centro de Manhattan y, a las nueve en punto, tuve la sensación de un peligro inminente que quizás no me alcanzase, pero que ciertamente me iba a afectar profundamente. Era la sensación que se siente en la guerra, durante el combate, cuando con todos los poros de tu piel sientes las balas o el cohete que silba, estiras las orejas y gritas al que está a tu lado: «¡Down! ¡Get down!» (¡Al suelo. Echate al suelo!). Tardé un poco en reaccionar. ¡No estaba ni en Vietnam ni en una de las numerosas y horribles guerras que, desde la II Guerra Mundial, han atormentado mi vida! Estaba en Nueva York, caramba, una maravillosa mañana de septiembre del año 2001.

Pero la sensación siguió apoderándose de mí, inexplicable, y entonces hice lo que no suelo hacer nunca por la mañana. Encendí la televisión. El sonido no funcionaba, pero la pantalla, sí. Y en todos los canales, aquí hay casi 100 canales, veía una Torre del World Trade Center que ardía como una gigantesca cerilla. ¿Un cortocircuito? ¿Una avioneta estrellada contra la Torre? ¿O un atentado terrorista planeado? Casi paralizada, permanecí fija ante la pantalla y, mientras la miraba fijamente y me planteaba esas tres preguntas, apareció un avión. Blanco y grande. Un avión de línea. Volaba bajísimo. Y volando bajísimo se dirigía hacia la segunda Torre como un bombardero que apunta a su objetivo y se arroja sobre él. Entonces me di cuenta de lo que estaba pasando. Me di cuenta, porque, en ese mismo momento, volvió la voz a mi tele, transmitiendo un coro de gritos salvajes. Realmente salvajes: «¡Oh God, oh, God, God, God, Gooooooood!». Y el avión penetró en la segunda Torre como un cuchillo que corta un trozo de mantequilla.

TROZO DE HIELO

Eran las nueve y cuarto. Y no me pidas que recuerde lo que sentí durante aquellos 15 minutos. No lo sé, no lo recuerdo. Era como un trozo de hielo. Incluso mi cerebro estaba helado. Ni siquiera recuerdo si algunas cosas las vi sobre la primera o sobre la segunda Torre. La gente que, para no morir abrasada viva, se lanzaba por las ventanas desde el piso 80 ó 90, por ejemplo. Rompían los cristales de las ventanas y se lanzaban al vacío como si se lanzasen de un avión en paracaídas, y caían lentamente. Agitando las piernas y los brazos, nadando en el aire. Sí, parecía que nadaban en el aire. Y no acababan de llegar abajo. Hacia el piso 30, aceleraban. Se ponían a gesticular, desesperados, supongo que arrepentidos, como si gritasen «Help, help». Y quizás lo gritasen de verdad. Por fin, caían en el suelo y paf.

Mira, pensaba estar vacunada contra todo y, esencialmente, lo estoy. Ya nada me sorprende. Ni siquiera cuando me indigno y me irrito. Pero en la guerra siempre vi a gente que muere asesinada. Nunca había visto a gente que muere matándose, es decir, lanzándose sin paracaídas del piso 80, 90 ó 100. Además, en la guerra siempre vi trastos que explotan en abanico. En la guerra siempre oí un gran ruido. En cambio, las dos Torres no explotaron. La primera implosionó y se tragó a sí misma. La segunda, se fundió, se disolvió. Por el calor se disolvió como un trozo de mantequilla al fuego. Y todo sucedió, o al menos así me pareció a mí, en medio de un silencio de tumba. ¿Es posible? ¿Reinaba realmente ese silencio o estaba dentro de mí?

Tengo que decirte también que, en la guerra, siempre vi un número limitado de muertes. Cada combate, 200 ó 300 muertos. Como máximo, 400. Como en Dak To, en Vietnam. Y cuando terminó la batalla y los americanos se pusieron a rescatar a sus heridos y a contar a sus muertos, no podía dar crédito a mis ojos. En la matanza de Ciudad de México, aquélla en la que incluso a mí me hirió una bala, recogieron al menos 800 muertos. Y, cuando creyéndome muerta, me llevaron al tanatorio, los cadáveres que había a mi alrededor me parecían un diluvio.

Pues bien, en las dos Torres trabajaban casi 50.000 personas. Y pocos tuvieron el tiempo suficiente para salir de ellas. Los ascensores no funcionaban, obviamente, y para bajar a pie desde los últimos pisos se tardaba una eternidad. Siempre que se lo permitiesen las llamas. Jamás sabremos el número exacto de muertos. ¿40.000, 45.000...? Los americanos no lo dirán jamás. Para no subrayar la intensidad de este Apocalipsis. Para no dar una satisfacción más a Osama bin Laden e incentivar otros apocalipsis.

Y además, los dos abismos que han absorbido a decenas de miles de criaturas son demasiado profundos. Como máximo, los operarios desenterrarán trozos de miembros esparcidos por todas partes. Una nariz aquí y un brazo, allá. O una especie de barro, que parece café machacado, y que es, en realidad, materia orgánica. Los residuos de los cuerpos que en un momento quedan reducidos a polvo. El alcalde Giuliani envió otros 10.000 sacos. Pero no los utilizaron.

¿Qué siento por los kamikazes que murieron con ellos? Ningún respeto. Ninguna piedad. Ni siquiera piedad. Yo que, casi siempre, termino cediendo a la piedad. A mí, los kamikazes, es decir, los tipos que se suicidan para matar a los demás, siempre me parecieron antipáticos, comenzando por los japoneses de la II Guerra Mundial.

Sólo los consideré beneficiosos para bloquear la llegada de las tropas enemigas, prendiendo fuego a la pólvora y saltando por los aires con la ciudad, en Turín. Nunca los consideré soldados. Y mucho menos los considero mártires o héroes, como aullando y escupiendo saliva me los definió Arafat en 1972, cuando lo entrevisté en Amán, el lugar donde sus mariscales entrenaban incluso a los terroristas de la Beider-Meinhoff.

KAMIKAZES

Los considero tan sólo vanidosos. Vanidosos que, en vez de buscar la gloria a través del cine, de la política o del deporte, la buscan en la muerte propia y en la de los demás. Una muerte que, en vez del Oscar, de la poltrona ministerial o del título de Liga, les procurará (o eso creen) admiración. Y, en el caso de los que rezan a Alá, un lugar en el paraíso del que habla el Corán: el paraíso donde los héroes gozan de las huríes.

Son incluso vanidosos físicamente. Tengo ante mis ojos la fotografía de dos kamikazes de los que hablo en mi libro Insciallah, la novela que comienza con la destrucción de la base americana (más de 400 muertos) y de la base francesa (más de 350 muertos) en Beirut. Se habían hecho sacar esta foto antes de ir a morir y, antes de dirigirse a la muerte, habían pasado por el peluquero. ¡Qué buen corte de pelo! ¡Qué bigotes engominados, qué barbas tan bien recortadas, qué patillas tan bien igualadas...!

¡Cómo me gustaría poder decirle cuatro cosas bien dichas al señor Arafat! Entre él y yo no hay buen feeling. Nunca me perdonó ni las repetidas diferencias de opinión que tuvimos durante aquel encuentro ni el juicio que hice sobre él en mi libro Entrevista con la historia. Y por mi parte, tampoco le he perdonado nada. Ni siquiera el que un periodista italiano, que se presentó ante él imprudentemente diciendo que era «amigo mío», se encontrase al instante con una pistola apuntándole al corazón. No nos volvimos a ver más. Pecado. Porque, si lo volviese a ver de nuevo, o mejor dicho, si me concediese audiencia, le gritaría en las narices quiénes son los mártires y los héroes.

Le gritaría: Ilustre señor Arafat, los mártires son los pasajeros de los cuatro aviones secuestrados y transformados en bombas humanas. Entre ellos, la niña de cuatro años que se desintegró en el interior de la segunda Torre. Ilustre señor Arafat, los mártires son los empleados que trabajaban en las dos Torres y en el Pentágono. Ilustre señor Arafat, los mártires son los bomberos muertos por intentar salvarlos. ¿Y sabe usted quiénes son los héroes? Son los pasajeros del vuelo que iba a estrellarse contra la Casa Blanca y que se estrelló en un bosque de Pensilvania, porque se rebelaron contra los terroristas.

Ellos sí que están en el paraíso, ilustre señor Arafat. La desgracia es que ahora sea usted el jefe de Estado ad perpetuum, que se comporta como un monarca, que visita al Papa y afirma que el terrorismo no le gusta y manda condolencias a Bush. Y quizás con su camaleónica capacidad para desmentirse, sería capaz de responderme que tengo razón. Pero cambiemos de disco. Como todo el mundo sabe, estoy muy enferma y, hablando de Arafat, me sube la fiebre.

Prefiero hablar de la invulnerabilidad que muchos en Europa atribuían a Estados Unidos. ¿Qué tipo de invulnerabilidad? Cuanto más democrática y abierta es una sociedad, más expuesta está al terrorismo. Cuanto más libre es un país y menos gobernado está por un régimen policial, más sufre o se arriesga a sufrir las matanzas que durante tantos años se produjeron en Italia, en Alemania y en otras zonas de Europa. Y ahora tienen lugar, agigantadas, en Norteamérica. No en vano los países no democráticos, gobernados por regímenes policiales, han albergado y financiado y ayudan a los terroristas.

Por ejemplo, la Unión Soviética, los países satélites de la Unión Soviética y la China Popular. La Libia de Gadafi, Irak, Irán, Siria, el Líbano arafatiano, el propio Egipto, la propia Arabia Saudí, el propio Pakistán, obviamente Afganistán y todas las regiones musulmanas de Africa. En los aeropuertos y en los aviones de esos países siempre me he sentido segura. Serena como un recién nacido que duerme plácidamente. Lo único que temía era ser arrestada porque ponía a parir a los terroristas.

En cambio, en los aeropuertos y en los aviones europeos siempre me he sentido nerviosilla. Y en los aeropuertos y en los aviones americanos, realmente nerviosa. Y en Nueva York, dos veces más nerviosa. En Washington, no. Debo admitirlo. Realmente no me esperaba el avión contra el Pentágono.

A mi juicio, en suma, nunca ha sido un problema de si, sino un problema de cuándo. ¿Por qué crees que el martes por la mañana mi subconsciente me lo advirtió con una profunda inquietud y una rara sensación de peligro? ¿Por qué crees que, contrariamente a mis costumbres, encendí el televisor? ¿Por qué crees que entre las tres cuestiones que me planteaba mientras ardía la primera Torre y la voz de mi tele no funcionaba, estaba la del atentado? ¿Y por qué crees que apenas aparecido en pantalla el segundo avión lo comprendí todo?

Por ser Estados Unidos el país más potente del mundo, el más rico, el más poderoso, el más moderno, cayeron casi todos en esa insidia. A veces, incluso los propios americanos. Y es que la invulnerabilidad de Norteamérica nace precisamente de su fuerza, de su riqueza, de su potencia, de su modernidad. Es la habitual historia del pez que se muerde la cola.

Nace también de su esencia multiétnica, de su liberalidad, de su respeto por los ciudadanos y por los huéspedes. Por ejemplo, cerca de 24 millones de americanos son árabes-musulmanes. Y cuando un Mustafá o un Mohamed viene, por ejemplo de Afganistán, a visitar a un tío, nadie le prohíbe apuntarse a una escuela para aprender a pilotar un 757. Nadie le prohíbe inscribirse en una universidad (una costumbre que espero que cambie) para estudiar química y biología, las dos ciencias necesarias para desencadenar una guerra bacteriológica. Nadie. Ni siquiera si el Gobierno teme que el hijo de Alá secuestre un 757 o eche un puñado de bacterias en el depósito de agua y desencadene una hecatombe. (Digo si, porque, esta vez, el Gobierno no sabía nada y el papelón de la CIA y del FBI no tiene parangón. Si fuese el presidente de Estados Unidos los echaría a todos a patadas en el culo por cretinos).

SIMBOLOS

Y dicho esto, volvamos al razonamiento inicial. ¿Cuáles son los símbolos de la fuerza, de la riqueza, de la potencia de la modernidad americana? No son el jazz y el rock and roll, el chicle o la hamburguesa, Broadway o Hollywood. Son sus rascacielos. Su Pentágono. Su ciencia. Su tecnología. Esos rascacielos impresionantes, tan altos, tan bellos que, al alzar los ojos, casi olvidas las pirámides y los divinos palacios de nuestro pasado. Esos aviones gigantescos, exagerados, que se utilizan como en otro tiempo se utilizaban los veleros y los camiones, porque todo se mueve a través de los aviones. Todo. El correo, el pescado fresco y nosotros mismos (no olvidemos que la guerra aérea la inventaron ellos. O al menos la guerra aérea desarrollada hasta la histeria).

Ese terrible Pentágono, esa fortaleza que da miedo sólo con mirarla. Esa ciencia omnipresente y casi omnipotente. Esa extraordinaria tecnología que, en pocos años, cambió por completo nuestra vida cotidiana, nuestra milenaria manera de comunicarnos, comer y vivir. ¿Y dónde les ha golpeado el reverendo Osama bin Laden? En los rascacielos y en el Pentágono. ¿Cómo? Con los aviones, con la ciencia, con la tecnología.

By the way. ¿Sabes qué es lo que más me impresiona de este triste millonario, de este fallido playboy que, además de cortejar a las princesas rubias y retozar en los night club (como hacía en Beirut, cuando tenía 20 años), se divierte matando a la gente en nombre de Mahoma y de Alá? El hecho de que su desmesurado patrimonio provenga también de los beneficios de una Corporation especializada en demoliciones y que él mismo sea un experto demoledor. La demolición es una especialidad americana.

Cuando nos vimos, te noté casi sorprendido de la heroica eficacia y de la admirable unidad con la que los americanos han afrontado este Apocalipsis. Pues, sí. A pesar de los defectos que continuamente se le echan en cara, y que yo misma les echo en cara (aunque los de Europa y, especialmente, los de Italia son todavía peores), Estados Unidos es un país que tiene grandes cosas que enseñarnos.

A propósito de la heroica eficacia, déjame levantar una peana para el alcalde de Nueva York. Ese Rudolph Giuliani al que nosotros, los italianos, deberemos dar gracias de rodillas. Porque tiene un apellido italiano y es de origen italiano y está quedando como un héroe ante todo el mundo. Es una gran, un grandísimo alcalde, Rudolph Giuliani. Te lo dice una que nunca está contenta por nada y con nadie, comenzando por sí misma.

Es un alcalde digno de otro grandísimo alcalde con apellido italiano, Fiorello La Guardia, a cuya escuela deberían ir muchos de nuestros alcaldes. Tendrían que presentarse humildemente, incluso con ceniza en la cabeza, ante él para preguntarle: «Sor Giuliani, por favor, dígame cómo se hace». El no delega sus deberes en el prójimo, no. No pierde tiempo en tonterías ni en medrajes personales. No se divide entre el cargo de alcalde y el de ministro o diputado. (¿Hay alguien que me esté escuchando en las tres ciudades de Stendhal, es decir, en Nápoles, en Florencia y en Roma?).

Llegó instantes después de la catástrofe, entró en el segundo rascacielos y corrió el peligro de transformarse en cenizas como los demás. Se salvó por los pelos y por casualidad. Y al cabo de cuatro días, volvió a poner en pie la ciudad. Una ciudad que tiene nueve millones y medio de habitantes y casi dos sólo en Manhattan. Cómo lo hizo, no lo sé. Está enfermo, como yo, el pobre. El cáncer que va y viene, le ha mordido también a él. Y, como yo, hace como si estuviese sano y sigue trabajando. Pero yo trabajo en una mesa, caramba, y sentada.

El, en cambio... Parecía un general de ésos que participan directamente en la batalla. Un soldado que se lanza al ataque con la bayoneta calada. «Adelante, vamos, vamos, arriba. Vamos a salir de esto lo más pronto posible». Pero podía hacer eso, porque la gente era, es, como él. Gente sin vanidad y sin pereza, habría dicho mi padre, y con cojones. En cuanto a la admirable capacidad de unirse, a la forma de cerrar filas de una manera casi marcial con la que los estadounidenses responden a las desgracias y al enemigo, pues, tengo que decirte que me ha sorprendido incluso a mí.

Sabía, sí, que esa capacidad había explotado en los tiempos de Pearl Harbor, cuando el pueblo se fundió en torno a Roosevelt y Roosevelt entró en guerra contra la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y el Japón de Hiro Hito. La había advertido, sí, después del asesinato de Kennedy. Pero después de todo esto, había venido la Guerra de Vietnam, la lacerante división ocasionada por la Guerra de Vietnam y, en cierto sentido, esa guerra me había recordado su Guerra Civil de hace siglo y medio.

Por eso, cuando vi a blancos y negros llorar abrazados, y digo bien abrazados, cuando vi a demócratas y republicanos cantar abrazados God bless America, cuando les vi olvidarse de todas sus diferencias, me quedé de piedra. Lo mismo me pasó cuando oí a Bill Clinton (una persona hacia la cual nunca sentí ternura alguna) declarar: «Apretémonos en torno a Bush, tened confianza en nuestro presidente». Y lo mismo me pasó cuando esas mismas palabras fueron repetidas con fuerza por su mujer, Hillary, ahora senadora por el estado de Nueva York. Y cuando fueron reiteradas por Lieberman, el ex candidato demócrata a la Vicepresidencia (sólo el desaparecido Al Gore permaneció escuálidamente callado). Y cuando el Congreso votó por unanimidad aceptar la guerra y castigar a los responsables.

¡Ojalá Italia aprendiese esta lección! Está tan dividida nuestra Italia. ¡Es un país tan lleno de facciones y tan envenenado por sus mezquindades tribales! En Italia, se odian incluso en el seno del mismo partido. No consiguen estar juntos ni siquiera cuando tienen el mismo emblema, el mismo distintivo. Celosos, llenos de bilis, vanidosos y mezquinos, sólo piensan en sus propios intereses personales. En la propia carrera, en la propia gloria, en la propia popularidad de periferia. Por los propios intereses personales se desprecian, se traicionan, se acusan y se escupen...

Estoy absolutamente convencida de que, si Osama bin Laden hiciese saltar por los aires la Torre de Giotto o la Torre de Pisa, la oposición le echaría la culpa al Gobierno. Y el Gobierno se la echaría a la oposición. Y los jefecillos del Gobierno y de la oposición se las echarían a sus propios compañeros y camaradas de partido. Y dicho esto, déjame que te explique de dónde nace la capacidad de unirse que caracteriza a los americanos.

Nace de su patriotismo. No sé si en Italia habéis visto y entendido qué pasó en Nueva York cuando Bush fue a dar las gracias a los operarios (y operarias) que excavan entre los escombros de las dos Torres intentando encontrar algún superviviente y sólo extraen narices y dedos. Y sin embargo, no ceden. Sin resignarse y si les preguntas cómo lo hacen, te responden: «I can allow myself to be exhausted, not to be defeated» (Puedo permitirme estar exhausto, pero no estar derrotado). Todos. Jóvenes, jovencísimos, viejos y de mediana edad. Blancos, negros, amarillos, marrones y violetas...

¿Los habéis visto o no? Mientras Bush les daba las gracias, ellos no paraban de agitar sus banderitas americanas, levantar el puño cerrado y rugir: «USA, USA, USA». En un país totalitario, habría pensado: «¡Qué bien se lo ha montado el poder!». En Norteamérica, no. En Estados Unidos, estas cosas no se organizan. No se manipulan ni se ordenan. Especialmente en una metrópoli desencantada como Nueva York y con operarios como los operarios de Nueva York.

Son grandes tipos los operarios de Nueva York. Más libres que el viento. No se les puede manipular. No obedecen ni a sus sindicatos. Pero si le tocas la bandera, si le tocas la patria... En inglés, no existe la palabra patria. Para decir patria hay que unir dos palabras. Father Land, Tierra de los Padres. Mother Land, Tierra Madre. Native Land, Tierra Nativa. O decir simplemente My country, mi país. Pero sí existe el sustantivo patriotismo. Y exceptuando Francia, no me imagino un país más patriótico que Estados Unidos. ¡Me emocioné tanto viendo a esos operarios apretando el puño y enarbolando las banderitas mientras rugían USA, USA, USA, sin que nadie se lo mandase!

HUMILLACION

Y sentí también una especie de humillación. Porque no me puedo imaginar a los operarios italianos enarbolando la bandera tricolor y rugiendo Italia, Italia, Italia. En las manifestaciones y en los comicios he visto enarbolar muchas banderas rojas. Ríos y lagos de banderas rojas. Pero siempre he visto enarbolar muy pocas banderas tricolores. Mal dirigidos o tiranizados por una izquierda arrogante y devota de la Unión Soviética, las banderas tricolores se las han dejado siempre a los adversarios. Y tengo que decir que tampoco los adversarios han hecho muy buen uso de ella, pero, al menos no la han despreciado, gracias a Dios. Y lo mismo digo de los que van a misa.

En cuanto al patán con la camisa verde y la corbata verde, ni siquiera sabe cuáles son los colores de la tricolor y estaría encantado de retrotraernos a la guerra entre Florencia y Siena. Resultado: hoy, la bandera italiana se ve sólo en las Olimpiadas, si, por casualidad, se gana una medalla. Peor aún: se ve sólo en los estadios, cuando hay un partido de fútbol internacional. Unica ocasión, también, en la que se puede oír el grito de Italia, Italia.

Hay, pues, una gran diferencia entre un país en el que la bandera de la patria es enarbolada por los gamberros en los estadios, y un país en el que la enarbola el pueblo entero. Por ejemplo, los operarios irreductibles que excavan entre las ruinas para sacar alguna oreja o alguna nariz de las criaturas masacradas por los hijos de Alá. O para recoger esa especie de café molido, que es lo único que queda de los fallecidos.

El hecho es que América es un país especial, mi querido amigo. Un país al que hay que envidiar, del que hay que estar celosos, por cosas que nada tienen que ver con su riqueza, etc. Es un país envidiable porque ha nacido de una necesidad del alma, la necesidad de tener una patria, y de la idea más sublime que el hombre haya concebido jamás: la idea de la libertad, o de la libertad esposada con la idea de la igualdad. Es un país envidiable porque, en aquella época, la idea de libertad no estaba de moda. Y mucho menos, la de igualdad. Sólo hablaban de ellas algunos filósofos llamados ilustrados. Estos conceptos sólo se encontraban en un carísimo libraco llamado Enciclopedia.

Y aparte de los escritores y demás intelectuales, aparte de los príncipes y de los señores que tenían dinero para comprar el libraco o los libros que habían inspirado el libraco, ¿quién sabía algo de la Ilustración? ¡No era algo que se pudiese comer la Ilustración! Ni siquiera hablaban de la libertad y de la igualdad los revolucionarios de la Revolución Francesa, dado que dicha Revolución comenzó en 1789, es decir, 13 años después de la Revolución Americana, que comenzó en 1776. (Otra particularidad que ignoran o fingen olvidar los del «qué bien empleado les está a los americanos». ¡Raza de hipócritas!).

Es un país especial, un país envidiable, además, porque aquella idea es entendida y asumida por ciudadanos a menudo analfabetos o con poca instrucción. Los ciudadanos de las colonias americanas. Y porque es materializada por un pequeño grupo de líderes extraordinarios, por hombres de una gran cultura y de una gran calidad. The Founding Fathers, los Padres Fundadores, los Benjamin Franklin, los Thomas Jefferson, los Thomas Paine, los John Adams, los George Washington, etc. ¡Gente muy distinta de los abogaduchos (como justamente los llamaba Vittorio Alfieri) de la Revolución Francesa! ¡Gente muy diferente de los sombríos e histéricos verdugos del Terror, los Marat, los Danton, los Saint Just y los Robespierre!

Los Padres Fundadores eran tipos que conocían el griego y el latín como nunca lo conocerán los profesores italianos de griego y latín (si es que existen todavía). Tipos que en griego habían leído a Aristóteles y a Platón y que, en latín, se habían leído a Séneca y a Cicerón. Y que se habían estudiado los principios de la democracia griega más que los marxistas de mi época estudiaban la teoría de la plusvalía (si es que realmente se la estudiaban).

Jefferson conocía incluso el italiano (le llamaba toscano). En italiano hablaba y leía con gran facilidad. De hecho, junto con las 2.000 vides, los 1.000 olivos y los cuadernos de música que escaseaban en Virginia, el florentino Filippo Mazzei, en 1774, le llevó varias copias de un libro escrito por un tal Cesare Beccaria titulado De los delitos y de las penas.

Por su parte, el autodidacta Franklyn era un genio. Científico, impresor, editor, escritor, periodista, político e inventor. En 1752, descubrió la naturaleza eléctrica del rayo e inventó el pararrayos. Casi nada. Con estos líderes extraordinarios, con estos hombres de gran calidad, en 1776, los ciudadanos, a menudo analfabetos o poco instruidos, se rebelaron contra Inglaterra. Hicieron la Guerra de la Independencia y la Revolución Americana.

LIBERTAD E IGUALDAD

Y a pesar de los fusiles y de la pólvora, a pesar de los muertos que conlleva toda guerra, no hicieron una guerra con los ríos de sangre de la futura Revolución Francesa. No la hicieron con la guillotina ni con las matanzas de La Vendée. La hicieron con un pergamino que, junto a la necesidad del alma (la necesidad de tener una patria), concretaba la sublime idea de la libertad o de la libertad esposada con la igualdad. La Declaración de la Independencia.

«We hold these truths to be self-evident... Consideramos evidente esta realidad. Que todos los hombres son creados iguales. Que son dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables. Que, entre estos derechos, está el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Que para asegurar estos derechos los hombres deben instituir gobiernos...».

Y ese pergamino, que desde la Revolución Francesa en adelante todos hemos bien o mal copiado o en el que nos hemos inspirado, constituye todavía la espina dorsal de Estados Unidos. La linfa vital de esta nación. ¿Sabes por qué? Porque transforma a los súbditos en ciudadanos. Porque transforma a la plebe en pueblo. Porque la invita o la exige a gobernarse, expresar su propia individualidad, buscar su propia felicidad.

Todo lo contrario de lo que hacía el comunismo, prohibiendo a la gente rebelarse, gobernarse, expresarse y colocando a Su Majestad el Estado en el trono que antes habían ocupado los reyes. «El comunismo es un régimen monárquico, una monarquía de viejo cuño. Por eso, le corta los cojones a los hombres. Y cuando a un hombre se le cortan los cojones, ya no es un hombre», decía mi padre. Decía también que, en vez de rescatar a la plebe, el comunismo convertía a todos en plebe y mataba a todos de hambre.

A mi juicio, Estados Unidos rescata a la plebe. Son todos plebeyos en Norteamérica. Blancos, negros, amarillos, marrones, violetas, estúpidos, inteligentes, pobres y ricos. Incluso los más plebeyos son precisamente los ricos. En la mayoría de los casos, son maleducados y groseros. Se ve rápidamente que no son nada refinados y que no se apañan con el buen gusto o la sofisticación. A pesar del dinero que se gastan en vestirse, por ejemplo, son tan poco elegantes que, a su lado, la reina de Inglaterra parece chic. Pero están rescatados. Y en este mundo no hay nada más fuerte y más potente que la plebe rescatada. Te rompes siempre los cuernos contra la plebe rescatada.

Y contra Estados Unidos se han roto siempre todos los cuernos. Ingleses, alemanes, mexicanos, rusos, nazis, fascistas y comunistas. Por último se los han roto incluso los vietnamitas que, después de su victoria, han tenido que pactar con ellos, de tal forma que, cuando un ex presidente de Estados Unidos va a hacerles una visita, tocan el cielo con un dedo. «Bienvenido señor presidente, bienvenido señor presidente». Con los hijos de Alá el conflicto será duro. Muy duro y muy largo. A no ser que el resto de Occidente decida ayudar, razone un poco y les eche una mano.

No estoy hablando, como es obvio, a las hienas que se relamen viendo las imágenes de las matanzas y se burlan diciendo «qué bien les está a los americanos». Estoy hablando a las personas que, sin ser estúpidas ni tontas, están sumidas todavía en la prudencia y en la duda. Y a esas les digo: ¡Despertaos, por favor, despertaos de una vez! Intimidados como estáis por el miedo de ir a contracorriente, es decir de parecer racistas (palabra totalmente inapropiada, porque el discurso no es sobre una raza, sino sobre una religión), no os dais cuenta o no queréis daros cuenta de que estamos ante una cruzada al revés.

Habituados como estáis al doble juego, afectados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que estamos ante una guerra de religión. Querida y declarada por una franja del Islam, pero, en cualquier caso, una guerra de religión. Una guerra que ellos llaman yihad. Guerra santa. Una guerra que no mira a la conquista de nuestro territorio, quizás, pero que ciertamente mira a la conquista de nuestra libertad y de nuestra civilización. Al aniquilamiento de nuestra forma de vivir y de morir, de nuestra forma de rezar o de no rezar, de nuestra manera de comer, beber, vestirnos, divertirnos o informarnos...

No entendéis o no queréis entender que si no nos oponemos, si no nos defendemos, si no luchamos, la yihad vencerá. Y destruirá el mundo que, bien o mal, hemos conseguido construir, cambiar, mejorar, hacer un poco más inteligente, menos hipócrita e, incluso, nada hipócrita. Y con la destrucción de nuestro mundo destruirá nuestra cultura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra moral, nuestros valores y nuestros placeres... ¡Por Jesucristo!

¿No os dais cuenta de que los Osama bin Laden se creen autorizados a mataros a vosotros y a vuestros hijos, porque bebéis vino o cerveza, porque no lleváis barba larga o chador, porque vais al teatro y al cine, porque escucháis música y cantáis canciones, porque bailáis en las discotecas o en vuestras casas, porque veis la televisión, porque vestís minifalda o pantalones cortos, porque estáis desnudos o casi en el mar o en las piscinas y porque hacéis el amor cuando os parece, donde os parece y con quien os parece? ¿No os importa nada de esto, estúpidos? Yo soy atea, gracias a Dios. Pero no tengo intención alguna de dejarme matar por serlo.

Lo vengo diciendo desde hace 20 años. Desde hace 20 años. Con cierta moderación, pero con la misma pasión, hace 20 años escribí sobre este asunto un artículo de fondo en el Corriere della Sera. Era el artículo de una persona acostumbrada a estar con todas las razas y todos los credos, de una ciudadana acostumbrada a combatir contra todos los fascismos y todas las intolerancias, de una laica sin tabúes. Pero era también el artículo de una persona indignada con los que no olían el tufo de una guerra santa que se acercaba y contra los que les perdonaban demasiado a los hijos de Alá.

CULTURA

Hacía en dicho artículo un razonamiento que sonaba, más o menos, así, hace 20 años: «¿Qué sentido tiene respetar a quien no nos respeta? ¿Qué sentido tiene defender su cultura o su presunta cultura, cuando ellos desprecian la nuestra? Yo quiero defender nuestra cultura y les informo que Dante Alighieri me gusta más que Omar Khayan». Se abrieron los cielos. Me crucificaron. «¡Racista, racista!».

Fueron los propios progresistas (en aquella época se llamaban comunistas) los que me crucificaron. El mismo insulto me lo dedicaron cuando los soviéticos invadieron Afganistán. ¿Recuerdan a aquellos barbudos con sotana y turbante que antes de disparar los morteros, elevaban preces al Señor? «¡Allah akbar! ¡Allah akbar!». Yo los recuerdo perfectamente. Y al ver unir la palabra de Dios a los golpes de mortero, me ponía malita. Me parecía estar en el medievo y decía: «Los soviéticos son lo que son. Pero hay que admitir que, haciendo esta guerra, nos están protegiendo incluso a nosotros. Y les doy las gracias». Se volvieron a abrir los cielos. «¡Racista, racista!». En su ceguera ni siquiera querían oírme hablar de las atrocidades que los hijos de Alá cometían con los militares a los que hacían prisioneros. (Les cortaban los brazos y las piernas, ¿recuerdan? Un pequeño vicio al que se habían dedicado ya en el Líbano con los prisioneros cristianos y hebreos).

No querían que lo contase. Y para hacerse los progresistas aplaudían a los estadounidenses que acongojados por el miedo a la Unión Soviética llenaban de armas al heroico pueblo afgano. Entrenaban a los barbudos, y con los barbudos al barbudísimo Osama bin Laden. ¡Fuera los rusos de Afganistán! ¡Los rusos tienen que salir de Afganistán!

Pues bien, los rusos se fueron de Afganistán. ¿Contentos? Pero desde Afganistán los barbudos del barbudísimo Osama bin Laden llegaron a Nueva York con los barbudos sirios, egipcios, iraquíes, libaneses, palestinos y saudíes que componían la banda de los 19 kamikazes identificados ¿Contentos? Peor aún. Ahora, aquí, se discute del próximo ataque que nos golpeará con armas químicas, biológicas, radiactivas y nucleares. Se dice que la nueva catástrofe es inevitable, porque Irak les proporciona los materiales. Se habla de vacunación, de máscaras de gas, de peste. Hay quien se está preguntando ya cuándo tendrá lugar... ¿Contentos?

Algunos no están ni contentos ni descontentos. Se muestran indiferentes. Norteamérica está muy lejos y entre Europa y América hay un océano... Pues no, queridos míos. No. El océano no es más que un hilo de agua. Porque cuando está en juego el destino de Occidente, la supervivencia de nuestra civilización, Nueva York somos todos nosotros.

América somos todos. Los italianos, los franceses, los ingleses, los alemanes, los austriacos, los húngaros, los eslovacos, los polacos, los escandinavos, los belgas, los españoles, los griegos, los portugueses. Si se hunde América, se hunde Europa. Si se hunde Occidente, nos hundimos todos. Y no sólo en sentido financiero, es decir en el sentido que me parece que es el que más os preocupa. (Una vez, cuando era joven e ingenua, le dije a Arthur Miller: «Los americanos miden todo por el dinero, sólo piensan en el dinero». Y Arthur Miller me contestó: «¿Ustedes no?»).

Nos hundimos en todos los sentidos, querido amigo. Y en el lugar de campanas, encontraremos muecines, en vez de minifaldas, el chador, en vez de coñac, leche de camello. ¿No entendéis ni esto, ni siquiera esto? Blair lo ha entendido. Vino aquí y le renovó a Bush la solidaridad de los británicos. No una solidaridad de pacotilla, sino una solidaridad basada en la caza a los terroristas y en la alianza militar. Chirac, no. Como sabes, hace dos semanas estuvo aquí en visita oficial.

Una visita prevista desde hace tiempo, no una visita ad hoc. Vio las masacres de las dos Torres, supo que los muertos son un número incalculable e, incluso, inconfesable, pero no se conmovió. Durante una entrevista en la CNN, mi amiga Christiane Amanpour le preguntó más de cuatro veces de qué forma y en qué medida pensaba luchar contra esta yihad y, las cuatro veces, Chirac evitó dar una respuesta. Se escurrió como una anguila. Me daban ganas de gritarle: «Monsieur le President, ¿recuerda el desembarco en Normandía? ¿Sabe cuántos americanos murieron en Normandía para expulsar a los alemanes de Francia?».

Excepto Blair, en el resto de los demás líderes europeos veo pocos Ricardos Corazón de León. Y mucho menos en Italia, donde el Gobierno no ha descubierto ni arrestado a ningún cómplice de Osama bin Laden. ¡Por Dios, señor Cavaliere, por Dios! A pesar del temor de la guerra, en todos los países de Europa han sido descubiertos y arrestados algunos cómplices de Osama bin Laden. En Francia, en Alemania, en el Reino Unido, en España... Pero en Italia, donde las mezquitas de Milán, de Turín y de Roma están repletas de bellacos que aplauden a Osama bin Laden, de terroristas que esperan hacer saltar por los aires la Cúpula de San Pedro, ninguno. Cero. Nada. Ninguno.

Explíquemelo, señor Cavaliere. ¿Es que son tan incapaces sus policías y sus carabineros? ¿Son tan ineptos sus servicios secretos? ¿Son tan estúpidos sus funcionarios? ¿Es que todos los musulmanes de Italia son unos santos? ¿Es que ninguno de los hijos de Alá que hospedamos tiene nada que ver con lo que ha sucedido y está sucediendo? ¿O es que por investigar, por descubrir y por arrestar a los que hasta hoy no ha descubierto ni ha detenido, teme que le canten la cantinela habitual de racista, racista? Ya ve que yo no.

¡Por Jesucristo! No le niego a nadie el derecho a tener miedo. El que no tiene miedo a la guerra es un cretino. Y el que quiere hacer creer que no tiene miedo a la guerra, tal y como he escrito mil veces, es un cretino y un estúpido a la vez. Pero en la vida y en la historia hay casos en los que no es lícito tener miedo. Casos en los que tener miedo es inmoral e incivil. Y los que, por debilidad o falta de coraje o por estar acostumbrados a tener el pie en dos estribos se sustraen a esta tragedia, a mí me parecen masoquistas.

Traducción de José Manuel Vidal.

MAÑANA: SEGUNDA PARTE
 
LA RABIA Y EL ORGULLO (II PARTE)
Los hijos de Alá


Por Oriana Fallaci
En esta segunda entrega, Oriana Fallaci reflexiona, al hilo de su vivencia de los ataques del 'Martes Negro',

sobre el mundo islámico y sus diferencias con la cultura occidental. «En cada experiencia dejo jirones de mi alma», escribió la prestigiosa periodista italiana hace años. Una vez más, es absolutamente cierto.

NUEVA YORK.- ¿Que por qué quiero hacer este discurso sobre lo que tú llamas 'contraste entre las dos culturas'? Pues, si quieres saberlo, porque a mí me fastidia hablar incluso de dos culturas.

Ponerlas sobre el mismo plano, como si fuesen dos realidades paralelas, de igual peso y de igual medida. Porque detrás de nuestra civilización están Homero, Sócrates, Platón, Aristóteles y Fidias, entre otros muchos. Está la antigua Grecia con su Partenón y su descubrimiento de la Democracia. Está la antigua Roma con su grandeza, sus leyes y su concepción de la Ley. Con su escultura, su literatura y su arquitectura. Sus palacios y sus anfiteatros, sus acueductos, sus puentes y sus calzadas.

Está un revolucionario, aquel Cristo muerto en la cruz, que nos enseñó (y hay que tener paciencia si no lo hemos aprendido) el concepto del amor y de la justicia. Está incluso una Iglesia, que nos dio la Inquisición, de acuerdo. Que torturó y quemó 1.000 veces en la hoguera, de acuerdo. Que nos oprimió durante siglos, que durante siglos nos obligó sólo a esculpir y a pintar cristos y vírgenes, y que casi asesina a Galileo Galilei. Pero también contribuyó decisivamente a la Historia del Pensamiento, ¿sí o no?

Y, además, detrás de nuestra civilización está el Renacimiento. Están Leonardo da Vinci, Miguel Angel, Rafael o la música de Bach, Mozart y Beethoven. Con Rossini, Donizetti, Verdi and company. Esa música sin la cual no sabemos vivir y que en su cultura, o en su supuesta cultura, está prohibida. Pobre de ti si tarareas una cancioncilla o los coros de Nabucco.

Y por último está la ciencia. Una ciencia que ha descubierto muchas enfermedades y las cura. Yo sigo viva, por ahora, gracias a nuestra ciencia, no a la de Mahoma. Una ciencia que ha inventado máquinas maravillosas. El tren, el coche, el avión, las naves espaciales con las que hemos ido a la Luna y quizás pronto vayamos a Marte. Una ciencia que ha cambiado la faz de este planeta con la electricidad, la radio, el teléfono, la televisión... Por cierto, ¿es verdad que los santones de la izquierda no quieren decir todo esto que yo acabo de enumerar? ¡Válgame Dios, qué bobos! No cambiarán jamás. Pues bien, hagamos ahora la pregunta fatal: y detrás de la otra cultura, ¿qué hay?

Busca, busca, porque yo sólo encuentro a Mahoma con su Corán y a Averroes con sus méritos de estudioso (los comentarios sobre Aristóteles, etc.), al que Arafat encasqueta el honor de haber creado incluso los números y las matemáticas. De nuevo chillándome en la cara, de nuevo cubriéndome de pollos, en 1972, me dijo que su cultura era superior a la mía, muy superior a la mía, porque sus antepasados habían inventado los números y las matemáticas.

MEMORIA

Pero Arafat tiene poca memoria. Por eso cambia de idea y se desmiente cada cinco minutos. Sus antepasados no inventaron los números ni las matemáticas. Inventaron la grafía de los números, que también nosotros, los infieles, utilizamos, y las matemáticas fueron concebidas casi al mismo tiempo por todas las antiguas civilizaciones. En Mesopotamia, en Grecia, en la India, en China, en Egipto y entre los mayas... Sus antepasados, ilustre señor Arafat, sólo nos han dejado unas cuantas bellas mezquitas y un libro con el que, desde hace 1.400 años, nos rompen las crismas mucho más que los cristianos nos la rompían con la Biblia y los hebreos con la Torá.

Y ahora veamos cuáles son los méritos que adornan al Corán. ¿Se puede hablar realmente de méritos del Corán? Desde que los hijos de Alá casi destruyeron Nueva York, los expertos del Islam no dejan de cantarme las alabanzas de Mahoma. Me explican que el Corán predica la paz, la fraternidad y la justicia. (Por lo demás, lo dice hasta Bush, pobre Bush. Y es lógico que Bush tenga que tranquilizar a los 24 millones de musulmanes estadounidenses, convencerlos de que cuenten todo lo que saben sobre los eventuales parientes o amigos o conocidos fieles de Osama bin Laden).

¿Pero cómo se come eso con la historia del ojo por ojo y diente por diente? ¿Cómo se come con el chador y el velo que cubre el rostro de las musulmanas, que hasta para poder echarle una ojeada al prójimo esas infelices tienen que mirar a través de una tupida rejilla colocada a la altura de sus ojos? ¿Cómo se come eso con la poligamia y con el principio de que las mujeres deben contar menos que los camellos, no deben ir a la escuela, no deben hacerse fotografías, etc? ¿Cómo se come eso con el veto a los alcoholes y con la pena de muerte para el que beba? Porque también esto está en el Corán. Y no me parece tan justo, tan fraterno ni tan pacífico.

Esta es, pues, mi respuesta a tu pregunta sobre el contraste de las dos culturas. En el mundo hay sitio para todos, digo yo. En su casa, cada cual hace lo que quiere. Y si en algunos países las mujeres son tan estúpidas que aceptan el chador e incluso el velo con rejilla a la altura de los ojos, peor para ellas. Si son tan estúpidas como para aceptar no ir a la escuela, no ir al doctor, no hacerse fotografías, etcétera, peor para ellas. Si son tan necias como para casarse con un badulaque que quiere tener cuatro mujeres, peor para ellas. Si sus maridos son tan bobos como para no beber vino ni cerveza, ídem. No seré yo quien se lo impida. Faltaría más. He sido educada en el concepto de libertad y mi madre siempre decía: «El mundo es bello porque es muy variado». Pero si me pretenden imponer todas esas cosas a mí, en mi casa...

Porque la verdad es que lo pretenden. Osama bin Laden afirma que todo el planeta Tierra deber ser musulmán, que tenemos que convertirnos al Islam, que por las buenas o por las malas él nos hará convertir, que para eso nos masacra y nos seguirá masacrando. Y esto no puede gustarnos, no. Debe darnos, por el contrario, razones más que suficientes para matarle a él.

CRUZADA

Pero la cosa no se resuelve, ni se termina, con la muerte de Osama bin Laden. Porque hay ya decenas de miles de Osamas bin Laden, y no están sólo en Afganistán y en los demás países árabes. Están en todas partes, y los más aguerridos están precisamente en Occidente. En nuestras ciudades, en nuestras calles, en nuestras universidades, en los laboratorios tecnológicos. Una tecnología que cualquier idiota puede manejar. Hace tiempo que comenzó la cruzada. Y funciona como un reloj suizo, sostenida por una fe y una perfidia sólo equiparable a la fe y a la perfidia de Torquemada cuando dirigía la Inquisición. De hecho, es imposible dialogar con ellos. Razonar, impensable. Tratarlos con indulgencia o tolerancia o esperanza, un suicidio. Y el que crea lo contrario es un iluso.

Te lo dice una que conoció bastante bien ese tipo de fanatismo en Irán, Pakistán, Bangladesh, Arabia Saudí, Kuwait, Libia, Jordania, el Líbano y en su propia casa, es decir, en Italia. Una que lo ha experimentado incluso en muchos y muy variados episodios triviales y grotescos, con los que ha tenido confirmación absoluta de su fanatismo. Nunca olvidaré lo que me pasó en la embajada iraní de Roma, cuando fui a pedir un visado para viajar a Teherán, para entrevistar a Jomeini, y me presenté con las uñas pintadas de rojo. Para ellos, signo de inmoralidad. Me trataron como una prostituta a la que hay que quemar en la hoguera. Me querían obligar a quitarme el esmalte. Y si no les hubiese dicho lo que tenían que quitarse ellos, o incluso cortarse...

Nunca olvidaré tampoco lo que me pasó en Qom, la ciudad santa de Jomeini, donde como mujer fui rechazada en todos los hoteles. Para entrevistar a Jomeini tenía que ponerme un chador, para ponerme el chador tenía que quitarme los vaqueros y para quitarme los vaqueros quería utilizar el coche con el que había viajado desde Teherán. Pero el intérprete me lo impidió. «Está usted loca, loca de remate, hacer una cosa así en Qom es correr el riesgo de ser fusilada». Prefirió llevarme al antiguo Palacio Real, donde un guardia piadoso nos acogió y nos dejó la antigua Sala del Trono.

De hecho, yo me sentía como la Virgen que para dar a luz al Niño Jesús se refugia junto a José en el pesebre del asno y del buey. Pero a un hombre y a una mujer no casados entre sí, el Corán les prohíbe estar en la misma estancia con la puerta cerrada y, hete aquí, que de pronto la puerta se abrió. El mulá dedicado al control de la moralidad irrumpió gritando «vergüenza, vergüenza, pecado, pecado». Y, para él, sólo había una forma de no terminar fusilados: casarnos. Firmar el acta de matrimonio que el mulá nos restregaba en las narices.

El problema era que el intérprete tenía una mujer española, una tal Consuelo, que no estaba dispuesta en absoluto a aceptar la poligamia y, además, yo no quería casarme con nadie. Y mucho menos con un iraní con esposa española y que no estaba dispuesta en absoluto a aceptar la poligamia. Al mismo tiempo, no quería morir fusilada ni perder la entrevista con Jomeini. En ese dilema me debatía cuando...

Te ríes, ¿verdad? Te parecen tonterías. Pues, entonces, no te cuento el final de este episodio. Para hacerte llorar te contaré el de 12 jovencitos impuros que, terminada la guerra de Bangladesh, vi ajusticiar en Dacca. Los ajusticiaron en el estadio de Dacca, a golpes de bayoneta en el tórax o en el vientre, ante la presencia de 20.000 fieles que, desde las tribunas, aplaudían en nombre de Dios. Chillaban «¡Allah akbar, Allah akbar!».

Lo sé, lo sé, en el Coliseo, los antiguos romanos, aquellos antiguos romanos de los que mi cultura se siente orgullosa, se divertían viendo morir a los cristianos como pasto de los leones. Lo sé, lo sé, en todos los países de Europa, los cristianos, aquellos cristianos a los que, a pesar de mi ateísmo, les reconozco la contribución que han hecho a la Historia del Pensamiento, se divertían viendo arder a los herejes. Pero, desde entonces, ha llovido mucho. Nos hemos vuelto más civilizados, e incluso los hijos de Alá deberían haber comprendido que ciertas cosas no se hacen.

Tras los 12 jovencitos impuros, mataron a un niño que, para intentar salvar al hermano condenado a muerte, se había abalanzado sobre los verdugos. Los militares le rompieron la cabeza a puntapiés con sus botas. Y si no me crees, vuelve a leer mi crónica y la crónica de los periodistas franceses y alemanes que, presos del terror como yo, estaban también allí. O mejor aún, mira las fotos que uno de ellos consiguió.

De todas formas, lo que quiero subrayar no es esto. Lo que quiero subrayar es que, concluido el acto, los 20.000 fieles (muchas mujeres entre ellos) abandonaron las tribunas y bajaron al terreno de juego. No de una forma despavorida, no. De una forma ordenada y solemne. Lentamente compusieron un cortejo y, siempre en nombre de Dios, pisaron a los cadáveres. Siempre gritando «¡Allah akbar, Allah akbar!». Los destruyeron como a las Torres Gemelas de Nueva York. Los redujeron a un tapiz sanguinolento de huesos rotos.

REHENES ESTADOUNIDENSES

Y así podría seguir hasta el infinito. Podría contarte cosas nunca dichas, cosas para ponerte los pelos de punta. Sobre el chocho de Jomeini, por ejemplo, que después de la entrevista celebró una asamblea en Qom para declarar que yo le acusaba de cortarle los pechos a las mujeres. De tal asamblea salió un vídeo que durante meses fue transmitido por la televisión de Teherán, de tal forma que, cuando al año siguiente volví a Teherán, fui arrestada apenas puse el pie en el aeropuerto. Y las pasé canutas, muy canutas.

Era la época de los rehenes estadounidenses. Podría hablarte de aquel Mujib Rahman que, siempre en Dacca, había ordenado a sus guerrilleros que me eliminasen por ser una europea peligrosa, y menos mal que un coronel inglés me salvó, poniendo su propia vida en peligro. O de aquel palestino, de nombre Habash, que me mantuvo durante 20 minutos con una metralleta colocada en la sien. ¡Dios mío, qué gente! Los únicos con los que mantuve una relación civilizada fueron el pobre Alí Bhutto, el primer ministro de Pakistán, ahorcado por ser demasiado amigo de Occidente, y el bravísimo rey de Jordania, Husein. Pero esos dos eran tan musulmanes como yo católica.

Pero aterricemos y veamos la conclusión de mi razonamiento. Una conclusión que seguro no les gustará a muchos, dado que defender la propia cultura, en Italia, se está convirtiendo en un pecado mortal. Y dado que, intimidados por la palabra «racista», impropiamente utilizada, todos callan como conejos. Yo no voy a levantar tiendas a La Meca. Yo no voy a cantar padrenuestros y avemarías ante la tumba de Mahoma. Yo no voy a hacer pipí en el mármol de sus mezquitas ni a hacer caca a los pies de sus minaretes.

Cuando me encuentro en sus países (de los que no guardo buen recuerdo), jamás olvido que soy huésped y extranjera. Estoy atenta a no ofenderles con costumbres, gestos o comportamientos que para nosotros son normales, pero que para ellos son inadmisibles. Los trato con obsequioso respeto, obsequiosa cortesía, me disculpo si por descuido o ignorancia infrinjo algunas de sus reglas o supersticiones.

Y este grito de dolor y de indignación te lo he escrito teniendo ante los ojos imágenes que no siempre eran las apocalípticas escenas con las que comencé mi discurso. A veces, en vez de dichas imágenes, veía otras, para mí simbólicas (y por lo tanto, indignantes), de la gran tienda con la que, el verano pasado, los musulmanes somalíes hollaron, ensuciaron y ultrajaron durante tres meses la plaza del Duomo de Florencia. Mi ciudad.

Una tienda levantada para censurar, condenar e insultar al Gobierno italiano que les albergaba, pero que no les concedía los visados necesarios para pasearse por Europa y no les dejaba introducir en Italia la horda de sus parientes: madres, abuelos, hermanos, hermanas, tíos, tías, primos, cuñadas encinta e, incluso, parientes de los parientes. Una tienda situada al lado del bello Palacio del Arzobispado, en cuyas escalinatas dejaban sus sandalias o las babuchas que, en sus países, alinean fuera de las mezquitas. Y junto a las sandalias y a las babuchas, las botellas vacías de agua con la que se lavaban los pies antes de la oración. Una tienda colocada frente a la catedral con la cúpula de Brunelleschi y al lado del Bautisterio con las puertas de oro de Ghiberti.

Una tienda, por fin, amueblada como un vulgar apartamento: sillas, mesas, chaise-longues y colchones para dormir y hacer el amor, y hornos para cocer la comida y apestar la plaza con el humo y con el olor. Y, gracias a la inconsciencia del ENEL que ilumina nuestras obras de arte cuando quiere, luz eléctrica gratis.

Gracias a una grabadora, los gritos de un vociferante muecín que puntualmente exhortaba a los fieles, ensordecía a los infieles y tapaba el sonido de las campanas. Y junto a todo esto, los amarillos regueros de orina que profanaban los mármoles del Bautisterio (¡qué asco! ¡Tienen la meada larga estos hijos de Alá! ¿Cómo hacían para llegar al objetivo, separado de la verja de protección y, por lo tanto, distante casi dos metros de su aparato urinario?). Junto a los regueros amarillos de orina, el hedor de la mierda que bloqueaba el portón de San Salvador del obispo, la exquisita iglesia románica (del año 1000) que se encuentra a la espalda de la plaza del Duomo y que los hijos de Alá habían transformado en un cagatorio. Lo sé de primera mano.

Lo sé bien porque fui yo la que te llamé y te rogué que hablases de ellos en el Corriere, ¿recuerdas? Llamé también al alcalde, que tuvo la amabilidad de venir a mi casa. Me escuchó y me dio la razón: «Tiene razón, toda la razón...». Pero no hizo levantar la tienda. Se olvidó del tema o no fue capaz de conseguirlo. Llamé incluso al ministro de Exteriores, que era un florentino, un florentino de esos que hablan con acento muy florentino y, por lo tanto, perfecto conocedor de la situación. También él me escuchó. Y me dio la razón: «Sí, sí, tiene usted toda la razón». Pero no movió un dedo para quitar la tienda. Y no sólo eso sino que, además, rápidamente contentó a los hijos de Alá que orinaban en el Bautisterio y cagaban en San Salvatore del Obispo (me da la sensación de que de las abuelas, las madres, los hermanos y hermanas, los tíos y tías, los primos y las cuñadas encinta están ya donde querían estar. Es decir, en Florencia y en las demás ciudades de Europa).

Entonces cambié de sistema. Llamé a un simpático policía que dirige la oficina de seguridad de la ciudad y le dije: «Querido agente, no soy un político. Por eso, cuando digo que voy a hacer una cosa, la hago. Además conozco la guerra y hay ciertas cosas que me son familiares. Si mañana por la mañana no levantan la jodida tienda, la quemo. Juro por mi honor que la quemo y que ni siquiera un regimiento de carabineros conseguirá impedírmelo. Y por esto que acabo de confesarle, quiero, además, ser arrestada, llevada a la cárcel esposada. Así termino saliendo en todos los periódicos».

Pues bien, siendo más inteligente que todos los demás, al cabo de pocas horas hizo levantar la tienda. En el lugar de la tienda quedó sólo una inmensa y repugnante mancha de suciedad. Toda una victoria pírrica. Pírrica porque no influyó para nada en los demás estúpidos que, desde hace años, hieren y humillan a la que era la capital del arte, la cultura y la belleza. Pírrica porque no desanimó para nada a los otros arrogantísimos huéspedes de la ciudad: a los albaneses, sudaneses, bengalíes, tunecinos, argelinos, paquistaníes y nigerianos, que con tanto fervor contribuyen al comercio de la droga y de la prostitución, por lo que parece no prohibido por el Corán.

Sí, sí, están todos donde estaban antes de que mi policía levantase la tienda. Dentro de la plaza de los Uffizi, a los pies de la Torre de Giotto. Delante de la Logia de Orcagna, alrededor de la Logia de Porcellino. Frente a la Biblioteca Nacional, a la entrada de los museos. En el Puente Viejo, donde de vez en cuando se lían a cuchilladas o a tiros. En todos los lugares en los que han pretendido o conseguido que el municipio les financie (sí, señor, les financie).

En el atrio de la iglesia de San Lorenzo, donde se emborrachan con vino, cerveza y licores, raza de hipócritas, y donde profieren todo tipo de obscenidades a las mujeres. (El verano pasado, en ese atrio, me las dijeron incluso a mí, que soy ya una mujer mayor. Y, como es lógico, les planté cara. Sí, sí les planté cara. Uno sigue todavía allí, doliéndole los genitales). En medio de las históricas calles, donde campan a sus anchas con el pretexto de vender sus mercancías. Por mercancías entiendo bolsos y maletas copiadas de modelos protegidos con sus respectivas marcas y, por lo tanto, ilegales. Amén de sus postales, lapiceros, estatuillas africanas que los turistas ignorantes creen que son esculturas de Bernini, o ropa. («Je connais mes droits [Conozco mis derechos]», me espetó, en el Puente Viejo, uno al que vi vender ropa).

RESIGNACION

Y si al ciudadano se le ocurre protestar, si les responde que «esos derechos los vas a ejercer a tu casa», se le tacha inmediatamente de «racista, racista». Mucho cuidado con que un polícía municipal se le acerque y le insinúe: «Señor hijo de Alá, excelencia, ¿no le molestaría demasiado apartarse un poquito para dejar pasar a la gente?». Se lo comen vivo. Lo agreden con sus navajas. O, como mínimo, insultan a su madre y a su progenie. «Racista, racista». Y la gente lo soporta todo, resignada. No reacciona ni siquiera cuando les gritas lo que mi abuelo gritaba durante la época del fascismo: «¿No os importa nada la dignidad? ¿No tenéis un poco de orgullo, cabestros?».

Sé que eso pasa también en otras ciudades. En Turín, por ejemplo. Esa Turín que hizo Italia y que, ahora, ya casi no parece una ciudad italiana. Parece Argel, Dacca, Nairobi, Damasco o Beirut. En Venecia. Esa Venecia en la que las palomas de la plaza de San Marcos fueron sustituidas por tapetes con la mercancía y, donde incluso Otelo se sentíría a disgusto. En Génova. Esa Génova donde los maravillosos palacios que Rubens admiraba tanto fueron secuestrados por ellos y se deterioran como bellas mujeres violadas. En Roma. Esa Roma donde el cinismo de la política, de la mentira, de todos los colores, los corteja con la esperanza de conseguir su futuro voto y donde los protege el mismísimo Papa. (Santidad, ¿por qué no los acoge, en nombre del Dios único, en el Vaticano? A condición, que quede claro, de que no ensucien incluso la Capilla Sixtina, las estatuas de Miguel Angel y los cuadros de Rafael).

TRABAJO

En fin, ahora soy yo la que no entiende. No entiendo por qué a los hijos de Alá en Italia se les llama «trabajadores extranjeros». O «mano de obra que necesitamos». No hay duda alguna de que algunos de ellos trabajan. Los italianos se han vuelto unos señoritingos. Van de vacaciones a las Seychelles y vienen a Nueva York a comprar ropa en Bloomingdale's. Se avergüenzan de trabajar como obreros y como campesinos y no quieren que se les asocie ya con el proletariado.

¿Pero aquellos de los que estoy hablando qué trabajadores son? ¿Qué trabajo hacen? ¿De qué forma suplen la necesidad de mano de obra que el ex proletario italiano ya no cubre? ¿Vagabundeando por la ciudad con el pretexto de las mercancías para vender? ¿Zanganeando y estropeando nuestros monumentos? ¿Rezando cinco veces al día?

Además, hay otra cosa que no entiendo. Si realmente son tan pobres, ¿quién les da el dinero para el viaje en los aviones o en los barcos que los traen a Italia? ¿Quién les da los 10 millones por cabeza (10 millones como mínimo) necesarios para comprarse el billete? ¿No se los estará pagando, al menos en parte, Osama bin Laden, con el objetivo de poner en marcha una conquista que no es sólo una conquista de almas, sino también una conquista de territorio?

Y aunque no se lo dé, esta historia no me convence. Aunque nuestros huéspedes fuesen absolutamente inocentes, aunque entre ellos no haya ninguno que quiera destruir la Torre de Pisa o la Torre de Giotto, ninguno que quiera obligarme a llevar el chador, ninguno que quiera quemarme en la hoguera de una nueva Inquisición, su presencia me alarma. Me produce desazón. Y se equivoca el que se plantea este fenómeno a la ligera o con optimismo. Se equivoca, sobre todo, quien compara la oleada migratoria que se está abatiendo sobre Italia y sobre Europa con la oleada migratoria que nos condujo a América en la segunda mitad del siglo XIX, incluso a finales del XIX y comienzos del XX. Y te digo el porqué.

Copyright: CORRIERE DELLA SERA

Traducción de José Manuel Vidal.

MAÑANA: TERCERA PARTE
 
LA RABIA Y EL ORGULLO (y III)
Mi patria, mi Italia

Por Oriana Fallaci

Sabedora de la polémica que suscitará, la escritora Oriana Fallaci concluye en estas páginas su experiencia en los ataques del 11 de septiembre con una reflexión sobre la patria. «Algunas de estas cosas tenía que decirlas. Las he dicho. Ahora dejadme en paz. La puerta se cierra de nuevo y no quiero volverla a abrir».
No hace mucho tiempo tuve la oportunidad de captar una frase pronunciada por uno de los miles de presidentes del Consejo que honraron a Italia desde hace décadas. «¡Mi tío también fue emigrante! ¡Recuerdo a mi tío marchar con la maleta de tela a América!» O algo así. Pues no, querido. No. No es lo mismo. Y no lo es, por dos motivos bastante sencillos.

El primero es que, en la segunda mitad del XIX, la oleada migratoria hacia América no se realizó de una forma clandestina ni por prepotencia de quien la efectuaba. Fueron los americanos los que la querían y la solicitaron. Y por medio de una disposición concreta del Congreso. «Venid, venid, que os necesitamos. Venid y os regalamos un buen trozo de tierra». Los estadounidenses han hecho incluso una película sobre el tema, protagonizada por Tom Cruise y Nicole Kidman, cuyo final me llamó muchísimo la atención. Se trata de la escena en la que los desgraciados corren para plantar su banderita blanca en el terreno que será suyo, pero sólo los más jóvenes y los más fuertes lo consiguen. Los demás se quedan con un palmo de narices y algunos mueren en la carrera.

Que yo sepa, en Italia nunca hubo una decisión del Parlamento invitando o solicitando a nuestros huéspedes a abandonar sus países. «Venid, venid, que os necesitamos. Si venís os regalamos una finca en Chianti». Han llegado aquí por propia iniciativa, con sus malditas pateras y ante las barbas de los policías que intentaban hacerles regresar. Más que una emigración es, pues, una invasión efectuada bajo la consigna de la clandestinidad. Una clandestinidad que preocupa porque no es una clandestinidad bondadosa y dolorosa. Es una clandestinidad arrogante y protegida por el cinismo de los políticos que cierran un ojo y, a veces, los dos ante ella.

Nunca olvidaré las asambleas con las que los clandestinos llenaron las plazas de Italia, el año pasado, para conseguir sus permisos de residencia. Sus rostros turbios y feos. Sus puños alzados, amenazantes. Sus voces airadas que me retrotraían al Teherán de Jomeini. No lo olvidaré jamás, porque me sentí vejada por los ministros que decían: «Querríamos repatriarlos, pero no sabemos dónde se esconden». ¡Estúpidos! En nuestras plazas había miles de ellos y ciertamente no se escondían en absoluto. Para repatriarlos, hubiera bastado con ponerlos en fila, por favor, querido señor, acomódese, y acompañarlos a un puerto o a un aeropuerto.

El segundo motivo, querido sobrino del tío de la maleta de tela, lo entendería incluso un escolar de primaria. Para exponerlo, bastan un par de elementos. Uno: América es un continente. Y en la segunda mitad del XIX, es decir cuando el Congreso estadounidense dio su visto bueno a la inmigración, dicho continente estaba casi despoblado. La mayoría de la población se condensaba en los estados del Este, es decir, en los estados de la zona del Atlántico y en el Mid West había todavía muy poca gente. Y California estaba casi vacía. Pues bien, Italia no es un continente. Es un país muy pequeño y muy poblado.

Dos: Estados Unidos es un país bastante joven. Piense que la Guerra de la Independencia tuvo lugar a finales del 1700, se deduce, pues, que apenas tiene 200 años y se entiende por qué su identidad cultural no está todavía bien definida. Italia, por el contrario, es un país muy viejo. Su historia tiene al menos 3.000 años. Su identidad cultural es, pues, muy precisa y, dejémonos de tonterías, no está dispuesta a prescindir de una religión que se llama la religión católica y de una iglesia que se llama la Iglesia católica. La gente como yo suele decir: «No quiero tener tratos con la Iglesia católica. Pero claro que los tenemos. Y muchos. Me guste o no. Nací en un paisaje de iglesias, conventos, cristos, vírgenes y santos. La primera música que oí al venir al mundo fue la música de las campanas. Las campanas de Santa María del Fiore, cuyos tañidos sofocaba con su cháchara el muecín de la época de la tienda. Y con esa música y en medio de ese paisaje crecí. Y a través de esa música y de ese paisaje aprendí qué es la arquitectura, qué es la escultura, qué es la pintura y qué es el arte. Y a través de esa iglesia (después rechazada) comencé a preguntarme qué es el Bien, qué es el Mal... ¡Por Dios!

¿Lo ves? He escrito «por Dios». Con todo mi laicismo, con todo mi ateísmo, estoy tan impregnada de la cultura católica que forma parte incluso de mi forma de expresarme. Adiós, gracias a Dios, por Dios, Jesús, Dios mío, Madonna mía, qué Cristo... Estas frases me vienen espontáneas. Tan espontáneas que ni siquiera me doy cuenta de que las pronuncio o las escribo. ¿Quieres que te las diga todas? A pesar de que no le haya perdonado jamás al catolicismo las infamias que me impuso durante siglos, comenzando por la Inquisición que quemaba incluso a las abuelas, pobres abuelas, y a pesar de que no esté en absoluto de acuerdo con los curas y no entienda nada de sus plegarias, me gusta tanto la música de las campanas... Una música que me acaricia el corazón. Me encantan también esos cristos y esas vírgenes y esos santos pintados o esculpidos. Incluso tengo la manía de los iconos. Me gustan también los conventos y los monasterios. Me proporcionan un sentido de paz y, a veces, incluso envidio a sus inquilinos. Y, además, admitámoslo: nuestras catedrales son más bellas que las mezquitas y las sinagogas, ¿sí o no? Son más bellas también que las iglesias protestantes.

RELIGIONES

Mira, el cementerio de mi familia es un cementerio protestante. Acoge a los muertos de todas las religiones, pero es protestante. Y una bisabuela mía era valdense. Una tía abuela, evangélica. A la bisabuela valdense no la conocí. Pero sí conocí, en cambio, a la tía abuela evangélica. Cuando era niña, me llevaba siempre a las funciones de su iglesia en Vía de Benci en Florencia y, Dios mío, cómo me aburría... Me sentía totalmente sola en medio de aquellos fieles que sólo cantaban salmos, con aquel cura que no era un cura y que sólo leía la Biblia, en aquella iglesia que no me parecía una iglesia y que, excepto un pequeño púlpito, sólo tenía un gran crucifijo. Nada de ángeles, ni de vírgenes, ni de incienso... Echaba de menos incluso el olor del incienso y me hubiera gustado estar en la vecina basílica de la Santa Cruz donde había todas estas cosas. Las cosas a las que estaba acostumbrada. En mi casa de campo, en Toscana, hay una pequeña capilla. Está siempre cerrada. Desde que murió mi madre, nadie entra en ella. Pero, a veces, yo voy a limpiarle el polvo, a controlar que los ratones no hagan allí sus nidos y, a pesar de mi educación laica, me encuentro en ella muy a gusto. A pesar de mi anticlericalismo, me muevo en la capilla como pez en el agua. Y creo que la mayoría de los italianos te confesaría lo mismo (A mí me lo confesó Berlinguer).

¡Santo Dios!, (me río), te estoy diciendo que nosotros, los italianos, no estamos en las mismas condiciones que los estadounidenses: mosaico de grupos étnicos y religiosos, mescolanza de 1.000 culturas, abiertos a cualquier invasión y, al mismo tiempo, capaces de rechazarlas todas. Te estoy diciendo que, precisamente porque está definida desde hace muchos siglos y es muy precisa, nuestra identidad cultural no puede soportar una oleada migratoria compuesta por personas que, de una u otra forma, quieren cambiar nuestro sistema de vida. Nuestros valores. Te estoy diciendo que entre nosotros no hay cabida para los muecines, para los minaretes, para los falsos abstemios, para su jodido medievo, para su jodido chador. Y si lo hubiese, no se lo daría. Porque equivaldría a echar fuera a Dante Alighieri, a Leonardo da Vinci, a Miguel Angel, a Rafael, al Renacimiento, al Resurgimiento, a la libertad que hemos conquistado bien o mal, a nuestra patria. Significaría regalarles Italia. Y yo, no les regalo Italia.

Soy italiana. Se equivocan los tontos que me creen ya estadounidense. Nunca he pedido la ciudadanía estadounidense. Hace años, un embajador americano me la ofreció a través del celebrity status y, tras haberle dado las gracias, le respondí: «Sir, estoy bastante vinculada a América. Me peleo siempre con ella, le echo en cara muchas cosas y, sin embargo, estoy profundamente vinculada a ella. América es para mí un amante o, incluso, un marido al que siempre permaneceré fiel. Siempre que no me ponga los cuernos. Me gusta este marido. Y no me olvido jamás de que si no hubiese decidido luchar contra Hitler y contra Mussolini, hoy hablaría alemán. No olvido jamás que si no le hubiese plantado cara a la Unión Soviética, hoy hablaría ruso. Le quiero bien a mi marido y me resulta simpático. Me encanta, por ejemplo, el hecho de que cuando llego a Nueva York y entrego mi pasaporte con el certificado de residencia, el aduanero me diga con una gran sonrisa: «Welcome home». Me parece un gesto tan generoso y tan afectuoso. Además, me recuerda que Estados Unidos siempre ha sido el refugium peccatorum de la gente sin patria. Pero yo, Sir, ya tengo una patria. Mi patria es Italia. Italia es mi madre. Sir, amo a Italia. Y coger la ciudadanía americana me parecería renegar de mi madre».

También le dije que mi lengua es el italiano, que en italiano escribo y que, en inglés, me traduzco y basta. Con el mismo espíritu con el que me traduzco en francés, sintiéndola una lengua extranjera. Y también le conté que, cuando oigo el himno nacional me conmuevo. Que cuando escucho el «Hermanos de Italia, la Italia que está despierta, parapá, parapá, parapá» se me hace un nudo en la garganta. Ni siquiera me doy cuenta de que, como himno, es más bien malucho. Sólo pienso: es el himno de mi patria. Por lo demás, el nudo en la garganta también se me pone cuando contemplo la bandera blanca, roja y verde que ondea al viento. Forofos de los estadios aparte, se entiende. Tengo una bandera blanca, roja y verde del XIX. Toda llena de manchas, de manchas de sangre y toda roída por la polilla. Y si bien en el centro está el escudo saboyano (sin Cavour y sin Victor Emmanuel II y sin Garibaldi que se inclinó ante esa insignia, no habríamos conseguido la Unidad de Italia), la guardo como oro en paño. La conservo como una joya. ¡Hemos muerto por esta tricolor! Ahorcados, decapitados, fusilados. Asesinados por los austriacos, por el Papa, por el duque de Módena, por los Borbones. Con esta tricolor hemos hecho el Resurgimiento. Y la unidad de Italia y la guerra en el Carso y la Resistencia.

Por esta tricolor mi tatarabuelo materno, Giobatta, luchó en Curtatone y en Montanara y quedó horrendamente desfigurado por un trabucazo austriaco. Por esta tricolor, mis tíos paternos soportaron todo tipo de penalidades en las trincheras del Carso. Por esta tricolor, mi padre fue arrestado y torturado en Villa Triste por los nazi-fascistas. Por esta tricolor, toda mi familia hizo la Resistencia. Una Resistencia que hice incluso yo. En las filas de Justicia y Libertad, con el nombre de guerra de Emilia. Tenía 14 años. Cuando al año siguiente, me dieron el alta en el Ejército Italiano-Cuerpo de Voluntarios de la Libertad, me sentí tan orgullosa. ¡Jesús y María, había sido un soldado italiano! Y cuando me informaron de que, al darme de alta, me correspondían 14.540 liras, no sabía si aceptarlas o no. Me parecía injusto aceptarlas por haber cumplido mi deber con la patria. Pero las acepté. En casa, nadie tenía zapatillas. Y con ese dinero compramos zapatillas para mí y para mis hermanas.

Naturalmente, mi patria, mi Italia, no es la Italia de hoy. La Italia jaranera, cazurra y vulgar de los italianos que piensan sólo en jubilarse antes de los 50 y que sólo se apasionan por las vacaciones en el extranjero y por los partidos de fútbol. La Italia tonta, estúpida, pusilánime de esas pequeñas hienas que, por estrechar la mano de una estrella de Hollywood, venderían a su propia hija a un burdel de Beirut, pero si los kamikazes de Osama bin Laden reducen miles de neoyorquinos a una montaña de cenizas que parece café machacado, dicen contentos: «Les está bien empleado a los americanos».

La Italia escuálida, cobarde, sin alma, de los partidos presuntuosos e incapaces que no saben ni ganar ni perder, pero saben como pegar los grasientos traseros de sus representantes a las poltronas de diputados, de ministros o de alcaldes. La Italia todavía mussoliniana de los fascistas negros y rojos que te inducen a recordar la terrible profecía de Ennio Flaiano: «En Italia, los fascistas se dividen en dos categorías: los fascistas y los antifascistas». Tampoco es la Italia de los magistrados y de los políticos que, ignorando la consecutio-temporum, pontifican desde las pantallas televisivas con monstruosos errores de sintaxis. Tampoco es la Italia de los jóvenes que, teniendo tales maestros, se ahogan en la ignorancia más escandalosa, en la superficialidad más ingenua y en el vacío más absoluto. De ahí que a los errores de sintaxis ellos añadan los errores de ortografía y si les preguntas quiénes eran los Carbonarios, quiénes eran los liberales, quién era Silvio Pellico, quién era Mazzini, quién era Massimo D'Azeglio, quién era Cavour, quién era Victor Emmanuel II, te miran con la pupila cerrada y la lengua floja. No saben nada. Como máximo, estos pequeños idiotas sólo saben recitar los nombres de los aspirantes a terroristas en tiempos de paz y de democracia, ondear las banderas negras y esconder el rostro detrás de pasamontañas. Ineptos.

Y tampoco me gusta la Italia de las chicharras que, después de leer esto, me odiarán por haber escrito la verdad. Entre un plato de espaguetis y otro, me maldecirán, desearán que sea asesinada por uno de sus protegidos, es decir, por Osama bin Laden. No, no. Mi Italia es una Italia ideal. Es la Italia que soñaba de muchacha, cuando fui dada de alta del Ejército Italiano-Cuerpo de Voluntarios de la Libertad, y estaba llena de ilusiones. Una Italia seria, inteligente, digna y valiente y, por lo tanto, merecedora de respeto. Y cuidado con el que me toque a esa Italia o con el que se ría o se burle de ella. Cuidado con el que me la robe o con el que me la invada. Porque para mí es lo mismo que los que la invaden sean los franceses de Napoleón, los austriacos de Francisco José, los alemanes de Hitler o los comparsas de Osama bin Laden. Y me da lo mismo que, para invadirla, utilicen cañones o pateras.

Te saludo afectuosamente, mi querido Ferrucio, y te advierto: no me pidas nada nunca más. Y mucho menos que participe en polémicas vanas. Lo que tenía que decir lo dije. Me lo han ordenado la rabia y el orgullo. La conciencia limpia y la edad me lo han permitido. Pero ahora tengo que volver al trabajo y no quiero ser molestada. Punto y final.

FIN

Copyright: CORRIERE DELLA SERA

Traducción de José Manuel Vidal.
 
Despues de colocar estos artículos , y a pesar de colocar tambien su procedencia y dueño del mismo ( copyright ) me asaltó la duda de si aún así será ilegal mi acción .

Si es así ,pido disculpas , y solicito que sean eliminados .
 
Hermana Elisa

Independientemente que esta escritora sea atea, no deja de tener mucha razón en cuanto a la peligrosa invasión de occidente por parte de los hipócritas islamitas, que tal como lo dice la escritora están en todos lados. El terrible drama es que esto ha venido ocurriendo desde largo tiempo y bajo las narices del propio occidente, por causa de su candidez y desidia, sin embargo la razón principal de su inmenso e irreversible error radica en la incredulidad.

La cultura occidental siempre se ha considerado a sí misma como cristiana, la cultura cristiana por excelencia, pero ha mal entendido la enseñanza cristiana. Su gran error, principalmente debido a un humanismo pervertido, es que confundió la libertad y tolerancia cristiana, con la tibieza y ausencia de celo por las Enseñanzas de Cristo, Señor Nuestro y Estandarte de occidente. En palabras más Bíblicas, sostenida y negligentemente ha apostatado de la Fe a la que debe su existencia.


Lo anterior se puede verificar en lo siguiente:

Si la cultura occidental se dice cristiana, entonces esto es lo que debió hacer:


“Cualquiera que se extravía, y no persevera en la Doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo.

Si alguno viene a vosotros, y no trae esta Doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis : ¡Bienvenido!

Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.” (2 Jn. 1:10)


Y la cultura occidental, en su error, tibieza, falta de celo e incredulidad, ha hecho todo lo contrario a esta clara e inequívoca Enseñanza Cristiana, permitiendo ser invadida, negociando y aun sentando a su mesa a hombres cuya norma de fe, es la abierta y deliberada negación de la Encarnación del Verbo de Dios, hombres pervertidos que en su corazón se complacen en el homicidio de inocentes y que ni siquiera respetan a sus propios hijos.


¡El Señor tenga piedad de los apostatas!

En Cristo
Rogelio
 
Independientemente que esta escritora sea atea, no deja de tener mucha razón en cuanto a la peligrosa invasión de occidente por parte de los hipócritas islamitas, que tal como lo dice la escritora están en todos lados

Me gusta la opinion de ella , justamente por ser atea . Un ateo es capaz de juzgar sin apasionamientos ofuzcantes , y nos ha dado la razón . Nuestros temores son mas que fundados .

Estás muy claro en relación a la apreciación de la situación .

¿ Sabes que estaba visitando un foro católico donde me amenazaron con echarme por decir quienes son los musulmanes ? Desde luego , yo me fuí , no continuaré en nidos de hipócritas , o falsos cristianos que apostatan de su fe por ir detrás de lo que ELLOS SUPONEN que es el cristianismo .
En solapar la infiltración destructora del Islam , están de acuerdo muchos católicos y evangélicos , en darles palmaditas en el trasero a los pobrecitos terroristas , han corrido los tontos útiles como siempre No se realmente quienes causan mas daño , si los tontos o los malos .
¡ Que cosa tan curiosa ! Serán aliados de Satanás en la perdida de muchas almas , COMO SIEMPRE .
 
Saludos en Cristo. Permítanme algunas reflexiones.


¿SE REPITE LA HISTORIA?

“Me dijo Jehová: No ruegues por este pueblo para bien”
Jeremías 14:11


“Me dijo Jehová: Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo; échalos de mi presencia y salgan.”
Jeremías 15:1


“Tú me dejaste, dice Jehová; te volviste atrás; por tanto, yo extenderé sobre tí mi mano y te destruiré; estoy cansado de arrepentirme.”
Jeremías 15:6


“… He aquí yo vuelvo atrás las armas de guerra que están en vuestras manos, con que vosotros peleáis contra el rey de Babilonia …”
Jeremías 21:4


Digo, ¿habremos cruzado esa línea ya? Oramos porque no sea así, hoy que las mejores tropas y armas están en suelos lejanos.

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DIALOGO ENTRE DIOS Y HABACUC

.- Señor, ¿Cuándo traerás juicio sobre toda la iniquidad y violencia que existe en tu pueblo?

.- Habacuc, estoy preparando algo que si te lo contara no me lo creerías.

.- Pero Señor, dímelo. Soy tu profeta.

.- Traeré a los caldeos y destruirán la tierra.

.- ¡Oh, no!

.- Te dije que no me lo creerías.

Nota: Cualquier similitud con hechos actuales es pura coincidencia.

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COALICION EXTRAÑA

La coalición contra el terrorismo que intenta hacer Bush incluye a Siria, Irán, y Osama Bin Laden.

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U.S.A., UN TIGRE DE PAPEL.

Uno de los posibles nombres que se barajaron para sustituir el nombre de la campaña militar “Justicia Infinita” cuando los musulmanes protestaron porque solo Alá puede lograr justicia infinita, fue “cobardía ilimitada”.

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TRAMITANDO UN NUEVO NOMBRE

Teniendo en cuenta muchos de los comentarios de cristianos en este foro con respecto a los hechos de conocimiento público y su posición contraria a la guerra, propongo cambiar el nombre de cristianos evangélicos por el de cristianos evangelatinosos (por la falta de espinazo en muchos de ellos, necesitan un transplante de médula).

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¿ISLAM SIGNIFICA PAZ?

Esta va en serio. Ultimamente hemos escuchado hasta el cansancio a los apologistas de la prensa decir que Islam significa paz. Otros dicen que significa sumisión.

Sin embargo el significado original es: la fuerza que caracterizaba al guerrero del desierto que cuando enfrentado con lo imposible, luchaba hasta la muerte por su tribu. ----- Dr. M. Baravmann, The Spiritual Background of Early Islam, E.J. Brill, Leiden, 1972; Dr. Jane Smith, M. –Historical and Semitic Study of the Term Islam as Seen in a Secuence of Quran Commentaries, University of Montana Press, for Harvard University Dissertations, 1970.

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PROBLEMAS DE VESTIMENTA

Diálogo entre un clérigo musulmán y un estudiante de seminario afgano:

.- Hijo mío, sigue estudiando el islam y conviértete en un suicida, de esa manera cuando llegues al cielo tendrás a tu disposición 72 mujeres por la eternidad. ¿No es eso fantástico?

.- Maestro, no estoy muy seguro si vale la pena todo eso.

.- Hijo, ¿te parece poca recompensa 72 mujeres?

.- ¡Es que nunca he visto una mujer!
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¿GUERRA RELIGIOSA? ¡POR SUPUESTO!

Erróneamente el gobierno americano dice que esta es una guerra contra el terrorismo, no contra la religión del islam.

La declaración es absurda. Las guerras hasta ahora en la historia eran guerras de conquista. Al final de la guerra alguien quedaba a cargo de las fábricas. Pero ahora tenemos frente a nosotros una guerra de destrucción.

Estos terroristas han declarado una Jihad religiosa contra los EEUU.
SU MOTIVACION ES 100 % RELIGIOSA.

LA RAIZ ES EL ISLAM, EL FRUTO ES TERRORISMO.
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¿ES LA IGLESIA EL NUEVO ISRAEL?

Una de las razones por las cuales Bush carece de discernimiento con respecto a la situación actual es que los asesores cristianos que lo rodean suscriben a la posición bíblica de que la iglesia ha sustituído a Israel en el papel protagónico de los últimos tiempos (las promesas a Israel han sido canceladas según ellos).

Esta teología sigue fuerte y popular en grandes sectores del cristianismo americano a pesar de manifestar en sí una arrogancia desmedida y de constituir una afrenta a Dios.
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DEJANDO LAS COSAS EN CLARO

En vista de que se han citado un buen número de pasajes bíblicos en favor de la no participación del cristiano en actividades o posturas que tengan que ver con la guerra, me agradaría expresar lo siguiente:

LA BIBLIA NO ENSEÑA PACIFISMO TOTAL. Abraham fue bendecido por Dios (Gén. 14:19) luego de ir a la guerra para contrarrestar la agresión injusta de los reyes que capturaron a su sobrino Lot.

En Lucas 3:14, cuando los soldados vinieron a Juan a preguntarle qué deberían hacer, éste nunca les dijo que renunciaran al ejército.

Cornelio (Hechos 10) era un centurión, y Dios le llama piadoso. Cuando Cornelio se convierte a Cristo, Pedro no le ordenó abandonar el ejército romano.

En Lucas 22:36-38 Cristo les dice a sus discípulos que si no tienen una espada, vendan su capa y compren una.

El apóstol Pablo buscó la protección de la armada romana para salvar su vida (Hechos 23).

Cuando Cristo vuelva a la tierra lo hará con los ejércitos celestiales para hacer la guerra contra los reyes de la tierra.

Vemos entonces que de principio a fin la Biblia está repleta de ejemplos donde se justifica la guerra contra agresores malvados.

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Tomando responsabilidad por todo lo dicho anteriormente y sin miras de retractarme en absoluto, les desea bendiciones,

Pablo


PD: El gobierno americano propone y apoya la creación de un estado palestino. Suena como "apaciguamiento". En el pasado el apaciguamiento nunca funcionó.

¿ALGUIEN TIENE UN LIBRO DE HISTORIA EN LA CASA BLANCA?
 
Cuando escucho al presidente Bush y al primer ministro Blair cantar al unísono “El Islam es una religión de paz” me pregunto cuán cerca está la religión mundial de ser una realidad.

Estas son las posibilidades con respecto a la cantinela de los primeros mandatarios:

1) El mantra es verdad.

2) No tienen la menor idea de los que están hablando.

3) Ellos saben que no es verdad pero por razones políticas decidieron mentir.

Lo bueno de todo esto que nosotros, como no somos políticos, no tenemos que mentir. Podemos decir la verdad. Podemos decir que el Islam es una religión nacida del engaño, con un legado de odio, y tejida en violencia.

El presidente Bush, por quién oramos permanentemente, acaba de decir ingenuamente (o diplomáticamente) que los terroristas que tiraron abajo las torres gemelas “no son verdaderos musulmanes”.

Esta declaración es peligrosa ya que puede ser la antesala para que el gobierno o los gobiernos se adjudiquen el derecho a determinar quien es un verdadero cristiano o no. La verdad es que el gobierno no tiene el derecho de definir quien es un verdadero creyente en una fe o no lo es. Peligrosa puerta la que se abre.

Por supuesto que esto va a traer reacciones nada tolerantes de parte de los que quieren ser “políticamente correctos”. No pasará mucho tiempo hasta que los cristianos sin pelos en la lengua sean culpados de todo lo que venga sobre este país y el mundo.

Aquí pego un comunicado ficticio que elaboramos en el año 1998. Probablemente alguien tuvo la idea antes que yo, pero no he visto nada parecido hasta ahora. Si algunos de uds. ve algo similar o mejor, por favor hágamelo saber.

Me imagino que podría actualizarlo para reflejar más la situación presente, pero por ahora así lo dejo.

Bendiciones.

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COMUNICADO OFICIAL DEL GOBIERNO DE LOS EEUU A TODOS SUS CIUDADANOS Y RESIDENTES.

Debido a las recientes controversias causadas por grupos subversivos de origen en el cristianismo, tales como en movimiento Pro-life, Focus on the family y otras coaliciones cristianas, el gobierno se ha visto en la obligación de legislar con respecto a este tema.

Visto y considerando los conflictos causados por estas organizaciones y la inflexibilidad de ellas para adaptarse a las corrientes modernas de pensamiento y las nuevas pólizas de gobierno con respecto al interés común para la preservación del planeta y el control del aumento de la población, amenazan sin lugar a dudas la paz y la estabilidad de la nación. Como resultado de esto hemos visto en los últimos años que el progreso de la sociedad se ha visto afectado tanto en el área educacional como en la política, social, laboral y espiritual.

A los efectos de preservar y garantizar la paz y la seguridad a la que todo ciudadano tiene derecho, el gobierno de los EEUU, la Oficina de la Presidencia junto con el Congreso de la Nación han sancionado una ley que entrará en efecto el primero de enero del año entrante.

Esta ley de carácter obligatorio, declara ilegales a todas las organizaciones de carácter cristiano, incluyendo lo que se conoce comúnmente como iglesias, los lugares de reunión donde ciertos ciudadanos se congregan en días específicos para profesar su religión.

También quedan terminantemente prohibidas las asambleas de los seguidores de la religión cristiana, cualquiera sea el lugar donde se realizan. Los locales oficiales conocidos como templos o iglesias serán automáticamente clausurados y expropiados. A partir del 1 de enero del año entrante pasarán a ser propiedad de gobierno de los EEUU.

Debido a la naturaleza subversiva del mensaje que divulgan, también se prohibe a toda persona hablar, escribir o escuchar nada que contenga en sí lo que se conoce como “el Evangelio de Cristo”.

La pena establecida para los casos de violación varía según la gravedad de la violación así como el grado de reincidencia en el delito. Estas penas pueden abarcar desde 3 meses de cárcel para los primerizos hasta la pena de muerte para los reincidentes. Un código explicando en detalle las sentencias adjudicadas para cada caso será emitido a la población por medio de los medios de comunicación a nivel nacional antes de la fecha de implementación de la nueva ley.

Para complementar las medidas de seguridad tomadas por el gobierno se ha considerado necesario que a partir de la misma fecha, una vez por semana, todo ciudadano, preferentemnete en conjunto con su familia, se reuna frente a la pantalla de televisión, en un día y hora prefijados por las autoridades, los cuales serán comunicados a la brevedad posible.

En la ocasión, la pantalla del televisor mostrará una imagen diseñada por el gobierno que representará la nueva conciencia universal a la que todos los seres humanos debemos integrarnos en una expresión de lealtad y devoción a los principios comunes de amor, paz, igualdad e iluminación, que nos guiarán hacia la nueva era que toda la raza humana anhela y merece.

Junto con la imagen en sus pantallas, se oirá una voz que irá dando las instrucciones al respecto de como manifestar esta devoción requerida. Los ciudadanos deberán obedecer estas instrucciones en como postrarse y elevar cantos y oraciones pidiendo por guía y orientación en nuestro propósito común. Oraciones también serán elevadas pidiendo por que esta conciencia universal provea un líder mundial que reuna todas las condiciones para representar, gobernar y orientar a la humanidad en este nuevo amanecer del universo.

Gracias a la tecnología alcanzada, las autoridades podrán conservar un registro exacto de aquellos que no se presentan frente a los televisores para obedecer la ley. Los infractores de la ley estarán expuestos a las siguientes represalias: primera violación, 6 meses de prisión ---- 2da violación, 5 años de prisión con trabajos forzados ------ 3ra violación, pena de muerte, ejecución pública.

Además se insta a todos los ciudadanos conscientes y responsables a denunciar toda actividad subversiva relacionada con el Cristianismo que amenaze la paz y seguridad de nuestra sociedad. Recompensas han sido establecidas para premiar a los ciudadanos que denuncien a los individuos involucrados en actividades clandestinas contra el soberano gobierno de los EEUU y la Conciencia Universal que veneramos.

Este fue un comunicado de la oficina de la presidencia de los EEUU, emitido en conjunto con El Congreso de la Nación y las Fuerzas Armadas y las diferentes agencias policiales en todo el país. Más comunicados serán anunciados a medida que se aproxima la fecha del 1 de enero del año entrante. Gracias por vuestra atención.

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¿Cómo respondería usted frente a esta situación?

Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. -- 1 Pedro 4:7
 
Sri Krsna Allah Bhagavan ki jay
Pranam Mahatma Gandhi
Pranam Muhammad

Salam a todos,
Antes que nada quiero poner en este epigrafe que no es mio, que si quieren ver un verdadero significado del Islam acudan a la pagina principal: www.islam.org
En ella se encuentran diversos teologos listos para dialogar las verdedes del islam y condenan los ataques terroristas.

Hay otra que contiene algunas referencias en español: www.thetruereligion.org

Como podran ver el "cristiano", deberia yo de decir PSEUDOCRISTIANO,gobierno de la "gran potencia" acaba de atacar Kabul matando a solo Allah sabe cuantos. Aliado de otros gobiernos "cristianos" y "musulmanes" estan bombardeando que da gusto, apoyando a la Alianza Norte. En cierta parte esta bien, puesto que la Alianza Norte derrocará al Taliban y todo volvera a la "normalidad". Pero las victimas inocentes?? y por qué matar?? por que devolver agresion por agresion, violencia por violencia.
Aprovecho para decirle a Santomauro, recientemente humillado en un epigrafe que el mismo hizo, que no sea cobarde. Dada su ausencia en su epigrafe, pense que iba a cambiar y reflexionar pero me lo encuentro aqui diciendo mas y mas estupideces cada vez!!!! QUIERES QUE TE VUELVA A PONER EN RIDICULO PABLO?????
Han de saber que él negó recientemente a Cristo, diciendo que su doctrina a veces es efectiva y aveces NO!!!
Te lo repito amigo:
DETESTO A LOS TIBIOS DE VOCACIÓN.
Has de saber que en cada epigrafe que te vea diciendo tus estupideces te voy a contrarrestar no con violencia y armas como seguramente tu lo harias(puesto que tu mismo lo dijiste alguna vez) sino con la Satyagraha, con la Fuerza de la Verdad. Mientras Dios me de la oportunidad de estar en el foro, no te iras con tus blasfemias tan a gusto.
Pablo.- Tibio y mentiroso por excelencia.

Mira Pablo para terminar por ahora, lo que dijo Sri Mahatmaji:
"Islam was born in a land were the sword was and still is the law"
Podras darte cuenta como el Islam ha moderado TANTO a tantas personas, pero la tradicion es fuerte.

La Satyagraha los acompañe SIEMPRE.
Rezo para que gente como Pablo acepte a la Satyagraha en su corazon y asi, poder adorar a Cristo o al que el decida, de manera correcta.

Por Siempre fiel a Mahatma Gandhi, El Maestro del Universo.
 
Originalmente enviado por Aldebaran:
<STRONG>Sri Krsna Allah Bhagavan ki jay
Pranam Mahatma Gandhi
Pranam Muhammad


Han de saber que él negó recientemente a Cristo, diciendo que su doctrina a veces es efectiva y aveces NO!!!
Te lo repito amigo:
DETESTO A LOS TIBIOS DE VOCACIÓN.
.</STRONG>


Estimado Aldebarán:

Por favor tenga a bien probar con evidencia lo que dice acerca de que he negado la doctrina de Cristo.

Evidentemente sus sentimientos personales acerca de mí están afectando sus escritos. Modere su lenguaje, es bastante fuera de lugar para un pacifista espiritual como usted.

No permita que la ira lo domine.

Dios le bendiga

Pablo
 
Revista Proceso, México DF 7 10 01
Oriana Fallaci vuelve a escribir después de 20 años de silencio
Sanjuana Martínez/apro

Madrid.- La periodista italiana publica una polémica serie de artículos donde defiende la superioridad de la cultura Occidental, arremete contra el mundo musulmán y critica duramente a Italia...

Sorpresa, incredulidad y hasta estupor, ha causado la serie de artículos sobre los atentados en Estados Unidos, publicados por la periodista italiana Oriana Fallaci, después de 20 años de silencio.

El diario italiano "Corriere della Sera" publicó del domingo al martes 2 de octubre un artículo dividido en tres partes donde ofrece su impresión sobre el "apocalíptico" 11 de septiembre.

La autora de "Nada y así sea" --su libro sobre la matanza de Tlatelolco--, convertida en auténtico referente del periodismo internacional, ha mostrado una nueva cara y se ha desnudado a pesar del riesgo de ser calificada de "racista", porque se lo ha ordenado "la rabia y el orgullo" y se lo ha permitido su "conciencia limpia y la edad".

Tanto es así, que las opiniones positivas sobre sus artículos provienen del centro derecha, la Iglesia y el pensamiento conservador; mientras recibe serias críticas por parte de la izquierda y la clase intelectual.

Conocedora del mundo islámico y sus fanatismos, la periodista trabajó en Irán, Paquistán, Bangladesh, Arabia Saudita, Kuwait, Libia, Jordania, y el Líbano; Fallaci cubrió un gran número de conflictos bélicos, en Vietnam, se introdujo incluso en medio de las trincheras; publicó en 1974 su primer libro de entrevistas donde incluyó a grandes personajes de la historia del Siglo XX y trabajó para "The New York Times", "Life" y "Le Monde".

Sus libros se convirtieron rápidamente en best-sellers, hasta que en 1991 escarmentada por la Guerra del Golfo, decidió recluirse en su apartamento de Manhattan.

Ahora, apelando a su "instinto periodístico" despertado por el atentado del 11 de septiembre, lanza una arenga sobre la superioridad de la cultura Occidental frente a la musulmana y dirige sus dardos contra el presidente de Palestina, Yaser Arafat, a quien entrevistó en 1972 en Amán.

"Le gritaría: Ilustre señor Arafat, los mártires son los pasajeros de los cuatro aviones secuestrados y transformados en bombas humanas... Ilustre señor Arafat, los mártires son los empleados que trabajaban en las dos Torres y en el Pentágono..."

Fallaci considera una "desgracia" que Arafat sea jefe de Estado "ad perpetuum" de Palestina y se comporte como un monarca: "Pero cambiemos de disco. Como todo el mundo sabe, estoy muy enferma y, hablando de Arafat, me sube la fiebre", dice.

En ese primer artículo publicado el domingo 30 de septiembre, titulado "Así viví el Apocalipsis", Fallaci hace una defensa a ultranza de Estados Unidos y su sociedad.

La periodista que vive casi todo el año en su casa, situada en el centro de Manhattan, escribe que el 11 de septiembre se enteró por la televisión de lo sucedido.

Reportera de numerosos conflictos bélicos que desde la II Guerra Mundial, dice, han "atormentado" su vida, Fallaci lamenta el número de víctimas y recuerda su experiencia mexicana: "En la matanza de Ciudad de México, aquélla en la que incluso a mí me hirió una bala, recogieron al menos 800 muertos. Y, cuando creyéndome muerta, me llevaron al tanatorio, los cadáveres que había a mi alrededor me parecían un diluvio".

Fallaci hace una serie de reproches a la izquierda de Italia que dice, está dirigida o "tiranizada" por una izquierda "arrogante y devota de la Unión Soviética": "Hay, pues, una gran diferencia entre un país en el que la bandera de la patria es enarbolada por los gamberros en los estadios, y un país en el que la enarbola el pueblo entero".

La periodista italiana, señala que Estados Unidos es un país "envidiable" y enumera sus múltiples virtudes; incluso se atreve a decir que la Revolución Francesa, ni siquiera habla de la libertad y la igualdad de la que hablan los norteamericanos.

Considera líderes "extraordinarios" a los padres fundadores como Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, Thomas Paine, John Adams, George Washington: "¡Gente muy distinta a los abogaduchos (como justamente los llamaba Vittorio Alfieri) de la Revolución Francesa! ¡Gente muy diferente de los sombríos e histéricos verdugos del Terror, los Marat, los Danton, los Saint Just y los Robespierre!".

Fallaci, abunda en las virtudes de Jefferson o Franklyn y destaca las bondades historia de Estados Unidos: "a pesar de los fusiles y de la pólvora, a pesar de los muertos que conlleva toda guerra, no hicieron una guerra con los ríos de sangre de la futura Revolución Francesa".

Afirma que gracias a la Declaración de la Independencia concibe a todos los hombres igual, y por eso Estados Unidos convierte a sus súbditos en ciudadanos y a la "plebe en pueblo".

Y entonces, arremete: "Todo lo contrario de lo que hacía el comunismo, prohibiendo a la gente rebelarse, gobernarse, expresarse y colocando a Su Majestad el Estado en el trono que antes habían ocupado los reyes. "El comunismo es un régimen monárquico, una monarquía de viejo cuño. Por eso, le corta los cojones a los hombres. Y cuando a un hombre se le cortan los cojones, ya no es un hombre", decía mí padre.

Para la periodista italiana lo que actualmente vive el mundo es una "guerra de religión" y por eso insta a la gente a "despertar": "¿No os importa nada de esto, estúpidos? Yo soy atea, gracias a Dios. Pero no tengo intención alguna de dejarme matar por serlo".

Recuerda que desde hace 20 años ella escribió un artículo en el "Corriere della Sera" advirtiendo sobre la "guerra santa" y contra los que "perdonaban demasiado" a los que ella llama "hijos de Alá".

En ese entonces, Fallaci, escribió: "¿Qué sentido tiene respetar a quien no nos respeta? ¿Qué sentido tiene defender su cultura o su presunta cultura, cuando ellos desprecian la nuestra? Yo quiero defender nuestra cultura y les informo que Dante Alighieri me gusta más que Omar Khayan".

Dice que en esas fechas, la calificaron de "racista": "fueron los propios progresistas (en aquella época se llamaban comunistas) los que me crucificaron".

Cuando Fallaci cubrió la guerra entre Afganistán y la Unión Soviética, escribió: "los soviéticos son lo que son. Pero hay que admitir que, haciendo esta guerra, nos están protegiendo incluso a nosotros. Y les doy las gracias".

Después de ese reportaje también le llamaron "racista", por eso ahora la periodista italiana hace un recorrido por las atrocidades que vio cometer por parte de los "hijos de Alá".

En su análisis, señala que si se hunde América se hundirá también Europa y el mundo Occidental, por eso alaba la postura de Tony Blair que acudió a mostrar su apoyo a George Bush y reprocha al presidente francés Jaques Chirac su actitud porque "no se conmovió".

Dice que a Chirac le preguntaron cómo va a luchar contra la yihad y no contestó debidamente: "Me daban ganas de gritarle: "Monsieur le Presidente, ¿recuerda el desembarco en Normandía? ¿Sabe cuántos americanos murieron en Normandía para expulsar a los alemanes de Francia?".

También arremete contra el presidente italiano Silvio Berlusconi, por no haber arrestado a ningún árabe terrorista, como en Francia, Alemania, Reino Unidos y España: "pero en Italia, donde las mezquitas de Milán, de Turín y de Roma están repletas de bellacos que aplauden a Osama Bin Laden, de terroristas que esperan hacer saltar por los aires la Cúpula de San Pedro, ninguno. Cero. Nada. Ninguno".

"Explíquemelo, señor Cavalliere. ¿Es que son tan incapaces sus policías y sus carabineros? ¿Son tan ineptos sus servicios secretos? ¿Son tan estúpidos sus funcionarios? ¿Es que todos los musulmanes de Italia son unos santo? ¿Es que ninguno de los "hijos de Alá" que hospedamos tiene nada que ver con lo que ha sucedido y está sucediendo? ¿O es que por investigar, por descubrir y por arrestar a los que hasta hoy no ha descubierto ni ha detenido, teme que le canten la cantinela habitual de racista, racista? Ya ve que yo no".

En la segunda parte de su articulo titulado "Choque de culturas", Fallaci enarbola los aspectos superiores de la cultura Occidental y se pregunta en referencia a la cultura musulmana: "¿Detrás de la otra cultura, qué hay?".

Añade: "Busca, busca, porque yo sólo encuentro a Mahoma con su Corán y a Averroes con sus méritos de estudioso" y afirma que Arafat le dijo en aquella entrevista que la cultura musulmana era superior porque había inventado los números y las matemáticas.

"Sus antepasados no inventaron los números ni las matemáticas. Inventaron la grafía de los números, que también nosotros, los infieles, utilizamos, y las matemáticas fueron concebidas así al mismo tiempo por todas las antiguas civilizaciones."

Y continúa: "Sus antepasados, ilustre señor Arafat, sólo nos han dejado unas cuantas bellas mezquitas y un libro con el que, desde hace mil 400 años, nos rompen las crismas mucho más que los cristianos nos la rompían con la Biblia y los hebreos con la Torá".

Entonces, Fallaci arremete contra las mujeres musulmanas: "Y si en algunos países las mujeres son tan estúpidas que aceptan el chador e incluso el velo con rejilla a la altura de los ojos, peor para ellas. Si son tan estúpidas como para aceptar no ir a la escuela, no ir al doctor, no hacerse fotografías, etcétera, peor para ellas. Si son tan necias como para casarse con un badulaque que quiere tener cuatro mujeres, peor para ellas. Si sus maridos son tan bobos como para no beber vino ni cerveza, ídem."

La periodista recuerda su entrevista con el ayatola Jomeini, quien la obligó a vestir de negro y a ponerse el chador reglamentario y todos los avatares que vivió en esa ocasión por el fanatismo islamista: "Este tipo es un monstruo del medievo", escribió en el texto aparecido en el "Corriere" el 26 de septiembre de 1979.

En este artículo la periodista italiana, se lamenta del estado en que quedó la Plaza del Duomo de Florencia, que "hollaron, ensuciaron y ultrajaron" los musulmanes somalíes, cuando se instaló una gran tienda durante el verano pasado para protegerles durante tres meses, tiempo en que duró su protesta por la falta de documentos para adquirir su estatus legal en Italia.

"Y junto a todo esto, los amarillos regueros de orina que profanaban los mármoles del Bautisterio (¡qué asco! ¡Tienen la meada larga estos hijos de Alá! ¿Cómo hacían para llegar al objetivo, separado de la verja de protección, y por lo tanto, distante casi dos metros de su aparato urinario? Junto a los regueros amarillos de orina, el hedor de la mierda que bloqueaba el portón de San Salvador del obispo, la exquisita iglesia románica (del año 1000) que se encuentra a la espalda de la Plaza del Duomo y que los hijos de Alá habían transformado en un cagatorio. Lo sé de primera mano."

Reprocha que Turín parezca Argel, Dacca, Nairobi, Damasco o Beirut: "En Venecia. Esa Venecia en la que las palomas de la Plaza de San Marcos fueron sustituidas por tapetes con la mercancía y, donde incluso Otelo se sentiría a disgusto. En Génova. Esa Génova donde los maravillosos palacios que Rubens admiraba tanto fueron secuestrados por ellos y se deterioran como bellas mujeres violadas. En Roma. Esa Roma donde el cinismo de la política, de la mentira, de todos los colores, los corteja con la esperanza de conseguir su futuro voto y donde los protege el mismísimo Papa. (Santidad, ¿por qué no los acoge, en nombre del Dios único, en el Vaticano? A condición, que quede claro, de que no ensucien incluso la Capilla Sixtina, las estatuas de Miguel Angel y los cuadros de Rafael)".

Y se pregunta por qué a los "hijos de Alá" se les llama en Italia "trabajadores extranjeros" o "mano de obra" que necesitan y aunque reconoce que algunos trabajan dice:

"¿Pero aquellos de los que estoy hablando qué trabajadores son? ¿Qué trabajo hacen? ¿De qué forma suplen la necesidad de mano de obra que el exproletario italiano ya no cubre? ¿Vagabundeando por la ciudad con el pretexto de las mercancías para vender? ¿Zanganeando y estropeando nuestros monumentos? ¿Rezando cinco veces al día?"

Añade: "Además, hay otra cosa que no entiendo. Si realmente son tan pobres, ¿quién les da el dinero para el viaje en los aviones o en los barcos que los traen a Italia? ¿Quién les da los 10 millones (de liras) por cabeza para comprarse el billete? ¿No se los estará pagando, al menos en parte, Osama Bin Laden, con el objetivo de poner en marcha una conquista que no es sólo una conquista de almas, sino también una conquista de territorio?

"Y aunque no se lo dé, esta historia no me convence. Aunque nuestros huéspedes fuesen absolutamente inocentes, aunque entre ellos no haya ninguno que quiera destruir la Torre de Pisa o la Torre de Giotto, ninguno que quiera obligarme a llevar el chador, ninguno que quiera quemarme en la hoguera de una nueva Inquisición, su presencia me alarma. Me produce desazón...."

En la tercera parte de su artículo titulado "Mi patria, mi Italia" publicado el martes 2 de octubre, Fallaci, va más allá en su postura contra la cultura musulmana: "precisamente porque está definida desde hace muchos siglos y es muy precisa, nuestra identidad cultural no puede soportar una oleada migratoria compuesta por personas que, de una u otra forma, quieren cambiar nuestro sistema de vida. Nuestros valores. Te estoy diciendo que entre nosotros no hay cabida para los muecines, para los minaretes, para los falsos abstemios, para su jodido medievo, para su jodido chador. Y si hubiese no se lo daría. Porque equivaldría a echar fuera a Dante Alighieri, a Leonardo da Vinci, a Miguel Angel, a Rafael, al Renacimiento, al Resurgimiento, a la libertad que hemos conquistado bien o mal, a nuestra patria. Significaría regalarles Italia. Y yo, no les regalo Italia".

Antes de terminar, Fallaci le enmienda la plana a Italia y a sus partidos políticos "presuntuosos" e "incapaces": "La Italia todavía mussoliniana de los fascistas negros y rojos, que te inducen a recordar la terrible profecía de Ennio Flaiano: En Italia, los fascistas se dividen en dos categorías: los fascistas y los antifascistas".

Y aquí hace referencia al "romanticismo" de los italianos en torno al zapatismo del subcomandante Marcos: "No saben nada. Como máximo, estos pequeños idiotas sólo saben recitar los nombres de los aspirantes a terroristas en tiempos de paz y de democracia, ondear las banderas negras y esconder el rostro detrás de pasamontañas. Ineptos".
 
Periódico unomásuno, suplemento páginauno, México DF 7 10 01.

Relaciones Exteriores y el Likud local
El fundamentalismo occidentafílico
José Luis Ontiveros*
Sometidos al dominio mediático y al de sus corifeos yanquis–sionistas que conforman lo políticamente correcto, las reflexiones del pensador francés Jean Baudrillard expuestas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM resultan sumamente interesantes, ya que rompen con los lugares comunes de la condena acrítica al significado histórico del 11 de septiembre y el derrumbe de los símbolos del imperio de la gangrena, puesto que interpreta esos actos como un síntoma de un rechazo cada vez más violento contra el integrismo de orden mundial y del pensamiento único, es decir, el fundamentalismo occidentafílico.

De ahí que deba rechazarse la propensión humanitaria–universalista–occidentafílica que es el verdadero fundamentalismo del Gran Hermano al considerar el ataque al centro de la Nueva Jerusalén (Nueva York), con las acostumbradas jeremiadas y satanizaciones automáticas, puesto que hay un contrasentido si tratamos todo esto como algo irracional, con ciertas singularidades en el corazón de lo mundial, ya que si bien no representa para él un valor revolucionario (lo que estaría por verse), hay que considerar como factor imprescindible de análisis el júbilo y la fascinación secreta que provocó en todas partes. El hecho de que todos sin excepción hayamos soñado con esto (ya que) no podemos no soñar con la destrucción de una potencia máxima.

Este teórico de la posmodernidad de alguna forma ha visto rebasadas sus propias categorías para juzgar el terrorismo que planteaba en su libro Las estrategias fatales de mediados de los 80, cuando afirma en relación con la figura de El rehén, que la violencia es anónima, el terrorismo es anómalo, el aparato totalitario de los media ha demostrado que la violencia tiene un nombre particular, el personaje ya legendario y mítico del militante islámico Osama ben Laden –sobre el que a falta de pruebas contundentes por parte del complejo yanqui–sionista, se ha hecho un ejercicio orwelliano de simulación de indicios–, a lo que se agrega el propósito etnocida del exterminio del Islam como alternativa cultural orgánica y sagrada, lo que se manifiesta en la diabolización hecha por el presidente George W. Bush.

La posmodernidad se está resolviendo en lo que ésta tiene de capacidad de ruptura respecto a los paradigmas modernos y racionalistas, a la demolición del trono sacrílego de la diosa democracia y del mercado, confluyendo con un movimiento de resistencia que tuvo en los movimientos nacionales de Europa su expresión singularizada –antes de la mitad del siglo XX–, y que en los albores del milenio se manifiesta en el rechazo del Islam al dominio de los antivalores relativistas de la Ilustración y de Iluminismo, fundamentos del pensamiento único y de su hermano gemelo la policía del pensamiento, ambos sustentos del fundamentalismo occidentafílico.

Cabe señalar la grave crisis por la que atraviesa la primera enmienda de la Constitución yanqui, principio mismo de su sentido de la libertad individualista y autojustificación de poder combinar sus matanzas continuas y su depredación con la buena conciencia, mediante el valor abstracto de la libertad, al punto que el 11 de septiembre podría ser la fecha de una revisión y final desplome de su edificación teórica sobre las libertades del ciudadano y su falsa y enunciada igualdad.

Sobre este sesgo importante de la posmodernidad, que al contrario de lo que pretende Habermas no se expresa como una confirmación de los valores del siglo XVIII y de su obsoleta y añeja hegemonía, sino como una disrupción del discurso de la Ilustración y sus totems absolutistas y de su tríada: libertad, igualdad, fraternidad.

Baudrillard se refiere así a los grandes sistemas terroristas del purulento y moribundo Occidente, matriz del fundamentalismo judeo–cristiano y de la alianza entre los pueblos elegidos por un cocacolero y paranoico Jehová, como lo son Israel y Estados Unidos, se instalan los grandes sistemas de terror, o sea la prevención de la muerte accidental mediante la muerte sistemática y organizada, lo que va de consuno en la lógica de la sociedad aseguradora, en la que todos los riesgos deben estar cubiertos.

Ello no exorciza la cobardía de la sociedad global y de su criterio histérico de terror–pánico y de sus fáciles anatemas y condenaciones, ya que al final esta sociedad decadente y consumista, laica e idolátrica, atea y mistificadora de héroes de comic (Mircea Eliade), por sí misma, ya no arriesga nada, está perfectamente cubiert(a), está arrebatada a su propio destino. Por ello no escapa a su propio muro del terror, tal como lo expresa William Maher, conductor del programa anglosajón Políticamente incorrecto: Los secuestradores de los aviones–bomba no son cobardes (y sí lo es Estados Unidos al lanzar) misiles contra blancos ubicados a miles de kilómetros de distancia.

De ahí que el Centro de Estudios Evolianos, con sede en Argentina y cuyo responsable es el camarada Marcos Ghío, manifieste en un comunicado que estos atentados han servido además para romper con el mito al carácter invulnerable que presenta la civilización yanqui con su avanzada tecnología, y agrega, que con independencia de la situación dolorosa (señalada) resaltamos el valor heroico de quienes se inmolaron en tales ataques a los principales símbolos de la civilización estadunidense, vanguardia arquetípica de la modernidad.

Los paladines de Likud local



Resulta por otra parte significativo que el campeón chichimeca de la cruzada sionista antiislámica, el canciller Jorge Castañeda Gutman, como si fuera miembro honorario de la oculta Kahal o centro del poder sinárquico, haya declarado ante la Cámara de Diputados que el conflicto de Estados Unidos también es nuestro, no se puede mamar y dar de topes, sin embargo, y por mera curiosidad, Castañeda Gutman se la ha pasado en su perseverante existencia de camisa vieja a chaqueta nueva, dando con su agraciada testa simulados topes a la americanósfera, y a la vez, mamando jugosamente de sus ubres, al punto que logró ser el canciller del Likud foxista.

Pero no importa que tales afirmaciones nos pongan en una alta línea de riesgo en cuanto represalias de los enemigos de Estados Unidos y del racismo sionista. El presidente Fox pareciera acatar las obligaciones con un partido que no tiene representación nacional, pero sí inmenso poder, el lobby sionista gringo y el Likud local, al dar como premio por su antidiplomacia a Castañeda Gutman dos nuevas subsecretarías: La de Derechos Humanos y Democracia a la activa agente de la CIA, Marie Claire Acosta, subsidiada en sus empresas misioneras por la Fundación para la Democracia del Departamento de Estado yanqui, y la de Temas Globales a la tránsfuga ex izquierdista e infrarroja como él, Patricia Olamendi, todo ello en detrimento del Ministerio del Interior.

Como prueba de su alistamiento entre las fuerzas especiales yanquis e inglesas que incursionan en Afganistán, yo me pregunto con el mayor decoro diplomático: ¿Por qué no se le entrega una lanchita de Chapultepec para que armado hasta los dientes de ocurrencias sionistas llegue al golfo Pérsico, protegido por un avión yanqui del terrible Escuadrón 201, mismo que se exhibe en el Museo Tecnológico en Jalapa, Veracruz? o mejor ¿Por qué no escribe una biografía apasionada de Osama ben Laden, el nuevo icono de la revolución espiritual y de la violencia creadora (Georges Sorel) tal como lo hizo con su libraco (Fox dixit) sobre el Che Guevara? Para todos sería reconfortante esta nueva muestra de su talento.

Mas el hecho, le cuadre o no al Likud local y a sus paladines, es que el terrorismo (sin incluir el terrorismo de Estado yanqui–sionista del que son adherentes) indica, según Baudrillard, un signo de la era transpolítica, el cual paradójicamente, quiere obligar a que las cosas recuperen su sentido, sin hacer otra cosa que acelerar esta sentencia de muerte y de indiferencia (ídem), entendámonos: Muerte al enemigo satanizado, el Islam, e indiferencia hacia la opresión y afán de aniquilamiento de una cultura que es la otredad, el alter, la alteridad respecto al monoteísmo de mercado y la esclavitud secular que despoja al hombre de sus símbolos y de su sentido metafísico.

De esta forma, como todo lo que vale la pena en el mundo, y sólo vale la pena una razón para morir y una razón para vivir, los hechos del 11 de septiembre cargan de significado a una sociedad nihilista y neomaterialista destruyendo las antiguas tablas de valores y proponiendo una transvalorización religiosa de la existencia mediante la decisión y el martirio, principios incuantificables que no pueden ser reducidos a la lógica de la mercancía, por lo que está en curso, ya no es la dialéctica, sino el éxtasis (ídem), semejante a la concepción de Unamuno de: ¡Queremos unción, y no dialéctica!, que es precisamente el valor metafísico del Islam, la redención del horizonte unidimensional de la civilización neomaterialista, que es la muerte del alma y la sujeción del derecho de los pueblos.

Por lo que concierne a los diversos Islam, que no rompen con una doctrina única y su profeta, Mahoma como enviado e intercesor, lo que se explica en enfatizar algunos aspectos comunes de la doctrina como en el chíismo, el símbolo del martirio del yerno del profeta Ali Ben Abu Taleb, del sunnismo como su apego a la Sháira o Ley Coránica e incluso a la mística con sus metáforas eróticas y su transfiguración por la belleza literaria, resulta claro el temor de los gobiernos títeres del área respecto de la cruzada sionista contra el Islam entre quienes resaltan Arabia Saudita (depositaria de los lugares santos del Islam, profanados por los kafir renegados), los Emiratos Arabes Unidos, Jordania y Pakistán.

Una vieja (ramera) con ínfulas de Lolita

Dado que Jean Baudrillard ha dado la puntilla al fundamentalismo occidentafílico y que a nadie persuaden los locutores y expertos al servicio de la americanósfera y del Likud local, sería necesario que el gobierno foxista dependiente de la Kahal, haga una invitación urbi et orbi a Orianna Fallaci, la ya senil periodista mitómana encontrada en los departamentos de Tlatelolco, y que literalmente mordió el polvo en un intento de entrevista al Ayatola Rujola Jomeini con motivo de los derechos de la mujer en el Islam, hecha desde las premisas excluyentes del feminismo–machista imperante.

Para el cual no tiene ninguna significación que sea el hemisferio derecho del cerebro que rija a las mujeres, y que gracias a ello la mujer tienda más a la intuición que al análisis, a la síntesis que a la abstracción, al arte que a la ciencia. No cuenta que el Islam se proponga la liberación femenina desde el ser femenino y no desde su emulación industrial–mecanicista de los derechos del hombre a ser sobreexplotado.

Fallaci ha dicho: Estoy muy enojada. Con una rabia fría, lúcida, racional. Que me ordena responderles (a los autores del ataque del 11 de septiembre y al sentido sacramental de la (Jihad) y, primero que nada, escupirles. Esta ya es una añosa práctica judía y no tiene caso que Fallaci, la vieja ramera con ínfulas de Lolita (Fernando Márquez) gaste inútilmente su saliva como sí lo hace el canciller Castañeda Gutman, y la Kahal mexica.





* Escritor y ensayista político.
 
Pablo : Ya se que mienten . Se que el Coran es agresivo en extremo ; pero la realidad es que el promedio mayoritario de los musulmanes " le da la vuelta " a ese libro , tratando de poder encajar a medias en este mundo de hoy . Hasta tienen su grupo místico , donde la guerra santa se torna en una guerra semejante a la que llevamos los cristianos , y otros grupos religiosos del mundo , entre sus dos naturalezas , física , y espiritual , de la que tanto habló Pablo .

Mil quinientos millones de seres humanos practican el Islam . No creo que occidente quiera eliminar a ese enorme grupo humano .

El peligro de una guerra atómica es grande en estos momentos . Quizas ALGUNOS no entiendan , pero este pueblo norteamericano , tan noble , tan maravilloso , tan compasivo , que siempre ha necesitado que le hagan una historieta bien hecha para permitir a sus políticos , que usen su fuerza ; este pueblo que solo puede ser convencido de usarla , para ayudar a los oprimidos del mundo , pueblo que he visto llorar por las victimas de Kosobo ( por poner un ejemplo ) que odió la guerra de Vietnam con todas sus fuerzas ( lean historia ) , por no comprenderla : Está asustado AHORA , y no comprende a bestias cuyos objetivos de guerra sean justamente los debiles e indefensos y no dudes que el gobernante de la nación tendra que responder a esos miedos .

¿ Sabes que hay ojivas nucleares desaparecidas de la ex unión soviética ?

¿ Quien las tiene ?

Si una de ellas fuera usada sobre territorio de USA , Israel , Inglaterra o sobre cualquier pais de la OTAN : Puedes hacer testamento . Muchos analistas dicen saber que la tiene Bin Laden

Ademas : En la nación americana , jamás se permitirá que asesinen a los musulmanes que entre nosotros viven . Por ello callan y mienten a medias . Hay que calmar los miedos

Ayer oí a un lider " religioso " Pakistaní , que declaró textualmente , que si en esa guerra cae un solo civil afgano, ellos comenzarán a asesinar a norteamericanos en general y aclaró lleno de odio , hombres , mujeres , y niños . Sin embargo el Taliban no solo asesina a civiles afganos sinó que se ensaña especialmente en los niños y mujeres . Todos pueden comprobarlos en los links que coloqué tiempo atrás ( antes de que ocurriera esto ) y que a nadie le interesó . En aquella época buscaba simpatía y oraciones hacia un pueblo martirizado , el pueblo afgano , pero ironicamente , Nadie visitó esas páginas ; en cambio ahora le salen defensores ( a sus torturadores ) aún entre los cristianos , por puro odio y envidia al tio rico ¡ COMO CUIDAN A LOS TERRORISTAS , Y ASESINOS DEL PUEBLO AFGANO !

Tengo que recordar continuamente que los siete mil muertos , hombres mujeres y niños , han sido nuestros y no de los fundamentalistas islámicos .

Se que seguirán habiendo muertos inocentes de ambas partes , mas nada podemos hacer , sinó defendernos . OREMOS porque esto termine pronto , es decir el desmantelamiento O EXTERMINIO DE LOS TERRORISTAS MAS CRUELES DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

Y a los " hermanos " . Pronto se enteraran de como los talibanes asesinará a sus niños ( hace mucho que lo hacen , vayan a Rawa )para culpar a USA y generar mas odio y mas guerra , el mundo musulman es muy ignorante , y por ello lo creerán todo ( Sin dudas habran muertes inocentes en ese país , aunque minorias . Y por favor " hermanos " tengan una pizca de compasión TAMBIEN por los niños cristianos que son las victimas favoritas de estos monstruos , ellos adoran sacrificar a los inocentes ..... justamente . Algunos parecen gastar toda su compasión en los talibanes y Bin Laden .

Paz
 
hhmmss1 : ¿ Le estás haciendo propaganda al sistema que asesino a 100 millones de seres humanos , o son ideas mias ?

Bueno , cien millones y en aumento , aún hay varios paises que siguen asesinando dia tras dia . Quizas ya sean 101 millones ¡ Como los dálmatas !

Que maravilla la bondad cristiana de mis " hermanos " . Me tienen rodeada de tanto amor y de su comprensión y piedad .
¡ Que horror !

Gracias Dios mio porque aprendí de la hipocrecia y el odio que esconde el cristianismo entre los " suyos "
 
Originalmente enviado por hhmmss1:
<STRONG>Periódico unomásuno, suplemento páginauno, México DF 7 10 01.

Relaciones Exteriores y el Likud local
El fundamentalismo occidentafílico
José Luis Ontiveros*
Sometidos al dominio mediático y al de sus corifeos yanquis–sionistas que conforman lo políticamente correcto, las reflexiones del pensador francés Jean Baudrillard expuestas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM resultan sumamente interesantes, ya que rompen con los lugares comunes de la condena acrítica al significado histórico del 11 de septiembre y el derrumbe de los símbolos del imperio de la gangrena, puesto que interpreta esos actos como un síntoma de un rechazo cada vez más violento contra el integrismo de orden mundial y del pensamiento único, es decir, el fundamentalismo occidentafílico.
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Al parecer según este periodista y el francés cuyo pensamiento intenta transmitir, no correspondería una condena irrestricta a la barbarie del 11 de setiembre.
También parecería que el rechazo violento de lo que llama con grandilocuencia "fundamentalismo occidentafílico" es una actitud de gran parte de la humanidad, y no de un sector definido e identificado de fanáticos islámicos.

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De ahí que deba rechazarse la propensión humanitaria–universalista–occidentafílica que es el verdadero fundamentalismo del Gran Hermano al considerar el ataque al centro de la Nueva Jerusalén (Nueva York), con las acostumbradas jeremiadas y satanizaciones automáticas, puesto que hay un contrasentido si tratamos todo esto como algo irracional, con ciertas singularidades en el corazón de lo mundial, ya que si bien no representa para él un valor revolucionario (lo que estaría por verse), hay que considerar como factor imprescindible de análisis el júbilo y la fascinación secreta que provocó en todas partes. El hecho de que todos sin excepción hayamos soñado con esto (ya que) no podemos no soñar con la destrucción de una potencia máxima.
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Aquí echa vuelo a su sobrecargado estilo hasta hacerse difícilmente comprensible. Lo del júbilo que imagina me recuerda a un dicho de mi bisabuela andaluza: "Piensa el ladrón que todos son de su condición". ¡Hable por sí mismo, hombre!

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Este teórico de la posmodernidad de alguna forma ha visto rebasadas sus propias categorías para juzgar el terrorismo que planteaba en su libro Las estrategias fatales de mediados de los 80, cuando afirma en relación con la figura de El rehén, que la violencia es anónima, el terrorismo es anómalo, el aparato totalitario de los media ha demostrado que la violencia tiene un nombre particular, el personaje ya legendario y mítico del militante islámico Osama ben Laden –sobre el que a falta de pruebas contundentes por parte del complejo yanqui–sionista, se ha hecho un ejercicio orwelliano de simulación de indicios–, a lo que se agrega el propósito etnocida del exterminio del Islam como alternativa cultural orgánica y sagrada, lo que se manifiesta en la diabolización hecha por el presidente George W. Bush.
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Más balbuceos... ¿y qué cabía esperar de un "teórico de la modernidad" que por añadidura "ha visto rebasadas sus propias categorías"? (en otras palabras, parece que le erró como a las peras).

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La posmodernidad se está resolviendo en lo que ésta tiene de capacidad de ruptura respecto a los paradigmas modernos y racionalistas, a la demolición del trono sacrílego de la diosa democracia y del mercado, confluyendo con un movimiento de resistencia que tuvo en los movimientos nacionales de Europa su expresión singularizada –antes de la mitad del siglo XX–, y que en los albores del milenio se manifiesta en el rechazo del Islam al dominio de los antivalores relativistas de la Ilustración y de Iluminismo, fundamentos del pensamiento único y de su hermano gemelo la policía del pensamiento, ambos sustentos del fundamentalismo occidentafílico.
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Claro, si el Islam es amplísimo y tolerante. Y la postmodernidad tiene en sí misma el poder de su propia resolución. Sorprende que se gaste papel y tinta para escribir tamañas sandeces.

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Cabe señalar la grave crisis por la que atraviesa la primera enmienda de la Constitución yanqui, principio mismo de su sentido de la libertad individualista y autojustificación de poder combinar sus matanzas continuas y su depredación con la buena conciencia, mediante el valor abstracto de la libertad, al punto que el 11 de septiembre podría ser la fecha de una revisión y final desplome de su edificación teórica sobre las libertades del ciudadano y su falsa y enunciada igualdad.
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No, por mucho que lo desee el franchute y su vocero criollo, eso no va a ocurrir. Me encantó la frase "depredación de la buenaconciencia". ¿Sabrá a qué se refiere?

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Sobre este sesgo importante de la posmodernidad, que al contrario de lo que pretende Habermas no se expresa como una confirmación de los valores del siglo XVIII y de su obsoleta y añeja hegemonía, sino como una disrupción del discurso de la Ilustración y sus totems absolutistas y de su tríada: libertad, igualdad, fraternidad.
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Claro, una tríada absurda y perimida a la que hay que destronar de una buena vez con la ayuda de bin Laden y los talibanes. Pobre hombre, parece que ignora que él no podría sacudirnos con su absurdo discurso en una sociedad islamizada...

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Baudrillard se refiere así a los grandes sistemas terroristas del purulento y moribundo Occidente, matriz del fundamentalismo judeo–cristiano y de la alianza entre los pueblos elegidos por un cocacolero y paranoico Jehová, como lo son Israel y Estados Unidos, se instalan los grandes sistemas de terror, o sea la prevención de la muerte accidental mediante la muerte sistemática y organizada, lo que va de consuno en la lógica de la sociedad aseguradora, en la que todos los riesgos deben estar cubiertos.
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Por supuesto, en semejante diatriba irracional no podía faltar un esclarecido ataque contra el cristianismo... Ya lo estaba extrañando.

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Ello no exorciza la cobardía de la sociedad global y de su criterio histérico de terror–pánico y de sus fáciles anatemas y condenaciones, ya que al final esta sociedad decadente y consumista, laica e idolátrica, atea y mistificadora de héroes de comic (Mircea Eliade), por sí misma, ya no arriesga nada, está perfectamente cubiert(a), está arrebatada a su propio destino. Por ello no escapa a su propio muro del terror, tal como lo expresa William Maher, conductor del programa anglosajón Políticamente incorrecto: Los secuestradores de los aviones–bomba no son cobardes (y sí lo es Estados Unidos al lanzar) misiles contra blancos ubicados a miles de kilómetros de distancia.
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Bla, bla, bla ... Yo no creo que los secuestradores de aviones sean cobardes. Son unos abominables asesinos, nada más.

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De ahí que el Centro de Estudios Evolianos, con sede en Argentina y cuyo responsable es el camarada Marcos Ghío, manifieste en un comunicado que estos atentados han servido además para romper con el mito al carácter invulnerable que presenta la civilización yanqui con su avanzada tecnología, y agrega, que con independencia de la situación dolorosa (señalada) resaltamos el valor heroico de quienes se inmolaron en tales ataques a los principales símbolos de la civilización estadunidense, vanguardia arquetípica de la modernidad.
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Pues que me disculpe el Sr Ghio, camarada del autor de este engendro, pero los que se inmolaron en ese ataque contra otras personas merecen solamente el más profundo desprecio por su maldad más allá de toda imaginación.

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Los paladines de Likud local



Resulta por otra parte significativo que el campeón chichimeca de la cruzada sionista antiislámica, el canciller Jorge Castañeda Gutman, como si fuera miembro honorario de la oculta Kahal o centro del poder sinárquico, haya declarado ante la Cámara de Diputados que el conflicto de Estados Unidos también es nuestro, no se puede mamar y dar de topes, sin embargo, y por mera curiosidad, Castañeda Gutman se la ha pasado en su perseverante existencia de camisa vieja a chaqueta nueva, dando con su agraciada testa simulados topes a la americanósfera, y a la vez, mamando jugosamente de sus ubres, al punto que logró ser el canciller del Likud foxista.

Pero no importa que tales afirmaciones nos pongan en una alta línea de riesgo en cuanto represalias de los enemigos de Estados Unidos y del racismo sionista. El presidente Fox pareciera acatar las obligaciones con un partido que no tiene representación nacional, pero sí inmenso poder, el lobby sionista gringo y el Likud local, al dar como premio por su antidiplomacia a Castañeda Gutman dos nuevas subsecretarías: La de Derechos Humanos y Democracia a la activa agente de la CIA, Marie Claire Acosta, subsidiada en sus empresas misioneras por la Fundación para la Democracia del Departamento de Estado yanqui, y la de Temas Globales a la tránsfuga ex izquierdista e infrarroja como él, Patricia Olamendi, todo ello en detrimento del Ministerio del Interior.

Como prueba de su alistamiento entre las fuerzas especiales yanquis e inglesas que incursionan en Afganistán, yo me pregunto con el mayor decoro diplomático: ¿Por qué no se le entrega una lanchita de Chapultepec para que armado hasta los dientes de ocurrencias sionistas llegue al golfo Pérsico, protegido por un avión yanqui del terrible Escuadrón 201, mismo que se exhibe en el Museo Tecnológico en Jalapa, Veracruz? o mejor ¿Por qué no escribe una biografía apasionada de Osama ben Laden, el nuevo icono de la revolución espiritual y de la violencia creadora (Georges Sorel) tal como lo hizo con su libraco (Fox dixit) sobre el Che Guevara? Para todos sería reconfortante esta nueva muestra de su talento.

Mas el hecho, le cuadre o no al Likud local y a sus paladines, es que el terrorismo (sin incluir el terrorismo de Estado yanqui–sionista del que son adherentes) indica, según Baudrillard, un signo de la era transpolítica, el cual paradójicamente, quiere obligar a que las cosas recuperen su sentido, sin hacer otra cosa que acelerar esta sentencia de muerte y de indiferencia (ídem), entendámonos: Muerte al enemigo satanizado, el Islam, e indiferencia hacia la opresión y afán de aniquilamiento de una cultura que es la otredad, el alter, la alteridad respecto al monoteísmo de mercado y la esclavitud secular que despoja al hombre de sus símbolos y de su sentido metafísico.
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Tal parece que el iluminado pensador francés y su émulo local además de anticristianos son decididos judeófobos. Toda una maravilla...
Es paradójico que se alce en defensa de otra cultura (que no le dejaría decir ni pío) quien no sabe más que hablar mal de la suya propia.


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De esta forma, como todo lo que vale la pena en el mundo, y sólo vale la pena una razón para morir y una razón para vivir, los hechos del 11 de septiembre cargan de significado a una sociedad nihilista y neomaterialista destruyendo las antiguas tablas de valores y proponiendo una transvalorización religiosa de la existencia mediante la decisión y el martirio, principios incuantificables que no pueden ser reducidos a la lógica de la mercancía, por lo que está en curso, ya no es la dialéctica, sino el éxtasis (ídem), semejante a la concepción de Unamuno de: ¡Queremos unción, y no dialéctica!, que es precisamente el valor metafísico del Islam, la redención del horizonte unidimensional de la civilización neomaterialista, que es la muerte del alma y la sujeción del derecho de los pueblos.
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Muy llamativo que pida unción y no dialéctica, cuando lo único que muestra es esta última y del modo más enrevesado posible. Parece que según esta forma de ¿pensar? la redención de Occidente viene del Islam.


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Por lo que concierne a los diversos Islam, que no rompen con una doctrina única y su profeta, Mahoma como enviado e intercesor, lo que se explica en enfatizar algunos aspectos comunes de la doctrina como en el chíismo, el símbolo del martirio del yerno del profeta Ali Ben Abu Taleb, del sunnismo como su apego a la Sháira o Ley Coránica e incluso a la mística con sus metáforas eróticas y su transfiguración por la belleza literaria, resulta claro el temor de los gobiernos títeres del área respecto de la cruzada sionista contra el Islam entre quienes resaltan Arabia Saudita (depositaria de los lugares santos del Islam, profanados por los kafir renegados), los Emiratos Arabes Unidos, Jordania y Pakistán.
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Es decir que todo aquel que no está en la nueva Cruzada, es simplemente "títere"...

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Una vieja (ramera) con ínfulas de Lolita

Dado que Jean Baudrillard ha dado la puntilla al fundamentalismo occidentafílico y que a nadie persuaden los locutores y expertos al servicio de la americanósfera y del Likud local, sería necesario que el gobierno foxista dependiente de la Kahal, haga una invitación urbi et orbi a Orianna Fallaci, la ya senil periodista mitómana encontrada en los departamentos de Tlatelolco, y que literalmente mordió el polvo en un intento de entrevista al Ayatola Rujola Jomeini con motivo de los derechos de la mujer en el Islam, hecha desde las premisas excluyentes del feminismo–machista imperante.
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Este individuo se debería limpiar la boca antes de nombrar a Oriana Fallaci. Aunque obviamente no comparto su ateísmo, yo recuerdo muy bien las notas que leía de chico, cuando esta valerosa mujer escribía desde los lugares más remotos y los frentes de batalla. Equivocada o no, Fallaci tiene una autoridad moral a la cual dudo que se aproximen siquiera los Sres. Ontiveros y Baudrillard, quienes lejos de refutarla se limitan a proferir improperios.


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Para el cual no tiene ninguna significación que sea el hemisferio derecho del cerebro que rija a las mujeres, y que gracias a ello la mujer tienda más a la intuición que al análisis, a la síntesis que a la abstracción, al arte que a la ciencia. No cuenta que el Islam se proponga la liberación femenina desde el ser femenino y no desde su emulación industrial–mecanicista de los derechos del hombre a ser sobreexplotado.
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Yo creía que era en serio, pero con la afirmación de que el Islam se propone la liberación femenina (desde CUALQUIER punto de vista) me he dado cuenta que todo era una broma. Y al decir que el hemisferio derecho "rije" a las mujeres, como si en ellas el izquierdo no existiera, muestran que a los autores les fallan ambos hemisferios.

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Fallaci ha dicho: Estoy muy enojada. Con una rabia fría, lúcida, racional. Que me ordena responderles (a los autores del ataque del 11 de septiembre y al sentido sacramental de la (Jihad) y, primero que nada, escupirles. Esta ya es una añosa práctica judía y no tiene caso que Fallaci, la vieja ramera con ínfulas de Lolita (Fernando Márquez) gaste inútilmente su saliva como sí lo hace el canciller Castañeda Gutman, y la Kahal mexica.
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Por supuesto, estos iluminados se arrogan el derecho de determinar cómo han de sentir y pensar los demás....

¡Qué sarta de disparates, insultos gratuitos e incoherencias!

Jetonius




* Escritor y ensayista político.[/QB][/QUOTE]
 
Apoyo totalmente el excelente y esclarecedor comentario del hermano Jetonius al articulo presentado por Hmmss1.

En Cristo
Rogelio
 
Jetonius : Saludos .

Lo triste , y desde mi punto de vista , es que existan personas que se " indigesten " leyendo esa basura . No hay lado derecho ni izquierdo que soporte esa " intoxicación "

Es evidente que los camaradas ( supongo que de Stalin y Mao ) corran a ayudar a cualquier terrorista , con tal que ese ataque sea en contra de aquellos que pusieron en evidencia el fracaso de los modelos económicos del sistema que ellos vendían como paradisíacos .
 
Sin Marcha Atrás

Ayer mientras la mayor parte del planeta veía la televisión apareció de improviso la cadena de televisión por satélite de Qatar Al-Jazira, con una entrevista al homicida Bin Laden. Dejando de lado el asunto ético y la evidente complicidad de la cadena televisiva con el terrorista saudí, al haber difundido las amenazas del Islam precisamente después de haber comenzado el ataque contra Afganistán, es importante poner atención en las afirmaciones del saudí.


Osama B.L., afirmó:
"Estados Unidos nunca más estará seguro".

Comento:
Indudablemente el homicida saudí intenta atemorizar al pueblo norteamericano e intranquilizar a su gobierno. Esto es de la mayor gravedad, no porque logre atemorizar a muchos, sino porque obliga ante todo el mundo y principalmente ante su pueblo, al gobierno estadounidense a cumplir cueste lo que cueste lo que han afirmado desde el principio, es decir, que no descansarán hasta que este hombre y los que le dan cobijo sean neutralizados. Es así que cualquiera que haya pensado que esta extraña guerra es una “réplica simple y normal”, diseñada solamente para calmar el orgullo estadounidense, ya puede ir cambiando de opinión y entienda mejor las palabras de Bush en cuanto a que esta guerra será larga y complicada.


La terrible expectativa de ésta declaración mundial de Bin Laden, en complicidad con los árabes de Katar, es que los entendidos en el terrorismo islámico saben y no dudan que aunque eliminen al saudí y los pervertidos talibanes, se levantarán muchos imitadores que real y verdaderamente se sienten interpretados por estos personajes, porque han visto hecho realidad y se han gozado en un sueño largamente acariciado por todo el islamismo sin excepción, es decir, golpear fuerte y en el corazón del mundo occidental. Y consideran que es un gran éxito para ellos haber mostrando así la evidencia de la vulnerabilidad y fragilidad del “demonio de occidente”. Terrible asunto, porque la última vez que una cultura no occidental trató de imponer sus términos a occidente fue quemada viva y así este mundo, en base a la amenaza del total exterminio, logró una “calma mundana relativa” durante algo más de cincuenta años.

Las cosas no han mejorado desde que el fuego se dejó caer sobre Japón, muy por el contrario han empeorado dramáticamente, porque la amenaza actual se encuentra dispersa por el mundo entero y cuenta con la complicidad de muchos gobiernos, incluso de los que se dicen islamitas “moderados” y que hipócritamente se mostraron horrorizados con los atentados del 11 de septiembre. Gobiernos que si se les pide la opinión, evidentemente no estarán de acuerdo en que se extermine una por una a las naciones que son bien conocidas como incubadoras de homicidas religiosos, estrenados desde la mas tierna infancia en el odio y la religiosidad pervertida.


La guerra podría ser muy larga y es posible que nunca acabe realmente, sino que escale hasta niveles jamás vistos por la raza humana. Su verdadera extensión y profundidad dependen fuertemente de que tan dispuesto esté el poder occidental a hacer entender al pervertido mundo islámico que si ellos son incapaces de exterminar la basura de sus patios traseros, será occidente el que tenga que hacer el trabajo sucio, evidentemente quedándoles claro a estos “moderados” que toleran el crimen de inocentes, que la labor se realizará aun si es necesario exterminarlos a ellos y a sus clérigos de la faz de la tierra, es decir, que reciban un gran escarmiento al estilo del que fue conocido por la cultura nipona. De caso contrario pareciera necesario que la humanidad toda se prepare para una larga guerra y la segura derrota de occidente, porque con pinzas y sin estar dispuestos a utilizar el poder que dispone occidente y que le ha permitido hasta ahora algo de la “paz y tranquilidad mundana”, será imposible que gane esta guerra, de manera que occidente pueda continuar con su desesperada e incrédula carrera.


¡El Señor cuide a los suyos de la maldad del mundo!


En Cristo
Rogelio
 
Error.

Donde dice:

“...naciones que son bien conocidas como incubadoras de homicidas religiosos, estrenados desde la mas tierna infancia en el odio y la religiosidad pervertida.”


Debe decir:

“...naciones que son bien conocidas como incubadoras de homicidas religiosos, ENTRENADOS desde la mas tierna infancia en el odio y la religiosidad pervertida.”


En Cristo
Rogelio
 
PREGUNTAS:


¿Por qué aún no he podido escuchar a ningún lider religioso del mundo islámico decir que lo que pasó el 11 de setiembre es maldad, es pecado, y los que los terroristas que causaron la tragedia no irán al paraíso sino al infierno?

Todo lo que he escuchado es "Condenamos los ataques", pero eso es todo.

¿Por qué aún no hemos escuchado a ningún clérigo del mundo islámico llamar a los que llevaron a cabo los atentados con el nombre de "terroristas"?

Quizá el inefable Aldebarán puede contestar esto.


Pablo