¿Orar con los salmos imprecatorios?

22 Febrero 2006
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Hay tres salmos, los llamados imprecatorios(58,83 y 109) que fueron suprimidos por decisión personal de Pablo VI de la liturgia de las horas debido a que se manifiesta en ellos un espiritu de odio que chocan con la sensibilidad del cristiano y con la perspectiva que nos ofrece el sermón del monte.
Sin embargo, quizás sería hora de revisar esta decisión, tomada en consideración a las reacciones que pudieran producirse en fieles poco formados y al posible escándalo de los pequeños.
Hay un elemento importante en esos salmos que no ha quedado anulado en el Nuevo testamento: la pasiòn de Dios por la justicia y su indignación ante la injusticia. Dios no es imparcial ni con la acusa del pobre ni con el mal. Nuestro mundo de hoy tiene el peligro de olvidar que la maldad existe en nuestra sociedad y que ofende profundamente al corazón de Dios. Algunos han pintado un Dios abuelete que en el fondo no se toma en serio el pecado de los hombres. Considera que todos los hombres son pecadores, pero decide perdonarles a todos, y hacer tabla rasa entre víctimas y verdugos. Este Dios abuelete invita a pasar al cielo a todos por igual, porque no le importa mucho cual haya sido su conducta: total, todos son pecadores.
Estos salmos no son una reliquia de una etapa ya superada. Siguen teniendo su puesto también hoy en nuestra vida espiritual. Seguimos necesitándolos. Nos aseguran que el pecado no es una acción trivial sin consecuencias. La verdad bíblica solo resplandece cuando leemos los textos desde el contexto global de toda la Escritura. Fuera de este contexto global los textos por separado no gozan de la inerrancia bíblica. Habrá que equilibrar las afirmaciones de Pablo de que la salvación viene sólo por la fe sin obras, con la afirmación del evangelio de que la salvación solamente viene de la caridad(tuve hambre y me disteis de comer, .......) y de la afirmación de Santiago que la fe sin obras está muerta. Del mismo modo, habrá que matizar y perfeccionar las imprecaciones con las palabras del sermón del monte, pero nuestra exégesis del sermón del monte no puede tampoco ignorar las imprecaciones, so peligro de darnos una visión angelista del perdón que no tenga en cuenta la realidad precaria del corazón sangrante de las víctimas.