Opinión de Sor Irma
Señores de la revista ECR
Después de leer algunas revistas ECR. Esta vez la Nº 178 he decidido enviarles esta carta que cuestiona algunas ideas repetidas inclusive en sermones o conversaciones de herma nos evangélicos.
¿Ustedes creen que Dios es tan mezquino para enojarse o para castigar por ver a miles y millones de criaturas rezar u orar a su Madre María o a los santos?
María es Madre de Cristo, Hijo de Dios; los santos como ejemplos de vida espiritual, hi cieron actos laudables que agradaron a Dios. Dios se gloría en su obra y su obra es Ma ría, son los santos, somos todos los hombres católicos, evangélicos, hinduistas etc.
Cuando ustedes están lejos de su mamá y encuentran una foto de ella, ¿no es cierto que la miran con cariño incluso le dan un beso a la foto? Cuando hablan bien de ella, ¿no se sienten halagados, orgullosos? Y al contrario, si delante de ustedes alguien rompe la foto o la pisa o la tira, ¿no entrarían en cólera o se enfadarían? Esto último hacen muchos de los que no son católicos, hacen ustedes con las imágenes de María y de los santos.
Los católicos cuando nos acercamos a una imagen de María o de algún Santo no es para adorarlos (sabemos que es de yeso y de madera) simplemente es como la fotografía de ma má o de papá, nos recuerda y nos lleva a pensar en la bondad, en la ternura de la madre de Dios y como Madre del creador puede conseguir todo lo que le pide a su Hijo o todo lo que conviene; para nosotros los católicos es entonces una intercesora allá en el cielo.
Por otro lado, refiriéndome a los que fueron sacerdotes y están ahora como pastores de esa iglesia evangélica. ¿Acaso hay necesidad de dejar de ser sacerdote o religioso(a) para encontrar la salvación? Yo soy religiosa franciscana, no lucho contra nadie ni menospre cio a nadie por su credo o secta a la que pertenecen, a todos los respeto; no necesito pa sarme a otra religión o secta para ser verdadera hija de Dios y hermana de Jesucristo; para encontrar la salvación; para estar en paz con Dios y para ser feliz. Creo que los que han tenido una fe muy frágil, una formación cristiana poco profunda, los que no están se guros de lo que optaron etc., son los que cambian de religión. Todos los que están seguros y plenamente felices que la religión que optaron es la verdadera, ellos se salvarán.
Así como Pablo, a quien admiro, un día le dijo al Señor, ¿qué quieres que haga?... y como Pedro, Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo... tomé la decisión de ser religiosa, de consagrar mi vida sólo para Él; hasta hoy trabajo con niños, jóvenes dando a conocer a Cristo, soy feliz y por nada me cambiaría de religión, mi fe es madura, mi amor por Cristo es grande y con la gracia de Dios pienso seguir ayudando a quienes Dios me pone en el camino.
Cordialmente,
Sor Irma Ávila C.
Respuesta:
Muy distinguida Sor Irma:
Quiero agradecerle su sinceridad y la sencillez con la que expone con toda firmeza sus con vicciones religiosas, y sobre todo, por tomar - según sus propias palabras- la decisión de consagrar su vida sólo para Él.
Deseo antes de nada aclararle que el fin de nuestra revista no tiene como objetivo hacer que la gente cambie de religión, ni mucho menos tratar de menospreciar la fe religiosa de nadie, aunque no esté de acuerdo, esa fe religiosa, con la Palabra de Dios.
Usted nos pregunta: "¿Creen que Dios es tan mezquino para enojarse o para castigar por ver a miles y millones de criaturas rezar u orar a su Madre María o los santos?".
Dios es "el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo; el que habita en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu" (Isaías 57:15). Lejos de nosotros pensar algo del Señor que no haya sido revelado por Él.
Porque por muy buenos que nos parezcan nuestros pensamientos y los caminos que seguimos, nos podemos encontrar con la Palabra de Dios que nos advierte: "Mis pensamientos no son vuestros pen samientos, ni vuestros caminos mis caminos" (Isaías 55:8). Por tanto es un riesgo mezquino pretender que Dios haga suyos nuestros propios pensamientos religiosos, los cuales Él mis mo, una y mil veces, ha condenado con Su Palabra. En nuestro interior siempre encontra mos una actitud de rebelión y obstinación en contra de esa Palabra. Pero el Señor por boca del profeta Samuel nos advierte como al rey Saul: "¿Se complace Yavé tanto en los holo caustos y víctimas (o rezos y penitencias), como en que se obedezca a las Palabras de Ya vé?" (1 Samuel 15:22). Si tú desechas la Palabra del Señor, Él también te desechará a ti.
En ninguna parte de la Escritura se nos dice que recemos a ninguna criatura, llámese Virgen María o "santo". El Señor Jesús que conocía perfectamente a su Madre, les dice a sus dis cípulos: "Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, y hermana, y madre" (Mateo 12:50). "Mi madre y mis hermanos son los que oyen la Palabra de Dios, y la hacen" (Lucas 8:21). El mismo Jesús no da mayor protagonismo a María que a cualquier otro que hace la voluntad del Padre o que oye la Palabra de Dios, y la hace. ¿No sabía Jesús que era su madre? Sí, pero también nos dice que la carne y la sangre no aprovechan para nada. Y esto es lo que no sabían aquellos que le dicen: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte". Los que oyen la Palabra de Dios, y la hacen, son mi madre y mis hermanos, dice Jesús; porque "las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63).
Si, después de tantos años, seguimos presentando a la Madre del Señor como lo hicieron aquellos contemporáneos de Jesús, entonces no hemos entendido nada de lo que Él nos ha dicho. El Señor es fiel y verdadero, y no quiere que nos engañemos poniendo nuestros pen samientos o sentimientos como guías de nuestra relación con Él. Ya que esta relación tiene que estar fundamentada en la voluntad del Padre y Su Palabra. Por muy afectuosas que nos parezcan nuestras consideraciones sobre la madre del Señor, nunca debemos olvidar que sólo "el Espíritu es el que da vida" (Juan 6:63).
Por lo cual podemos hacer toda una liturgia fundada en nuestro afecto y sentimiento natu ral hacia la Virgen María, pero si no es la Palabra de Dios, la que ilumina nuestro proyec to, estaremos viviendo al margen de la voluntad del Padre de nuestro Señor Jesucristo y de Su Palabra.
Usted se pregunta: "¿Cuándo ustedes están lejos de su mamá y encuentran una foto de ella no es cierto que la miran con cariño incluso le dan un beso a la foto?"
Ahora yo le pregunto, ¿lo que a usted le presenta su iglesia es una foto real y una imagen real de la Virgen María, o sólo es una fantasía de la mente pictórica de algunos hombres? ¿Qué diría usted a alguien que le presentara una foto o pintura de su madre que nada tiene que ver con la figura física de su madre? ¿Besaría usted esa foto? ¿Le tendría algún apre cio, como si representara a su madre?
Dios es sabio, y en ninguna parte de los Evangelios permitió que los hombres trazasen en sus escritos los rasgos físicos, ni de Jesús ni de María. Jesús mismo nos da la razón: la car ne y los lazos de sangre no aprovechan para nada, el Espíritu es el que da vida.
Juan evangelista conocía a la perfección a la Madre del Señor, y en todos sus escritos no dejó ni un solo rasgo de la figura de María. Si era tan importante su imagen, ¿cómo se nos ocultaron todos sus rasgos auténticos en los Evangelios?
El mandato de Dios está vigente en las Escrituras: "Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Yavé habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra y te inclines a ellos y les sirvas" (Deuteronomio 4:15,16).
Por eso en los Evangelios no vemos la descripción de ninguna imagen de Jesús, ni de María ni de ningún otro, "para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura o ima gen de figura alguna". Sin embargo los católicos hemos olvidado por completo esta seve ra advertencia de Dios, y nos hemos corrompido con toda clase de esculturas e imágenes. Sor Irma, ¿piensa usted que Dios no se va a enojar y castigar al ver a miles y millones de criaturas rezar a la imagen de María y de los santos? Sabe cómo llama Dios a tal actitud: ¡Corrupción de vuestras almas!
Todo lo que nosotros podamos pensar sobre la belleza y la ternura de esa imagen de la Vir gen María, y la cercanía de ella con Jesús, no es ninguna excusa para quebrantar el mandato de Dios. "Porque Yavé Dios es fuego consumidor, Dios celoso".
Usted se sigue preguntando: "¿Acaso hay necesidad de dejar de ser sacerdote o religio so(a) para encontrar la salvación?... No necesito pasarme a otra religión o secta para ser verdadera hija de Dios y hermana de Jesucristo; para encontrar la salvación; para estar en paz con Dios y ser feliz".
Yo le haría la pregunta al revés: Si uno ha encontrado la salvación, ¿puede admitir ser sacerdote o enclaustrarse en una vida religiosa?
Cuando uno acepta a Cristo como su único y perfecto Salvador, de inmediato hace suyas las palabras del apóstol Pablo. "Cuantas cosas eran para mí ganancia (el sacerdocio, la teo logía filosófica, el culto a la Virgen y a los santos), las he estimado como pérdida por amor de Cristo... y lo tengo todo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley (por los sacramentos y las propias obras), sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (Filipenses 3:7-9).
La justicia que presenta un sacerdote o una religiosa ante Dios, no es la justicia que es de Dios por la fe, sino su propia justicia que se fundamente en el cumplimiento de sus nor mas.
Ese mismo error lo cometió Pablo durante mucho tiempo, incluso en su celo llegó, confian do en su propia justicia, a perseguir a los auténticos discípulos de Jesús, que sólo confiaban en la justicia que es de Dios por la fe de Cristo.
Cuando Pablo preguntó al Señor, ¿qué quieres que haga?, comprendió que todo su celo reli gioso que alimentaba su propia justicia por la ley, considerándose irreprensible, sólo le me recía el calificativo de pérdida, y lo tenía por basura para ganar a Cristo y hallar en Él la justicia que es por la fe de Cristo.
Pablo no cambió de religión, pasó de las tinieblas religiosas a la Luz, de la muerte a la vida. Ninguna religión salva al hombre, por mucho que uno lo crea. Sólo Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro único y perfecto Salvador. "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). Y tampoco podemos añadir otros nombres, aunque sea el de la Virgen María u otros "santos". La Palabra de Dios nos dice sin ningún género de duda: "En ningún otro hay salvación; no hay otro nombre", sólo JESÚS.
Ni por la religión ni por cambiar de religión uno encuentra la salvación, sino por la fe de Cristo y en Cristo. Tampoco la religión nos hace hijos de Dios, porque sólo aquellos que creen en el único NOMBRE que hay salvación: JESÚS; Dios les da la potestad de ser sus hijos (Juan 1:12), y coherederos con Cristo. Este no es un privilegio de la religión, sino un don de Dios por la fe en Su Hijo. Ningún hombre puede estar en paz con Dios si no ha sido justificado por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1). Pero no olvide que somos justificados gratuitamente, sólo, por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Así Dios es el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesucristo (Romanos 3:24,26).
Según todo esto "para encontrar la salvación", usted lo que necesita, no es cambiar de religión, sino creer en Jesucristo; y aceptar así ser justificada ante Dios por medio de la fe en Él, en quien usted tendrá redención por Su sangre y el perdón de todos sus pecados como don inmenso de las riquezas de la gracia de Dios.
Usted concluye: "Tomé la decisión de ser religiosa, de consagrar mi vida solo para Él".
Pablo antes de encontrarse con el Señor, también había tomado la decisión de ser irrepren sible a su religión como miembro del pueblo de Dios, Israel. Pero esa decisión de su propio celo religioso le llevó a encontrarse con la mayor sorpresa de su vida: tener que reconocer que estaba persiguiendo al mismo Cristo.
Qué lejos estaba su decisión religiosa de la voluntad del mismo Dios, a quien Pablo decía haber consagrado su vida. ¿Cómo puede haber tal desvarío en una persona, como Pablo, tan celosa de la religión de sus padres? Él mismo nos da la respuesta: "Lo hice por ignorancia e incredulidad", y añade: "pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús" (1 Timoteo 1:13,14).
Nuestra religiosidad y nuestro celo religioso no son buenos consejeros para hacernos sabios para la vida con Dios, antes bien, nos pueden llevar a la más absurda ignorancia, como le sucedió a Pablo: perseguía a la secta de los nazarenos, perseguía a Cristo. Y sin embargo, la venida del Mesías de Israel era su gran esperanza. Pero esa esperanza no estaba fundada en la Palabra de Dios, sino en las expectativas de los hombres religiosos. Por eso Pablo reco noce su incredulidad, porque fue un crédulo ante las propuestas religiosas de sus maestros y un incrédulo al plan de salvación que Dios establece en las Escrituras.
Muy estimada Sor Irma: Estas Escrituras son las que le pueden hacer sabia para la salva ción por la fe que es en Cristo Jesús (2 Timoteo 3:15).
Yo mismo, como sacerdote, me encontraba en la misma disposición religiosa que usted, pero la lectura de las Escrituras en busca de Cristo viviente me hizo ver mi ignorancia e incredulidad, en relación al plan de salvación establecido por el Padre en Su Hijo Jesucris to. Él, con la luz de Su Palabra, abrió mis ojos para que viese y reconociese a Cristo como mi único y perfecto Salvador, como el único sacerdote que se ofreció a Si Mismo por mis pecados y como el único Fiador de todas mis deudas ante el Padre. "Por lo cual puede tam bién salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para inter ceder por ellos" (Hebreos 7:25).
Fco. Rodríguez
http://www.epos.nl/ecr/
Señores de la revista ECR
Después de leer algunas revistas ECR. Esta vez la Nº 178 he decidido enviarles esta carta que cuestiona algunas ideas repetidas inclusive en sermones o conversaciones de herma nos evangélicos.
¿Ustedes creen que Dios es tan mezquino para enojarse o para castigar por ver a miles y millones de criaturas rezar u orar a su Madre María o a los santos?
María es Madre de Cristo, Hijo de Dios; los santos como ejemplos de vida espiritual, hi cieron actos laudables que agradaron a Dios. Dios se gloría en su obra y su obra es Ma ría, son los santos, somos todos los hombres católicos, evangélicos, hinduistas etc.
Cuando ustedes están lejos de su mamá y encuentran una foto de ella, ¿no es cierto que la miran con cariño incluso le dan un beso a la foto? Cuando hablan bien de ella, ¿no se sienten halagados, orgullosos? Y al contrario, si delante de ustedes alguien rompe la foto o la pisa o la tira, ¿no entrarían en cólera o se enfadarían? Esto último hacen muchos de los que no son católicos, hacen ustedes con las imágenes de María y de los santos.
Los católicos cuando nos acercamos a una imagen de María o de algún Santo no es para adorarlos (sabemos que es de yeso y de madera) simplemente es como la fotografía de ma má o de papá, nos recuerda y nos lleva a pensar en la bondad, en la ternura de la madre de Dios y como Madre del creador puede conseguir todo lo que le pide a su Hijo o todo lo que conviene; para nosotros los católicos es entonces una intercesora allá en el cielo.
Por otro lado, refiriéndome a los que fueron sacerdotes y están ahora como pastores de esa iglesia evangélica. ¿Acaso hay necesidad de dejar de ser sacerdote o religioso(a) para encontrar la salvación? Yo soy religiosa franciscana, no lucho contra nadie ni menospre cio a nadie por su credo o secta a la que pertenecen, a todos los respeto; no necesito pa sarme a otra religión o secta para ser verdadera hija de Dios y hermana de Jesucristo; para encontrar la salvación; para estar en paz con Dios y para ser feliz. Creo que los que han tenido una fe muy frágil, una formación cristiana poco profunda, los que no están se guros de lo que optaron etc., son los que cambian de religión. Todos los que están seguros y plenamente felices que la religión que optaron es la verdadera, ellos se salvarán.
Así como Pablo, a quien admiro, un día le dijo al Señor, ¿qué quieres que haga?... y como Pedro, Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo... tomé la decisión de ser religiosa, de consagrar mi vida sólo para Él; hasta hoy trabajo con niños, jóvenes dando a conocer a Cristo, soy feliz y por nada me cambiaría de religión, mi fe es madura, mi amor por Cristo es grande y con la gracia de Dios pienso seguir ayudando a quienes Dios me pone en el camino.
Cordialmente,
Sor Irma Ávila C.
Respuesta:
Muy distinguida Sor Irma:
Quiero agradecerle su sinceridad y la sencillez con la que expone con toda firmeza sus con vicciones religiosas, y sobre todo, por tomar - según sus propias palabras- la decisión de consagrar su vida sólo para Él.
Deseo antes de nada aclararle que el fin de nuestra revista no tiene como objetivo hacer que la gente cambie de religión, ni mucho menos tratar de menospreciar la fe religiosa de nadie, aunque no esté de acuerdo, esa fe religiosa, con la Palabra de Dios.
Usted nos pregunta: "¿Creen que Dios es tan mezquino para enojarse o para castigar por ver a miles y millones de criaturas rezar u orar a su Madre María o los santos?".
Dios es "el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo; el que habita en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu" (Isaías 57:15). Lejos de nosotros pensar algo del Señor que no haya sido revelado por Él.
Porque por muy buenos que nos parezcan nuestros pensamientos y los caminos que seguimos, nos podemos encontrar con la Palabra de Dios que nos advierte: "Mis pensamientos no son vuestros pen samientos, ni vuestros caminos mis caminos" (Isaías 55:8). Por tanto es un riesgo mezquino pretender que Dios haga suyos nuestros propios pensamientos religiosos, los cuales Él mis mo, una y mil veces, ha condenado con Su Palabra. En nuestro interior siempre encontra mos una actitud de rebelión y obstinación en contra de esa Palabra. Pero el Señor por boca del profeta Samuel nos advierte como al rey Saul: "¿Se complace Yavé tanto en los holo caustos y víctimas (o rezos y penitencias), como en que se obedezca a las Palabras de Ya vé?" (1 Samuel 15:22). Si tú desechas la Palabra del Señor, Él también te desechará a ti.
En ninguna parte de la Escritura se nos dice que recemos a ninguna criatura, llámese Virgen María o "santo". El Señor Jesús que conocía perfectamente a su Madre, les dice a sus dis cípulos: "Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, y hermana, y madre" (Mateo 12:50). "Mi madre y mis hermanos son los que oyen la Palabra de Dios, y la hacen" (Lucas 8:21). El mismo Jesús no da mayor protagonismo a María que a cualquier otro que hace la voluntad del Padre o que oye la Palabra de Dios, y la hace. ¿No sabía Jesús que era su madre? Sí, pero también nos dice que la carne y la sangre no aprovechan para nada. Y esto es lo que no sabían aquellos que le dicen: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte". Los que oyen la Palabra de Dios, y la hacen, son mi madre y mis hermanos, dice Jesús; porque "las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63).
Si, después de tantos años, seguimos presentando a la Madre del Señor como lo hicieron aquellos contemporáneos de Jesús, entonces no hemos entendido nada de lo que Él nos ha dicho. El Señor es fiel y verdadero, y no quiere que nos engañemos poniendo nuestros pen samientos o sentimientos como guías de nuestra relación con Él. Ya que esta relación tiene que estar fundamentada en la voluntad del Padre y Su Palabra. Por muy afectuosas que nos parezcan nuestras consideraciones sobre la madre del Señor, nunca debemos olvidar que sólo "el Espíritu es el que da vida" (Juan 6:63).
Por lo cual podemos hacer toda una liturgia fundada en nuestro afecto y sentimiento natu ral hacia la Virgen María, pero si no es la Palabra de Dios, la que ilumina nuestro proyec to, estaremos viviendo al margen de la voluntad del Padre de nuestro Señor Jesucristo y de Su Palabra.
Usted se pregunta: "¿Cuándo ustedes están lejos de su mamá y encuentran una foto de ella no es cierto que la miran con cariño incluso le dan un beso a la foto?"
Ahora yo le pregunto, ¿lo que a usted le presenta su iglesia es una foto real y una imagen real de la Virgen María, o sólo es una fantasía de la mente pictórica de algunos hombres? ¿Qué diría usted a alguien que le presentara una foto o pintura de su madre que nada tiene que ver con la figura física de su madre? ¿Besaría usted esa foto? ¿Le tendría algún apre cio, como si representara a su madre?
Dios es sabio, y en ninguna parte de los Evangelios permitió que los hombres trazasen en sus escritos los rasgos físicos, ni de Jesús ni de María. Jesús mismo nos da la razón: la car ne y los lazos de sangre no aprovechan para nada, el Espíritu es el que da vida.
Juan evangelista conocía a la perfección a la Madre del Señor, y en todos sus escritos no dejó ni un solo rasgo de la figura de María. Si era tan importante su imagen, ¿cómo se nos ocultaron todos sus rasgos auténticos en los Evangelios?
El mandato de Dios está vigente en las Escrituras: "Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Yavé habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra y te inclines a ellos y les sirvas" (Deuteronomio 4:15,16).
Por eso en los Evangelios no vemos la descripción de ninguna imagen de Jesús, ni de María ni de ningún otro, "para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura o ima gen de figura alguna". Sin embargo los católicos hemos olvidado por completo esta seve ra advertencia de Dios, y nos hemos corrompido con toda clase de esculturas e imágenes. Sor Irma, ¿piensa usted que Dios no se va a enojar y castigar al ver a miles y millones de criaturas rezar a la imagen de María y de los santos? Sabe cómo llama Dios a tal actitud: ¡Corrupción de vuestras almas!
Todo lo que nosotros podamos pensar sobre la belleza y la ternura de esa imagen de la Vir gen María, y la cercanía de ella con Jesús, no es ninguna excusa para quebrantar el mandato de Dios. "Porque Yavé Dios es fuego consumidor, Dios celoso".
Usted se sigue preguntando: "¿Acaso hay necesidad de dejar de ser sacerdote o religio so(a) para encontrar la salvación?... No necesito pasarme a otra religión o secta para ser verdadera hija de Dios y hermana de Jesucristo; para encontrar la salvación; para estar en paz con Dios y ser feliz".
Yo le haría la pregunta al revés: Si uno ha encontrado la salvación, ¿puede admitir ser sacerdote o enclaustrarse en una vida religiosa?
Cuando uno acepta a Cristo como su único y perfecto Salvador, de inmediato hace suyas las palabras del apóstol Pablo. "Cuantas cosas eran para mí ganancia (el sacerdocio, la teo logía filosófica, el culto a la Virgen y a los santos), las he estimado como pérdida por amor de Cristo... y lo tengo todo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley (por los sacramentos y las propias obras), sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (Filipenses 3:7-9).
La justicia que presenta un sacerdote o una religiosa ante Dios, no es la justicia que es de Dios por la fe, sino su propia justicia que se fundamente en el cumplimiento de sus nor mas.
Ese mismo error lo cometió Pablo durante mucho tiempo, incluso en su celo llegó, confian do en su propia justicia, a perseguir a los auténticos discípulos de Jesús, que sólo confiaban en la justicia que es de Dios por la fe de Cristo.
Cuando Pablo preguntó al Señor, ¿qué quieres que haga?, comprendió que todo su celo reli gioso que alimentaba su propia justicia por la ley, considerándose irreprensible, sólo le me recía el calificativo de pérdida, y lo tenía por basura para ganar a Cristo y hallar en Él la justicia que es por la fe de Cristo.
Pablo no cambió de religión, pasó de las tinieblas religiosas a la Luz, de la muerte a la vida. Ninguna religión salva al hombre, por mucho que uno lo crea. Sólo Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro único y perfecto Salvador. "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). Y tampoco podemos añadir otros nombres, aunque sea el de la Virgen María u otros "santos". La Palabra de Dios nos dice sin ningún género de duda: "En ningún otro hay salvación; no hay otro nombre", sólo JESÚS.
Ni por la religión ni por cambiar de religión uno encuentra la salvación, sino por la fe de Cristo y en Cristo. Tampoco la religión nos hace hijos de Dios, porque sólo aquellos que creen en el único NOMBRE que hay salvación: JESÚS; Dios les da la potestad de ser sus hijos (Juan 1:12), y coherederos con Cristo. Este no es un privilegio de la religión, sino un don de Dios por la fe en Su Hijo. Ningún hombre puede estar en paz con Dios si no ha sido justificado por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1). Pero no olvide que somos justificados gratuitamente, sólo, por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Así Dios es el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesucristo (Romanos 3:24,26).
Según todo esto "para encontrar la salvación", usted lo que necesita, no es cambiar de religión, sino creer en Jesucristo; y aceptar así ser justificada ante Dios por medio de la fe en Él, en quien usted tendrá redención por Su sangre y el perdón de todos sus pecados como don inmenso de las riquezas de la gracia de Dios.
Usted concluye: "Tomé la decisión de ser religiosa, de consagrar mi vida solo para Él".
Pablo antes de encontrarse con el Señor, también había tomado la decisión de ser irrepren sible a su religión como miembro del pueblo de Dios, Israel. Pero esa decisión de su propio celo religioso le llevó a encontrarse con la mayor sorpresa de su vida: tener que reconocer que estaba persiguiendo al mismo Cristo.
Qué lejos estaba su decisión religiosa de la voluntad del mismo Dios, a quien Pablo decía haber consagrado su vida. ¿Cómo puede haber tal desvarío en una persona, como Pablo, tan celosa de la religión de sus padres? Él mismo nos da la respuesta: "Lo hice por ignorancia e incredulidad", y añade: "pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús" (1 Timoteo 1:13,14).
Nuestra religiosidad y nuestro celo religioso no son buenos consejeros para hacernos sabios para la vida con Dios, antes bien, nos pueden llevar a la más absurda ignorancia, como le sucedió a Pablo: perseguía a la secta de los nazarenos, perseguía a Cristo. Y sin embargo, la venida del Mesías de Israel era su gran esperanza. Pero esa esperanza no estaba fundada en la Palabra de Dios, sino en las expectativas de los hombres religiosos. Por eso Pablo reco noce su incredulidad, porque fue un crédulo ante las propuestas religiosas de sus maestros y un incrédulo al plan de salvación que Dios establece en las Escrituras.
Muy estimada Sor Irma: Estas Escrituras son las que le pueden hacer sabia para la salva ción por la fe que es en Cristo Jesús (2 Timoteo 3:15).
Yo mismo, como sacerdote, me encontraba en la misma disposición religiosa que usted, pero la lectura de las Escrituras en busca de Cristo viviente me hizo ver mi ignorancia e incredulidad, en relación al plan de salvación establecido por el Padre en Su Hijo Jesucris to. Él, con la luz de Su Palabra, abrió mis ojos para que viese y reconociese a Cristo como mi único y perfecto Salvador, como el único sacerdote que se ofreció a Si Mismo por mis pecados y como el único Fiador de todas mis deudas ante el Padre. "Por lo cual puede tam bién salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para inter ceder por ellos" (Hebreos 7:25).
Fco. Rodríguez
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