NOS TOCAN LA FLAUTA
Al cabo de los años me estoy dando cuenta que muchos cristianos estamos tan disgustados, por no decir un taco, como lo estaba el hermanito de la parábola del padre amantísimo. En el lenguaje tradicional: Hijo prodigo.
Creo que una de las facetas extraordinarias en el mensaje y estilo de vida de Jesús es el tremendo humanismo que entraña.
Nosotros hemos enfatizado tanto en el aspecto escatológico del ministerio de Jesús que la “kenosis” de Cristo ya no representa ningún problema. Lo tenemos todo claro.¡¡
Nuestra vida –la que vivimos ahora- tenemos que pasarla como podamos porque lo importante es el mas allá. ¿ No nos repiquetea en los oídos.?
Nos hemos transformado en protagonistas del Expediente X cristiano. Estamos tan preocupados con lo que a de venir que nos olvidamos de lo que hay que vivir. Apocalípticos en grado superlativo.
El hermanito de la historia bíblica tenia su razones para estar desconsolado. En su casa siempre habían sido serios, formales, sensatos, juiciosos.
Cuando el hermano pequeño se marchó de casa lo pasó algo mal, pero nunca se le escapó una lagrima. Ahora que ha vuelto, no entiende la música y el jolgorio que se esta armando.
Entiende, a duras penas, lo del anillo, lo del calzado. Pero que se organice una fiesta en su honor. ¡ Lo que faltaba.¡¡ Hasta aquí podríamos llegar.¡¡
¿ Es que no se pueden hacer las cosas decentemente y con orden.?
Tengo que reconocer mi postura muy parecida a la de la historia.
Durante muchos años de cristiano me pareció que el “convertir mi lamento en baile” no era cosa seria.
Que cuando “me tocasen la flauta no bailase”, era por mi espiritualidad.
Que asistir a fiestas, habiendo vino para beber, era mundanalidad.
Que ser alegre, dicharachero, jocoso, gracioso, bromista era por desconocimiento de los mandamientos bíblicos.
El carácter del cristiano, pensaba, se forma básicamente en saber dar una imagen de “seriedad”.
Hoy, gracias a Dios, he aprendido que:
Ser y vivir como cristianos en un mundo secularizado no es sinónimo de tristeza sino de alegría. Y para conseguir esto solo hace falta dar unidad a las diferentes dimensiones de nuestra vida como creyentes, es decir:
q Armonizar nuestra fe de boquilla con la fe vivida.
q Nuestra oración con nuestro compromiso.
q El culto con la vida.
q El amor a Dios con el amor al prójimo.
Al cabo de los años me estoy dando cuenta que muchos cristianos estamos tan disgustados, por no decir un taco, como lo estaba el hermanito de la parábola del padre amantísimo. En el lenguaje tradicional: Hijo prodigo.
Creo que una de las facetas extraordinarias en el mensaje y estilo de vida de Jesús es el tremendo humanismo que entraña.
Nosotros hemos enfatizado tanto en el aspecto escatológico del ministerio de Jesús que la “kenosis” de Cristo ya no representa ningún problema. Lo tenemos todo claro.¡¡
Nuestra vida –la que vivimos ahora- tenemos que pasarla como podamos porque lo importante es el mas allá. ¿ No nos repiquetea en los oídos.?
Nos hemos transformado en protagonistas del Expediente X cristiano. Estamos tan preocupados con lo que a de venir que nos olvidamos de lo que hay que vivir. Apocalípticos en grado superlativo.
El hermanito de la historia bíblica tenia su razones para estar desconsolado. En su casa siempre habían sido serios, formales, sensatos, juiciosos.
Cuando el hermano pequeño se marchó de casa lo pasó algo mal, pero nunca se le escapó una lagrima. Ahora que ha vuelto, no entiende la música y el jolgorio que se esta armando.
Entiende, a duras penas, lo del anillo, lo del calzado. Pero que se organice una fiesta en su honor. ¡ Lo que faltaba.¡¡ Hasta aquí podríamos llegar.¡¡
¿ Es que no se pueden hacer las cosas decentemente y con orden.?
Tengo que reconocer mi postura muy parecida a la de la historia.
Durante muchos años de cristiano me pareció que el “convertir mi lamento en baile” no era cosa seria.
Que cuando “me tocasen la flauta no bailase”, era por mi espiritualidad.
Que asistir a fiestas, habiendo vino para beber, era mundanalidad.
Que ser alegre, dicharachero, jocoso, gracioso, bromista era por desconocimiento de los mandamientos bíblicos.
El carácter del cristiano, pensaba, se forma básicamente en saber dar una imagen de “seriedad”.
Hoy, gracias a Dios, he aprendido que:
Ser y vivir como cristianos en un mundo secularizado no es sinónimo de tristeza sino de alegría. Y para conseguir esto solo hace falta dar unidad a las diferentes dimensiones de nuestra vida como creyentes, es decir:
q Armonizar nuestra fe de boquilla con la fe vivida.
q Nuestra oración con nuestro compromiso.
q El culto con la vida.
q El amor a Dios con el amor al prójimo.