NO VOLVAMOS A PERDER EL TIEMPO IMPONIENDO LEYES ABOLIDAS...
Hay quien se extiende y se extiende pregonando leyes judías caducadas y haciendose conocedor del judaismo como si todo ese sistema de cosas no hubiera sido abolido... Jesucristo despues de abolir muchas leyes del viejo testamento judío les dijo a sus discipulos:
"Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque ésta es la ley y los profetas". (MATEO 7:12).
Esta es la ley y los profetas, entonces ¿para que más leyes abolidas?....
El viejo testamento se puede respetar en cuanto a sus partes historicas y profeticas... pero en cuanto a sus leyes debemos saber que la mayoria de ellas fueron abolidas por Jesucristo. Solo el Evangelio es la ley... y si Dios nos libro de aquella carga que nadie podia soportar ni cumplir... a que volver a ella... Jesucristo, después de abolir la mayoría de las leyes judías, luego mandó a sus discípulos que fueran predicando por todos los pueblos solamente su Evangelio:
"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado". (San Marcos 16,15-16).
Para ser salvos, Jesucristo solamente nos manda creer en su Evangelio. Entonces, ¿para qué volver de nuevo a aquellas cargas tan pesadas que nadie podía soportar? Si los cristianos hubieran sido fieles al Evangelio de Jesucristo y no hubieran puesto de nuevo su confianza en las leyes del viejo testamento judío..., ni hubieran perdido tanto tiempo imponiendo esas leyes a los pueblos, el gran debate cristiano sobre la ley hace tiempo que hubiera ya acabado.
Un cristiano de los primeros siglos muy versado en las leyes de Dios, cansado de tanta fábula judaizante, nos dejó escrito:
Ignacio de Antioquia (siglo I-II): "No os dejéis engañar con doctrinas extrañas ni con esas viejas fábulas que ya no tienen utilidad. Porque si aun ahora vivimos según el judaísmo, confesamos con ello que todavía no hemos recibido la gracia.
Los divinos profetas vivieron según Cristo Jesús, y por eso fueron perseguidos, estando inspirados por su gracia para convencer a los incrédulos de que hay un solo Dios que se manifestó en Jesucristo, su Hijo, que es la Palabra suya proferida en el silencio, y que agradó en todo al que le había enviado.
Ahora bien, los que se habían criado en el antiguo orden de cosas, vinieron a una nueva esperanza, y ya no vivían guardando el sábado, sino el domingo, el día en que amaneció nuestra vida por gracia del Señor y de su muerte. Pero algunos niegan este misterio, por el cual recibimos la fe y soportamos el sufrir, para ser hallados discípulos de Jesucristo, nuestro único maestro. ¿Cómo podríamos nosotros vivir sin él, a quien esperaban como maestro los profetas, siendo ya discípulos suyos en el espíritu? Por esto, por haberlo esperado justamente, cuando vino en realidad los resucitó de entre los muertos...
El que se llama con otro nombre que el de cristiano, no es de Dios. Arrojad, pues, la mala levadura, que se ha hecho ya vieja y agria, y transformaos en la levadura nueva que es Jesucristo. Dejaos salar en él, para que nadie de entre vosotros se corrompa, ya que por vuestro olor seréis reconocidos.
Es absurdo hablar de Jesucristo y vivir judaicamente. No fue el cristianismo el que creyó en el judaísmo, sino el judaísmo en el cristianismo, que ha congregado a toda lengua que cree en Dios..." (Carta a los de Magnesia).
"Amemos también a los profetas, como quiera que también ellos anunciaron el Evangelio y pusieron en Jesús su esperanza y aguardaron su venida. Y por haber creído en Él se salvaron, estando que estaban en la unidad de Jesucristo. Santos, en fin, merecedores de nuestro amor y admiración, como que fueron atestiguados por Jesucristo y contados en el Evangelio de la común esperanza.
Mas si alguno os viniere con interpretaciones sobre judaísmo, no le escuchéis. Porque más vale oír el cristianismo de labios de un hombre con circuncisión que no el judaísmo, de labios de un incircunciso; pero si ni uno ni otro hablaren de Jesucristo, esa gente sólo son para mí estelas funerarias y sepulcros de muertos, sobre los que sólo hay escritos meros nombres de hombres..." (Carta a los de Filadelfia)
Dios había dado su Ley a los patriarcas y luego a Moisés y los profetas..., pero el pueblo judío no había guardado aquella Ley, y los escribas la convirtieron en falsedad (Jeremías 8,8). Y la aumentaron y la aumentaron con otras nuevas leyes de hombres hasta hacer de aquella Ley una carga que nadie podía soportar... Y por esta causa, "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"..., y nos reveló de nuevo la verdadera Ley de Dios, porque la Ley fue dada por Moisés y los profetas, pero la gracia y la verdad vinieron por Cristo Jesús.
Ahora que hemos conocido la gracia, la verdad y la verdadera Ley de Dios, que es el Evangelio de Jesucristo..., es de pena ver que muchos vuelven a las viejas leyes judías que ya no tienen utilidad.
Deberíamos hablar más del Evangelio y procurar cumplir con Él. Los demás rudimentos judaizantes sólo vienen a estorbar nuestro camino hacia la Ley de Jesucristo, que es la misericordia.
Hay quien se extiende y se extiende pregonando leyes judías caducadas y haciendose conocedor del judaismo como si todo ese sistema de cosas no hubiera sido abolido... Jesucristo despues de abolir muchas leyes del viejo testamento judío les dijo a sus discipulos:
"Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque ésta es la ley y los profetas". (MATEO 7:12).
Esta es la ley y los profetas, entonces ¿para que más leyes abolidas?....
El viejo testamento se puede respetar en cuanto a sus partes historicas y profeticas... pero en cuanto a sus leyes debemos saber que la mayoria de ellas fueron abolidas por Jesucristo. Solo el Evangelio es la ley... y si Dios nos libro de aquella carga que nadie podia soportar ni cumplir... a que volver a ella... Jesucristo, después de abolir la mayoría de las leyes judías, luego mandó a sus discípulos que fueran predicando por todos los pueblos solamente su Evangelio:
"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado". (San Marcos 16,15-16).
Para ser salvos, Jesucristo solamente nos manda creer en su Evangelio. Entonces, ¿para qué volver de nuevo a aquellas cargas tan pesadas que nadie podía soportar? Si los cristianos hubieran sido fieles al Evangelio de Jesucristo y no hubieran puesto de nuevo su confianza en las leyes del viejo testamento judío..., ni hubieran perdido tanto tiempo imponiendo esas leyes a los pueblos, el gran debate cristiano sobre la ley hace tiempo que hubiera ya acabado.
Un cristiano de los primeros siglos muy versado en las leyes de Dios, cansado de tanta fábula judaizante, nos dejó escrito:
Ignacio de Antioquia (siglo I-II): "No os dejéis engañar con doctrinas extrañas ni con esas viejas fábulas que ya no tienen utilidad. Porque si aun ahora vivimos según el judaísmo, confesamos con ello que todavía no hemos recibido la gracia.
Los divinos profetas vivieron según Cristo Jesús, y por eso fueron perseguidos, estando inspirados por su gracia para convencer a los incrédulos de que hay un solo Dios que se manifestó en Jesucristo, su Hijo, que es la Palabra suya proferida en el silencio, y que agradó en todo al que le había enviado.
Ahora bien, los que se habían criado en el antiguo orden de cosas, vinieron a una nueva esperanza, y ya no vivían guardando el sábado, sino el domingo, el día en que amaneció nuestra vida por gracia del Señor y de su muerte. Pero algunos niegan este misterio, por el cual recibimos la fe y soportamos el sufrir, para ser hallados discípulos de Jesucristo, nuestro único maestro. ¿Cómo podríamos nosotros vivir sin él, a quien esperaban como maestro los profetas, siendo ya discípulos suyos en el espíritu? Por esto, por haberlo esperado justamente, cuando vino en realidad los resucitó de entre los muertos...
El que se llama con otro nombre que el de cristiano, no es de Dios. Arrojad, pues, la mala levadura, que se ha hecho ya vieja y agria, y transformaos en la levadura nueva que es Jesucristo. Dejaos salar en él, para que nadie de entre vosotros se corrompa, ya que por vuestro olor seréis reconocidos.
Es absurdo hablar de Jesucristo y vivir judaicamente. No fue el cristianismo el que creyó en el judaísmo, sino el judaísmo en el cristianismo, que ha congregado a toda lengua que cree en Dios..." (Carta a los de Magnesia).
"Amemos también a los profetas, como quiera que también ellos anunciaron el Evangelio y pusieron en Jesús su esperanza y aguardaron su venida. Y por haber creído en Él se salvaron, estando que estaban en la unidad de Jesucristo. Santos, en fin, merecedores de nuestro amor y admiración, como que fueron atestiguados por Jesucristo y contados en el Evangelio de la común esperanza.
Mas si alguno os viniere con interpretaciones sobre judaísmo, no le escuchéis. Porque más vale oír el cristianismo de labios de un hombre con circuncisión que no el judaísmo, de labios de un incircunciso; pero si ni uno ni otro hablaren de Jesucristo, esa gente sólo son para mí estelas funerarias y sepulcros de muertos, sobre los que sólo hay escritos meros nombres de hombres..." (Carta a los de Filadelfia)
Dios había dado su Ley a los patriarcas y luego a Moisés y los profetas..., pero el pueblo judío no había guardado aquella Ley, y los escribas la convirtieron en falsedad (Jeremías 8,8). Y la aumentaron y la aumentaron con otras nuevas leyes de hombres hasta hacer de aquella Ley una carga que nadie podía soportar... Y por esta causa, "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"..., y nos reveló de nuevo la verdadera Ley de Dios, porque la Ley fue dada por Moisés y los profetas, pero la gracia y la verdad vinieron por Cristo Jesús.
Ahora que hemos conocido la gracia, la verdad y la verdadera Ley de Dios, que es el Evangelio de Jesucristo..., es de pena ver que muchos vuelven a las viejas leyes judías que ya no tienen utilidad.
Deberíamos hablar más del Evangelio y procurar cumplir con Él. Los demás rudimentos judaizantes sólo vienen a estorbar nuestro camino hacia la Ley de Jesucristo, que es la misericordia.