«Hasta sacrificaron a sus propios
hijos e hijas a los demonios.
Derramaron sangre inocente,
la sangre de sus hijos e hijas.
Al sacrificarlos a los ídolos de Canaán,
contaminaron la tierra con asesinatos.
Se contaminaron a sí mismos
con sus malas acciones,
y su amor a los ídolos
fue adulterio a los ojos del Señor.
Por eso, el enojo del Señor
se encendió contra su pueblo,
y él aborreció a su posesión más preciada.
Los entregó a las naciones paganas
y quedaron bajo el gobierno
de quienes los odiaban.
Sus enemigos los aplastaron
y los sometieron a su cruel poder.»
Salmos 106:37-42 NTV
«La tercera parte
de toda la gente de la tierra murió
a causa de estas tres plagas:
el fuego, el humo y el azufre ardiente
que salían de la boca de los caballos.
El poder de estos caballos
estaba en la boca y en la cola,
pues sus colas tenían cabezas
como de serpiente,
con el poder para herir a la gente.
Sin embargo,
los que no murieron en esas plagas
aun así rehusaron arrepentirse
de sus fechorías y volverse a Dios.
Siguieron rindiendo culto a demonios
y a ídolos hechos de oro,
plata, bronce, piedra y madera,
¡ídolos que no pueden ni ver ni oír ni caminar!
Esa gente no se arrepintió de sus asesinatos
ni de su brujería ni de su inmoralidad sexual
ni de sus robos.»
Apocalipsis 9:18-21 NTV