CAMBIO CLIMÁTICO
¿UNA VERDAD DISTORSIONADA?
Pub. en «Voz Pópuli», 14-XI-2021
Por Alejo Vidal-Quadras
Cambio climático. El incremento térmico sería superior a los dos grados después de haber dilapidado inmensas cantidades de dinero y descuidado los asuntos cruciales para un progreso real
Al Gore alcanzó un gran éxito en el 2006 con la película «Una verdad incómoda», en la que exponía con tintes dramáticos los efectos del calentamiento global sobre los ecosistemas. El film, dirigido por Davis Guggenheim, se basaba en los centenares de conferencias que el ex-vicepresidente de los Estados Unidos había impartido en los años precedentes en numerosas universidades, escuelas de negocios y foros de toda índole, sobre un tema tan llamativo como emocionalmente motivador. Yo asistí a una de estas exposiciones que tuvo lugar en el IESE en Barcelona, y quedé impresionado por las impactantes fotografías, los ilustrativos gráficos y la elocuencia del orador. Aquella liebre que levantó Al Gore hace veinte años, y que le proporcionó una notoriedad y unos millonarios ingresos que le consolaron de su apretado fracaso electoral frente a George W. Bush, no ha dejado de correr desde entonces, y, hoy, ocupa diariamente titulares en los grandes medios con motivo de la COP26 que se celebra en Glasgow.
Esencialmente, el cuadro que dibuja el IPCC de Naciones Unidas en sus sucesivos informes y que es aceptado por la opinión pública y por prácticamente todos los gobiernos del planeta es el siguiente: Debido a la actividad industrial, a la generación de energía con combustibles fósiles, a la ganadería intensiva, al transporte y en general a la actividad humana, se está produciendo un incremento de la concentración de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, que provoca un aumento de la temperatura con consecuencias catastróficas en forma de desertificación , subida del nivel de los océanos, fenómenos meteorológicos extremos y plagas, entre otras desgracias de calibre bíblico. La predicción inherente a este esquema de pensamiento afirma que si no limitamos rápida y significativamente las emisiones de estos gases, el futuro de la Humanidad es sombrío y resulta probable la extinción de nuestra especie. Todo el que no comparta esta visión apocalíptica o muestre escepticismo sobre su alcance, es objeto inmediato de anatema y de crítica feroz, inhibiendo cualquier posibilidad de debate sereno y riguroso sobre un tema envuelto en una gran complejidad.
De entrada, hay que recordar que en los años sesenta y setenta del siglo pasado imperaron similares planteamientos alarmistas y que el profesor de Biología de la universidad de Stanford, Paul Ehrlich, trepó a la fama con su libro «La bomba poblacional», en el que vaticinaba cual Malthus redivivo el fin de la civilización por la polución, el agotamiento de los recursos naturales y el hambre subsiguiente, que acabarían con la presencia del Hombre sobre la tierra. Estas advertencias fueron tomadas muy en serio por los gobernantes de la época, y dieron lugar a políticas atroces de limitación de la natalidad en forma de abortos forzados, y de campañas de esterilización obligatoria en países en vías de desarrollo. Ehrlich, en su fiebre jeremíaca, propuso la interrupción de las ayudas a las naciones pobres para que la falta de alimentos y las enfermedades solucionasen el problema demográfico por la vía expeditiva. Por supuesto, el tiempo le puso en ridículo porque ninguna de sus amenazadoras tesis se vio confirmada por la realidad. Los avances en productividad agrícola y la evolución del crecimiento de la población mundial hicieron que los miles de millones de muertos por inanición que Ehrlich había anunciado para ¡1985! se redujeran a la centésima parte.
Álex Lachhein Official
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