¡Miren! El Señor está a punto de destruir la tierra
y convertirla en una inmensa tierra baldía.
Él devasta la superficie de la tierra
y dispersa a los habitantes.
Sacerdotes y laicos,
sirvientes y amos,
criadas y señoras,
compradores y vendedores,
prestamistas y prestatarios,
banqueros y deudores:
no se perdonará a nadie.
La tierra será totalmente vaciada y saqueada.
¡El Señor ha hablado!
La tierra está de duelo y se seca,
y el suelo se consume y se marchita;
hasta los mejores habitantes de la tierra se consumen.
La tierra sufre por los pecados de sus habitantes,
porque han torcido las instrucciones de Dios,
han violado sus leyes y quebrantado su pacto eterno.
Por lo tanto, una maldición consume la tierra;
sus habitantes tienen que pagar el precio por su pecado.
El fuego los destruye, y solo unos cuantos quedan con vida.
Las vides se marchitan, y no hay vino nuevo;
todos los parranderos suspiran y se lamentan.
Se ha callado el alegre sonido de las panderetas;
ya no se escuchan los felices gritos de celebración
y las melodiosas cuerdas del arpa están silenciosas.
Se han acabado los placeres del vino y del canto;
las bebidas alcohólicas se vuelven amargas en la boca.
La ciudad se retuerce en el caos;
todas las casas están cerradas con llave
para que no entren intrusos.
Se reúnen las turbas en las calles,
clamando por vino;
el gozo se ha convertido en tristeza
y la alegría ha sido expulsada de la tierra.
[...]
La tierra se tambalea como un borracho;
tiembla como una carpa en medio de una tormenta.
Cae para no volver a levantarse,
porque es muy pesada la culpa de su rebelión.
En aquel día, el Señor castigará a los dioses de los cielos
y a los soberbios gobernantes en las naciones de la tierra.
Serán acorralados y echados a la cárcel.
Serán encerrados en prisión y por fin serán castigados.
Entonces, la gloria de la luna menguará,
y el resplandor del sol se desvanecerá,
porque el Señor de los Ejércitos Celestiales
reinará en el monte Sión.
Reinará con gran gloria en Jerusalén,
a los ojos de todos los líderes de su pueblo.
Isaías 24:1-11, 20-23 NTV
Isaías 24:1-23 ¡Miren! El SEÑOR está a punto de destruir la tierra y convertirla en una inmensa tierra baldía. Él devasta la superficie de la tierra y dispersa a los habitantes. Sacerdotes y laicos, sirvientes y amo | Nueva Traducción Viviente (NTV)
¡Miren! El SEÑOR está a punto de destruir la tierra y convertirla en una inmensa tierra baldía. Él devasta la superficie de la tierra y dispersa a los habitantes. Sacerdotes y laicos, sirvientes y amo
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