Unos 600 indígenas de distintas comunidades y religiones participaron hoy con el obispo, Felipe Arizmendi, en una misa para pedir por la paz y la reconciliación después de 30 años de asesinatos y expulsiones en el municipio San Juan Chamula.
El prelado ofició una ceremonia en la comunidad chamula de Yaaltem, ubicada a unos 22 kilómetros al norte de San Cristóbal de las Casas, en la que por primera ocasión después de 30 años logra ingresar a este territorio un obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas.
Sobre todo porque el año pasado las autoridades católicas tradiconalistas rompieron relaciones con la diócesis.
En Yaaltem, comunidad asentada a lo alto de una fría montaña, viven mil 525 indígenas de los cuales 425 son hombres, 700 mujeres y 400 niños quienes se dedican principalmente a labores del campo.
Poco antes del amanecer cientos de hombres, mujeres y niños de distintas comunidades y religiones se concentraron en el templo para escuchar a Arizmendi, quien dijo: “yo no vengo hacer proselitismo a favor de un partido u organización social sino a predicar la palabra de Dios”.
Los indígenas caminaron por agrestes caminos, con el frío de las altas montañas, llevando en sus manos flores de colores e incienso, con los que aromatizaron el ambiente y música tradicional.
En San Juan Chamula las diferencias religiosas en los anteriores 30 años dejaron decenas de muertos, cientos de heridos y unos 35 mil expulsados de sus comunidades de origen por diferencias religiosas.
Por ello, Arizmendi pidió a los indígenas que nunca más vuelvan a expulsar a nadie de sus comunidades, tampoco asesinen, destruyan o quemen su casa sólo por pertenecer a una religión diferente a la suya.
En su opinión, las diferencias de pensamiento o religión deben enriquecer a un pueblo no confrontarlo. Por ello, añadió que su presencia en Yaaltem es por el deseo de contribuir al proceso de pacificación y de reconciliación en la región.
En su momento cada uno de los representantes católicos, evangélicos y penteconteses expresaron sus opiniones y deseos de que a partir de la llegada del obispo se abra un camino de luz que reconcilie a los corazones confrontados o llenos de odio para que puedan vivir en armonía y tranquilidad.
Los indígenas denunciaron que por muchos años han sido perseguidos por los católicos, pero expresaron que con esta ceremonia se busca “multiplicar” la palabra de Dios para que fortalezca su trabajo.
Al respecto Arizmendi reiteró que “no vengo a hacer proselitismo, a favor de una iglesia o en contra de otras, porque el proselitismo divide y enfrenta, yo no vengo a enfrentar ni a dividir, sino a tratar de unir corazones”.
Recordó que en San Juan Chamula, donde caciques tradicionalistas expulsaron a más de 35 mil evangélicos de sus comunidades en la década entre 1970 y 1995, está demostrando el respeto a las diferencias políticas y religiosas, como sucede en esta localidad lejana a la cabecera municipal.
“El ejemplo que estamos viendo es el que deseamos para todo el municipio de San Juan Chamula, y para todo Chiapas: el respeto a la libertad religiosa, el respeto a las diferencias”, concluyó el prelado.