Neófitos al cuidado del rebaño...

vid

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24 Marzo 2005
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Uno de los problemas más serios en algunas congregaciones es que no cuentan con un liderato capacitado para la labor tan seria y delicada como lo es, “la administración de la gracia y sus dones espirituales” al cuerpo de Cristo. Eso, de por sí, genera una gama de problemas, entre ellos, visión distorsionada, celos, contiendas, y desorden.

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Tenemos personas sentados en las bancas de algunas congregaciones, que son más preparados y capacitados espiritualmente, para hacer el trabajo de la iglesia, que aquellos que las dirigen, y los que gozan de la confianza y apoyo de éstos, son “idealmente” personas inexpertas para ocupar los puestos claves dentro de la iglesia, y así ellos, tener un control absoluto en la toma de decisiones y caprichos que se les pueda ofrecer.

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Un neófito, es definido como: “Persona recién incorporada a una colectividad, especialmente, una religión. Del griego, (Neóphytos), compuesta de: neos, (nuevo) y phuo, (producir), denota a un nuevo converso; uno que por su inexperiencia no puede actuar como obispo o supervisor en una iglesia. Ahora bien, un neófito, no sólo lo es por ser recién incorporado, también la inexperiencia de por sí, o sea, la falta de ensayarse o ejercitar los sentidos en la palabra y el entrenamiento del Señor, hace de la persona, un neófito voluntario. (He, 5:12-14) <o:p></o:p>

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De manera que, tenemos dos características básicas para definir a un neófito, es decir, los que no tienen mucho tiempo en el Señor, que obviamente, quedan calificados como tal, y los que, voluntariamente han perpetuado en sí mismos la condición de ignorancia e inexperiencia, dado a su ociosidad y negligencia espiritual. Este último, es peor que el primero, si aquél ejercita sus sentidos en la palabra, y practica el amor, y la justicia de Dios en verdad, y comienza a equiparse espiritualmente.

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Un neófito en la dirección del rebaño, es como un niño al cuidado de un puesto de dulces. Nada conoce de las cosas más elementales del negocio, salvo que los dulces le gustan. Así que, comienza a arreglárselas como mejor puede. Quizás emplea algunos otros niños para que le ayuden a acabar con el negocio. Desgraciadamente, hoy día se observa ese panorama en algunas congregaciones. <o:p></o:p>

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<o:p>Una tercera característica en mi opinión, que puede calificar a una persona como; “inexperta” o incapaz de ejercer un liderato dentro de la iglesia, son aquellos que, aunque tienen, según dicen ellos: “conocimiento bíblico” sin embargo, no cuentan con una razonable madurez espiritual, emocional y psicológica, y en la mayoría de los casos, añadido a una falta de entrenamiento académico. El tal “conocimiento” que dicen tener es, que citan textos bíblicos a tutiplén pero eso, nada tiene que ver con un verdadero entendimiento en las escrituras. Sin embargo, son considerados aptos, por líderes que no usan la sabiduría de la palabra, ni siquiera el sentido común, porque ellos mismos, no cumplen con los requerimientos bíblicos para el liderato, por haberse adelantado al llamado de Dios en sus vidas, si es que Dios les llamó. ¡El llamado es una cosa y la función y su tiempo, es otra!

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El apóstol Pablo, en dos ocasiones, tuvo que escribir a dos grupos, uno gentil y otro judío, referente a la dinámica que los neófitos crean en la iglesia.

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“Yo, hermanos, no pude dirigirme a ustedes como a espirituales sino como a inmaduros, apenas niños en Cristo. Les di leche porque no podían asimilar alimento sólido, ni pueden todavía, pues aún son inmaduros. Mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no serán inmaduros? ¿Acaso no se están comportando según criterios meramente humanos?”(1 Co, 3:1-4 NVI)<o:p></o:p>

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“En realidad, a estas alturas ya debían ser maestros, y sin embargo necesitan que alguien vuelva a enseñarles las verdades más elementales de la palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en lugar de alimento sólido. El que sólo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho. En cambio, el alimento sólido es para los adultos, para los que tienen la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, pues han ejercitado su facultad de percepción espiritual.” (He, 5:12-14 NVI)<o:p></o:p>

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En ambos casos, se trataba de comunidades cristianas ya establecidas, con sus obispos y ancianos, es decir, pastores y diáconos, y sin embargo, seguían en una inmadurez injustificada. Quiere decir que, se proyectaba en ellas, lo que sus los líderes habían enseñado. Puede que alguien diga que, deberíamos ser indulgentes con ellos porque se trataba de los comienzos del evangelio. Sin embargo, para Pablo, eso era algo inaceptable.


El mismo apóstol dice: “Se dice, y es verdad, que si alguna desea ser obispo, a noble función aspira. Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, apto para enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible…” (1 Tim, 3:1-3 NVI)<o:p></o:p>

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La lista de cualidades es mucho más extensa, pero aquí subrayo las que a mi juicio, tienen mucha urgencia, éstas dan justo en la cabeza del clavo. Lo primero que vemos ahí es que, todas esas cosas como otras muchas que aparecen en las escrituras respecto de los “obispos” (pastores), están ligadas al carácter del individuo, es decir, a sus valores espirituales y morales.<o:p></o:p>

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Analice lo siguiente: Si se le diera las riendas de una iglesia a un niño, para que éste la gobierne, ¿Cómo lo hará? ¿Cómo tomará las decisiones fundamentales en la iglesia? ¿Quiénes serían su equipo de trabajo? ¿Cómo juzgará las cosas? ¿Cómo administraría el dinero de la iglesia? ¿Qué cosas enseñaría y qué ejemplo daría? ¡Lo haría justamente como lo haría un neófito! Sin elementos de juicio razonables, sin respeto, ni a la palabra ni al pueblo, a la justicia y la verdad, y sin la capacidad de prever las consecuencias de sus actos. Pero aún más interesante, es ridículo que un neófito dirija y gobierne a personas más capacitadas, de experiencia y conocimiento que el, en la obra del Señor, aunque éstos humildemente se le sometan. Todavía, Pablo va muchísimo más allá, al mencionar dos cosas muy fundamentales a las que casi sin excepción, todo neófito cae: “…no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.” (v.6) <o:p></o:p>

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Esas dos cosas, están ligadas a la capacidad y madurez de carácter del individuo, antes que a sus valores, como las anteriores, o sea, a su falta de experiencia en el Señor, y su falta de preparación. <o:p></o:p>

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¡Es una muy rara excepción, que un neófito al estar a cargo de una congregación no se envanezca! Cuando eso ocurre, la condenación del diablo, no se hace esperar por mucho tiempo más, porque el individuo actúa basado en fantasías personales, con actitudes viciadas.<o:p></o:p>


El envanecimiento es definido como: “La adopción de una postura, soberbia, vanidosa y presuntuosa, convirtiéndole en un engreído.” Esas actitudes, son detonadores de satanás porque la soberbia, la presunción y la vanidad, están ligados a la personalidad satánica. El plan de satanás mediante el envanecimiento, es destruir a potenciales ministros de Dios y de paso, a todos cuantos pueda arrastrar con ellos. <o:p></o:p>

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La otra cosa importante que sin remedio, un neófito sufre después del envanecimiento, es caer en, “la condenación del diablo.” ¿Cuál es la condenación del diablo? Es aquello que trajo sobre Lucifer el juicio de Dios, es decir, su codicia, soberbia y arrogancia, causaron que Dios lo arrojara de su presencia, y con el, los que le siguieron. Siempre arrastran a alguien con ellos. (Is, 14:11-15; Ez, 28:13-18; Ap, 12:9) <o:p></o:p>

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El envanecimiento, da base a la iniquidad para “profanar el santuario” y también, a satanás para traer descrédito a la persona del neófito y a la causa del evangelio. Por eso, también dice la bíblia que: “…es necesario que (el que aspira obispado) tenga buen testimonio de los de afuera.”(v.7) Eso es, de los inconversos, los que de ningún modo lo justificarían. Pero, ¿Qué testimonio puede dar un soberbio, codicioso y presumido? Muchos piensan que, “un buen testimonio” es que todos hablen bien de ti. Pero, eso es falso, un buen testimonio es, que nadie pueda hablar mal de ti, y si alguien lo hace, que sea falso que lo que dijere. Hablar bien lo hace cualquiera que haya recibido un favor de la persona, aunque no le conozca realmente. <o:p></o:p>

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Un buen testimonio es aquel, sustentado por elcarácter de la persona. De Jesús, los religiosos de su tiempo hablaban muy mal, pero sus palabras no tenían mérito alguno, porque el carácter de Jesús los desmentía. Lamentablemente, no todos tienen la capacidad para discernir eso. El hecho de que algunos hablen maravillas de una persona, no significa que la persona tiene “un buen testimonio” o que eso defina el carácter de la persona. Lo más importante es la conducta irreprensible y el carácter íntegro del individuo. No que él diga: “Yo soy íntegro” sino que, sus hechos y sus palabras, en privado y en público, lo demuestren. (Lc, 7:35) <o:p></o:p>

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El envanecimiento lleva al neófito, a golpear y maltratar a los consiervos, a indisponerlos con sus líderes y el resto de la congregación dañando la reputación de los que caen caprichosamente bajo su mirilla.

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El problema con eso es que, si los subalternos del neófito son monigotes de éste, como ocurre en la mayoría de los casos, y si la congregación sirve al hombre, naturalmente; ¿De parte de quien estarán, de la verdad, o del déspota? Así satanás opera a través de los inmaduros que por desgracia llegan a estar al frente de congregaciones. Hacen daño al cuerpo de Cristo, hacen daño a los prospectos cristianos, y sobre todo, hacen daño a los que caen bajo su mirilla. “Si Dios lo llamó…” ¿Fue para eso?

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Los líderes en el equipo de un neófito, sólo pueden serlo: O, envanecidos como él, o ignorantes que no tienen una formación de carácter espiritual porque sirven al hombre y no a Dios. En una ocasión (en este caso, con un tirano) pertenecí al cuerpo de diáconos en esa congregación, y no pudiendo soportar más, en una reunión le dije al tirano: “Hasta hoy seré parte de este cuerpo.” La razón era que no teníamos voz ni voto, teníamos que estar de acuerdo con todo lo que el tirano decía, so pena de humillación. Siempre tenía una razón de porqué las cosas tenían que hacerse como él decía, manipulando a los demás diáconos quienes eran a su vez, neófitos, gente que él podía manipular fácilmente. Y, aunque yo era neófito también, se equivocó conmigo. Yo siempre he amado el evangelio y la iglesia de Cristo, como para consentir y mucha menos, contribuir, a que el evangelio sea manchado y el cuerpo de Cristo sea desbandado. He sufrido muchísimo por eso, hasta hoy, pero tengo la satisfacción de nunca haber sido un mediocre y mucho menos, monigote de un tirano.

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Como usted ha podido notar, es una tragedia cuando un inexperto ocupa una posición de autoridad en la iglesia, particularmente, el pastorado. Es muy triste, porque son los que fácilmente satanás logra envanecer, logrando el tipo de líder que empezó haciendo la obra de Dios, y termina haciendo la obra de satanás, destruyendo reputaciones, obstruyendo la obra del Espíritu Santo en las vidas, siendo tropiezo a los prospectos cristianos, y dando a satanás base, para crear una reputación negativa del evangelio y la iglesia, en la comunidad. A ellos, y a todos los que apoyan a estos, la bíblia dice: “Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuanta.” (He, 4:13 NVI)

Hae poco, en mi comunidad, fuí invitado a ayudar en una iglesia. El pastor es un Neófito, pero parecía dispuesto a aprender. Una vez allí, al cabo de unos mese, le entró celos a él y su esposa, quiene manifestaban ciertas sospechas de mis intenciones. Al darme cuanta de ello, les dije y les reiteré una y otra vez que, no tenían porque preocuparse conmigo. Pero, de nada sirvió. Tuve que salir de allí, y el simple hecho de yo decidir salir de allí, sirvió para que ellos levantaran un torbellino de maledicencias, que, hasta hoy, seis meses después, esta muy vivo entre ellos, al punto que los hermanos han sido advertidos a que no se comuniquen conmigo, so pena de castigo.

Todavía, no me cabe en la cabeza, no puedo entender todo eso, salvo una explicación lógica: Los líderes son neófitos, inseguros, e ignorantes, que no pueden ser mejor de lo que son, aunque no son malas personas... ¿Apoyas tú a algún neófito?
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Re: Neófitos al cuidado del rebaño...

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Re: Neófitos al cuidado del rebaño...

Hola Vid.

Es muy intereante esto que dices, y lamentablemente tambien cierto que algunos neófitos llegan a cargos que no deberían ocupar. Se cumple wn algunos casos la ley de Morphy en la que cada cual tiende a ocupar el puesto que menos puede desempeñar, lo ehe visto en esta guerra espiritul a unos envanecerse y aotros encambio, perosnas sencillas ocupar de pronto un puesto en la batalla levantándose de pronto y siendo instrumentos para la edificación de la iglesia.

"los miembros que parecen mas débiles son los mas necesarios" dice el Señor y es que en el NT no he encontrado la palabra en singular "el pastor" para alguien humano sino solo par Jesucristo y en plural "los" pastores en el sentido humano; cuando un pastor es el que toma todas las decisiones es porque está solo significa que hay mucho sentados y esto no es el modelo de Dios par al iglesia sino que todos pongamos al serivio d enuestro Señor nuestros dones, nuestros ministerios y las operciones.

Muchos pastores deberian menguar para que la obra se levante.

Un saludo
 
Re: Neófitos al cuidado del rebaño...

No solamente, "muchos pastores deberían menguar" como dices. Yo voy mas lejos: Muchos pastores no deben estar en el púlpito, por que no han sido llamados por Dios, y porque viven un vida muy cuestionable delante de Dios y los hombres. Ahí lo dejo, pero esto no es nada oculto, todos lo veomos....

Lo único que tienen estos tirános déspotas para permanecer donde están, es al poder de un concilio, pero más que eso, el respaldo de una congregación, quizás igualmente carnal y desviada...Pero si el pueblo de Dios dejara de enfocarse en los hombres y se enfocrar en Dios, serían muchos, quizás más del 50% de los pastores hoy, tendrían que bajarse del púlpito, arrepemntirse y comenzar de cero otra vez, como un recién convertido...
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