PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS
Semana 2--- Venga Tu reino
Jueves --- Leer con oración: Jn 3:1-6, 14; 19:34; 1 Co 15:45; Mt 6:9-10
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn 5:12)
NACER, CRECER Y MADURAR
Cierto fariseo llamado Nicodemo, un principal entre los judíos, una persona anciana con mucho conocimiento y experiencias de la vida humana, buscó al Señor Jesús de noche (Jn 3:1-2) a fin de obtener mejores enseñanzas. No obstante, Jesús le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3). Aunque fuese maestro en Israel, Nicodemo no podía entender cómo alguien podría “entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer” (v. 4), pues no existe en la cultura humana el concepto de nacer de nuevo.
El Señor explicó a Nicodemo de manera muy fácil que “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (v. 6). Además, el Señor Jesús dijo que sería puesto en el madero a fin de que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (v. 14). En la cruz el Señor vertió sangre y agua (Jn 19:34). La sangre resuelve el problema de los pecados y todas las cosas negativas del hombre, y el agua simboliza la vida de Dios.
El hombre necesita nacer de nuevo para recibir la vida de Dios (cfr. 1 Jn 5:12). La simiente de la vida divina, cuando entra en nosotros, crece lentamente. Un bebé, cuando sale del vientre materno, ya es ciudadano de su país, pero aún no puede ejercer plenamente sus derechos y deberes, pues necesita crecer para alcanzar la madurez. Cuando nacemos de nuevo, Dios nos pone en la iglesia, el lugar donde podemos crecer y madurar, donde está la realidad del reino de los cielos, hasta que llegue su manifestación en la próxima era. ¡Que todos los hijos de Dios puedan crecer, madurar y lleguen a ser vencedores! Entonces, los terceros dos mil años finalizarán y entraremos en la próxima era, la era del reino milenial, y estaremos en la manifestación del reino de los cielos, cuando seremos, de hecho, ciudadanos del reino de los cielos y sacerdotes; seremos un sacerdocio real.
Desde la creación del hombre, podemos decir que hubo tres períodos de dos mil años. En los primeros dos mil años el hombre vivió por la carne, y Dios tuvo que abandonar la raza de Adán. En el segundo período de dos mil años, Dios escogió a Abraham y su descendencia, con la esperanza que el reino de Israel fuese el reino de Dios, donde Su voluntad pudiese ser hecha en la tierra. Sin embargo, el pueblo de Israel vivió por el alma natural y fracasó en ser el reino de Dios en la tierra, no pudiendo ejecutar así la voluntad divina. En los terceros dos mil años, Dios mismo se hizo carne, murió y resucitó a fin de hacerse el Espíritu vivificante (1 Co 15:45) para entrar en el hombre y darle vida. De esta manera, la voluntad de Dios puede ser hecha en la tierra así como es hecha en el cielo en los que creen y son regenerados por medio de la vida divina, así el reino de Dios podrá venir a la tierra.
En Mateo 6:9, antes de hablar sobre orar por la venida del reino, el Señor nos enseñó a orar para santificar el nombre del Padre: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. ¿Cómo podemos santificar Su nombre? Podemos usar muchos medios, pero el camino más sencillo es invocar el nombre del Señor. Esto no es una práctica cualquiera, sino para traer de vuelta el reino (v. 10). Donde hay personas que invocan el nombre del Señor, allí está el reino de Dios. A través del invocar el nombre del Señor y de Su Palabra, nuestra vida ha crecido, y continuará creciendo hasta alcanzar la madurez, para que lleguemos a ser vencedores.
Punto Clave: Solamente los que tienen la vida pueden hacer la voluntad de Dios
Pregunta: Explique Juan 19:34.
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árbore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
Semana 2--- Venga Tu reino
Jueves --- Leer con oración: Jn 3:1-6, 14; 19:34; 1 Co 15:45; Mt 6:9-10
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn 5:12)
NACER, CRECER Y MADURAR
Cierto fariseo llamado Nicodemo, un principal entre los judíos, una persona anciana con mucho conocimiento y experiencias de la vida humana, buscó al Señor Jesús de noche (Jn 3:1-2) a fin de obtener mejores enseñanzas. No obstante, Jesús le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3). Aunque fuese maestro en Israel, Nicodemo no podía entender cómo alguien podría “entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer” (v. 4), pues no existe en la cultura humana el concepto de nacer de nuevo.
El Señor explicó a Nicodemo de manera muy fácil que “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (v. 6). Además, el Señor Jesús dijo que sería puesto en el madero a fin de que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (v. 14). En la cruz el Señor vertió sangre y agua (Jn 19:34). La sangre resuelve el problema de los pecados y todas las cosas negativas del hombre, y el agua simboliza la vida de Dios.
El hombre necesita nacer de nuevo para recibir la vida de Dios (cfr. 1 Jn 5:12). La simiente de la vida divina, cuando entra en nosotros, crece lentamente. Un bebé, cuando sale del vientre materno, ya es ciudadano de su país, pero aún no puede ejercer plenamente sus derechos y deberes, pues necesita crecer para alcanzar la madurez. Cuando nacemos de nuevo, Dios nos pone en la iglesia, el lugar donde podemos crecer y madurar, donde está la realidad del reino de los cielos, hasta que llegue su manifestación en la próxima era. ¡Que todos los hijos de Dios puedan crecer, madurar y lleguen a ser vencedores! Entonces, los terceros dos mil años finalizarán y entraremos en la próxima era, la era del reino milenial, y estaremos en la manifestación del reino de los cielos, cuando seremos, de hecho, ciudadanos del reino de los cielos y sacerdotes; seremos un sacerdocio real.
Desde la creación del hombre, podemos decir que hubo tres períodos de dos mil años. En los primeros dos mil años el hombre vivió por la carne, y Dios tuvo que abandonar la raza de Adán. En el segundo período de dos mil años, Dios escogió a Abraham y su descendencia, con la esperanza que el reino de Israel fuese el reino de Dios, donde Su voluntad pudiese ser hecha en la tierra. Sin embargo, el pueblo de Israel vivió por el alma natural y fracasó en ser el reino de Dios en la tierra, no pudiendo ejecutar así la voluntad divina. En los terceros dos mil años, Dios mismo se hizo carne, murió y resucitó a fin de hacerse el Espíritu vivificante (1 Co 15:45) para entrar en el hombre y darle vida. De esta manera, la voluntad de Dios puede ser hecha en la tierra así como es hecha en el cielo en los que creen y son regenerados por medio de la vida divina, así el reino de Dios podrá venir a la tierra.
En Mateo 6:9, antes de hablar sobre orar por la venida del reino, el Señor nos enseñó a orar para santificar el nombre del Padre: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. ¿Cómo podemos santificar Su nombre? Podemos usar muchos medios, pero el camino más sencillo es invocar el nombre del Señor. Esto no es una práctica cualquiera, sino para traer de vuelta el reino (v. 10). Donde hay personas que invocan el nombre del Señor, allí está el reino de Dios. A través del invocar el nombre del Señor y de Su Palabra, nuestra vida ha crecido, y continuará creciendo hasta alcanzar la madurez, para que lleguemos a ser vencedores.
Punto Clave: Solamente los que tienen la vida pueden hacer la voluntad de Dios
Pregunta: Explique Juan 19:34.
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árbore da Vida”
¡Jesús es el Señor!