Mis dudas:
Estoy confuso. Dudo de si mi mente me está jugando una mala pasada. Yo también dudo, el que más. Intuyo también que mi camino no es el único camino. Pero sé positivamente que fue el que Jesús vino a enseñarnos. Ese camino ha quedado en algo que tanto nos gusta últimamente, algo “Light”. Algo demasiado difícil para el hombre normal, para el hombre corriente, para el hombre de la calle. Por eso, la Iglesia Católica actual aboga por un dejarse llevar, por aspirar a ello, por tener fe, por orar y pedir. Por mantenernos confiados hacia una salvación que no veo segura para nadie. Han desvirtuado el mensaje de Jesús el Cristo. El de coger la Cruz y seguirle. El de dejarlo todo. El de negarse a sí mismo. Y se utilizan subterfugios y medias verdades.
Y por otro lado lo comprendo. ¿A quién se le puede decir lo que realmente quiere de nosotros Cristo? ¿Quién puede soportar una Cruz como esa? No la cruz de cada día que enuncia la Iglesia, refiriéndose al dolor común, a la enfermedad corriente, al trabajo cotidiano en el mundo, a las ofensas de los otros, no. La Cruz de la aniquilación interior, de la muerte de la personalidad, de la espera confiada de María, de la llegada del Espíritu Santo, de la muerte del viejo Adán, de la venganza definitiva de Abel sobre el asesino Caín. De la espada en el Alma. De la lucha contra Satanás.
No, nadie puede, ni yo mismo puedo. Si a mí me hubieran dicho todo lo que tendría que padecer gracias a ese remedio fabuloso de la Cruz, ¿Hubiera aceptado de buena gana? No, seguro que no. Sólo se puede hacer sin tener un conocimiento ni siquiera aproximado de lo que esto representa.
Por eso dudo, dudo de todo. Dudo de que tal vez la Iglesia obre acertadamente sin ponernos esa carga directamente en nuestros hombros. A veces pienso que debe ser así, porque ¿Quién podría soportarlo? Y lo que es peor, ¿lo creeríamos? ¿O los tomaríamos directamente por locos y nos buscaríamos otra iglesia que concordara más con una imagen de Jesús apacible y bonachona? Un Jesús creado por nosotros mismos que cubriera nuestras necesidades de ahora.
No, no somos valientes, yo tampoco. “el espíritu está presto, pero la carne es débil”. Ya lo dijo Jesús a lo cual yo tengo que reconocerle su sabiduría.
De todas formas no dejo de contestarme todos los días a estas complicadas preguntas: Tal vez por la inercia de una sociedad, de una religión y de una tradición que ya no sabe el mensaje de Jesús. Tal vez por no enfrentarse a todos los católicos engañados en las que un cambio de criterio tan radical sería mal interpretado y habría un cisma dentro de la propia Iglesia. Tal vez porque es mejor dejar a la gente engañada para que siga participando de sus instituciones, que decirles la verdad y que se vallan y busquen otra religión que les cubra esa “necesidad”. Tal vez porque lo importante no es la conversión, sino la pertenencia o la asistencia a unos templos y a unos ritos determinados. Tal vez porque lo que realmente es importante es esa asistencia en la que, por otros medios, los auténticos, Dios mismo actúa en su pueblo perdido.
[]Cedesin>
Estoy confuso. Dudo de si mi mente me está jugando una mala pasada. Yo también dudo, el que más. Intuyo también que mi camino no es el único camino. Pero sé positivamente que fue el que Jesús vino a enseñarnos. Ese camino ha quedado en algo que tanto nos gusta últimamente, algo “Light”. Algo demasiado difícil para el hombre normal, para el hombre corriente, para el hombre de la calle. Por eso, la Iglesia Católica actual aboga por un dejarse llevar, por aspirar a ello, por tener fe, por orar y pedir. Por mantenernos confiados hacia una salvación que no veo segura para nadie. Han desvirtuado el mensaje de Jesús el Cristo. El de coger la Cruz y seguirle. El de dejarlo todo. El de negarse a sí mismo. Y se utilizan subterfugios y medias verdades.
Y por otro lado lo comprendo. ¿A quién se le puede decir lo que realmente quiere de nosotros Cristo? ¿Quién puede soportar una Cruz como esa? No la cruz de cada día que enuncia la Iglesia, refiriéndose al dolor común, a la enfermedad corriente, al trabajo cotidiano en el mundo, a las ofensas de los otros, no. La Cruz de la aniquilación interior, de la muerte de la personalidad, de la espera confiada de María, de la llegada del Espíritu Santo, de la muerte del viejo Adán, de la venganza definitiva de Abel sobre el asesino Caín. De la espada en el Alma. De la lucha contra Satanás.
No, nadie puede, ni yo mismo puedo. Si a mí me hubieran dicho todo lo que tendría que padecer gracias a ese remedio fabuloso de la Cruz, ¿Hubiera aceptado de buena gana? No, seguro que no. Sólo se puede hacer sin tener un conocimiento ni siquiera aproximado de lo que esto representa.
Por eso dudo, dudo de todo. Dudo de que tal vez la Iglesia obre acertadamente sin ponernos esa carga directamente en nuestros hombros. A veces pienso que debe ser así, porque ¿Quién podría soportarlo? Y lo que es peor, ¿lo creeríamos? ¿O los tomaríamos directamente por locos y nos buscaríamos otra iglesia que concordara más con una imagen de Jesús apacible y bonachona? Un Jesús creado por nosotros mismos que cubriera nuestras necesidades de ahora.
No, no somos valientes, yo tampoco. “el espíritu está presto, pero la carne es débil”. Ya lo dijo Jesús a lo cual yo tengo que reconocerle su sabiduría.
De todas formas no dejo de contestarme todos los días a estas complicadas preguntas: Tal vez por la inercia de una sociedad, de una religión y de una tradición que ya no sabe el mensaje de Jesús. Tal vez por no enfrentarse a todos los católicos engañados en las que un cambio de criterio tan radical sería mal interpretado y habría un cisma dentro de la propia Iglesia. Tal vez porque es mejor dejar a la gente engañada para que siga participando de sus instituciones, que decirles la verdad y que se vallan y busquen otra religión que les cubra esa “necesidad”. Tal vez porque lo importante no es la conversión, sino la pertenencia o la asistencia a unos templos y a unos ritos determinados. Tal vez porque lo que realmente es importante es esa asistencia en la que, por otros medios, los auténticos, Dios mismo actúa en su pueblo perdido.
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