Nuestro amado Señor y Salvador enseñó el capitalismo mediante la parabola de los talentos.
Sin embargo, siendo
rico se hizo pobre para que en nuestra debilidad fuésemos enriquecidos por su Espiritu.
"Todo esto te daré si postrado me adorares"
Le dijo el diablo al Señor.
Su propósito es sembrar la gloria de este mundo en el corazón del creyente.
En esa trampa cayó el rey Nabucodonosor, leemos:
Dn 4:30: "habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?"
Lo pusieron a comer yerba como una bestia del campo hasta que reconociera que Cristo tiene el dominio en el reino de los hombres.
Abraham fue un hombre muy rico pero no se enalteció como Nabucodonosor.
¿Para qué quiere el que recibe una ayuda que uno lo mire a los ojos?
¿Para que recuerde que fue la criatura y no Cristo, el Creador, quien le dio la ayuda?
El ejemplo de Nabucodonosor y la enseñanza de Cristo es suficiente.
Las inescrutables riquezas de Cristo resplandecen con gloria eterna, muy por encima, es decir, no hay comparación con la efímera vanagloria de este mundo que el argentino Bergoglio jamás pudo discernir.
Para este miserable mortal la Cruz fue un fracaso para Jesús.
No dudamos que cuando usted abandone el cuerpo, se reunirá con el para siempre.
No corra ese riesgo innecesario, venga al Cristo de las Escrituras para que sea salvo, usted, su esposa y sus hijos.